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Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México
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Vol. 46.
Páginas 170-174 (julio - diciembre 2013)
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Reseña del libro
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Estela Roselló Soberón
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas
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En este libro el lector encontrará una compilación de artículos que muestran un arduo trabajo de investigación sobre problemas muy diversos y disímiles en torno a un tema difícil y novedoso como es la historia de la infancia en el continente americano. Inserto en las preocupaciones de la historia cultural, el conjunto de trabajos que aquí se presenta constituye una muy valiosa invitación para rescatar del olvido a sujetos históricos que durante mucho tiempo permanecieron invisibles en la historia: los niños. La diversidad de las temáticas, las épocas, las regiones, las metodologías y las fuentes son muestra de la riqueza que ofrece este campo de la historiografía que, de acuerdo con los autores, ha sido poco explorado para América Latina.

Los autores que participan en esta obra colectiva estudian representaciones, prácticas, discursos, instituciones, experiencias cotidianas y recuerdos infantiles que nos convidan a reflexionar en torno a la construcción de una categoría dinámica y flexible como es la de la infancia. Porque desde su especificidad, cada uno de los artículos aquí reunidos nos lleva a una conclusión común: como todas las identidades, a lo largo de la historia latinoamericana, la de la niñez ha sido una construcción cultural cambiante, cuyo significado ha obedecido al universo de ideas, creencias, proyectos políticos, prácticas, deseos, símbolos y expectativas sociales que le han dado un sentido distinto a lo largo del tiempo. De esta manera, tal como lo mencionan sus coordinadoras en la introducción, éste no es un libro sobre la infancia, sino sobre múltiples infancias.

En el primer capítulo de la obra, Alejandro Díaz Barriga utiliza códices y crónicas de la época prehispánica para hablar de la representación, la función social y el valor simbólico que tenían los niños en aquel periodo de nuestra historia. ¿Qué se consideraba ser niño en el México prehispánico? ¿Qué elementos servían para definir aquella condición? ¿Qué deposita cada sociedad en los cuerpos infantiles? ¿Qué valores, bienes, deseos y expectativas se materializan en el cuerpo de los recién nacidos, de los que apenas empiezan a vivir? Porque tal como lo demuestra este estudio y los que le siguen, ser niño no tiene que ver, únicamente, con una edad biológica, sino con una serie de atributos morales, afectivos, corporales, sicológicos que cada sociedad interpreta como propias de dicha etapa de inicio vital.

En el segundo capítulo, Natalie Guerra Araya presenta una investigación sobre la violencia y los malos tratos a los que eran sometidos muchos niños en el chile del siglo XVII. Siguiendo de cerca los postulados pioneros de Philippe Ariès, en su trabajo, Araya nos muestra cómo la sensibilidad hacia los niños, así como la manera en que los adultos nos relacionamos con ellos no son fenómenos atemporales ni a-históricos. Es decir, que la ternura, el cuidado especial, el amor condescendiente no son sentimientos ni actitudes inherentes o naturales en los diferentes adultos que han mirado a los niños a lo largo del tiempo.

Pero para seguir con los niños de las sociedades del antiguo régimen, en el siguiente capítulo, Beatriz Alcubierre nos ofrece un espléndido trabajo sobre un tema conmovedor e interesante como es el de los niños expósitos en el último periodo de la historia novohispana.

En el trabajo de Beatriz Alcubierre, los niños aparecen, por primera vez, como sujetos que sienten y autorreflexionan. Si bien estos sujetos cuentan sus recuerdos ya desde la vejez, los niños expósitos recuerdan lo que significó para ellos haber sido utilizados como piezas movibles e intercambiables de una maquinaria que daba sentido al proyecto político y social virreinal.

¿Qué significó ser niño huérfano en la Nueva España borbónica? ¿cómo se transformó aquella condición de marginalidad en un conjunto de ilusiones, deseos y expectativas públicas, económicas, políticas y sociales? Éstas son sólo algunas de las preguntas que Alcubierre responde para demostrar cómo en el proyecto ilustrado de la modernidad borbónica, los niños se convirtieron en el estandarte de los ideales de progreso y civilización.

