El rastreo con 131I (RCT-131I) forma parte del protocolo de seguimiento de los pacientes con cáncer diferenciado de tiroides (CDT). Es conocida la necesidad de realizar una dieta hipoyódica para optimizar las condiciones del rastreo, aunque existen pocos trabajos que justifiquen esta necesidad. El objetivo de este estudio fue conocer la yoduria de los pacientes examinados en nuestra unidad y el impacto que distintas medidas higiénico-dietéticas podrían tener en esos valores.
Pacientes y métodoSe analizó 371 muestras de orina de 12 h de pacientes con CDT remitidos a nuestra unidad entre enero de 2004 y diciembre de 2005 para ablación o seguimiento; se determinó la yoduria mediante cromatografía líquida de HPLC con detección electroquímica (sensibilidad, 0,1 μg/dl). Se los dividió en 2 grupos: pacientes con dieta hipoyódica específica y suspensión del tratamiento hormonal (grupo A) y pacientes con dieta hipoyódica genérica y suspensión del tratamiento hormonal (grupo B). Se consideró yoduria baja la < 10 μg/dl. Los datos se analizaron mediante pruebas ANOVA y de la χ2.
ResultadosLa yoduria media ± desviación estándar fue 4,3±3 μg/dl en el grupo A y 5,8±3,2 μg/dl en el B. Se obtuvo una diferencia estadísticamente significativa (p < 0,05) entre sus yodurias medias.
ConclusionesLa realización de una estricta dieta hipoyódica consiguió disminuir de forma significativa la yoduria de los pacientes que iban a ser sometidos a RCT-131I.
131I whole body scanning (WBS) is useful in the follow-up of patients with differentiated thyroid carcinoma (DTC). The need to follow a low-iodide diet (LID) to optimize WBS is widely recognized but there are few reports that justify this practice. The aim of this study was to assess levels of urinary iodide in patients who underwent WBS in our service and the possible impact of some changes to the diet on these levels.
Patients and methodBetween January 2004 and December 2005, we measured iodide levels in 12-h urine samples by paired-ion-reversed-phase HPLC with electrochemical detection (sensitivity, 0.1 μg/dl) in 371 patients with DTC referred to our service for ablation or follow-up. The patients were divided into 2 groups: patients on hormone withdrawal and strict LID (group A) and those on hormone withdrawal and generic LID (group B). Urinary iodide excretion below 10 μg/dl was considered low. Data were analyzed by ANOVA and χ2 tests.
ResultsThe mean±standard deviation urinary iodide excretion was 4.3±3 μg/dl in group A and 5.8±3.2 μg/dl in group B. The mean urinary iodide excretion in A group was significantly lower than that in group B (p<0.05).
ConclusionsFollowing a strict LID significantly decreased urinary iodide excretion in patients undergoing WBS.
El cáncer diferenciado de tiroides (CDT) es una neoplasia que, por lo general, tiene un buen pronóstico. Sin embargo, los pacientes, aun los aparentemente curados tras el tratamiento inicial, están expuestos a la aparición de recurrencias y/o metástasis que, dado el lento crecimiento de estas neoplasias, pueden tardar muchos años en manifestarse1. Por tal motivo, estos pacientes deben ser controlados de por vida. Los métodos fundamentalmente empleados son las determinaciones periódicas de concentración sérica de tiroglobulina (Tg) y los rastreos corporales tras la administración de una dosis de 131I (RCT- 131I)2. El RCT-131I es el método diagnóstico más antiguo. Además permite adecuar la dosis de 131I para el tratamiento en cada paciente. Sin embargo, como medio diagnóstico su sensibilidad es limitada. Con la disponibilidad de técnicas de radioinmunoanálisis (RIA) para la determinación de Tg, y con la mejora progresiva de su sensibilidad, esta técnica está ocupando el lugar antes asignado al RCT-131I. Actualmente se considera que la determinación de Tg bajo estÃmulo con tirotropina, ya sea por interrupción de la toma de hormona o por administración de tirotropina humana recombinante (rhTSH), constituye la prueba más sensible para saber si un paciente tiene o no enfermedad, salvo en el caso de que haya anticuerpos antitiroglobulÃnicos (AbTg > 100 UI/ml), que interfieren en la medición de Tg3. AsÃ, al 131I se le ha asignado la misión de localizar el tejido neoplásico y, sobre todo, destruirlo gracias a su alta energÃa (0,61MeV).
