Desde hace pocos años van apareciendo en la literatura médica ginecológica referencias a la denominada «cirugía robótica», introducida hace ahora unos 10 años, sobre todo desde que la Food and Drug Administration (FDA) aprobó, en el año 2005, la aplicación del «Da Vince Surgical System» para operaciones ginecológicas; e incluso en nuestro país se dedicó una publicación monográfica sobre el tema el pasado año 2010.
Todo ello ha conducido a un incremento del interés por esa nueva modalidad técnica para su uso en diversas intervenciones quirúrgicas de ginecología, de la que aún existen pocos datos fiables y ningún ensayo clínico aleatorizado, más allá de algunas series más o menos extensas de distintos autores. Este último hecho comporta, sin ninguna duda, la imposibilidad actual de emitir un juicio ponderado, sereno y bien fundamentado sobre esa cirugía robótica en ginecología, aun cuando el análisis de los conocimientos actuales ya permita efectuar algunos comentarios provisionales sobre esa novedosa y espectacular técnica quirúrgica.
Según se deduce de los trabajos hasta ahora publicados, la nueva tecnología –de largo, costoso y difícil aprendizaje– podría competir con la cirugía abierta y, en especial, con la laparoscópica, con algunas ventajas a nuestro juicio menores.
Parece ser que, tanto en patología ginecológica benigna como maligna, los resultados son en la mayoría de los casos similares en cuanto al resultado quirúrgico, pero con ligeras diferencias a favor de la cirugía robótica, tales como la cantidad de pérdida hemática (del orden de 150-200ml, según el tipo de intervención), el tiempo de intervención (del orden de 20-35min) y, en especial, de días de estancia postoperatoria en clínica (entre 1-3 días con relación a la cirugía por laparoscopia), aunque sin contar el prolongado tiempo que exige la preparación del sistema antes del inicio de cualquier intervención.
Sin duda alguna, la cirugía robótica constituye un nuevo alarde tecnológico, por ahora sólo digno de ser tenido en cuenta para ir siguiendo su evolución y conocer su real utilidad futura, más allá de su espectacularidad actual.
Porque las ventajas para las pacientes son, por ahora, escasa o nulas, en contraposición al elevadísimo coste de los actuales aparatos que supera el millón de dólares para el sistema más la suma del material desechable de coste también muy elevado.
La cirugía robótica ya es un hecho, pero su futuro (predecir el futuro siempre es arriesgado) no parece excesivamente prometedor a la vista de los pros y los contras apreciados hasta este momento. Quizás, si llegan a confirmarse nuevas ventajas y disminuyen los costes de forma significativa, podrá ser una metodología afianzada en unas pocas unidades muy especializadas de países ricos y para intervenciones muy concretas, pero en ningún caso parece que su alcance vaya a ser mucho mayor en un futuro próximo.