El origen de los conjuntos de tipo acrópolis de patrón triádico se remonta al periodo Preclásico Tardío, extendiéndose más de mil años en la tradición arquitectónica de las Tierras Bajas mayas. Su contenido simbólico dio pauta para la formación de complejos espacios urbanos junto a los conjuntos de tipo Grupo E y los patios para el juego de pelota, integrando el núcleo cívico-ceremonial de las ciudades. Asimismo, su persistencia cronológica es evidencia de abruptos cambios estructurales y funcionales a finales del periodo Clásico. En base a esto se pretende analizar su papel como un elemento arquitectónico especializado respecto al ordenamiento urbano de los antiguos asentamientos mayas, dentro del marco de la “arquitectura del poder”.
More than a thousand years after its origins during the Late Preclassic period, triadic arrangements have persisted in the Maya Lowlands architectural tradition, consolidating a wide and complex urban space composed of E-Group assemblages as well as ballgame patios. This singular combination in such a unit, demonstrates that a deep symbolic content was developed through the function and meaning of each one of them, integrating the heart of the Maya city. Furthermore, chronological continuity of the triadic concept resulted in a constructive evolution as evidence of abrupt functional and structural changes at the end of the Classic period. On this basis I analyze the role of triadic arrangements as a specialized architectural element in relation to the urban planning and into the “architecture of power” framework.
Quizá el primer arreglo tripartito de este tipo en ser identificado fue el Grupo A-V de Uaxactún, cuya excavación y reconstrucción hipotética de sus estadios constructivos estuvo a cargo de Proskouriakoff (1946). Graham (1967) describió este patrón para los sitios de El Mirador y Nakbé, al igual que Matheny (1980) y Hansen (1990). Freidel desarrolló el tema a partir de sus investigaciones en Cerros (Freidel, 1986) y Yaxuná (Freidel et al., 1990), mientras que Valdés (1987) lo trabajó desde una perspectiva de la plaza sur del Grupo H de Uaxactún. Recientemente, he retomado el tema en 2011 y 2012.
Se entiende que la conformación básica de un conjunto de tipo acrópolis de patrón triádico (figura 1) es un edificio central que dicta la orientación de la plaza, el cual se encuentra flanqueado por dos edificios de menor dimensión, no necesariamente simétricos entre sí pero dispuestos uno frente al otro. Los edificios deben compartir el mismo patio y estar construidos sobre un único basamento de carácter masivo y elevado sobre el nivel de plaza, quedando aislado de otras construcciones. Esto enfatiza el término de acrópolis, además de que recalca su acceso restringido si se asume que constituye una sede ideológica que fundamenta el poder político del linaje gobernante (Valdés, 1989, 1994; Hansen, 1998; Laporte y Mejía, 2005; Velásquez Fergusson, 2011).
De acuerdo a los 111 conjuntos de patrón triádico distribuidos en 59 sitios de las Tierras Bajas mayas, que conforman la muestra para esta investigación (figura 2), éstos pueden exhibir una diversidad tipológica (Velásquez Fergusson, 2012), haciendo énfasis en que varias construcciones preclásicas carecen de superestructuras de mampostería, como la Acrópolis La Danta de El Mirador (Howell, 1989), la Acrópolis Interior de Nakum (Tobar y González, 2007), el Grupo 1 de Cival (Velásquez López, 2011) y la Acrópolis Norte de Yaxhá (García, 2001), por lo que la cima del edificio queda como un espacio abierto, lo cual probablemente se deba a su asociación a cultos relacionados predominantemente con la naturaleza, revelando una relación más directa con la misma.
Otras variantes utilizan espacios cerrados generalmente reducidos, denotando un uso más privado, quizá señalando un cambio en el patrón de los eventos realizados allí, como en la Estructura N9-56 de Lamanai (Pendergast, 1981), la Acrópolis del Norte de Tikal del Clásico Temprano (Laporte, 1989a), el Grupo 2 de Ixtontón y la Plaza C de Sacul del Clásico Tardío (Laporte y Mejía, 2008) (figura 3).