La realización del RCT-131I, al igual que la determinación de la Tg, requiere una técnica meticulosa, encaminada a mejorar las condiciones del rastreo, y asà llevar al máximo su sensibilidad. Esto se consigue con una adecuada preparación del paciente4,5. De todos los factores implicados en el rastreo (dosis de 131I, equipos utilizados, forma de captura), los más influyentes son la concentración de tirotropina (que debe ser > 30 μU/ml) y la de yodo circulante en sangre (que debe ser escasa para favorecer la captación del 131I por el tejido tiroideo o neoplásico). El primer objetivo se consigue abandonando la toma de tiroxina (T4) durante 4 semanas y la toma de triyodotironina (T3) durante 2 semanas o tras la administración de rhTSH6. El segundo aspecto se confÃa a que los consejos indicados al paciente serán seguidos con cuidado por éste, para alcanzar una depleción de yodo adecuada, si bien actualmente no existe un consenso sobre cuál es el valor deseable.
La captación del yodo y la sÃntesis de Tg son mecanismos independientes, y por ello puede ocurrir que, en lugar de que ocurran ambas como es lo habitual, el tumor pierda la capacidad de atrapar 131I por defectos en la sÃntesis de la proteÃna transportadora de membrana (Na/I symporter). Por otro lado, también puede ocurrir que la captación de 131I esté conservada, pero que sea mÃnima por la gran cantidad de yodo circulante en sangre, que incluso haga "invisible" al tumor. En ambos casos nos encontrarÃamos ante un paciente con enfermedad, deducida por altas cifras de Tg, pero no localizable ni tratable eficazmente con 131I. Sin embargo, los pacientes del segundo caso sà podrÃan beneficiarse del tratamiento con 131I si se mejorara las condiciones en que se realiza el RCT-131I minimizando el aporte de yodo durante la preparación del paciente, mediante el control de sus posibles fuentes (alimentos, medicamentos, productos higiénico-sanitarios, cosméticos, etc.). Por eso, el objetivo de nuestro estudio fue conocer la concentración de yodo con que acudÃan los pacientes con CDT remitidos a nuestra unidad para la realización del RCT-131I mediante la determinación de su yoduria, clasificándolos en dos grupos en función de las medidas realizadas de forma previa para su acondicionamiento, asà como valorar si la práctica de medidas dietéticas más restrictivas supondrÃa una mejora en las condiciones del rastreo.
MATERIAL Y MÉTODOEl protocolo de nuestra unidad para los pacientes diagnosticados de CDT conlleva en primer lugar la tiroidectomÃa total, seguida de la ablación de restos a los 1–3 meses, con posterior RCT-131I a los 5–7 dÃas del tratamiento. Tras reanudar la toma de T4, se realizan controles clÃnicos y analÃticos (Tg, AbTg, TSH y T4) cada 6 meses, y un nuevo RCT-131I al cabo de 1 año para valorar el resultado del tratamiento radiactivo y establecer la nueva situación clÃnica. Si el paciente está libre de enfermedad (rastreo negativo y cifras de Tg por debajo del valor de corte, en ausencia de AbTg), se realizará el próximo rastreo al cabo de 3 años, y si sigue siendo negativo, se realizará cada 5 años. Esta situación se mantiene siempre que en los controles analÃticos anuales las concentraciones de Tg se mantengan por debajo del lÃmite de seguridad. Los rastreos con hallazgos positivos conducen a tratamientos con 131I que son valorados anualmente. Los pacientes con rastreo negativo y valores elevados de Tg son examinados con otras técnicas diagnósticas, como la 18FDG-PET (tomografÃa por emisión de positrones con 18fluorodesoxiglucosa), la tomografÃa computarizada (TC), la resonancia magnética (RM), la ecografÃa, o con radiotrazadores oncótropos como el 99mTc-metoxiisobutilisonitrilo (99mTc-mibi). La localización del tejido tumoral puede conducir a tratamiento quirúrgico, radioterapia externa y/o vigilancia clÃnica.
