Se presenta el caso de un varón de 62 años, natural de España. Antecedentes de hipertensión arterial, dislipemia y obesidad; prediabetes mellitus y exfumador de 45 paquetes-año. Agricultor de profesión.
Acude por un cuadro de malestar generalizado, fiebre y una reacción eritematosa a nivel de la hemicara izquierda, con irradiación hacia el hemitórax superior. Fue a consulta y le prescribieron doxiciclina 100 mg/12 h y estreptomicina 1 g/24 h, sin objetivar mejoría alguna.
Dado el empeoramiento, acudió a los servicios sanitarios para ser reevaluado; presentaba una afectación corporal eritematosa con extensión hacia el cuero cabelludo y una afectación pericondral izquierda con salida de contenido purulento por el conducto auditivo. Además de dichas regiones, se detectaron adenopatías de las cadenas ganglionares laterocervicales, preauriculares y retroauriculares. A destacar, presentaba múltiples erosiones a nivel de dicho conducto auditivo. Sus constantes fueron: temperatura (Tª) 37,2°C; tensión arterial (TA) 168/94 mmHg; frecuencia cardiaca (FC) 84 lpm; saturación de oxígeno (SatO2) 92%.
En las pruebas complementarias se objetivó una proteína C reactiva elevada (289,80 mg/L, rango de referencia 0-15 mg/L) con leucocitosis (18,63 x 1.000/μL, rango de referencia 4 x 1.000–10 x 1.000/μL) y neutrofilia (15,69 x 1.000/μL, rango referencia 2 x 1.000–7,5 x 1.000/μL). El resto de las pruebas complementarias realizadas estaban dentro de la normalidad, incluyendo una radiografía de tórax.
El paciente fue ingresado en la Unidad de Enfermedades Infecciosas. Tras una evaluación inicial, se confirma el cuadro y se decide obtener dos muestras del contenido purulento del conducto auditivo izquierdo, además, se propone un tratamiento inicial con base en piperacilina – tazobactam 4g – 0,5 g/8 h intravenoso (IV) y linezolid 600 mg/12 h, en sustitución de la pauta previa. Tras ello, se plantea una valoración por parte de otorrinolaringología y se completa el estudio con una tomografía computarizada de las estructuras facio-cervicales para detectar posibles abscesos, colecciones o una erosiones del material óseo circundante que puedan producir una fistulización local.
Tras una valoración por parte de otorrinolaringología y con el resultado de la tomografía computarizada, se descartó la presencia de complicaciones locales. Asimismo, se decidió ampliar el tratamiento con ciprofloxacino 3 mg/6 gotas/12 h ótico.
Durante su estancia hospitalaria, el paciente logró una adecuada evolución del cuadro, produciéndose una progresiva reducción del eritema corporal, lo cual se ve confirmado por una mejoría en sus marcadores analíticos con una proteína C reactiva (150,10 mg/L), una leucocitosis (11, 83 x 1.000/μL) y una neutrofilia (8,10 x 1.000/μL).
A ello se suma la obtención de los resultados de los cultivos bacteriológicos del conducto auditivo, los cuales muestran la presencia de un Bacillus thuringiensis, sensible a los tratamientos dispuestos (fig. 1).
Dada su buena evolución clínica, con una práctica resolución de los parámetros analíticos, con una proteína C reactiva (10,30 mg/L), una leucocitosis (11,03 x 1.000/μL) y una neutrofilia (6,88 x 1.000/μL), se procedió a derivar al paciente a su domicilio con ciprofloxacino 500 mg/12 h y linezolid 600 mg/12 h y su posterior revisión en consultas de la Unidad de Enfermedades Infecciosas.
El cuadro quedó catalogado como una celulitis craneofacial con pericondritis, otitis externa e irradiación eritematosa hacia regiones cérvico-torácicas. El patógeno aislado fue el B. thuringiensis, germen inusual como aislamiento cutáneo, pero relacionado con la actividad laboral agricultora del paciente.
El B. thuringiensis es el insecticida biológico más utilizado a nivel mundial. El mecanismo plaguicida de esta bacteria gram positiva1 está basado en la producción de cuerpos cristalinos proteicos y tóxicos para distintos invertebrados, en especial para sus larvas2,3. Estas proteínas son llamadas Cry. Los cristales de B. thuringiensis son ingeridos y solubilizados en el sistema digestivo del insecto, posteriormente se liberan las proteínas cristalinas en forma de protoxinas, que al ser procesadas por las proteasas intestinales generan su formación activa larvicida. Dicho proceso consiste en una reacción cadherina mediada y su posterior inducción retroalimentada por una cascada mediada por el magnesio, como último responsable de la lisis celular del ingeridor4,5.
La mayoría de los insecticidas naturales contienen esporas y cristales provenientes de dicho patógeno, obtenidas mediante transferencia génica; pero los bioinsecticidas de tercera generación contienen a la propia bacteria modificada genéticamente para potenciar su virulencia.
El efecto tóxico en seres humanos es casi inexistente. Las regiones cutáneas y oculares son las más afectadas, en caso de darse dicho efecto, en forma de eritema e irritación local. Es de suponer un aumento del riesgo tóxico en los pacientes que padecen estados inmunosupresivos, diabetes mellitus o falta de turgencia cutánea.
FinanciaciónEste trabajo no ha recibido ningún tipo de financiación.
Conflicto De InteresasLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.