Hemos leído con atención el artículo de Rodríguez-Vidigal et al., «Endocarditis infecciosa después de TAVI: aportaciones de la experiencia en un único centro sobre la incidencia y los factores asociados»1. La expansión de las indicaciones de la TAVI2 va a incrementar la frecuencia de esta complicación, y dada su alta morbimortalidad es necesario clarificar aspectos de su prevención y manejo. Es por ello, que artículos como el presentado por Rodríguez-Vidigal et al., son de gran utilidad. Un aspecto de especial relevancia, al que ya se hace alusión en el artículo, es el conocimiento de la incidencia de esta complicación. En las publicaciones citadas en dicho artículo, así como en otras editadas recientemente, destaca la disparidad de este dato. Tal y como apuntan Rodríguez-Vidigal et al., se describen incidencias superiores en estudios unicéntricos3,4 en comparación con los registros multicéntricos5–8. Los autores atribuyen estas diferencias a la dificultad del diagnóstico de la endocarditis infecciosa en algunos pacientes, hipotetizando que en los estudios unicéntricos se realizaría un estudio más exhaustivo con el fin de diagnosticar fehacientemente esta complicación. Sin embargo, esta tendencia no se cumple en todos los casos, como se muestra en el estudio de Gallouche et al.8, que describen una incidencia del 1,4% casos durante el primer año, muy próxima a la de los registros multicéntricos.
Por tanto, consideramos necesario estudiar las causas que justifiquen esta discrepancia en los resultados, así como la alta incidencia observada en algunas series. Una cuestión que podría resultar fundamental es la pauta de profilaxis antibiótica pre y postintervención. Actualmente no existe ningún estudio que haya valorado de manera aleatorizada distintos regímenes de profilaxis antibiótica en el contexto de TAVI. Las recomendaciones actuales del manejo de la endocarditis recomiendan que la profilaxis para TAVI debe ser comenzada inmediatamente antes del procedimiento y ser repetida si este es prolongado, pero no especifican los tiempos. Además, para aquellos pacientes que van a ser sometidos a una intervención quirúrgica, recomiendan el rastreo de portadores nasales de S. aureus para ser tratados con mupirocina y clorhexidina. Teniendo en cuenta estos datos, y que en 4/11 de pacientes de la presente serie la fuente probable de bacteriemia fue desconocida, se podría discutir la posibilidad de hacer un rastreo de portadores de S. aureus nasales en pacientes programados para TAVI, y de plantear al menos 2 dosis de antibiótico tras el procedimiento como recomiendan algunas guías9. En nuestro centro esta es la práctica clínica habitual desde hace años y la incidencia de endocarditis sobre TAVI es inferior al 1%.
Finalmente, indicar que los autores comentan que «el cambio en la cultura de trabajo en un laboratorio de hemodinámica hacia una progresión al equivalente de un ambiente más quirúrgico conlleva un proceso de aprendizaje», sin embargo no describen la secuencia temporal de la incidencia de endocarditis en su serie lo que permitiría extraer esa conclusión.