Se estudió retrospectivamente las cifras de yoduria de 371 pacientes diagnosticados y tratados quirúrgicamente de CDT remitidos de forma consecutiva a nuestra unidad entre enero de 2004 y diciembre de 2005, para valorar la existencia de restos/metástasis posquirúrgicos o como control evolutivo. Los pacientes fueron clasificados previamente en pacientes de alto y bajo riesgo en función de la clÃnica, cifras de Tg y otras pruebas realizadas. La preparación previa al rastreo consistió en suspender la toma de T4 4 semanas antes de la fecha del estudio y el seguimiento de una dieta hipoyódica desde 2 semanas antes. A todos los pacientes se les pidió que recogieran y trajeran la orina de las 12h previas al inicio de la exploración. Además, las mujeres en edad fértil fueron instruidas para evitar el embarazo, y aquellas que tenÃan posibilidad de recibir tratamiento con 131I siguieron un tratamiento anticonceptivo, comenzando 1 o 2 ciclos menstruales antes de la fecha del estudio.
Conjuntamente con el servicio de nutrición de nuestro centro, se crearon dos dietas con bajo contenido en yodo, una con recomendaciones generales y otra con recomendaciones especÃficas, que incluÃa alimentos permitidos y prohibidos, y que fueron seguidas por los pacientes durante 2 semanas. En función de la preparación realizada previamente al rastreo, se diferenciaron dos grupos de pacientes: grupo A, constituido por pacientes tras suspensión del tratamiento hormonal que siguieron las recomendaciones especÃficas (tabla 1), y grupo B, constituido por pacientes tras suspensión del tratamiento hormonal que siguieron las recomendaciones generales (tabla 2).
Dieta especÃfica: alimentos prohibidos y permitidos, y recomendaciones para obtener una dieta hipoyódica estricta
Alimentos con alto contenido en yodo |
Sal yodada |
Mariscos y pescado |
Salsa de soja |
Brócoli |
Espinacas |
Hojas de nabo |
Pizza |
Debe presuponer que todas las comidas precocinadas que contienen sal tienen sal yodada. Las aguas embotelladas pueden contener sales yodadas |
Reduzca el consumo de |
Pan |
Productos lácteos |
Huevos |
Suplementos minerales |
Si toma medicamentos, vigile su composición. Evite tinturas yodadas, esmalte de uñas y tintes para el cabello |
Alimentos que puede consumir |
Arroz |
Carne fresca |
Fruta |
Leche |
Pasta |
Leguminosas |
Cereales de grano integral |
Vegetales de raÃz |
Merluza, trucha, atún |
Los pacientes fueron entrevistados para comprobar el cumplimiento de las instrucciones (abandono de la toma de hormona, seguimiento de las medidas dietéticas y recogida de orina) y tomar una muestra de sangre para determinar las concentraciones séricas de TSH, T4, Tg y AbTg. Se anotó el volumen de orina recogida, se realizó un test de gestación y se prepararon muestras para remitir al laboratorio al objeto de determinar la yoduria. El RCT-131I se realizó a las 50h de la administración de una dosis oral de 2–5mCi de 131I en una gammacámara Apex SPX (Elscint) de un cabezal con colimador multipropósito para altas energÃas, a una velocidad de 25s/cm, obteniendo imágenes de cuerpo entero y estáticas sectoriales de cuello-tórax en proyecciones anterior y posterior, asà como de las localizaciones con hallazgos patológicos, a 600s/imagen, con una matriz de 250 × 250. Las imágenes fueron revisadas con conocimiento de la historia clÃnica y de las concentraciones de Tg sérica. Los pacientes con rastreo positivo fueron sometidos a tratamiento con 131I en el plazo de 1 semana, previa obtención del consentimiento informado. Los pacientes con rastreo negativo, Tg < 3ng/ml y concentraciones de AbTg < 100 UI/ml se consideraron libres de enfermedad y reanudaron la toma de T4. Los pacientes con rastreo negativo y concentraciones de Tg significativamente elevados reanudaron la toma de T4 y fueron sometidos a un estudio con 18FDG-PET en el plazo máximo de 10 dÃas aprovechando las concentraciones elevadas de TSH7.