Acrópolis Interior de Nakum, Guatemala, mostrando la tipología de patrón triádico sin recinto (tomado de Tobar y González, 2007) y Estructura N9-56 de Lamanai, Belice, con recinto.
En la plaza triádica se encuentran otras construcciones que corresponden a una jerarquía menor y suelen ser posteriores a la construcción original del conjunto. Puede haber de una a tres estructuras que refuerzan el carácter restringido de éstas, ya que se encuentran alineadas en un mismo eje delimitando el acceso al patio, a modo de enlazarse con la parte superior de la escalinata del basamento. Pueden estar orientadas en la misma dirección que la estructura principal del triádico o disponer de una fachada principal asociada al interior del patio (Velásquez Fergusson, 2011; figura 1).
Como se mencionó, la orientación de la plaza triádica está regida por el edificio central y podría interesar para explicarlo desde una perspectiva cosmogónica (ver A. Miller, 1973; Bassie, 2002; figura 3).1 La orientación más común es cuando el edificio observa hacia el oeste, como el Grupo A de Xulnal (Mejía et al., 2005), el Grupo D de Ceibal (Castillo Aguilar e Inomata, 2011), la Acrópolis de Mopán 3-Este (Laporte y Mejía, 2008; figura 4) y la Estructura 2 de Las Delicias (Šprajc, 2008).
Patrón triádico con vista al oeste, en Mopán 3-Este, Guatemala (tomado de Laporte y Mejía, 2008).
La orientación al sur incluye el Grupo 1 de Hahakab (Estrada-Belli, 2002), el Grupo Puma de El Mirador (Morales Aguilar et al., 2006), la Estructura 6 de Cerros (Walker, 2005) y la Estructura 1 de Mucaancah (Šprajc, 2008). La orientación al norte se presenta en el Complejo Amurallado de Naachtun (Arredondo, 2009), la Estructura C-1 de Yaxnohcah y la Estructura 1 de Altar de los Reyes (Šprajc, 2008). La orientación al este es muy inusual, siendo ejemplos de ella la Pirámide El Tigre de El Mirador (Hansen, 1990) y el Grupo Triádico de El Palmar (Doyle, 2013).
Quizá la orientación hacia el este se relaciona con la salida del Sol, y la orientación hacia el oeste con el ocaso del Sol, pero es sólo una teoría que se explorará en otra ocasión.
Multiplicidad de patrones arquitectónicos en el ordenamiento urbanoLa identificación de un conjunto de patrón triádico no solamente se debe a las cualidades anteriormente expuestas, sino también a su posición en el área nuclear de las ciudades como una de las construcciones predominantes, observándose relaciones espaciales muy particulares y simbólicas respecto a otros elementos importantes a partir del periodo Preclásico Tardío y a lo largo del Clásico. Esto da como resultado un ordenamiento territorial propio de la región de las Tierras Bajas mayas centrales, puesto que al momento no se ha identificado un patrón o esquema similar en otras regiones de Mesoamérica.
Se pueden plantear tres escenarios arquitectónico-urbanos con base en la presencia del patrón triádico, los cuales pueden ser aplicados al análisis de otros patrones: 1) la proliferación de un patrón arquitectónico en una misma ciudad, 2) la demarcación de ejes de la ciudad y 3) la integración de complejos esquemas urbanos. En el primer escenario, las ciudades que incorporan el patrón triádico en su traza urbana se componen por uno o varios de éstos, por ejemplo, Lamanai tiene cuatro; Uaxactún, Yaxnohcah y Yaxuná, cinco, y Naranjo, seis. En El Mirador se ha registrado más de una decena (Velásquez Fergusson, 2012).
Sólo para ampliar el panorama de la proliferación de patrones arquitectónicos en una misma ciudad, vale la pena mencionar que en El Mirador también hay cinco posibles conjuntos de tipo Grupo E y cuatro patios para el juego de pelota (Mejía y Velásquez Fergusson, 2013), los cuales en su mayoría muestran un vínculo con los triádicos, siendo éste último un rasgo preponderante en ese antiguo asentamiento (figura 6). Por otro lado, en Cival, el Grupo E se repite cinco veces (Estrada-Belli, 2012), y en Yaxhá se pueden distinguir al menos tres patios para el juego de pelota.
