La vacuna antineumocócica polisacárida de 23 serotipos (VP23) ha demostrado una eficacia que oscila entre el 50 y el 80% en la prevención de la enfermedad neumocócica invasora en adultos1,2, por lo que existe un amplio consenso a la hora de recomendar su administración en pacientes con enfermedades cardiopulmonares crónicas, inmunosupresión u otros factores de riesgo, así como en sujetos sanos por encima de los 65 años3. Recientemente algunas comunidades autónomas, entre ellas la madrileña, han ampliado la vacunación universal a todos los mayores de 60 años4. No obstante, la cobertura en nuestro país dista de ser óptima, como demostró un estudio realizado en Cataluña en el que se comunicó una tasa global de vacunación en el año 2003 de tan solo el 53% en la población mayor de 65 años5. Las dudas que aún persisten acerca del impacto de la VP23 sobre el riesgo de neumonía o de mortalidad2 podrían justificar en parte esta baja adherencia a las actuales recomendaciones. Algunos trabajos han demostrado que la actitud ante la VP23 y el conocimiento de sus indicaciones difieren entre diversos niveles asistenciales, sugiriendo la existencia de barreras y necesidades educacionales específicas6–8. No existen, en nuestro conocimiento, estudios similares que hayan abordado esta cuestión en nuestro medio.
Entre marzo y abril de 2011 realizamos un estudio observacional descriptivo y transversal basado en una encuesta entregada al personal facultativo (médicos residentes y de plantilla) que desarrollan su actividad laboral en el Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y en 16 de los 36 centros de atención primaria (AP) asignados a su ámbito asistencial (según la anterior división administrativa en Áreas de Salud). A través de un formulario escrito autoadministrado evaluamos los siguientes aspectos: datos de filiación (edad, especialidad y años de experiencia laboral); conocimiento de las indicaciones de la VP23, incluida la revacunación, actualmente vigentes en la Comunidad de Madrid4 (mediante un total de 24 supuestos clínicos); actitud general ante la VP23 (mediante una serie de afirmaciones calificadas según una escala tipo Likert); obstáculos percibidos en su prescripción, e historia personal de vacunación antigripal en la campaña 2010-2011. Fueron excluidos los servicios centrales y quirúrgicos, así como el personal sin actividad asistencial habitual. La comparación entre los diversos niveles asistenciales (atención hospitalaria [AH] y AP) fue realizada mediante los tests de la χ2 y U de Mann-Whitney. Empleamos la aplicación estadística SPSS versión 13.0 (SPSS Inc., Chicago, Illinois, EE. UU.).
Fueron entregadas un total de 402 encuestas: 168 en AH y 234 en AP. La tasa de respuesta fue del 89,9 y del 46,7%, respectivamente. La media de años de ejercicio profesional fue mayor en AP respecto a AH (19,7 vs. 14,2 años; p<0,001). La tabla 1 resume los resultados más relevantes en cuanto a la práctica habitual del profesional, su percepción de la eficacia y seguridad de la VP23, y el grado de conocimiento de sus indicaciones. El supuesto clínico que recibió un mayor porcentaje de respuestas erróneas fue el de «presencia de un implante coclear», pues tan solo el 33,9% de los encuestados en AP y el 11,0% en AH consideraron indicada la VP23 en dicha situación (p<0,001). En todos los supuestos de vacunación la proporción de respuestas correctas fue mayor en AP respecto a AH (p<0,05), con excepción del de «recepción de quimioterapia», en el que no se observaron diferencias significativas en la tasa de aciertos (70,5% en AH y 77,1% en AP). En cuanto a los obstáculos percibidos para la correcta implementación de las recomendaciones, el más frecuente en AH fue la «dificultad para el acceso a la historia vacunal del paciente» (61,0% de los participantes), seguida del «desconocimiento de las recomendaciones» (54,8%). En AP, por su parte, el obstáculo más habitual fue la «desconfianza o rechazo del paciente» (48,4%). Por último, los participantes que declararon haber recibido la vacuna antigripal en la campaña 2010-2011 mostraron, respecto a los no vacunados, una mayor tendencia a interrogar acerca del estado vacunal del paciente (p=0,008) y a recomendar de forma expresa la VP23 (p<0,001), así como un mejor conocimiento de sus indicaciones (mediana de aciertos en los supuestos clínicos: 15 vs. 13; p=0,001).
