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Vol. 10. Núm. 28.
Páginas 124-129 (enero - abril 2013)
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La Revolución de los Ricos
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Antonio Gazol Sánchez
Profesor de la Facultad de Econmía
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La Facultad de Economía de la unam ha publicado un breve texto (menor a doscientas páginas) de Carlos Tello y Jorge Ibarra que va a proporcionar (o está proporcionando) múltiples elementos para la reflexión, para el debate, para el análisis. No es poco. En efecto, La Revolución de los Ricos está destinado a convertirse en un referente del pensamiento crítico de nuestro tiempo y es de particular importancia que sean dos experimentados profesores de la unam los que lancen esta especie de grito de protesta, o de llamada de atención, ante los derroteros que ha tomado la ciencia económica. Por supuesto que no son los primeros, y de ello da fe la extensa bibliografía que Ibarra y Tello consultaron en la preparación de su escrito, pero sí pueden ser los primeros en intentar, y lograr, una síntesis tan clara, tan precisa, al alcance de los “no iniciados”.

La provocadora cita de Warren Buffett con la que inicia constituye la gran síntesis y la mejor conclusión de este, desde ahora, imprescindible ensayo: “Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que la está haciendo y la estamos ganando”. Y, en efecto, al cabo de los recientes treinta y cinco años la riqueza se ha ido concentrando, de manera creciente, en un reducido grupo de personas. Sí, la lucha –o guerra diría Buffett– de clases existe, y existe en los términos en los que convencionalmen-te se plantea, es decir, los propietarios de los medios de producción de un lado, y los que solo cuentan con su fuerza de trabajo, del otro (esto es, el capital y el trabajo), pero se ha producido un cambio de matiz, y no menor: la lucha o guerra de clases no existe necesariamente (solo) entre burguesía y proletariado, sino que se está dando entre lo más alto de la elite de la alta burguesía internacional y (o contra) los demás (propietarios –pequeña y mediana burguesía– o trabajadores). Esa es la guerra que, señala Buffett y confirman las estadísticas, están ganando los ricos (en particular los muy ricos); baste observar la caída de la participación de los salarios en el pib de las principales economías del mundo para corroborarlo (con todo y que en la cuenta se incluyen los salarios que por sus servicios perciben los “trabajadores” que son administradores y gestores de la riqueza de los ricos). Esta nueva manifestación de la lucha de clases es lo que Tello e Ibarra llaman, con ironía y acierto, “la revolución de los ricos”.

Algo a destacar, también, es que el aumento en la desigualdad no ha estado acompañado de una mejoría en el funcionamiento o desempeño de la economía: entre 1951 y 1973 el crecimiento medio anual del pib global, en términios reales, fue de 4.8%, frente al 3.2% registrado entre 1973 y 2010; durante este perìodo, el sistema debió superar cinco recesiones de alcance mundial, contra ninguna en los veintidós años precedentes; el crecimiento del pib por persona fue, entre 1951 y 1973, de 4.4%, que se compara con el pobre crecimiento de 1.8% observado entre 1973 y 2010. Todo ello con una inflación solo siete décimas de punto mayor en el primer período que en el segundo (3.9% en 1951-73 y 3.2% en 1973-2010). En otros términos, la revolución de los ricos no solo se distingue por su eficaz contribución al aumento de la desigualdad, sino por su ineficiencia para procurar mayor crecimiento económico y, en especial, por lo vulnerable a las crisis que hace al sistema.

El libro se compone de ocho capítulos de análisis crítico y otro más dedicado a las reflexiones finales (en el que aparecen los datos recogidos en el párrafo anterior). Puede ser de utilidad dedicar este espacio a reseñar el contenido de cada uno de ellos.

