No resulta fácil efectuar un juicio ponderado sobre la trascendencia de los nuevos sistemas de transmisión de información médica. Ello es así, por un lado, por la multiplicidad de sistemas utilizados por la aparición de nuevos sistemas, y por otra parte, porque quizás sea todavía pronto para poder disponer de suficiente perspectiva que consienta proporcionar una opinión sosegada, imparcial y bien fundamentada sobre la real utilidad, para profesionales y pacientes, del uso masivo, —y muchas veces, indiscriminado— de la información médica.
De lo que no hay duda alguna es del hecho de que la información sanitaria, de todo orden, hoy en día se difunde con gran rapidez de forma imparable por todos los medios al alcance de los usuarios de lo que se ha dado en llamar redes sociales.
Como ya señalaban González-Pacanowski y Medina-Aguerrebere hace un par de años en un espléndido trabajo («Tendencias de las publicaciones informativas científico-médicas en la era 2.0» Disponible en: http//bid.ub.edu/es/33/González2htm), «los nuevos medios y la creación de plataformas de intercambio de información más especializada muestran que los recursos multimedia y la interactividad también pueden darse en medios especializados y distantes del público general».
Durante estos últimos años hemos asistido a una auténtica revolución interactiva en la que se han instaurado nuevas formas de intercambiar la información médica, no solo entre los profesionales especializados sino también entre otras instancias e incluso entre los pacientes y entre cualquier tipo de público en general.
La nueva gran ola de los actuales sistemas de la información ofrece numerosos aspectos indudablemente positivos, sobre todo la rapidez, la inmediatez y la amplitud de la trasmisión de conocimientos, y en especial, las novedades, lo cual ha contribuido de forma evidente a la consolidación y ampliación de esos nuevos sistemas.
Sin embargo, pocos se han parado a considerar —quizás todavía sea prematuro hacerlo— los aspectos negativos que, en nuestra opinión, también se intuye que rodean a las nuevas tecnologías de la información, en especial cuando trascienden los ámbitos profesionales y entran en el terreno de la divulgación, la interactividad y la participación de no profesionales o de profesionales no suficientemente cualificados.
Es posible que todo se reduzca a la confusión cada vez mayor entre información y conocimiento. Sin la primera el conocimiento no es posible, pero sin el segundo la simple información puede conducir a conclusiones y a afirmaciones totalmente erróneas y carentes del rigor necesario. Este es uno de los graves riesgos de las nuevas tecnologías de la información, por otra parte de tanta utilidad cuando no se utilizan de forma indiscriminada.
El tiempo y los análisis profundos habrán de esclarecer los pros y los contras que han supuesto para el conjunto de la sociedad las diversas plataformas tecnológicas de trasmisión de la información médica.