Hace falta más investigación para explicar el porqué de la proliferación de patrones arquitectónicos como el triádico, Grupo E y juego de pelota en una misma ciudad, pero en el caso de las acrópolis triádicas, se considera que éstas expresan la fusión del pensamiento sagrado con los programas de construcción secular de una ciudad de alto rango, reforzado por la compleja decoración consistente generalmente en mascarones. Son lugares donde la clase dirigente llevaba a cabo actividades administrativas, involucrando aquellas manifestaciones públicas como ritos de ascensión, para que se les reconociera su descendencia divina y legitimando su derecho de gobernar (Valdés, 1994; Hansen, 1998; Laporte y Mejía, 2005; Vargas Pacheco, 2010; Velásquez Fergusson, 2012).
Considerando esta función del patrón triádico y que El Mirador es el mejor ejemplo de la multiplicación del mismo, se ha planteado lo siguiente: si se asume que entre los años 200 y 100 a.C. todos [los conjuntos triádicos] estaban en funcionamiento (Hansen, 1998; Šprajc y Morales-Aguilar, 2007) [entonces] es posible que […] cada conjunto haya correspondido con un linaje determinado y que con la construcción desde el primero hasta el último, la sede de poder fue cambiando [lo que posiblemente significa que cada linaje producía] sus propios espacios rituales-administrativos al incluir un Grupo E y/o un Juego de Pelota [como parte del complejo arquitectónico liderado por el conjunto triádico que representaba a este linaje] mientras que el resto era relegado a funciones complementarias (Velásquez Fergusson, 2012).
Pero la cuestión no es tan sencilla de explicar, también se debe analizar si los dos, tres, cuatro o más conjuntos triádicos presentes en la ciudad realmente cumplieron con la función determinada, pues ciertamente existe una notable variabilidad en el tamaño de los patios2 [y] esto podría implicar una capacidad diferente [para albergar una determinada cantidad de personas invitadas a] los eventos que se presume se realizaban dentro del marco político y religioso [por lo que en muchos casos se enfatiza] el carácter restrictivo de los conjuntos [mientras que otros podrían limitarse a] una manifestación estrictamente simbólica [más que funcional] (Velásquez Fergusson, 2012; figura 7). Este tema será ampliado en próximas publicaciones.
Variabilidad de dimensiones de las plazas triádicas (tomado de Morales Aguilar et al., 2006).
El análisis de la proliferación del patrón triádico conlleva a determinar que estos conjuntos también pueden actuar como marcadores del eje de las ciudades al encontrarse dispuestos en cada uno de los extremos del núcleo del asentamiento, estando orientadas una a la otra, aunque esta orientación puede no ser exacta. Un ejemplo es Nakbé, cuyo eje este-oeste está dictado por las Estructuras 59 y 1, que corresponden a la tipología de un triádico. Estos conjuntos arquitectónicos dividen la ciudad en dos sectores intercomunicados por la calzada Kan. A unos 13 km de distancia, en El Mirador se reproduce esta distribución a una escala mayor, con la Acrópolis La Danta y la Pirámide El Tigre, unidas por la calzada Danta. Un dato relevante es que en la terminal este de la calzada se erige una estela lisa y un altar circular.
Es interesante que los conjuntos referidos de ambas ciudades sean muy similares, pues los triádicos al este están acompañados de un conjunto de tipo Grupo E, aunque en el caso de Nakbé se incluye un patio para el juego de pelota (Martínez y Hansen, 1993). Los conjuntos al oeste están flanqueados por una estructura alargada al norte, otra en forma de “T” al sur y una serie de estructuras adosadas que cierran el patio al este (Hansen, 1990). Una explicación para estas similitudes podría ser que la planificación de ambas ciudades estuvo a cargo de un mismo grupo, o bien que, debido al auge previo de Nakbé, El Mirador intentó imitar el desarrollo urbano de esa ciudad.
