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Vol. 28. Núm. 9.
Páginas 662-663 (noviembre 2010)
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Influenza, gripe, «gripe española», «gripe porcina» y otras controversias en la denominación de los virus: El lado «políticamente incorrecto» de la virologíaInfluenza, flu, “Spanish flu”, “swine flu” and other controversies in the naming of viruses: The “politically incorrect” side of virology.
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M.A.. Miguel Ángel Jiménez-Clavero
Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), Valdeolmos, Madrid, España
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Enferm Infecc Microbiol Clin. 2010;28:66110.1016/j.eimc.2009.10.007
Gerardo Santos-López, Julio Reyes-Leyva, Verónica Vallejo-Ruiz
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Según el profesor J.A. Cabezas, en el n.o del 20 de diciembre de 1889 del diario El Adelanto, de Salamanca, «se da a conocer que había afectados por el «dengue» (que es como en Salamanca se conoce principalmente a la gripe)»1. Era esta una época en la que no se había consolidado el término gripe, que alternaba en la prensa con términos como dengue, que actualmente designa una entidad completamente distinta. El nombre de «influenza» se empleó ya en 1358 en Florencia, atribuyendo a la «influencia» de los astros, o quizá del frío, su aparición. El nombre de «grippe» (empleado por Sauvage en 1742), proviene del término francés «grippan», y este del alemán, «greiffen», que quieren decir «agarrar». Estas denominaciones han dado origen a las españolas de «gripe» e «influenza», hoy en día consideradas sinónimas1. Actualmente es el término gripe el más empleado en el lenguaje común, especialmente a este lado del Atlántico. En términos científicos, gripe e influenza son sinónimos, y si bien la palabra gripe es más utilizada en el ámbito médico, influenza lo es en el veterinario.

La influenza aviar fue descrita por primera vez en 18782, siendo entonces denominada «peste aviar». En 1901 se aisló por primera vez su agente causal, un «virus filtrable», a partir de aves enfermas, es decir, 30 y 33 años antes que los primeros aislamientos de virus de gripe porcina y humana, respectivamente3. Sin embargo, no fue hasta 1955 que se reconoció la estrecha relación entre los virus humanos de la gripe y los de la influenza aviar. La relación entre los agentes causales de la gripe humana y la influenza porcina ya se sospechó en 1918, y posteriormente se confirmó experimentalmente4. Hoy se reconoce que el origen de todos los virus influenza tipo A (denominación asignada a este grupo de virus), que incluyen patógenos de aves, cerdos, humanos, caballos y otros hospedadores ocasionales, está en las aves, que actúan como reservorio de un pool genético de virus influenza, que mediante variación y adaptación a distintos hospedadores van evolucionando y generando variantes porcinas, equinas o humanas.

