Hemos leído con mucho interés el artículo publicado recientemente por Rodríguez et al. sobre «Telemedicina, telementorización y evaluación telemática en cirugía. ¿Es su momento después de la COVID-19?», donde se plantea la importancia del intercambio de información clínica a distancia, ya sea de forma sincrónica o asincrónica, utilizando herramientas como la telementorización, que permite la adquisición de conocimientos clínicos a través de la virtualidad1.
Consideramos que este nuevo tipo de herramientas tecnológicas brindan una oportunidad para el mejoramiento de las habilidades quirúrgicas en procedimientos mínimamente invasivos, especialmente en países de bajos recursos y medianos ingresos, como son los países de Latinoamérica, donde se encuentra ubicada Colombia2. Además de ser una herramienta efectiva durante la pandemia por la COVID-19, también permite una interacción con ponentes internacionales, punto clave en la formación integral del cirujano general3.
Específicamente, el desarrollo de habilidades quirúrgicas mínimamente invasivas tenía como pilar el entrenamiento presencial intensivo, teoría que es puesta en jaque con la llegada de la COVID-19, debido a la dificultad de realizar rotaciones presenciales. Por lo anterior, plataformas como PROXIME permiten compartir conocimientos entre especialistas, residentes y estudiantes de medicina, estrategia innovadora para los objetivos de la cirugía global del siglo xxi1.
La telemedicina tiene beneficios para la generación y socialización del conocimiento mejorando el alcance de la atención médica, permite una atención personalizada del paciente, menor exposición del equipo de salud y disminución del riesgo de enfermedades infectocontagiosas4. Sin embargo, la implementación de estas herramientas tecnológicas en Latinoamérica se convierte en un reto, debido a la ausencia de recursos económicos, personal capacitado y una gran cantidad de población ubicada en lugares marginados, debilitando el funcionamiento de plataformas digitales, teniendo pobre alcance en la atención de salud, déficit en la adquisición de conocimiento y egresados con falencias5.
Para el año 2010 Colombia solo contaba con 43 proyectos de telemedicina o telesalud, que beneficiaba solo a 550.000 personas, una oferta limitada para un país de casi 50 millones de habitantes5. Es por esto que el uso de nuevas tecnologías debe ser una meta para nuestra población y el gobierno colombiano, generando una oportunidad de invertir en nuevos desafíos para mejorar y progresar de la mano con la telemedicina y la simulación médica, así como la creación de nuevas técnicas que permita mejorar la calidad y eficacia de los servicios6.
Agradecemos a los autores por aportar tal evidencia, ya que es una temática importante para todo el personal de salud del siglo xxi, evidencia que nos motiva a seguir en la generación de herramientas tecnológicas para la adquisición de habilidades clínico-quirúrgicas, especialmente en países como el nuestro donde la virtualidad va en ascenso desde la llegada de la COVID-19.