Naranjo muestra un eje este-oeste determinado por el Triádico Este y la Acrópolis Central, además es evidente un eje norte-sur entre las Acrópolis Norte y Sur (Fialko, 2005; Quintana, 2005). Ambos ejes atraviesan el Grupo E ubicado al centro del sitio, convergiendo en algún punto de su plaza (figura 8). En el sitio vecino de Nakum, el eje corre de norte a sur, ordenado mediante el Grupo Norte y la Acrópolis Sur, aunque sólo uno de éstos es triádico. Los sectores están articulados por la calzada Perigny, precedida en sus terminales por un juego de pelota; solamente en el grupo al sur destaca un Grupo E (Tobar y González, 2007).
Yaxuná también está regido por un eje primario norte-sur, delineado por la Acrópolis Norte —la cual sobresale por su monumentalidad— y la Acrópolis Sur, interconectadas por el Sacbé 3, que está encabezado al norte por un patio para el juego de pelota (Freidel et al., 1990). En estos escenarios se presenta al patrón triádico como un rasgo individual que también puede funcionar de forma colectiva con elementos de similar configuración en diferentes contextos urbanos.
Esquemas ideológicos mediante las relaciones espacialesEl tercer escenario que se desarrolla a continuación consiste en la integración del patrón triádico a otros componentes de igual importancia, constituyendo el núcleo de las ciudades. En este sentido se debe notar la constante asociación entre los conjuntos de patrón triádico con los de tipo Grupo E y los patios para el juego de pelota, éstos dos últimos figuran como las construcciones más antiguas de la arquitectura ritual-administrativa en las Tierras Bajas mayas desde el Preclásico Medio (Hansen, 1998; Ciudad-Ruiz, 2001; Laporte y Mejía, 2005; ver figuras 4, 6 y 8).
El vínculo entre estos rasgos es especialmente significativo debido a que el epicentro de las ciudades suele estar definido por el Grupo E, compuesto por una pirámide generalmente radial ubicada hacia el oeste y una plataforma alargada en el este que puede sostener o no otras estructuras como templos; asimismo, el patio puede estar cerrado o abierto en cualquiera de sus extremos o ambos por estructuras de rango menor que en algunos casos funcionan como de tipo escenario. Claramente tiene una connotación ritual pública vinculada a funciones calendárico-astronómicas que toman como base los ciclos del tránsito solar, que no necesariamente están asociados de forma exclusiva a los solsticios y los equinoccios, de tal forma que recientemente se ha retomado el concepto de “complejo de ritual público” (Mejía, 2013; figura 9).
Los juegos de pelota son dos estructuras largas paralelas que delimitan un patio angosto, cuyos muros son inclinados a modo de parapeto y cuentan con una banqueta interior, mientras que los graderíos pueden estar ubicados en los muros exteriores o en las zonas terminales. Éstas son más que simples estructuras para actividades políticas o deportivas.
[Se les puede atribuir] un simbolismo muy particular relacionado con la representación del movimiento cósmico y la lucha entre entes antagónicos, la cual consistía en representar la regeneración de la vida, probablemente el fundamento para los relatos mitológicos plasmados en el texto del Popol Vuh (Velásquez Fergusson y Mejía, 2012; figura 9).
Por su lado, las acrópolis triádicas surgen hasta el Preclásico Tardío, con ejemplos fechados aproximadamente desde el 100 a.C. en sitios como Cerros (Freidel, 1986), Lamanai (Pendergast, 1981), Tikal (Laporte, 1989a), Uaxactún (Valdés, 1993; Kováč et al., 2012), Cival (Velásquez López, 2011), Naranjo (Fialko, 2005) y San Bartolo (Pellecer et al., 2008; Beltrán y Saravia, 2012).