El primero, Antecedentes: la Edad de Oro del Capitalismo, ofrece un breve panorama de la economía mundial inmediatamente después de la II Guerra Mundial y de lo concebido y realizado para no cometer los mismos errores en los que se incurrió al término de la I Guerra Mundial y que habrían de derivar en la Gran Depresión del 1929-1933 y en el estallido de la segunda vuelta. El pensamiento keynesiano, la reivindicación del papel del estado, la convicción de que el mercado dista mucho de ser infalible, todo ello, entre otras cosas, tuvo que ver con un prolongado período al cabo del cual las diversas economìas crecieron y distribuyeron. Evidentemente no todo fue miel sobre hojuelas y había problemas estructurales no resueltos, de manera que esta Edad de Oro reveló sus primeros síntomas de agotamiento cuando en el otoño de 1971 el presidente Nixon decretó la inconver-tibilidad del dólar y asestó un golpe de muerte al sistema monetario y financiero internacional construido en Bretton Woods y que, con todo y sus evidentes limitaciones, había contribuido a la recuperación y al relativo buen desempeño económico.

El segundo capítulo, La doctrina Neoliberal: el papel central del pensamiento económico, hace un repaso de la evolución de las tesis que han prevalecido en el estudio de la economía (y de su influencia en la política económica) prácticamente desde el surgimiento de la corriente neoclásica hasta la actualidad y de cómo los neoliberales de hoy han limitado e interpretado (¿o será vulgarizado?) a su modo las ideas neoclásicas, en particular desde la reunión de Mont Pelerin, Suiza, en 1947 que por iniciativa de Friedrich von Hayek convocó a 36 intelectuales opuestos a la presencia del estado y a cualquier tipo de regulación o de restricción a la absolutamente libre determinación del individuo. En este capítulo es relevante la mención a cómo y cuándo permearon estas ideas en México y la responsabilidad que en ello han tenido los centros de enseñanza e investigación económica.

El capítulo 3, Posicionamiento del proyecto Neoliberal, (el de mayor extensión) se ocupa de mostrar la estrecha relación entre los intereses de los grandes grupos económicos con las ideas de los pensadores proclives a defender la plena eficacia del mercado para conducir a la economía y a la sociedad en su conjunto, y los de algunos grupos y partidos políticos. Subraya el papel desempeñado por estos grupos en los gobiernos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Valery Giscard d’Estaing y Helmut Kohl y la influencia que todos ellos ejercieron para propalar y afianzar el neoliberalismo. Con sutileza, induce a la obligada reflexión en torno al keynesianismo como posición de izquierda (lo que ni el propio Keynes hubiera imaginado) ante la intransigencia, casi en el nivel del fanatismo, con la que defienden las nuevas ideas liberales sus propaladores y, en especial, sus beneficiarios. Da cuenta de lo ocurrido en algunos países latinoamericanos; cuando se refiere al caso de México, identifica al Gobierno de Miguel de la Madrid como el introductor de este planteamiento en la orientación de la política económica del país y dedica una prolija nota al pie de página para señalar algunos de los funcionarios que, desde entonces, según Tello e Ibarra, han sido, o fueron, fieles a él (en lo personal, no coincido con la inclusión en la lista entre los neoliberales mexicanos de algunos de los señalados por los autores, pero discutirlo no es ni el tema ni el propósito de esta reseña y ello queda para una conversación, que no discusión, posterior).

El cuarto capìtulo, Cambios en el entramado institucional y reorientación de la política económica, muestra casos concretos de cambios en la dirección neoliberal y del papel desempeñado por los organismos financieros internacionales. Se generan cambios institucionales que van desde la retracción del Estado a la concepción de la banca central como entidad auto-nóma o independiente (¿independiente de quién o de qué?, sería la pregunta), pasando por cambios en las relaciones laborales y en los sistemas de protección social. Estos cambios van necesariamente acompañados de otros en la política económica que, lamentablemente, han tomado carta de naturalización a lo largo y a lo ancho de (casi) todo el planeta. Hace referencia al caso chileno a partir del golpe fascista de Pinochet, a la experiencia británica y su enfoque monetarista, a la decisión del Presidente Carter, en 1978, de reducir en veinte puntos porcentuales el gravamen sobre ganancias de capital, a la desregulación financiera asiática, al camino que condujo al Tratado de Maastricht y su visión neoliberal de la unificación monetaria en Europa (visión por la que hoy la Unión Europea, y no solo la Eurozona, está pagando un alto precio). Cuando habla de México afirma que la irrupción de la corriente neoliberal corresponde con la liberalización comercial y el ingreso al gatt en 1986, pero, en estricto rigor, este ingreso solo institucionalizó o formalizó la apertura reiniciada en 1983 (en realidad, se había intentado desde 1977, algo se “avanzó” y se interrum-pio por la crisis de 1982, pero ese es otro tema).

