Pacientes y Métodos. Hemos revisado 354 colecistectomías laparoscópicas consecutivas, 298 realizadas de forma electiva y 63 de urgencias. Se incluyeron para la realización de una colangiografía sistemática 242 casos, ya que fueron excluidos aquellos a quienes se les practicó una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) previa y aquellos en los que la indicación de la colecistectomía fue por colecistitis crónica alitiásica o presencia de pólipos en la vesícula.
Resultados. Se realizó la colangiografía en el 90,4% de los casos, y no fue posible su realización en el 9,6% de los casos. En 6 casos no fue posible inicialmente la realización de la colangiografía por encontrarse un cálculo en el cístico que se extrajo exprimiendo éste, para a continuación realizar la colangiografía. En 10 de los casos en los que se realizó la colangiografia se halló afección en el colédoco: 7 coledocolitiasis, 2 estenosis de papila y un quiste de colédoco. Seis de los pacientes que se encontraban dentro de ese 9,6% de los casos en los que no fue posible la realización de la colangiografía presentaron sintomatología compatible con enfermedad de la vía biliar principal, en cinco una coledocolitiasis y en un caso estenosis de papila.
Discusión. Las enfermedades de la vía biliar no sospechadas existentes en nuestra serie fueron del 9,6%, de este porcentaje el 4,9% corresponde a coledocolitiasis. Por lo tanto, la realización de la colangiografía peroperatoria no incrementa la morbilidad, ayuda al diagnóstico de enfermedad de la vía biliar principal, así como a descubrir la existencia de cálculos en el cístico que posteriormente podrían emigrar a la vía biliar principal, lo que facilita el cambio de actitud quirúrgica del cirujano ante el hallazgo de anomalías en la vía biliar principal. Por ello, es una técnica inocua que ayuda a descubrir la enfermedad en la vía biliar principal, a la vez que sirve para prevenir las lesiones en ésta al poderse objetivar la anatomía de la zona
Patients and methods. We have reviewed 354 consecutive laparoscopic cholecystectomies, 298 performed as elective procedures and 63 under emergency conditions. Systematic cholangiography was carried out in 242 cases; those patients who had undergone previous ERCP and those who were to undergo cholecystectomy to treat chronic cholecystitis in the absence of calculi or to treat gallbladder polyps were excluded.
Results. Cholangiography was performed in 90.4% of cases, being impossible in the remaining 9.6%. This examination could not be carried out initially in 6 patients due to the presence of a calculus in the cystic duct; cholangiography was performed after removal of the stone by putting pressure on the duct. Common bile duct involvement was encountered in 10 cases in which the procedure was carried out: 7 cases of choledocholithiasis, 2 of papillary stenosis and 1 cyst. Six of the patients in whom cholangiography was not possible presented symptomatology indicative of common bile duct involvement; choledocholithiasis was found in 5 and papillary stenosis in 1.
Discussion. The incidence of unsuspected biliary pathology in our series was 9.6%, in which choledocholithiasis accounted for 4.9%. Thus, perioperative cholangiography does not increase morbidity and aids in the diagnosis of common bile duct pathology and in the discovery of calculi in the cystic duct which can later pass to the common bile duct. These findings can influence the decision of the surgeon to change the surgical approach in the presence of common bile duct anomalies. Therefore, it is a harmless technique that helps to discover common bile duct pathology, while the images it provides serve to prevent lesions in the duct.