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Vol. 18. Núm. 1.
Páginas 45 (enero 1999)
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Comentario al editorial «La microbiología clínica: ¿una especialidad en crisis?»
Clinical microbiology: is it a speciality in crisis?
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Teresa Falguerasa, Mercedes Andonegui Navarroa, Ester García Gila, Gina Moreno Vehía, Jordi Osset Lladonosaa, Marian Navarro Aguirrea, Joan Arnal Millána, Belén Viñado Péreza, Pere Joan Cardona Iglesiasa, Montserrat Giménez Péreza, Eduardo Padilla Leóna, Xavier Vallés Casanovasa, Marc Pujol Riquéa, Carme Vidal Lampurdanésa
a En representación de la Sociedad de Residentes y Especialistas en Microbiología en paro
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Sr. Director: En relación al editorial del Dr. E.J. Perea1 deseamos hacer las siguientes consideraciones. Coincidimos plenamente con el autor en cuanto a la necesidad de reforzar la identidad de la microbiología, acabando de una vez por todas con la ambigüedad de competencias que, por criterios economicistas, muchas veces es propiciada por la Administración, basándose en el supuesto ahorro que supone contratar a un único especialista «plurivalente». Deben delimitarse claramente las áreas de actuación de las distintas especialidades que sólo tienen en común el «laboratorio» como lugar de trabajo.

La dependencia de la unidad de microbiología del servicio de análisis clínicos en la mayor parte de los hospitales públicos no universitarios conduce a una forzada coexistencia y las más de las veces a una subordinación de facto. Esta situación origina tensiones entre especialistas de ambas disciplinas, que no benefician en nada a los hospitales y en las que, por otra parte, la unidad de microbiología siempre sale perjudicada2.

Coincidimos también en la opinión de que la realización externa de los «análisis» por parte de empresas ajenas al hospital representa un serio retroceso en la calidad de los cuidados médicos, especialmente para la atención del paciente infectado. Tampoco creemos correcto el proceso de centralización de la microbiología en los grandes hospitales como se ha hecho en algunas comunidades autónomas.

Estamos igualmente de acuerdo en que, actualmente, el microbiólogo clínico debe ser un profesional que combine un profundo conocimiento de la microbiología con la capacidad de comprender los problemas clínicos. Ésta es la razón por la que nos parece que el autor se contradice cuando afirma que la posible polémica no se plantea entre médicos y profesionales no sanitarios, como biólogos o químicos, cuya incorporación al sistema se ha hecho sin definir los fines de su formación como residentes. Es indudable que diversos profesionales, como los citados y posiblemente otros, pueden ser muy útiles en determinados puestos de trabajo, sobre todo en los grandes hospitales; sin embargo, parece coherente que se articulen programas formativos muy específicos que les permitan adquirir una cualificación certificada con la que presentarse a puestos previamente definidos3.

Por otra parte, es absolutamente indispensable que los menesteres propios de la microbiología clínica sean desempeñados por especialistas; pues bien, esto que parece tan obvio no es lo que siempre sucede en nuestro país.

Aunque el Tribunal Supremo, en sentencia de 8 de febrero de 1990, negaba la capacidad de los licenciados en ciencias biológicas para ocupar plazas en los laboratorios de análisis clínicos y microbiología por no disponer del título de especialista4, muchas plazas asistenciales, incluso hospitalarias, en centros sanitarios públicos y privados donde se realizan diagnósticos microbiológicos, están ocupadas por personas que carecen de este título5.

De poco sirve que a partir de 1992 se haya conseguido ampliar a cuatro años el período de formación para los nuevos residentes de microbiología si el futuro que les espera es el paro. En estos momentos, los especialistas en microbiología de menos de 40 años pueden considerarse privilegiados si consiguen subsistir en algunos hospitales, gracias a becas que pueden permitirles obtener la tesis doctoral sin dejar de desempeñar, la mayoría de ellos, funciones de médico adjunto no remuneradas. Después de más de 5 años en esta situación, con una formación sólida, la tesis doctoral y un amplio currículum, se enfrentan con la alternativa de integrarse en la industria farmacéutica o dedicarse a otros trabajos totalmente alejados de su vocación como médicos y microbiólogos. Ante esta falta de perspectivas laborales comprenderá el autor que el hecho de que, en determinados hospitales, algunos infectólogos, con una formación microbiológica que podríamos calificar de simbólica, ocupen jefaturas de laboratorios de microbiología es un problema que relegamos a un segundo plano, aunque no dejamos de reconocer que resulta deplorable, máxime cuando ello ha sucedido con el beneplácito de la Comisión Nacional de la Especialidad Médica de Microbiología y Parasitología, la cual, por otra parte, ha venido realizando desde hace varios años las más activas gestiones para conseguir que se conociera la especialidad de enfermedades infecciosas.

En muchos casos, la responsabilidad de no poseer suficientes reconocimientos médicos para relacionarse con los clínicos en igualdad no es enteramente del microbiólogo, sino del talante de la mayoría de los servicios de microbiología de nuestro país, los cuales, bien sea por sus propios déficit o por su particular interpretación del programa de formación, siguen empeñados en forjar bacteriólogos decimonónicos en lugar de microbiólogos clínicos para el siglo xxi.

A diferencia del autor, pensamos que obtener un peor número en el examen de médicos internos residentes (MIR) no implica necesariamente una menor cualificación para desenvolverse con éxito en la especialidad elegida, ya que ello dependerá en gran medida, no sólo de la vocación y aptitudes del residente sino también de la capacidad docente del servicio encargado de su formación.

Finalmente, creemos, como el autor, que la Sociedad de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clí nica (SEIMC) debería formar un grupo de trabajo permanente que se ocupe de los aspectos profesionales y que ante la situación laboral actual es necesario disminuir el número de plazas convocadas para la formación de especialistas en microbiología.

Bibliografía
[1]
La microbiología clínica: ¿una especialidad en crisis? Enferm Infecc Microbiol Clin 1998; 16: 445-448.
[2]
Canut A, Fuster C, Landínez R, Yagüe A..
Consideraciones sobre la situación de la microbiología y los microbiólogos en algunos hospitales públicos..
Med Clin (Barc), 100 (1993), pp. 719
[3]
Rodríguez Torres A..
Presente y futuro de la Especialidad de Microbiología y Parasitología..
Enferm Infecc Microbiol Clin, 13 (1995), pp. 1-5
[4]
González Salinas P..
Médicos generales versus médicos especialistas..
Organización Médica Colegial, 29 (1993), pp. 39-40
[5]
Funcions assistencials dins de l'àmbit de la microbiologia i parasitologia clíniques. En: Fuentes X, editor. Funcions assistencials dins de l'àmbit de les ciències de laboratori clínic. Un recull d'opinions. Barcelona: Gráficas SIGNO S.A., 1996; 59-65
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