El capítulo 5, Impulso y acotamiento de la docencia y la investigación en Economía, está dedicado a examinar con riguroso sentido crítico la situación actual de la enseñanza y la investigación económica en las más influyentes universidades y a cómo se han impuesto los planteamientos Neoclásicos-Neoli-berales (los autores escriben el término con mayúscula, dándole categoría de nombre propio) en los criterios para la publicación de artículos en las revistas especializadas. Según esta corriente, todo lo que no sean formulaciones matemáticas o modelos econo-métricos no es ciencia económica; lo importante es que el modelo funcione, pero nadie se ocupa de analizar si los supuestos en los que se sustenta son reales o no. Para los Neoclásicos-Neo-liberales lo importante es: a) “elaborar argumentos que se enmarquen en el funcionamiento en principio eficiente y auto-regulado de la economía de mercado”; b) descalificar “las elaboraciones teóricas de los economistas que cultivan enfoques alternativos caracterizados por no seguir los presupuestos, los marcos conceptuales y las pautas metodológicas de la economía convencional”; c) evitar “la publicación en las revistas de mayor prestigio de trabajos que no comparten sus patrones de cientificidad”, y d) no tener “mucho interés por confrontar su trabajo con el de economistas de otras corrientes. Por abrir el debate más allá de las fronteras construidas por ellos mismos”.

La ineficiencia y la inoperancia de la doctrina se hacen evidentes en el capítulo 6, Desempeño económico bajo el régimen Neoliberal. Como ya se mencionó, la tasa de crecimiento del pib mundial, en términos reales, decreció en 1.6 puntos porcentuales entre el funcionamiento del Sistema Bretton Woods y la preeminencia del Consenso de Washington, en tanto que, en el mismo lapso, el desempleo creció de 1.6 a 7.4% en el Reino Unido, de 3.1 a 7.5% en Alemania, o de 4.8 a 6.1% en Estados Unidos. Todo ello estuvo acompañado por el crecimiento de la desigualdad, que en el fondo constituye la preocupación central de este ensayo, lo que demuestra, entre otros, con dos datos: la participación de los salarios en el ingreso total de Estados Unidos entre 1960 y 1980 ascendía a 70%, pero en 2008 era de 65%; en el conjunto de los quince países que, integraban la Unión Europea antes de 2004, el mismo indicador pasó de 70% en 1960 a 74% en 1981 y a 65% en 2008; por supuesto, el sector financiero ha sido en el que en mayor grado se han concentrado las utilidades: de 10 a 30% en el mismo período.

Este último aspecto se desarrolla con mayor amplitud en el capítulo séptimo, La redistribución regresiva de la riqueza y del ingreso. Parte de información que no puede ser descalificada con el argumento de que proviene de fuentes antineoliberales; al contrario, utiliza datos de organizaciones tan poco sospechosas de ese sesgo como puede ser la ocde de la que, por citar un ejemplo, toma lo que sigue: “…Hoy, en los países miembros de la ocde, el ingreso promedio de 10% de la población más rica es alrededor de nueve veces el de 10% más pobre… sube a diez veces en Italia, Japón, Corea y Reino Unido; a alrededor de catorce veces en Israel, Turquía y Estados Unidos y es de 27 a 1 en México y Chile… el promedio del coeficiente de Gini para los paìses de la era de 0.29 a mediados de la década de los años ochenta y subió a 0.32 en los últimos años de la primera década del siglo XXI”. También cita a George W. Bush, cuyo apego a la ortodoxia al uso es incuestionable, que en 2007 se lamentaba: “… nuestros ciudadanos se preocupan por el hecho de que nuestra economía dinámica ha dejado atrás a los trabajadores… La desigualdad en la distribución del ingreso es real; ha venido aumentando por más de 25 años”. ¡En eso consiste la Revolución de los Ricos, la misma que, siguiendo a Buffet, están ganando!