Como muy bien señala la carta titulada «Los problemas de la nomenclatura de virus»5, que motiva el presente comentario, los nombres de los virus no siguen la nomenclatura binomial linneana. En su lugar se denominan de forma un tanto caprichosa, unas veces refiriéndose a la enfermedad que causan, otras al lugar del que procede su primer aislamiento, otras al nombre del descubridor6. En el caso del virus causante de la gripe, la dificultad no está en su denominación genérica (virus de la gripe, o de la influenza) sino en que al ser organismos con una altísima variabilidad genética, han ido evolucionando en el tiempo y generando una amplísima colección de variantes, a veces más virulentas que las precedentes. Este fue el caso de la gripe pandémica de 1918 a 19, conocida mundialmente como «Spanish flu» (gripe española), que se estima terminó con la vida de más de 40 millones de personas en todo el mundo. En España se contabilizaron oficialmente 140.000 víctimas1. Sin embargo, España no fue el país que más sufrió la gripe pandémica de 1918 a 19, ni siquiera fue el primero en registrar casos. ¿Cómo es posible entonces que el nombre que haya quedado fijado para esta enfermedad y el virus asociado sea «Spanish flu»? Existen al menos dos hipótesis: por un lado, se sabe que en primavera de 1918 se detectaron los primeros casos de gripe en Francia, entre soldados ingleses que luchaban en la primera guerra mundial. De allí no tardó en propagarse a otros países (Inglaterra, Italia, España, etc.) como consecuencia de los desplazamientos de tropas. Se sabe incluso que ya hubo un foco de gripe el 11 de marzo de 1918 en tropas estadounidenses acampadas en Fort Riley, Kansas, que pudo preceder a los brotes europeos. Al parecer, periodistas franceses inicialmente la llamaron «gripe americana» pero siendo aliados en el conflicto, no pareció apropiada tal denominación, y existiendo también casos de gripe en España, se optó por generalizar el uso de esta expresión, que más tarde fue asumida por los alemanes y otros1. Por otro lado, se cree que la censura de guerra podría haber tenido un papel importante en la atribución errónea del nombre: las fuerzas aliadas habían sufrido grandes pérdidas por causa de la gripe, pero las partes en guerra restringían la información para que no llegara al enemigo, quien podría utilizarla en su provecho. Sin embargo, en España, que no participó en el conflicto, la prensa no sufrió esta censura, y las noticias acerca de los estragos que la gripe causó en la población durante los meses de mayo y junio de 1918 fueron publicadas sin restricciones, y esta información llegó a todos los periódicos del mundo7.

La aparición de la nueva gripe pandémica A/H1N1 de 2009 ha reeditado esta problemática. Cuando surgieron los primeros casos en México y California (EE.UU.) el gobierno mexicano reaccionó cuando se empezaba a hablar de «gripe mexicana». Evidentemente quería evitar la estigmatización de su país al asociarlo a una posible pandemia de gripe (como ocurrió con España y la pandemia de 1918 a 19), y lo consiguió. Después hubo otro intento de denominación, aludiendo esta vez a una característica del virus relacionada con su posible origen porcino. El término «gripe porcina» resultó también poco afortunado, debido a que el público podría asociar tal denominación a un riesgo de transmisión por consumo de productos derivados del cerdo, con el consiguiente descenso del consumo de tales productos y las consiguientes pérdidas económicas para ese sector. El precedente de la alarma social en torno a la gripe aviar H5N1 (y la desafortunada popularización del término «gripe del pollo») en los años precedentes influyó poderosamente en que se evitara tal denominación. Finalmente se ha popularizado el aséptico nombre de «gripe A» (que en realidad designa a todas las gripes causadas por virus tipo «A», que son la mayoría), y en medios especializados se usa la denominación «nueva gripe A/H1N1/2009», para designar al virus, siguiendo la sistemática generalmente utilizada en los virus influenza, a la que suelen añadirse los términos «de origen porcino» o «cepa pandémica».

Como corrobora el caso de la gripe, las dificultades a la hora de denominar a los virus y a las enfermedades que producen incluyen no solo cuestiones territoriales, como el uso de topónimos o gentilicios, cada vez más considerados «políticamente incorrectos» en este ámbito (un caso muy interesante es el del virus «sin nombre»8), sino también consideraciones comerciales que pueden afectar a sectores productivos. Lo políticamente correcto ha cobrado gran importancia en la tarea de denominar los virus que se van descubriendo. El International Commitee on Taxonomy of Viruses (ICTV) es el órgano de la Unión Internacional de Sociedades de Microbiología que se encarga de establecer la clasificación sistemática de los virus, siguiendo una taxonomía universal linneana9, en órdenes, familias, subfamilias, géneros y especies. Sin embargo, la denominación final del taxón «especie» continúa adoptando los caprichosos nombres «tradicionales» de los virus, posiblemente porque el concepto de especie vírica aún no está muy claro en virología10.

Bibliografía
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M.H. Van Regenmortel.
Virus species and virus identification: past and current controversies.
Infect Genet Evol, 7 (2007), pp. 133-144
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