Determinaciones analÃticasLas determinaciones hormonales, asà como las determinaciones de Tg y AbTg, fueron realizadas en el laboratorio de medicina nuclear por técnicas de RIA o análisis inmunorradiométrico (IRMA). Las determinaciones de T4 se realizaron con el kit Coat-A-Count® de DPC, cuya sensibilidad analÃtica es de 0,01ng/dl. La TSH se determinó utilizando el RIA-Gnost® hTSH de CIS Bio Internacional, con un lÃmite de detección de 0,03 μUI/ml. La concentración de Tg en suero se determinó mediante IRMA (DYNOtest® Tg-S BRAHMS). El punto de corte de la Tg para determinar la existencia de enfermedad fue establecido en 3ng/ml. Éste se calculó tomando las concentraciones de Tg en los pacientes libres de enfermedad (tiroidectomizados, con ablación con radioyodo y controles posteriores de seguimiento con rastreos repetidamente negativos) para un intervalo de confianza del 95%. Los valores de AbTg se obtuvieron mediante el kit SELco® anti-Tg (Medipan GMBH), fijando el lÃmite en 100 UI/ml, por considerar que valores superiores podrÃan ser inseguros para determinar los valores reales de Tg.
Determinación de la yoduriaLas muestras de orina fueron analizadas en el servicio de bioquÃmica clÃnica de nuestro hospital mediante cromatografÃa lÃquida de HPLC con detección electroquÃmica8 (sensibilidad, 0,1μg/dl). La yoduria de los pacientes se determinó en muestras de orina de 12h siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de United Nations International Children's Emergency Fund (UNICEF), que lo consideran el método de laboratorio actual más sencillo y práctico para valorar el estado de yodación de la población9,10, y siguiendo su criterio, que establece el lÃmite inferior para considerar que una persona está suficientemente yodada, se consideró bajas las yodurias con un valor < 10μg/dl11.
Análisis estadÃsticoLos datos de laboratorio se expresaron como media ± desviación estándar y los grupos de pacientes se expresaron como porcentajes. El análisis estadÃstico se llevó a cabo mediante la versión 12.0 de SPSS (SPSS Inc, Chicago, Ilinois, Estados Unidos). Se aplicaron las pruebas de ANOVA y χ2 para muestras independientes, considerando estadÃsticamente significativo un valor de p < 0,05.
RESULTADOSEn este estudio se analizaron 371 muestras de orina procedentes de pacientes con CDT (299 papilares y 72 foliculares) que incluÃan a 254 mujeres y 117 varones, con una edad media de 47,9 ± 15,2 años. Según la preparación previa al rastreo comentada anteriormente, se clasificó a los pacientes en dos grupos: grupo A (n = 150) y grupo B (n = 221). Los valores medios de la yoduria en estos grupos (fig. 1) fueron 4,3 ± 3μg/dl para el grupo A y 5,8 ± 3,2μg/dl para el grupo B. Se observó una diferencia estadÃsticamente significativa entre sus yodurias medias (p < 0,001).
Los pacientes que presentaron valores de yoduria > 10μg/dl en cada grupo fueron el 5,3% en el grupo A y el 11,3% en el grupo B, con diferencia estadÃsticamente significativa entre estos porcentajes (p = 0,04). En la figura 2 se muestra la distribución por frecuencias de los valores de yoduria obtenidos en los grupos A y B. Por otro lado, se observó que el rango inferior más bajo alcanzado correspondÃa a la yoduria de un paciente del grupo A (0,1μg/dl). El rango inferior del grupo B fue de 1μg/dl.
Distribución de los valores de la yoduria según el tipo de dieta. Dieta especÃfica (grupo A) y dieta genérica (grupo B). El eje de abscisas muestra la yoduria (μg/dl) de los pacientes por intervalos. En el eje de ordenadas se muestra la frecuencia absoluta (número de observaciones) y sobre la columna, la frecuencia relativa expresada en porcentajes (%).
Dado que en cada grupo habÃa pacientes en distintas situaciones clÃnicas, se examinó si el metabolismo del yodo generado por la presencia de restos tiroideos o tumor podrÃa influir en la yoduria. AsÃ, los pacientes de cada grupo fueron subdivididos, según los resultados de las pruebas, en tres categorÃas: con restos (pacientes intervenidos quirúrgicamente y sin ablación con 131I), con enfermedad (pacientes resecados, pero con tumor detectado por rastreo o por cifras de Tg > 3ng/ml) y sin enfermedad (pacientes con rastreo negativo y Tg < 3ng/ml). Como signos expresivos de la actividad metabólica se valoraron los valores de T4 y Tg. No se observaron diferencias estadÃsticamente significativas entre la yoduria de los pacientes con restos y los pacientes sin enfermedad (p = 0,27 para el grupo A y p = 0,16 para el grupo B). Tampoco hubo diferencias al comparar las yodurias de los pacientes sin enfermedad con la de los pacientes con enfermedad (p = 0,29 para el grupo A y p = 0,77 para el grupo B). Sin embargo, sà se observaron diferencias estadÃsticamente significativas cuando se compararon las yodurias de cada categorÃa del grupo A con su homóloga del grupo B (tabla 3). Por otro lado, no se encontró relación entre cifras de yoduria y las de Tg o de T4 dentro de cada categorÃa.