Fialko (1988), Laporte (1989a), Ringle (1999) y Flores y Šprajc (2008), ya han abordado las relaciones que pueden ocurrir entre estos conjuntos, mientras que Mejía y Velásquez Fergusson (2013) proponen vínculos similares basados en el simbolismo representado en la disposición de dos o más de estos conjuntos componiendo el núcleo de la ciudad. Esto, aunado a la frecuencia con que se presentan en los asentamientos, ha permitido definir arreglos arquitectónicos como Grupo E-juego de pelota-patrón triádico, Grupo E-juego de pelota, Grupo E-patrón triádico y juego de pelota-patrón triádico (figura 10).
El Grupo E resulta ser el elemento constante, mientras que el juego de pelota y la acrópolis triádica constituyen las variables, pero se debe tener claro que su conjugación no indica precisamente una interdependencia, puesto que es más frecuente encontrar a cada rasgo de forma individual. Debido a que el tema es muy amplio y a que esta investigación está enfocada en el patrón triádico, se explora una perspectiva específica: la posición de un conjunto de patrón triádico respecto al Grupo E, pues este último se reafirma como el elemento central de los asentamientos mayas y el análisis de la relación entre ambos podría ser una ventana para comprender mejor la función y el significado de los triádicos.1
Un primer aspecto de análisis es que los triádicos pueden estar ubicados en cualquier punto cardinal alrededor del Grupo E. Ejemplos de ello son la Plaza B de Wakná, el Grupo B de Holtún (Castillo, 2011; figura 11) y la Acrópolis del Norte de Tikal (Laporte, 1989a), dispuestos de manera indirecta hacia el norte. La Pirámide Monos de El Mirador y la Acrópolis Sur de Nakum están localizados inmediatamente al sur (Tobar y González, 2007). La Pirámide El Tigre de El Mirador (Hansen 1990; Velásquez Fergusson, 2011) y el Grupo Triádico de El Palmar (Doyle, 2013) están inmediatamente al suroeste.
Relación espacial indirecta de un patrón triádico y un Grupo E, en Holtún, Guatemala (tomado de Castillo, 2011).
Se debe enfatizar la relación de los conjuntos triádicos con los del Grupo E por su ubicación al este, lo que podría incidir en que la orientación hacia el oeste de las plazas triádicas sea una de las más comunes (figura 5),4 de esta manera los conjuntos quedarían enfrentados. Así se define la alineación entre las estructuras principales de ambos conjuntos, es decir, la pirámide oeste del Grupo E y el edificio central del patrón triádico, como en la Acrópolis Noreste de Yaxhá (figura 12), la Acrópolis Este de Yaxuná, la Acrópolis Central de Caracol y el Grupo Colomte de El Mirador, según lo han indicado Flores y Šprajc (2008).
Alineación de las estructuras principales de un patrón triádico y un Grupo E, en Yaxhá, Guatemala (tomado de García, 2001).
El segundo aspecto de análisis plantea que las acrópolis triádicas también pueden ser componentes de un Grupo E, cuando se encuentran restringiendo el patio de aquel hacia el norte o al sur. Se debe recordar que la tipología del Grupo E puede o no incluir estructuras en estos dos extremos a manera de cerrar el patio. En este caso la Plaza A de El Pesquero (Mejía et al., 2009; figura 13) y la Acrópolis La Pava de El Mirador (Suyuc Ley et al., 2006) cumplen con esa función, pero hay otras modalidades de correspondencia entre éstos.
Patrón triádico como posible componente de un Grupo E, en El Pesquero, Guatemala (tomado de Mejía et al., 2009).
Mejía y Velásquez Fergusson (2013) exploran la posibilidad de que la Estructura 1 de Nakbé, descrita previamente, desempeñe el papel de la pirámide oeste de un Grupo E, patrón arquitectónico complementado con la Estructura 13 que funge como la plataforma este. Otra variante ha sido identificada recientemente en la plaza norte del Grupo H de Uaxactún (Kováč y Arredondo, 2011; Kováč et al., 2012), donde una estructura radial podría funcionar como una pirámide oeste, teniendo como referente de observación la estructura central de la acrópolis triádica que se ha sugerido que actúa como la plataforma este. Esta estructura tiene una proyección posterior delineando la forma de una “T”, característica de ese elemento arquitectónico y que también aparece en la Estructura 13 de Nakbé. Estos son los únicos prototipos reportados a la fecha en que el Grupo E y el patrón triádico se fusionarían en una sola unidad arquitectónica (figura 14), aunque su funcionalidad es cuestionable (Mejía, 2013).
