La introducción de nuevas tecnologías para el diagnóstico de la patología de la mama constituye un trascendente progreso en la necesidad de disponer de un diagnóstico lo más precoz y eficaz posible de las diversas lesiones de la glándula mamaria, sobre todo, como es natural, de la patología maligna. La introducción de la ultrasonografía ha significado un extraordinario avance en los métodos de exploración de nuestra especialidad, del cual son bien conscientes todos los especialistas. Su importantísima y a veces imprescindible contribución al diagnóstico de nuevas entidades patológicas en el aparato genital femenino hace olvidar, en ocasiones, su también importante participación en el diagnóstico de la patología de la mama.
En efecto, hoy día, con la disponibilidad de la ultrasonografía mamaria, carece de sentido prodigar las punciones de quistes mamarios de forma indiscriminada y practicar posteriores neumoquistografías casi siempre innecesarias.
No adaptarse a las nuevas tecnologías y a los nuevos criterios, universalmente aceptados, conduce a una sobreutilización de métodos realmente útiles en casos seleccionados, pero con los consiguientes efectos secundarios indeseables: preocupación de las pacientes, dolor y molestias innecesarios y, por último, incremento de los costes. La puesta al día de algunos centros que se ocupan del diagnóstico por la imagen, en los que la neumoquistografía es práctica corriente en casi todos los quistes de la mama, parece inexcusable, a la vista de las nuevas disponibilidades tecnológicas que permiten un diagnóstico más rápido, más sencillo, más económico y menos traumático.
También la resonancia magnética se ha introducido en el ámbito del diagnóstico del cáncer de mama, si bien es verdad que, por ahora, con escasa fortuna. Con el fin de intentar obtener resultados útiles se ha utilizado la inyección intravenosa de contraste paramagnético, sobre la base de que con ello se podría diferenciar el tejido mamario sano del patológico. La realidad es que los resultados son decepcionantes a causa de la escasa fidelidad de esta sofisticada tecnología.
Sólo en casos puntuales la resonancia magnética podrá coadyuvar al diagnóstico de la patología mamaria.
Debemos hacer referencia, por último, a la novedosa propuesta de detección isotópica del llamado «ganglio centinela» por medio de la gammagrafía, con la realización de una linfografía prequirúrgica. Esta linfografía se utiliza ampliamente en la medicina nuclear oncológica, por lo cual es lógico que se intente obtener también rentabilidad de la técnica en oncología mamaria. En especial, algunos autores postulan que la negatividad de afectación de dicho ganglio podría ahorrar el vaciamiento quirúrgico de la axila en determinados casos. Lo cierto es que todavía es pronto para determinar de forma definitiva las reales posibilidades de este nuevo camino.
Digamos, como conclusión, que la investigación y el progreso no cesan en el intento de obtener un diagnóstico cada vez más precoz del cáncer de mama, base actual del incremento de las tasas de curación.