En las unidades de cuidados intensivos (UCI) dedicamos muchos esfuerzos para hacer que los pacientes en situación crítica se sientan lo más cómodos tanto desde el punto de vista físico como emocional.
La UCI es un acrónimo que despierta pasiones y que nos reúne día a día a muchos de nosotros para garantizar el cuidado adecuado de nuestros pacientes.
Y quién no se hincha con cierto orgullo cuando dice que trabaja en la UCI. Pues extrapolando cada sigla de ese acrónimo quisiéramos expresar lo que nos mueve a trabajar, a investigar y por ende a avanzar en nuestra profesión buscando siempre proporcionar la mayor calidad en nuestra labor.
La U de Unidad, más que a un grupo funcional homogéneo se refiere a un equipo, un grupo de personas, de cuya sincronización y buena praxis dependen los resultados obtenidos, y donde la convivencia y el compañerismo es una herramienta fundamental de trabajo.
La C de Cuidados, no podría expresar de forma más cálida y humana la labor que se desempeña entre tanta tecnología y procedimientos, cuando siempre van acompañados de una sonrisa, una broma o un apretón de manos. La dimensión humana de la técnica pura puede no mejorar nuestra pericia pero es lo más valorado por nuestros pacientes.
Y la I de Intensivos, fiel reflejo de la densidad y agresividad de los cuidados proporcionados, no es sino un grado mucho mayor de las experiencias que vamos a compartir tanto con nuestros pacientes, como con nuestros compañeros, experiencias que en ocasiones rompen nuestra barrera como profesionales y llegan a afectarnos como personas.
Es necesario que no nos detengamos y siempre estemos en busca de la calidad de nuestros cuidados a través de la evidencia. Como dijo un importante autor austriaco: «En la mayor parte del trabajo del conocimiento la calidad no es un mínimo o una limitación: es la esencia del resultado» (Peter Drucker).
