En un artículo publicado en su revista por García-Bujalance et al.1 se informa de que el empleo de técnicas de diagnóstico rápido permite comprobar que el 2,4 y el 1,8% de gastroenteritis agudas en niños se deben a Cryptosporidiumspp. y a Giardia duodenalis, respectivamente, por lo que estos protozoos parásitos deberían incluirse en la búsqueda habitual en las diarreas agudas infantiles como causa etiológica. Por otro lado, en los brotes de cryptosporidiosis no siempre ha podido determinarse la fuente primaria de infección, pero en los casos en que se pudo se ha atribuido siempre a aguas, tanto de la red de consumo como recreacionales2. También se han comunicado numerosos casos de giardiasis, confirmándose que el mecanismo de transmisión había sido el agua de consumo público (ACP)3. Además, en los últimos años se han realizado estudios epidemiológicos en España que confirman la presencia de Cryptosporidiumspp. y G.duodenalis en ACP4,5. Estos brotes epidémicos confirman la infectividad de los ooquistes de Cryptosporidiumspp. y de los quistes de G.duodenalis una vez han superado los procesos de potabilización del agua. Debe destacarse que la legislación española es muy laxa en materia de control y vigilancia de la calidad del ACP, principalmente en relación a determinaciones microbiológicas6. En este sentido, la OMS recomienda que para controlar correctamente la calidad microbiológica del ACP se deberían analizar patógenos de referencia. Esto conlleva la inclusión, al menos, de una especie bacteriana (Campylobacterspp.), un virus (Rotavirus) y un protozoo (Cryptosporidiumspp.)7. Este criterio podría ser válido para su aplicación en España, ya que el mayor número de casos declarados de gastroenteritis en nuestro país durante el año 2010, asociados a las enfermedades de transmisión alimentaria e hídrica, fueron causados por Campylobacterspp., Salmonellaspp., Rotavirus, G.duodenalis y Cryptosporidiumspp.3.
Se sabe que la temperatura es uno de los factores más críticos que afectan a la infectividad de los (oo)quistes. Ambos microorganismos pueden sobrevivir en el agua durante meses a temperaturas que oscilan entre 4 y 25°C. Sin embargo, se ha comprobado que tras la exposición de los (oo)quistes a temperaturas de 100°C durante un minuto, estos pierden su capacidad infectante7.
El primer año de los niños es la época de la vida en la que hay una mayor susceptibilidad a estas infecciones a partir del agua debido a su menor respuesta inmunitaria frente a microorganismos patógenos y a la mayor necesidad relativa de ingesta de agua8 tanto en la preparación de fórmulas de leche infantil como de la alimentación complementaria. Por ello, si se utiliza ACP para preparar los biberones y las papillas, hay que hervirla al menos un minuto. No se debe hervir durante 5-10min por el riesgo, debido a la evaporación, de aumentar las concentraciones de sodio, nitratos y otras sales minerales9. Una alternativa al calor es el empleo de agua mineral natural (AMN), ya que según la legislación actual debe mantenerse la protección del acuífero contra todo riesgo de contaminación, de modo que tanto en los puntos de alumbramiento como durante su comercialización el AMN deberá estar exenta de parásitos y microorganismos patógenos10. En todo caso, una vez abierta la botella debe consumirse antes de 24h y mantenerse a 4°C para evitar contaminación bacteriana.
En resumen, mientras no se adapte la legislación española a las recomendaciones de la OMS ni se aumenten las exigencias de los sistemas de potabilización mediante filtros capaces de retener partículas de tamaño inferior a una micra, deberá seguir recomendándose que en el primer año de vida, para la preparación de la leche en biberones, se hierva un minuto el ACP o se emplee AMN.