De unos años a esta parte, los grandes progresos tecnológicos de diagnóstico han condicionado un cierto olvido, cuando no desprecio, por los pequeños detalles que, en múltiples ocasiones, dan lugar a errores de interpretación con los consecuentes tratamientos innecesarios o incluso contraproducentes.
Entre esos detalles aparentemente nimios, pero trascendentes, no es de la menor importancia que el facultativo recuerde siempre que los valores de las analíticas que se solicitan de forma habitual en diversas etapas de la gestación no pueden referenciarse –como hacen casi todos los laboratorios de análisis clínicos– a los valores de mujeres sanas no embarazadas. En efecto, la mayoría de laboratorios colaboran en la interpretación de los resultados mostrando intervalos de referencia de la normalidad. Pero, como decíamos, esos valores se refieren a hombres y a mujeres no embarazadas, pero nunca, o raramente, a los que deben ser considerados normales y propios de la mujer en el curso de la gestación.
Si no se tienen en cuenta los cambios fisiológicos de múltiples parámetros propios del embarazo normal, se puede caer en el error de pasar por alto cambios debidos a situaciones patológicas o, por el contrario y más frecuente, de establecer tratamientos totalmente innecesarios por haber referenciado los valores de un caso determinado a los valores de normalidad propios de la mujer fuera de la gestación.
Entre los errores más frecuentemente observados por la mencionada causa están las anemias, la preeclampsia, la hemólisis, la elevación de diversas enzimas hepáticas, las alteraciones plaquetarias, los trastornos de la coagulación y otros.
Así pues, hacemos hincapié en la necesidad ineludible de seguir teniendo en cuenta los pequeños detalles clínicos y, en el caso especial del embarazo, de recordar los valores analíticos de referencia en las distintas etapas de la gestación, lo cual habrá de contribuir a una atención más adecuada y también a una disminución del gasto por una indudable mejora de los diagnósticos.