Comparación de las yodurias medias en función del resultado de la exploración y de las medidas dietéticas previas
 | Grupo A | Grupo B | P |
Pacientes con restos, n | 59 | 61 |  |
TSH (μU/ml) | 50,9 ± 1,3 | 53,8 ± 14,5 | NS |
T4l (ng/dl) | 0,18 ±0,18 | 0,13 ±0,15 | NS |
Tg (ng/ml) | 32,4 ±92,5 | 19,5 ± 65,5 | NS |
AbTg (UI/ml) | 27,3 ±24,2 | 23,3 ± 18 | NS |
Yoduria (μg/dl) | 4 ±3,1 | 5,9 ±5,7 | 0,002 |
Pacientes con enfermedad, n | 36 | 67 |  |
TSH (μU/ml) | 46 ± 14,7 | 57,5 ± 13,3 | NS |
T4l (ng/dl) | 0,13 ±0,09 | 0,11 ±0,19 | NS |
Tg (ng/ml) | 54,6 ± 126,6 | 46,9 ± 130,8 | NS |
AbTg (UI/ml) | 24,3 ± 16,9 | 18,7 ± 11,8 | NS |
Yoduria (μg/dl) | 4,3 ±2,7 | 6,6 ±3,9 | 0,001 |
Pacientes sin enfermedad, n | 55 | 93 |  |
TSH (μU/ml) | 50,9 ± 12,6 | 53,8 ± 14,9 | NS |
T4l (ng/dl) | 0,14 ±0,11 | 0,06 ±0,11 | NS |
Tg (ng/ml) | 0,7 ±0,7 | 0,7 ±0,6 | NS |
AbTg (UI/ml) | 23,1 ±21,5 | 18,6 ± 13,5 | NS |
Yoduria (μg/dl) | 4,5 ±3,1 | 5,8 ±2,9 | 0,001 |
Se observa una diferencia estadÃsticamente significativa (p < 0,05) entre la yoduria media de cada categorÃa del grupo A (pacientes con suspensión del tratamiento hormonal y dieta especÃfica) y su homóloga del grupo B (pacientes con suspensión del tratamiento hormonal y dieta genérica). AbTg: anticuerpos antitiroglobulÃnicos; NS: no significativo; Tg: tiroglobulina; TSH: tirotropina.
La introducción de los radioisótopos del yodo en los años treinta permitió conocer con detalle la fisiopatologÃa del tiroides y el metabolismo del yodo, y su trascendencia clÃnica llegó a partir de los años sesenta, con la introducción de máquinas que permitieron la obtención de imágenes12. Una de sus aplicaciones fue el seguimiento de los pacientes con CDT mediante la realización de RCT-131I. La dosis de 131I empleada en los rastreos oscila entre 1 y 5mCi (equivalente a 5μg), con las que, pese a las limitaciones de las gammacámaras, es posible detectar con radioyodo tumores potencialmente curables de hasta 10–30μl. Sin embargo, la baja eficiencia del tejido tumoral para captar yodo podrÃa hacer que las metástasis pequeñas o profundas pasaran inadvertidas. El uso de dosis mayores mejorarÃa esta situación13, pero conllevarÃa el llamado efecto stunning o aturdimiento. Éste ocasionarÃa una pérdida de eficacia de un posterior tratamiento con 131I, ya que para que la terapia sea eficaz es necesario alcanzar una dosis de 5.000 rads en el tumor, por lo que la concentración de 131I es fundamental. Esto obliga a optimizar las condiciones en que se realizan tanto los rastreos como los tratamientos con radioyodo14–18, lo cual se consigue con la preparación de los pacientes, que incluye, entre otras medidas, la disminución de la ingesta de yodo.
