Introducción
El conducto de Gärtner es un remanente de la porción vaginal del conducto mesonéfrico de Wolffian, es decir, una falta de involución completa en que el tejido glandular persiste y desencadena, en ocasiones, la formación de los quistes del conducto de Gärtner.
Éstos se han observado en un 1-2% de las exploraciones rutinarias de las pelvis femeninas1 y muy especialmente ayudados por ECO y TAC2, ya que habitualmente suelen ser asintomáticos. En ocasiones, como es nuestro caso, pueden provocar dispareunia u obstrucción del drenaje vaginal3-5.
Los componentes mesodérmicos urogenitales constituyen los conductos mesonéfricos, paramesonéfricos, riñones y gónadas, apareciendo como una invaginación del mesotelio celómico sobre las 5 semanas de gestación. A las 9 semanas los conductos se funden y en su parte inferior forman el útero, y en la superior la vagina. El conducto mesonéfrico wolffiano corre paralelo a la trompa de Falopio y sus restos embriológicos se localizan en el hilio del ovario. Los quistes mesonéfricos se pueden desarrollar tanto del conducto mesonéfrico como de sus restos tubulares.
En los varones, en los que solamente existen diminutos residuos wolffianos, estos tumores o quistes mesonéfricos son muy poco frecuentes, y se diagnostican por la existencia de hiperplasia de la red testicular, adenocarcinoma testicular o cistoadenoma papilar del epidídimo, en relación con el origen wolffiano3.
En ocasiones se asocian con otras enfermedades como disgenesia renal, uréter ectópico vaginal, útero bipartito, septum vaginal, fístulas vaginales, etc.
Caso clínico
Paciente de 43 años que ingresó en 30 de septiembre de 1997 a través del servicio de urgencias con sensación de peso en el hipogastrio, que cedió espontáneamente. Por la tarde del mismo día presentó un episodio de retención urinaria que cedió con sondaje vesical. En la exploración, el abdomen era blando, depresible y persistía la sensación de masa en el hi pogastrio. Fue remitida a su domicilio al desaparecer las molestias.
Desde hace aproximadamente un mes, comenzó con sensación de distensión abdominal no dolorosa. Esta sensación no había experimentado variaciones a lo largo de dicho mes. Durante las menstruaciones referidas a varios meses atrás había presentado dismenorrea y dolor en ambas fosas renales. Las relaciones sexuales eran incómodas, sin llegar a ser realmente dolorosas. Al día siguiente presentó disuria, por lo que fue remitida por el servicio de urgencias a urología. El 2 de octubre de 1997 fue visitada por el servicio de ginecología. La exploración comunicó imposibilidad de introducir el espéculo por formación que ocupaba toda la pelvis, no dolorosa, que llegaba hasta la pelvis mayor. La analítica estaba dentro de parámetros normales. La ecografía puso de manifiesto una formación líquida, de aspecto quístico, que ocupa la pelvis, de 13 * 12 cm, de contornos conservados, y en su parte superior se apreciaba una imagen sólida, de contornos irregulares, de 11 * 9,3 cm. Ecogénicamente, la parte sólida era irregular con zonas ecográficamente negativas en su interior. No se apreciaba ascitis. El 3 de octubre de 1997 se efectuó urograma que informó de siluetas renales de tamaño y morfología normal, con doble sistema completo en el riñón izquierdo, apareciendo los uréteres algo dilatados y desplazados por la masa existente en la pelvis menor. Dicha masa alcanzaba el cuerpo de L-4 y producía una marcada compresión de la vejiga, desplazándola hacia arriba y a la izquierda (fig. 1A).
La TAC puso de manifiesto doble sistema completo en el riñón izquierdo, con moderada dilatación uretral bilateral, por compresión distal, sin obstrucción. Se apreciaba una masa sólida, densa, homogénea, de bordes bien delimitados, que se valoraron como tumoración dependiente de útero. Asimismo, e inferior a ésta, aparecía otra masa quística, con realce periférico, bien delimitada e independiente de la anterior que producía compresión y desplazamiento vesical (fig. 1B).
Se programó laparotomía, con diagnóstico de útero polimiomatoso y formación quística, probablemente dependiente de ovario. Tras efectuar histerectomía reglada, se observo una tumoración retroperitoneal que desplazaba el fondo de saco de Douglas. Por vía rectal y en el mismo tiempo laparotómico, se puncionó, extrayendo un líquido de aspecto turbio y color parduzco, que fue remitido para estudio citológico y bacteriológico (cultivo estéril en aerobiosis y anaerobiosis) vaciando dos tercios de su contenido. Se prosiguió por vía abdominal, introduciéndonos en el espacio rectovaginal y resecando toda la formación quística, la cual se encontraba adherida a cara posterosuperior de vagina (fig. 2A).
La anatomía patológica informó de formación quística de paredes fibrosas vascularizadas (3b)B4194-96/97, de contenido líquido y de color marrón, estableciéndose el diagnóstico de quiste del conducto de Gärtner (quiste mesonéfrico) delineado por epitelio cilíndrico ciliado (hematoxilina-eosina, * 400). En otras partes del quiste, el epitelio de revestimiento era cúbico simple, observándose hiperplasia luminal y cambios adenofibromatosos (fig. 2B).
Fue dada de alta a los 7 días, encontrándose en la actualidad asintomática.
Discusión y conclusiones
Cualquier anomalía en el desarrollo de los elementos urogenitales puede conllevar diferentes tipos de quistes retroperitoneales, vaginales y parauretrales, incluso mesentéricos y paraováricos1,6-8.
Todos ellos, de origen mesotelial, mesonéfrico o paramesonéfrico, fueron en otra época clasificados como traumáticos, infecciosos, degenerativos e incluso como neoplásicos4.
Nogales3, en un interesante trabajo, plantea incluso la disyuntiva de si los tumores mesonéfricos wolffianos, y refiriéndose a su histogénesis, son una ilusión o una trampa, ya que tumores considerados como wolffianos finalmente han tenido otros orígenes, como los mesonefromas.
De cualquier manera, e independientemente de su planteamiento histogenético, siempre debemos pensar en una tumoración de origen mesonéfrico o paramesonéfrico en todas aquellas imágenes radiológicas, aunque sean descubiertas casualmente por no producir molestias, o siendo mínimas, como en nuestro caso, en situación retroperitoneal y en relación con elementos anatómicos del aparato urogenital4,5.
Revisada la bibliografía, posiblemente nuestro caso sea el de mayor tamaño que se ha publicado.