He leído el trabajo de Ramos et al1, a quienes felicitamos sinceramente por el trabajo publicado en su revista.
Lo encuentro muy riguroso y francamente útil para valorar el papel, controvertido, de la PET en la cirugía de las MH. De su trabajo se desprende que la PET-TC para estratificar la enfermedad tumoral hepática tiene una sensibilidad mucho menor que la exploración que se debe considerar como estándar, que es la TC helicoidal bifásica o trifásica con multidetectores. Con respecto a la enfermedad extrahepática, también queda claro en su trabajo que no mejora la detección de las metástasis pulmonares ni la enfermedad ganglionar del pedículo hepático. Con respecto a la recidiva locorregional, presenta una mayor sensibilidad, particularmente si estamos hablando de cirugía del cáncer de recto, pero a expensas de falsos positivos (poca especificidad). Por lo tanto, los hallazgos de la PET-TC deberían comprobarse siempre mediante cirugía.
Asimismo me parece muy interesante la validación de la sensibilidad de la TC preoperatoria y su correlación histológica postoperatoria. Curiosamente, los datos de su estudio en 42 pacientes coinciden mucho con un estudio similar que publicamos en CirugíaEspañola2, en el cual los datos sobre sensibilidad de la TC helicoidal bifásica o trifásica con multidetectores fue muy criticada.
En nuestro estudio, un total de 45 enfermos consecutivos con MH de CCR fueron considerados candidatos a cirugía curativa según los estudios preoperatorios. Hubo 3 casos de irresecabilidad debido a los hallazgos intraoperatorios (inspección, exploración bimanual y EIO). Las causas fueron: en el primer paciente, en que el estudio preoperatorio había detectado 4 MH, en el acto quirúrgico se encontraron otras 5 MH no detectadas en la TC (falsos negativos), que imposibilitaban la realización de una resección curativa. En el segundo caso, en que el estudio preoperatorio había detectado 2 MH, se encontraron otras 4 MH (falsos negativos) y afección de los ganglios hiliares hepáticos; y en el tercer caso, en que el estudio preoperatorio había detectado 2 MH, se encontró una MH nueva (falso negativo) y carcinomatosis peritoneal.
El número total de MH en nuestro estudio fue de 171, con una media de 3,8 MH por paciente. En el estudio de Ramos et al1 se encontraron 125 MH, con una media de 2,9 MH por paciente. En nuestro estudio se detectaron 115 MH por la TC preoperatoria, con una media por paciente de 2,64 MH. Hubo 4 falsos positivos: 2 quistes, 1 hemangioma y 1 lesión inexistente. En el estudio de Ramos et al1, la TC detectó 98 MH, con una media por paciente de 2,33 MH. Hubo también 4 falsos positivos. Por lo tanto, el VPP fue idéntico (96%).
En nuestro estudio hubo 56 falsos negativos, en 18 pacientes. La sensibilidad de la TC helicoidal con MD fue del 67% (115/171). La tasa de falsos negativos fue del 33% (56/171). Los falsos positivos de la serie de Ramos et al1 fueron sólo el 21% (27/125) y, por lo tanto, la sensibilidad de la TC fue más alta (69%).
La metodología de ambos trabajo es idéntica y está basada en la TC helicoidal bifásica o trifásica con mutidetectores y la discusión preoperatorio en sesiones clínicas multidisciplinarias con los radiólogos. Por lo tanto, sigue existiendo un papel muy importante para la ecografía e inspección intraoperatoria.
Otra conclusión importante que conviene resaltar es que una exploración mediante PET-TC no debe sustituir a una TC de calidad subóptima, ni la discusión multidisciplinaria, porque la sensibilidad para detectar las MH es muy inferior.
La diferencia mayor entre ambas series es una actitud más conservadora en la serie de Ramos et al1, con una media de 2,9 MH por paciente resecado, mientras que en la nuestra fue de 3,8 MH por paciente.
Pienso que sería interesante valorar la supervivencia a 3 o 5 años de ambas series para saber si está justificada nuestra mayor agresividad.