Ejemplos de fusión de patrón triádico y Grupo E en una unidad arquitectónica, Nakbé (©FARES) y Uaxactún (Kováč et al., 2012), Guatemala.
Por otro lado, el Grupo Las Pinturas de San Bartolo que actualmente luce como un triádico parece haber contenido un Grupo E en una fase constructiva anterior. Las excavaciones han revelado una subestructura de planta radial decorada con mascarones, además de una plataforma larga hacia el este (Beltrán y Saravia, 2012). Sin embargo, se desconocen las razones para la transformación de un patrón arquitectónico en otro, prácticamente anulando el más temprano, ¿quizá por el surgimiento de una nueva ideología? (Laporte y Mejía, 2005).
Con tales ejemplos es fácil evidenciar una estrecha relación principalmente entre estos dos modelos arquitectónicos, el Grupo E y el patrón triádico, desde las etapas de ocupación más tempranas de los asentamientos. Esta conexión que puede abarcar patios para el juego de pelota, calzadas, reservorios y monumentos, da pauta a la formación de un esquema arquitectónico-urbano fundamental, que se acentuó como un rasgo regional que subsistió al tiempo. Esto refleja su importancia como una expresión ideológica de profundo arraigo ancestral, cuya fusión hace que trascienda el rango de la ciudad así como la posición del linaje gobernante (figura 15).
Es posible que en cada uno de ellos se llevara a cabo un ritual específico que fuera a su vez parte de uno mayor, siguiendo una secuencia determinada y representado en un gran escenario, coincidiendo con la propuesta de Inomata (2002) de que las plazas constituyen espacios teatrales. Esta posible secuencia de rituales podría involucrar eventos astronómicos y calendáricos empleando los complejos de tipo Grupo E, mientras que el aspecto mitológico era transmitido mediante los rituales efectuados en los patios para el juego de pelota. A su vez, estas celebraciones eran ejecutadas por el poder seglar que tenía su sede en las acrópolis triádicas, con el objetivo de validar su posición y reafirmar su herencia mitológica (Mejía y Velásquez Fergusson, 2013).
Para finalizar el tema de los esquemas ideológicos mediante las relaciones espaciales, cabe destacar que una de las maneras más representativas de esta correlación es el esquema presentado por el Grupo Tecolote de El Mirador, con tres basamentos piramidales que alcanzan los 20 m de altura, dispuestos de acuerdo al formato convencional de una acrópolis triádica, con la diferencia de que cada uno sustenta tres edificios en su cima al mismo tiempo (Morales Aguilar y Morales López, 2005). Nuevamente se demuestra la relevancia de este patrón de plaza al menos en este sitio del Preclásico, máxime cuando se analiza su entorno.
Tecolote está ubicado estratégicamente en el corazón del sitio, siendo rodeado por núcleos constructivos de naturaleza cívica-ceremonial que incluyen un Grupo E al sureste y otro al norte, reservorios y calzadas (Morales Aguilar et al., 2006; Velásquez Fergusson, 2012). Su límite norte es atravesado por una calzada, decorada con un panel que despliega una impresionante iconografía (Hansen, 2013; Doyle y Houston, 2012) similar a la de los frisos de las Estructuras H-sub-2 de Uaxactún (Valdés, 1993) y Sub-II-c de Calakmul (Carrasco Vargas, 2008).