Resultados de la encuesta acerca de conocimientos y prácticas de vacunación antineumocócica en adultos en función de los distintos niveles asistencialesa
Atención primaria | Atención hospitalaria | p | |
«¿Interroga en su práctica habitual acerca del estado vacunal frente al neumococo?» (n=258) | |||
Siempre o frecuentemente | 47 (43,9%) | 46 (30,5%) | 0,027 |
Ocasionalmente o nunca | 60 (56,1%) | 105 (69,5%) | |
«¿Recomienda de forma expresa en su informe la administración de la VP23 en caso de que la considere indicada?» (n=251) | |||
Siempre o frecuentemente | 83 (79,8%) | 48 (32,7%) | 0,000 |
Ocasionalmente o nunca | 21 (20,2%) | 99 (67,3%) | |
Percepción acerca de la seguridad de la VP23 (n=250) | |||
Totalmente o bastante segura | 107 (100%) | 139 (97,2%) | NS |
Poco segura o potencialmente peligrosa | 0 (0%) | 4 (2,8%) | |
Percepción acerca de la eficacia de la VP23 (n=246) | |||
Totalmente o bastante eficaz | 102 (96,2%) | 133 (95,0%) | NS |
Poco o nada eficaz | 4 (3,8%) | 7 (5,0%) | |
«Si desconoce el estado vacunal del paciente y ante una indicación evidente para la administración de la VP23, ¿qué aptitud tiende a adoptar?» (n=247) | |||
Vacunar | 102 (96,2%) | 117 (83,0%) | 0,001 |
No vacunar | 4 (3,8%) | 24 (17,0%) | |
Indicaciones de la VP23 (número de respuestas correctas) [mediana (rango intercuartílico)] (n=260)b | 16 (14-18) | 12 (10-15) | 0,000 |
NS: no significativo; VP23: vacuna antineumocócica polisacárida de 23 serotipos.
En el presente estudio, tanto la adherencia a las recomendaciones de vacunación antineumocócica en adultos como el conocimiento de sus indicaciones fue superior entre médicos de AP respecto a los que ejercen su actividad en un medio hospitalario, en la línea de encuestas de diseño similar realizadas en otros países6,7. A pesar de que más del 95% de los participantes consideraron que la VP23 es, al menos, «bastante» segura y eficaz, la incorporación rutinaria de esta medida en su práctica clínica dista de ser mayoritaria, particularmente en AH. Así, menos de la tercera parte de los profesionales hospitalarios afirmaron recomendar de forma expresa a sus pacientes la VP23, en contraste con el 64% de los especialistas que participaron en una encuesta a nivel nacional en Estados Unidos6. El desconocimiento de la historia vacunal previa del paciente en AH representa un obstáculo relevante ya identificado en estudios previos9,10 y subsanable mediante la implantación de cartillas personales de vacunación o de sistemas de comunicación entre niveles asistenciales, particularmente en el proceso de digitalización de la documentación clínica iniciada por nuestro sistema sanitario. Es significativo que el principal obstáculo percibido por los médicos de AP radique en la desconfianza o rechazo del paciente a la VP23, un resultado similar al de la literatura7,9 y que podría tener su origen en las reservas generadas en la población general respecto a la seguridad de la vacuna antigripal durante la reciente pandemia. Por último, la recepción por parte del propio profesional de la vacuna antigripal en el año precedente ha sido señalada como un factor independiente que predice la adherencia a las recomendaciones de vacunación antineumocócica en sus pacientes6. Nuestro estudio sugiere, además, que identifica a los médicos particularmente concienciados y educados en las medidas preventivas de salud.
En conclusión, la optimización de las tasa de cobertura vacunal antineumocócica en población adulta en nuestro medio exige medidas específicas para cada nivel asistencial. En particular, la adherencia a las indicaciones de la VP23 entre médicos del medio hospitalario podría ser mejorada mediante la difusión de campañas educacionales y facilitando el acceso a la historia previa de inmunizaciones del paciente.
FinanciaciónMario Fernández Ruiz disfruta actualmente de un Contrato de Formación en Investigación Río Hortega (CM11/00187) del Instituto de Salud Carlos III.