Cada vez con más frecuencia aparecen en la prensa médica, en las publicaciones oficiales de los colectivos médicos e incluso en los periódicos, artículos de opinión que cuestionan la situación actual de la sanidad nacional. Dichas opiniones proceden, con no poca frecuencia, de quienes han participado, en mayor o menor medida y desde posiciones diversas, a que las realidades de hoy día sean las que son: organización deficiente, problemas económicos, falta de inversiones adecuadas e insatisfacción de gran parte de los profesionales. No deja de ser curioso y preocupante que muchos de los responsables de la situación presente la denuncien sin atribuirse ninguna responsabilidad y, desde luego, permaneciendo todos en sus puestos de privilegio dispuestos a buscar soluciones al estado actual de la sanidad. Decíamos hace algunos meses que los problemas surgen cuando se establece el predominio sofocante de la gestión sobre la actividad médica; gestión llevada a cabo por gestores de escaso nivel y muchas veces supeditados a consignas meramente políticas y de partido. Dejamos también escrito hace tiempo que sin la presencia y el apoyo de los médicos asistenciales en la gestión ésta no puede ser correcta, y que la gestión sólo tiene sentido si se supedita a dar el apoyo necesario y posible a la actividad asistencial. Hoy ya es más importante crear un nuevo puesto en el área de gestión que dotar de un médico o una enfermera más al área de la asistencia; se compensa económicamente mucho más un puesto en la gestión que en la asistencia; dispone de más poder un responsable de cualquier área de gestión que un responsable de cualquier área asistencial, por elevado que sea su puesto.
Nuestra marabunta de gestores y adláteres han puesto de moda la palabra priorizar. Dado que no hay recursos para todo, se debe priorizar. Pero parecen ciegos, o quieren parecerlo, ante el hecho de que la primera prioridad que se debe establecer es entre los dos ámbitos antes citados: asistencia y gestión.
Se está "priorizando" la gestión sobre la asistencia, no se repara en gastos cuando de la gestión se trata y se escatiman hasta más allá de lo tolerable los recursos para la asistencia. Y es que los recursos los poseen y los gestionan los gestores.
Quizá sería bueno que así como el ámbito de gestión controla el ámbito asistencial, éste pudiera a su vez controlar los recursos del ámbito técnico administrativo y sus constantes errores. Algún día se habrá de llegar a ello, porque nuestra sanidad no podrá ya empieza a no poder proporcionar una mínima calidad a la asistencia si no es capaz de reducir el creciente incremento de los costes de la mala gestión.
El cambio necesario en este sentido no va a ser fácil. Ellos tienen el poder y nosotros sólo tenemos a los enfermos. Pero algún día las circunstancias obligarán a cambiar dando a los médicos asistenciales la cuota de participación en la gestión y en el control que les corresponden.
Sería de desear que los actuales gestores de la sanidad fuesen capaces de reflexionar sobre sus propias actuaciones y también fuesen capaces de escuchar a quienes casi nunca han querido oír: los médicos. Y en último término, de asumir sus responsabilidades por los errores cometidos hasta ahora.