Sr. Director:
La influencia de la profilaxis con sal yodada (SY) sobre la epidemiología del cáncer de tiroides (CT) no ha sido definitivamente establecida. Recientemente, Bacher et al1 han comunicado un incremento de la incidencia de CT tras décadas de profilaxis con SY en el Tirol, aunque con una notable mejoría de su pronóstico, debido a la disminución de las formas histológicas de CT más agresivas. Por el contrario, Galanti et al2 objetivan en población residente en regiones con deficiencia de yodo de Suecia y Noruega un mayor riesgo para la aparición de CT, riesgo que se reduce en la población que consume SY. En nuestro país, con la mayoría de sus regiones aún con deficiencia de yodo3, no se ha estudiado convenientemente la influencia del consumo de SY sobre el CT. Recientemente, Durán et al4, en su interesante trabajo sobre CT en la zona sur de Madrid, han sugerido que el aumento de la incidencia de CT objetivado pudiera estar relacionado con el elevado consumo de SY por parte de la población de la zona.
Con objeto de intentar valorar esta hipótesis, hemos registrado, de forma sistemática y mediante interrogatorio dirigido, el tipo de sal de mesa que refieren consumir los pacientes que consultan en nuestro servicio por cualquier tipo de patología tiroidea. Desde abril de 1998, fecha en que se inició la actividad quirúrgica de nuestro hospital, hasta julio de 1999, se han practicado 83 tiroidectomías, diagnosticándose, tras estudio histológico de la pieza en 11 casos (9 mujeres y 2 varones) CT (9 papilares, uno folicular y un carcinoma de células de Hürthle). Al revisar la historia de estos 11 pacientes constaba un consumo habitual de SY previo al diagnóstico de CT en 3 pacientes (27,2%), mientras que los ocho restantes (72,8%) referían no consumir ese tipo de sal.
Según los resultados de nuestra observación, podríamos sugerir una posible influencia beneficiosa del consumo de SY sobre el riesgo de CT, habida cuenta del mayor porcentaje de no consumidores de SY en nuestros pacientes con CT. Indudablemente, el corto tiempo de observación con tan reducido número de casos y la valoración del consumo de SY exclusivamente mediante los datos referidos por los pacientes constituyen hechos que restan gran validez a nuestra sugerencia. En cualquier caso, debemos resaltar que nuestros resultados se basan en datos con todas las posibles limitaciones metodológicas anteriormente mencionadas de consumo de SY registrados de forma sistemática y prospectiva en todos los pacientes con patología tiroidea de cualquier tipo. No deja de sorprender que Durán et al4, quienes refieren recoger información sobre consumo de SY en los pacientes con o sin patología tiroidea que acuden a su consulta, no aporten este dato en los pacientes con CT de su trabajo y sugieran como posible causa del incremento de la incidencia de CT el elevado consumo de SY en la población del sur de Madrid.
Si bien la influencia de la profilaxis con SY sobre la epidemiología del CT continúa aún por determinarse, los graves trastornos que afectan a las poblaciones con deficiencia de yodo5 y la persistente yododeficiencia en nuestro país3 son hechos plenamente demostrados. La SEEN, a través de su Grupo de Trabajo sobre Trastornos Causados por Deficiencia de Yodo (GTTDY), continúa esforzándose por conseguir la erradicación definitiva de la deficiencia de yodo en España6. Las especulaciones sobre los posibles efectos perjudiciales de la corrección de la deficiencia de yodo mediante la profilaxis con SY por parte de profesionales de nuestra especialidad, en un país con deficiencia de yodo como el nuestro, no parece que contribuyan de forma muy positiva a lograr la solución a tan grave problema sanitario. Hasta la fecha, la mayoría de los esfuerzos del GTTDY se han dirigido a demostrar reiteradamente a la población general y a las instituciones sanitarias los beneficios de implementar la yodación universal en nuestro país7. Mantenemos la esperanza de que haya que seguir convenciendo sólo a esos dos colectivos de los beneficios de la SY para la salud de la población general.