La introducción de los antivirales y los avances diagnósticos han atenuado sustancialmente los efectos negativos de la infección por el citomegalovirus humano (CMV), aunque continúa siendo una de las principales causas de morbilidad y mortalidad de origen infeccioso en los trasplantados de órgano sólido. La monitorización virológica ocupa un papel central. Hay muchas técnicas diagnósticas, pero no todas son aplicables al trasplante, ni todas se adaptan igualmente a las distintas situaciones clínicas. La elección de una u otra dependerá del objetivo que se persigue, de las características técnicas de la prueba y de las posibilidades del laboratorio. Las pruebas serológicas son fundamentales durante la evaluación pretrasplante de donante y receptor, siendo recomendable utilizar pruebas que detecten anticuerpos IgG. Una vez producido el trasplante, el protagonismo recae sobre los métodos de determinación de carga viral aplicados con fines diagnósticos, pronósticos (como guía del tratamiento anticipado), para la monitorización del tratamiento antiviral y como primera alerta de selección de mutantes resistentes. Aunque la prueba de antigenemia pp65 sigue siendo útil como medida de la carga viral, la mayor parte de laboratorios están adoptando los nuevos métodos de amplificación real time por sus ventajas técnicas. A pesar de los avances en la estandarización metodológica, no disponemos de valores de referencia con validez universal, y cada centro deberá obtenerlos a partir de su propia experiencia.
The availability of antiviral drugs for cytomegalovirus (CMV) in clinical practice, along with advances in methods of laboratory diagnosis, has substantially alleviated the negative effects of CMV infection in solid organ transplant recipients. Nevertheless, CMV continues to be a significant cause of morbidity and mortality in these patients. Virological monitoring plays a crucial role in controlling these negative consequences. Several diagnostic techniques are now available but not all are applicable in the transplant setting, nor are they all suitable for different clinical situations. Selection of a particular method depends on the clinical objective, the technical profile of the test and the possibilities of the laboratory. Serological tests are useful during pretransplant evaluation of both donor and candidates, the most suitable for this purpose being those that detect IgG antibodies. After transplantation, methods for determining CMV viral load are the cornerstone of diagnosis, prognosis (e.g., as a guide for preemptive therapy), and antiviral treatment monitoring, as well as a first alert on the emergence of drug resistant mutants. The pp65 antigenemia test remains useful as a measure of CMV viral load, but molecular assays are progressively replacing antigenemia in most laboratories because of technical issues. Despite advances in methodological standardization, no reference breakpoint values for viral load interpretation are available, and each center should obtain these values based on their own experience.