En diciembre de 2019 se notificaron los primeros casos de una neumonía de origen desconocido en la ciudad de Wuhan (República Popular China)1. El patógeno fue identificado como un nuevo betacoronavirus, denominado coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2). La infección causada por este virus se denomina COVID-19 (coronavirus disease 2019). El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente la situación de pandemia. A día de hoy, son más de 2,8 millones los casos de COVID-19 reportados por 185 países de todo el mundo, de los que España es uno de los más afectados en términos de número absoluto de casos y número de fallecidos.
Si bien se desconoce el potencial de transmisión de COVID-19 a través del trasplante, ya en enero de 2020 el sistema español emitió recomendaciones para la evaluación y la selección de los donantes de órganos con respecto a la infección por SARS-CoV-22. Ha de descartarse la donación en casos confirmados de COVID-19. En casos curados, se recomienda una valoración individualizada y cautelosa y se exige un mínimo de 21 días desde la curación. En donantes con riesgo epidemiológico (exposición a un caso confirmado de COVID-19 o viaje/residencia en áreas afectadas en los 21 días previos), si el potencial donante presenta un cuadro clínico compatible con COVID-19, se descarta la donación incluso sin cribado. Si el potencial donante no presenta sintomatología compatible, se hace cribado para SARS-CoV-2 y se descarta la donación si el resultado es positivo. El cribado también es obligatorio si no existe riesgo epidemiológico pero sí clínica compatible, o si se considera la donación pulmonar o intestinal. Aunque el periodo de incubación de COVID-19 es de 2-14 días, el periodo de seguridad recomendando en España de 21 días pretende descartar posibles outliers2. El cribado del potencial donante ha de realizarse mediante RT-PCR en muestra obtenida en las 24 h previas a la extracción2. Dicha muestra puede obtenerse del tracto respiratorio superior o inferior, si bien este último es preferible por su mayor rendimiento diagnóstico y es la muestra requerida en caso de donación pulmonar o intestinal.
Hasta el momento, se han notificado a la Organización Nacional de Trasplantes 363 casos de COVID-19 en pacientes trasplantados de órganos (227 trasplantes renales, 73 hepáticos, 36 cardíacos, 21 pulmonares, 5 de páncreas y uno multivisceral). La mayoría han adquirido la infección en la comunidad en una mediana de tiempo de 56 meses desde el trasplante. Solo se han notificado 62 casos (14%) de infección nosocomial. Dentro de estos últimos y aplicando la política referida, en ninguno existe sospecha de infección derivada del donante.
Existe escasa información sobre los factores pronósticos y el curso evolutivo de COVID-19 en pacientes trasplantados. Dado cómo se comporta la infección por coronavirus endémicos en pacientes inmunosuprimidos3, es esperable una mayor tasa de complicaciones4-6, lo que se confirma en series limitadas de casos7. También es predecible que el periodo de excreción viral sea más prolongado que en no trasplantados, con el riesgo de una superdiseminación del virus, particularmente entre profesionales sanitarios8,9. Por este motivo, en España se recomienda el cribado de SARS-CoV-2 en el potencial receptor previamente al trasplante y su exclusión temporal de la lista de espera si el resultado es positivo2.
El mayor problema que ha generado la epidemia de COVID-19 en el ámbito de la donación y el trasplante de órganos ha sido consecuencia de la saturación del sistema sanitario y de las unidades de cuidados intensivos. Los hospitales han tenido que ampliar la capacidad de sus unidades de críticos, se han creado nuevos hospitales para atender a pacientes graves afectados de COVID-19 y se han medicalizado hoteles para atender a pacientes no graves que requieren aislamiento. Pese a ello, los profesionales han tenido que tomar complejas decisiones a la hora de asignar recursos de críticos que resultaban insuficientes para la demanda de la población en momentos de incremento exponencial del número de contagios10.
En este contexto, desarrollar la actividad de donación y trasplante de órganos ha resultado extraordinariamente complejo, por la situación de saturación y la falta de áreas libres de COVID-19 en los hospitales en las que garantizar la seguridad de los pacientes una vez trasplantados. La instrucción a los centros en áreas muy afectadas ha sido la de una valoración individualizada, caso por caso, de si proceder con cada proceso de donación y de trasplante atendiendo a la situación clínica del paciente y las circunstancias del centro2. En los peores momentos, se han considerado solo donantes idóneos y se ha procedido con el trasplante en pacientes en situación de urgencia o extrema gravedad clínica, o difíciles de trasplantar. Todo ello ha derivado en un drástico descenso de la actividad. El 13 de marzo de 2020 se anunció el estado de alarma nacional. Hasta esa fecha, se mantenía una actividad media de 7,2 donantes/día y de 16,1 trasplantes/día en nuestro país. A partir de entonces, los valores correspondientes son de 1,1 y 2, respectivamente (figs. 1 y 2). Aunque es pronto para valorar el impacto de este descenso, es presumible que se produzcan fallecimientos en lista de espera que habrían sido evitables en circunstancias normales, fallecimientos que se añaden a las víctimas directas de esta terrible pandemia.
A los profesionales sanitarios por su lucha incansable contra la epidemia de COVID-19.