Sin embargo, el mayor valor es que constituye un espacio enmarcado por cuatro enormes conjuntos triádicos, uno en cada rumbo, dejando a Tecolote en el centro, posiblemente formando un quincunce y revelando la plaza de éste como el axis mundi de la ciudad (Morales Aguilar y Morales López, 2005; Mejía y Velásquez Fergusson, 2013; figura 16). Esto es ratificado por la identificación de un patrón de entierros al centro de los patios de los conjuntos triádicos como en la Acrópolis del Norte de Tikal (Laporte, 1989a), el Grupo A-V de Uaxactún (Valdés, 1994), el Grupo Jabalí de San Bartolo (Pellecer et al., 2008) y el Grupo Triádico de El Palmar (Doyle, 2013).
Grupo Tecolote, El Mirador formando un posible quincunce con otros conjuntos de patrón triádico (tomado de Mejía y Velásquez Fergusson, 2013).
Los aspectos expuestos a lo largo de esta investigación evidencian que la complejidad de los conjuntos de tipo acrópolis de patrón triádico es mayor a lo que se había pensado y que no ha sido objeto de estudio en su sentido más amplio. Desde una perspectiva regional, se puede inferir que, si bien es cierto este patrón arquitectónico está presente en las Tierras Bajas mayas (figura 2), también se muestra un foco de concentración principalmente hacia el sector noreste (Velásquez Fergusson, 2011, 2012), donde se encuentran ciudades con una ocupación prolongada pero que al parecer no afectó sobremanera las etapas más tempranas puesto que, como en el caso de El Mirador, éstas aún son visibles en superficie.
No obstante, la huella más distante de este concepto arquitectónico parece encontrarse en sitios como Salinas de los Nueve Cerros (Burgos, 2011) y Zaculeu (Héctor Mejía, comunicación personal, 2012), localizados justo en la frontera sur de esa región (figura 2). Sin embargo, de acuerdo a una revisión del plano de Salinas, el conjunto no parece corresponder a la tipología objeto de este estudio.
En el segundo caso, se define claramente el conjunto además de su innegable asociación a un patio para el juego de pelota de tamaño considerable, mientras que al suroeste se desplanta una plaza que semeja la configuración de un conjunto de tipo Grupo E. Esto no puede ser confirmado o refutado hasta la revisión detallada del plano de ambas ciudades, pero al menos esta tentativa podría ser motivo para comenzar a rastrear la dispersión de este concepto más allá de lo que se conoce en la actualidad, en distintas esferas políticas, geográficas y temporales (figura 17).
La mayoría de los conjuntos referidos datan del Preclásico Tardío o fueron construidos durante el Clásico, identificándose los siguientes fenómenos:
- 1)
Las construcciones del Preclásico se caracterizan por ser a gran escala y en algunas ciudades proliferaron de forma desmedida. En general, parecen presentar modificaciones muy sutiles, ya sea en los edificios o en la plaza triádica con la inclusión de edificaciones cerrando el patio o en cualquier otro lugar de ésta. En menor medida se observa una reutilización del o de los edificios para distintos fines (Morales et al., 2007).
- 2)
2) Las construcciones del Clásico no alcanzan la suntuosidad de las preclásicas, pero siguen siendo elementos predominantes en el paisaje urbano. Lo interesante es que la mayoría sufre una transformación radical en uno o más de sus edificios, afectando la configuración y hasta la función del conjunto completo (Valdés, 1993; Ballay, 1994; figura 18).
Ambos casos aluden a fuertes cambios en la dinámica socio-política e ideológica, al debilitamiento y al reordenamiento de la estructura social, por ende a la dificultad del mantenimiento de las construcciones asociadas, marcando el paso a la siguiente etapa, la cual generalmente se caracteriza por un dramático descenso demográfico y el cese constructivo, pudiendo recuperarse o bien terminando en el abandono del lugar (Laporte, 1989b; Valdés, 1989; Ballay, 1994; Hansen, 1998; Domínguez y Folan, 1999; Rodríguez Campero, 2009; Morales et al., 2007; Doyle, 2013). De esta manera se definen los dos grandes “colapsos” en la historia de las Tierras Bajas mayas centrales, justo en la transición del Preclásico al Clásico y del Clásico al Posclásico.