En el capítulo 8, La crisis económica y el momento actual, los autores analizan dos cuestiones de fondo: una, la influencia de las políticas neoliberales en el fenómeno conocido como “la gran recesión” en la que se encuentra sumida la economía mundial desde 2007, y, dos, las diferencias de enfoque para hacerle frente en lo que, para algún optimista, podría marcar el intento de un cambio de rumbo: en Estados Unidos, por señalar el caso más representativo, se optó por inyectar recursos públicos y aplicar políticas monetarias de corte key-nesiano para atenuar los efectos de la recesión, pero en Europa, al contrario, se ha mantenido (y fortalecido si cabe) la fidelidad a las prácticas restrictivas preconizadas por la corriente neoliberal, tal y como la acredita el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de marzo pasado. Con la “gran recesión”, además, se ha demostrado (como si hubiese hecho falta) que el mercado es ineficaz a los fines de evitar las crisis, y antes bien (¿antes mal?) éstas son propiciadas y estimuladas por las imperfecciones de los mercados, porque están desrregulados y porque premian la especulación. Ibarra y Tello discuten el extraño papel desempeñado por la izquierda ante el embate neoliberal: “El fracaso de la izquierda ante la ofensiva del neoliberalismo se hizo, con el paso de los años, cada día más patente. Ahora parte de la izquierda europea, y también parte de la de América, no solo no se opone a la ofenisva del neoliberalismo, sino que está sin proyecto, sin programa y ha perdido en muchas partes el apoyo de las clases populares. Sigue apoyando, con sorprendente frecuencia, a la economía liberal”. Es posible que por pudor, Tello e Ibarra no mencionen el lamentable voto en favor de la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria emitido por la fracción de izquierda en la Cámara de Diputados (2006).

A lo largo del texto se hace patente que la corriente neoliberal no es, aun cuando así se ostente y hubiere surgido de un cónclave académico (Mont Pelerin), una mera aportación intelectual, neutra, para ser debatida en foros y claustros, sino que se trata de una mezcla de ideología, intereses y ambiciones, cuyo propósito, declarado o no, consiste en perpetuar y acrecentar las diferencias sociales. De ahí las protestas, los movimientos de “indignados”, las crecientes manifestaciones de rechazo que se extienden por todo el planeta.

En síntesis, estamos ante un lúcido trabajo de investigación y análisis cuyos destinatarios principales (y a ellos está dedicado) son los estudiantes de economía. No me parecen casuales ni los destinatarios ni la dedicatoria. Se trata de acentuar, desde el principio, uno de los propósitos centrales del texto, que no es otro que llamar la atención respecto de la orientación que hoy, desde hace treinta o cuarenta años, se le está imprimiento a la enseñanza de la teoría economica y, en consecuencia, al tipo de política económica y social que en ella se basa, como se analiza en el capitulo 4. El llamado pensamiento único se ha instalado (¿para siempre?) en los planes y programas de estudio de prácticamente todas (o casi) las escuelas de economía del mundo, independientemente del nivel de desarrollo del país en el que se hallaren. Al respecto, no deja lugar a duda el último párrafo del último capítulo: “No existe una única teoría económica (así con mayúsculas) sino un conjunto de ideas, sobre las causas que determinan la riqueza de las naciones y el desaarrollo social de sus pueblos, que a lo largo de los años, desde por lo menos finales del siglo XVII, se ha ido construyendo. Tampoco existe una sola política económica, una sola receta universal útil para todos los lugares y en todos los tiempos”.

Bien haríamos, los que tenemos la grave responsabilidad de estar ante grupos de estudiantes, de incluir este libro, o algunos de sus capítulos, entre las lecturas a discutir en el transcurso del semestre.

Ciudad Universitaria, diciembre de 2012.

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