Sin embargo, dado que el déficit de yodo sigue causando bocio y daño neurológico severo en todo el mundo, incluso en los paÃses desarrollados19, la OMS y UNICEF recomiendan, entre otras medidas, la yodación de alimentos, especialmente la sal, para conseguir una ingesta de yodo en adultos de al menos 150μg/dÃa. Por tanto, nuestros pacientes se encuentran en un medio donde se estimula el consumo individual de yodo que, junto con la existencia de productos precocinados, complejos vitamÃnicos, etc., cuyos componentes no son bien conocidos, hace difÃcil controlar la cantidad de yodo ingerida. La OMS y UNICEF consideran que, puesto que el 90% del yodo se elimina por orina, la yoduria es el método bioquÃmico más asequible y práctico para medir su ingesta8, y establecen que una yoduria > 10μg/dl indica un aporte suficiente de yodo9–11. Por este motivo, en nuestro estudio consideramos que los pacientes que iban a ser sometidos a rastreos o tratamientos con 131I deberÃan presentar una yoduria < 10μg/dl para considerar que las recomendaciones seguidas habÃan sido eficaces.
La mayorÃa de nuestros pacientes tuvieron, tras la preparación recomendada, una yoduria < 10μg/dl. Sin embargo, en el grupo B el 11,3% de los pacientes tuvieron valores superiores. Con recomendaciones más estrictas (grupo A), este porcentaje fue significativamente menor (5,3%; p < 0,05), asà como el valor medio (4,3μg/dl; p < 0,001). Debido a que en cada grupo estudiado se incluyó a pacientes en distinta situación clÃnica (pacientes con restos, pacientes con enfermedad y pacientes sin enfermedad), se realizó una subdivisión dentro de cada grupo, para valorar si este hecho podrÃa influir en la yoduria. AsÃ, las yodurias de los pacientes con igual preparación pero en distinta situación clÃnica no fueron significativamente diferentes. Sin embargo, al comparar cada situación clÃnica con su homóloga del otro grupo, sà se encontraron diferencias estadÃsticamente significativas, lo cual indicarÃa que lo que realmente influye en la yoduria es la preparación, y no el tumor o los restos tiroideos.
Los rastreos han ido perdiendo su papel en el seguimiento de los pacientes con CDT en favor de la Tg, dada la mayor sensibilidad de ésta. Pero el papel del rastreo es doble. Por un lado localiza los focos tumorales y por otro permite justificar el tratamiento y fijar la dosis de 131I, lo cual contribuye a aumentar su eficacia20. Sin embargo, la existencia de pacientes con RCT- 131I negativos y Tg elevada durante el seguimiento va en aumento. Unas medidas higiénico-dietéticas adecuadas previas al rastreo disminuyen el riesgo de bloquear la captación de 131I y, por tanto, de tener un rastreo falso negativo. No obstante, la preparación no evita per se este riesgo. Sólo la determinación de la yoduria permitirá excluir esta posibilidad, y se hace especialmente necesaria en los pacientes con enfermedad (Tg elevada) y RCT-131I negativos. Actualmente no está definido la cantidad de yodo necesaria para silenciar la actividad metabólica del 131I por el tejido tumoral, ni la yoduria que debe conseguirse para realizar un rastreo o tratamiento con 131I en condiciones óptimas. Quizá por ello la cuestión de cuánto tiempo debe mantenerse la dieta baja en yodo también es imprecisa. Por eso consideramos necesario aclarar estas circunstancias y fijar unos criterios de actuación. Asà se evitarÃa buscar la enfermedad por medios más complejos o inespecÃficos (FDG-PET, 99mTc-mibi, TC, etc.), realizar tratamientos empÃricos con 131I y trasladar al paciente la angustia de una evolución menos favorable.
En nuestro estudio, la realización de una dieta hipoyódica más especÃfica disminuyó de forma significativa el valor de la yoduria de los pacientes con CDT que iban a ser sometidos a un RCT-131I respecto a los que siguieron unas recomendaciones generales. Sin embargo, la realización de la dieta hipoyódica especÃfica no garantizó siempre alcanzar el objetivo, ya que un 5,3% de los pacientes presentaron yodurias > 10μg/dl. Por ello, consideramos necesario determinar la yoduria de los pacientes con Tg elevada en los que el RCT-131I no localice el tejido tumoral, y en caso de encontrarse elevada, adoptar medidas más restrictivas y reevaluar al paciente cuando los valores de yodo hayan disminuido al objeto de descartar un posible bloqueo de la captación de yodo.