No obstante, se demuestra la trascendencia en el tiempo y en el espacio del contenido simbólico que encuentra un soporte físico en este patrón arquitectónico, probablemente como un escenario para conmemorar y evocar los lazos tanto genealógicos como divinos para legitimar la posición del linaje gobernante, así como para la conservación de éste en la estructura social, suscitando el principal trasfondo de la arquitectura del poder (Valdés, 1989, 1993; Hansen, 1990, 1998; Carrasco Vargas, 2008; Doyle, 2013), dando “como resultado una ciudad cosmogónicamente codificada” (Velásquez Fergusson, 2012).
En general, tomando como base el análisis de los conjuntos de tipo acrópolis de patrón triádico, se plantean las siguientes finalidades de la “arquitectura del poder”:
- 1)
Reforzar los lazos sociales internos mediante la asociación de áreas comunales como las plazas, “consintiendo” la participación de la población en actividades de interés público para acercar a los diferentes niveles sociales y promover la aceptación de preceptos que suelen ser impuestos.
- 2)
Validar la estructura social disponiendo de espacios monumentales y restringidos para el uso de la nobleza, así como espacios conmemorativos situados en o próximos a puntos estratégicos como cuevas o cerros, entre otros atributos naturales, capaces de legitimar las decisiones y acciones del momento evocando tradiciones ancestrales y míticas.
- 3)
Maximizar la distinción entre una y otra entidad socio-política con base en la utilización de símbolos plasmados en la arquitectura que sustentan el ordenamiento urbano, con lo cual se procura destacar la posición dominante a nivel regional y macrorregional. La ausencia de rasgos arquitectónicos y símbolos también contribuye a esta jerarquización o bien puede manifestar rechazo hacia ese concepto.
- 4)
Reafirmar la identidad étnica adoptando ciertos esquemas arquitectónicos y urbanísticos con un alto contenido simbólico, que se repiten tanto de ciudad en ciudad como de región en región, sugiriendo probablemente la unificación del sistema cultural en un territorio, percibido también a través de su persistencia en el tiempo.
Es decir que la arquitectura debe ser analizada como una red estructurada por varios elementos funcionales que se complementan entre sí, constituyendo contextos urbanos significantes (semióticos), puesto que cada uno integra y representa elementos ideológicos en torno a los cuales gira el diario vivir de un grupo social, en cuya idiosincrasia se le considera como un ente “vivo”, especialmente cuando coexisten rasgos como los que aquí se han referido.
La cualidad de ente “vivo” quizá sea percibida también porque muchos de los elementos arquitectónicos replican las formas de la naturaleza, transformada en un espacio de índole religiosa, económica, política, administrativa, residencial o recreativa, creado de manera artificial y que se convierte en una herramienta de control, jerarquía y poder (Miller, 1998; Joyce, 2001; Ashmore y Sabloff, 2002; Rodríguez Campero, 2008; Savkic, 2012).
Por ello, el manejo del espacio, que muestra un comportamiento con base en los patrones arquitectónicos que inciden en el planteamiento de los esquemas urbanos, expresa una relación con el sujeto, quien le otorga un uso y una función al objeto, basado en una necesidad psicosocial que frecuentemente conduce al poder, y la arquitectura simplemente es la materialización de ello, generalmente fortaleciendo el discurso de los grupos elitistas que ostentan la autoridad y la capacidad administrativa para llevar a cabo este esfuerzo.
La orientación al oeste representa el 33% de la muestra, la orientación al sur y norte el 23% y la orientación este el 8% (figura 5).
No se obtuvieron datos exactos sobre las medidas de los patios, pero en el sitio de El Mirador, Petén, se cuenta con estimaciones del tamaño total del área de plaza; por ejemplo, en la Acrópolis La Danta es de 925 m2, en la Pirámide El Tigre es de 586 m2, en la Pirámide Monos es de 283 m2 y en la Estructura Este del Grupo Tecolote, el área apenas cubre 76 m2 (Morales Aguilar et al., 2006).