En los últimos años, con la aparición del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) se ha incrementado el número de casos en seres humanos de micobacteriosis. También se han descrito nuevas especies de micobacterias causantes de enfermedades humanas o asociadas a muestras clínicas1. En 1959, Penso propuso el término de micobacteriosis para encuadrar una serie de procesos de las enfermedades infecciosas humanas ocasionados por micobacterias diferentes a Mycobacterium tuberculosis y a M. leprae2.
La denominación genérica de micobacteriosis por el territorio orgánico implicado con el proceso (broncopulmonar, ganglionar, cutánea, osteoarticular, diseminada, etc.) ha sido la forma natural de denominar a estas entidades3-5.
Aunque este tipo de bacterias está hoy perfectamente definido desde el punto de vista taxonómico6,7 en relación a su nomenclatura existe en las revistas médicas una gran confusión y disparidad en la denominación de las micobacterias diferentes de los bacilos de la tuberculosis o la lepra, causantes de las micobacteriosis humanas, con una gran diversidad de denominaciones y han recibido a lo largo de los años muy diversos apelativos. Así, en 1899, Moeller los llamó "bacilos pseudotuberculosos"; Borrel y Marmoreck, en 1901, los denominaron "bacilos paratuberculosos"; posteriormente, Pinner, en 1932, y Timpe y Runyon, en 1954, emplearon los términos "micobacterias atípicas", Hauduroy, en 1955, "micobacterias anormales"; Runyon en 1959, "micobacterias anónimas", en 1963, Corpe Runyon y Lester, "micobacterias inclasificadas"; en 1963, Mattheus les denomina MOTT (Mycobacteria other than tubercule bacilli); en 1969, Marks y Selkon las engloban bajo la denominación de "micobacterias oportunistas"; Wolinsky, en 1979, las denominó "micobacterias no tuberculosas"; Wayne y Sramek, en 1992, PPEM (Potentiality pathogenic enviromental mycobacteria) y Ruiz et al, en 1998, "ambientales".
Hoy pensamos que deben denominarse con su nombre correcto constituido binomialmente, como en el resto de la bacteriología, con el género y la especie; así, M. kansasii, M. celatum, etc., al estar perfectamente estudiadas, clasificadas, descritas y publicadas.
No obstante, las dificultades de nomenclatura surgen cuando queremos referirnos en bloque a ellas, como causantes de micobacteriosis, a alguna en particular o a varias, sin decir su nombre. En este caso es cuando aparece la diversidad en el nombre a usar según los autores, creando una gran confusión al lector no experto.
Las denominaciones seudotuberculosis o paratuberculosos, anormales, anónimas e inclasificadas, han perdido su vigencia a lo largo del tiempo, por ilógicas y no suelen usarse en la actualidad.
El término oportunista sería correcto, pero sólo para referirse a las que han demostrado su poder patógeno para el hombre, por lo que no englobaría a todas las micobacterias descritas y que aún no han demostrado su capacidad patógena. Si bien son interesantes, puesto que algunas de ellas se aíslan de productos patológicos humanos, se han de identificar y establecer el diagnóstico diferencial con las patógenas.
El apelativo MOTT, podría ser correcto, ya que agruparía a todas las micobacterias, pero en castellano sería una denominación muy larga en su traducción y tampoco se ha generalizado su uso.
En resumen, en la actualidad hay tres denominaciones que conviven en la literatura científica y se utilizan de manera arbitraria.
El término "no tuberculosas", propuesto por Wolinsky, que se utiliza hoy día con frecuencia, sería incorrecto, ya que el apelativo tuberculosis se debe a la descripción que en 1680 llevó a cabo Franciscus Sylvius (1614-1672), que fue el primero en utilizar el término tubérculo para describir las lesiones específicas de la tuberculosis en su obra Opera Medica, publicada póstumamente. Y esos mismos tubérculos pueden ser ocasionados por algunas de las micobacterias atípicas que, en contra de toda lógica, se denominan "no tuberculosas"8,9.
Igualmente, la denominación "micobacterias ambientales", usada por Wayne et al, y Ruiz et al, sería no totalmente exacta, pues como indica Kazda sólo deben denominarse así las micobacterias que utilizan el ambiente como su reservorio y no simplemente a aquellas que se aíslan esporádicamente de él. Cabe recordar que existen micobacterias atípicas descritas recientemente, aisladas sólo de enfermos inmunodeprimidos y no del ambiente10,11.
El término "micobacterias atípicas" también se ha utilizado universalmente al referirse a ellas, ya que poseen todos los caracteres de M. tuberculosis, que se considera la especie típica. A la visión microscópica directa en una baciloscopia pueden mostrarse idénticas a M. tuberculosis y confundir la identificación; pero si se estudian desde el punto de vista bacteriológico de manera más detallada, con cultivos, estudios de los constituyentes lipídicos, pruebas bioquímicas, inoculaciones a animales, pruebas inmunológicas, micobacteriófagos, pruebas genéticas, etc., muestran una serie de diferencias que actualmente se hayan descrito más de cien especies diferentes a M. tuberculosis y M. leprae. Sólo a partir de 1990 se han descrito 20 nuevas especies de micobacterias atípicas con actividad patógena para el hombre12-27 (tabla 1).
A la vista de todo ello, es por lo que a raíz de la ultima Reunión Nacional del Grupo Español de Micobacterias (GEM), celebrada recientemente, una serie de colegas me indicaron el interés de intentar un acuerdo entre microbiólogos para denominar a este conjunto de micobacterias diferentes a M. tuberculosis y M. leprae.
Después de todo lo aquí expuesto pensamos que el término que debe utilizarse podría ser el de "micobacterias atípicas", como aspecto puramente de nomenclatura para referimos a todas ellas por ser diferentes microbiológicamente de la especie típica que consideramos, M. tuberculosis.
Lo anterior no significa que esas especies no estén perfectamente clasificadas (tipificadas) como especies perfectamente descritas (taxonomía) (tabla 2). Los aspectos taxonómicos y de nomenclatura son perfectamente compatibles con esta denominación, en contra de la opinión de algunos autores que, confundiendo nomenclatura con taxonomía, indican que una especie correctamente descrita (clasificada) no debería llamarse atípica (nomenclatura).
Pensamos que utilizando esta nomenclatura de micobacterias atípicas podríamos entendernos todos y basándonos en los razonamientos ya comentados de Sylvius (1680) y Kazda (1983), no se emplearían los términos últimamente tan utilizados a veces sin muchos argumentos para ello de "no tuberculosas" o "ambientales", por el mero hecho de utilizar un término nuevo, sino otro más antiguo (Pinner, 1932) pero que puede seguir vigente28.