A pesar de ser la principal causa de mortalidad en los países desarrollados, el origen multifactorial de la enfermedad cardiovascular hace que sea muy complicado tanto su comprensión como su manejo. Por tanto, la determinación de factores de riesgo cardiovascular (FRCV) como son hipertensión arterial, tabaquismo, diabetes, obesidad y dislipidemias, entre las que se incluyen hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, altas concentraciones de lipoproteínas de baja densidad (LDL) y bajas concentraciones de lipoproteínas de alta densidad (HDL), juegan un papel clave en la detección precoz y el manejo de las enfermedades cardiovasculares1,2. Como bien indican Villalpando Sánchez et al.,3 en su artículo publicado en este número de Clínica e Investigación en Arteriosclerosis, la determinación precoz de estos factores de riesgo en poblaciones susceptibles de modificar su estilo de vida, como es el caso de adultos jóvenes o en adolescentes, resulta de gran relevancia a la hora de desarrollar estrategias de prevención.
Es un hecho bien establecido que el estrés oxidativo es clave en el desarrollo y progresión de enfermedades cardiovasculares, incluidas hipertensión arterial, diabetes, arteriosclerosis o enfermedad coronaria4. El estrés oxidativo se define como el desequilibrio entre las especies reactivas de oxígeno generadas y su degradación, produciéndose así un aumento del nivel de las mismas, lo que conlleva un daño a nivel celular debido a la oxidación de ácidos nucleicos, lípidos y proteínas. La oxidación de proteínas plasmáticas origina lo que se ha denominado productos avanzados de oxidación proteica (PAOP). Inicialmente, los PAOP se identificaron como biomarcadores de estrés oxidativo en plasma de pacientes con enfermedad renal crónica5; posteriormente también se han descrito como mediadores proinflamatorios en numerosas enfermedades, incluidas la enfermedad renal crónica6, la hipertensión y la aterosclerosis7. Así, se ha demostrado que existe una correlación entre los niveles de PAOP en plasma y los niveles de presión arterial8. Además, numerosos estudios han mostrado la asociación entre niveles elevados de PAOP en plasma y la aparición y progresión de aterosclerosis, así como con la relación íntima-media en pacientes con aterosclerosis carotídea9.
En el artículo de Villalpando Sánchez et al.3, los autores dan un gran paso en la detección precoz de la enfermedad cardiovascular al estudiar por primera vez los niveles de PAOP en jóvenes aparentemente sanos y su correlación con los FRCV. A pesar del pequeño tamaño muestral se observa una diferencia significativa entre los grupos, en función del número de factores de riesgo, con la mayoría de las variables estudiadas, incluidos el peso, el índice de masa corporal, la circunferencia de la cintura y los niveles lipídicos, no así con la presión arterial. Esto a su vez se refleja en la frecuencia de factores de riesgo, donde el mayor porcentaje se observa en la obesidad y el sobrepeso (40%), mientras que el porcentaje de hipertensos era del 15%. Además, en este estudio, se observa que existe un aumento progresivo en los niveles de PAOP en base al número de FRCV, siendo los grupos con 3 y 4 factores los que mayores niveles de PAOP presentaban. Un hecho llamativo de este estudio es que, al contrario de lo que cabría esperar, se observa una correlación negativa entre los niveles de PAOP y el índice aterogénico así como con las LDL, mientras que con los valores de HLD correlacionan de forma positiva. Esto podría deberse, como indican los autores, a limitaciones en el estudio tales como no haber cuantificado las LDL oxidadas así como al tamaño reducido de la muestra.
Es evidente que son necesarios más estudios para demostrar que existe una relación entre los PAOP y los distintos FRCV en una población como la estudiada en este artículo. Sin embargo, dado que la cuantificación de los niveles de PAOP es rápida y relativamente sencilla, mediante el método descrito por Witko et al.5, su determinación rutinaria podría servir como nuevo indicador temprano de la enfermedad cardiovascular. Por otro lado, terapias que fueran capaces de inhibir la formación de PAOP podrían ser una buena estrategia terapéutica en enfermedades como la aterosclerosis, la enfermedad arteriocoronaria o en eventos cardíacos.
RR es beneficiaria de una beca del programa Sara Borrell (CD15/00003). La investigación de MS se financia con proyectos de investigación del MINECO (SAF2016-80305-P), del ISCIII (CB16/1100286) y del Fondo Europeo de Desarrollo Regional.