Avanzando ya hacia el siglo XX y abandonando el septentrión americano para visitar su polo geográfico opuesto, llega el artículo de Sandra Szir sobre las imágenes de la infancia en la Argentina de principios de siglo. El estudio de Szir analiza la mirada y la representación de la infancia en aquel país a partir del estudio de láminas didácticas, escolares y publicitarias que buscaron influir en los niños de aquella época. En los albores de una sociedad capitalista, los niños se convierten en pequeños consumidores a los que es necesario educar en el “buen gusto” y la conciencia nacionalista.

El siguiente capítulo, escrito por susana sosenski y Mariana Osorio Gumá nos lleva al escenario de la guerra. Mucho se ha hablado de lo que significó el horror de la Primera y la Segunda Guerra Mundial en la crisis de la conciencia de Occidente. Poco, en cambio, de los efectos que estos acontecimientos tuvieron en las psiques infantiles que los presenciaron o en la transformación de la imagen de los niños a partir de dichos sucesos.

Diálogo entre la historia y la psicología, el trabajo de Sosenski y de Osorio Gumá nos transporta al horror de las epidemias, las levas, la muerte, la migración, la violencia generalizada y los asesinatos no en los campos de batalla europeos, sino en los de la Revolución mexicana. Todo ello, desde la mirada infantil de dos adultos que escriben sus memorias y recuerdan el transcurrir de su niñez en plena época revolucionaria.

Así volvemos a Buenos Aires a principios de siglo. Esta vez, dejamos los recuerdos infantiles y entramos al mundo de las instituciones. En el siguiente capítulo, María Marta Aversa nos introduce a un mundo de preocupaciones adultas en torno a la realidad infantil. Los diferentes discursos médicos, pedagógicos, jurídicos y criminológicos internacionales de las primeras décadas del siglo XX se trasladan al continente americano. Aunado a la modernidad y a la urbanización argentinas, la pobreza se incrementa y los niños son víctimas predilectas. Surgen, de esta manera, nuevas instituciones de caridad, pero al mismo tiempo, aparecen leyes para regular los posibles actos criminales entre un sector social que se vuelve preocupante: los niños pobres. Protección y vigilancia, dos expresiones de una misma consternación.

Dentro del mismo contexto de preocupación internacional por la infancia en las primeras décadas del siglo XX, el siguiente capítulo dedica sus reflexiones a los niños colombianos. Su autor, Javier Saénz Obregón nos presenta los discursos de psicólogos, higienistas, juristas, pedagogos, médicos, biólogos y criminólogos que convergen en las discusiones racistas de diversos pensadores colombianos.

También en el marco de los proyectos nacionalistas dentro de un mundo que buscaba encontrar el sentido después de las guerras, el capítulo de Elena Jackson Albarrán sobre los niños exploradores mexicanos y las juventudes de la Cruz Roja en las décadas de los veinte, treinta y cuarenta introduce el elemento lúdico dentro de este libro sobre los niños.

En medio de viajes de exploración, actividades caritativas e identidades de grupo, los reglamentos y memorias de la SEP permiten observar la manera en que los niños mexicanos se convirtieron en sujetos activos en el proceso de construcción de la cultura nacionalista posrrevolucionaria.

Pero no sólo México, Colombia y argentina vieron en sus niños la promesa del futuro. En la primera mitad del siglo XX, ésta fue una idea generalizada entre varias naciones latinoamericanas que buscaron hacer de los niños futuros ciudadanos civilizados, trabajadores, saludables y físicamente aptos para llevar a las naciones por el camino del progreso y la modernidad. Así lo deja ver el penúltimo artículo de este libro escrito por Eduardo Silveira.

Por último, el trabajo de Marli de Oliveira costa y Maria Stephanau nos acerca a la niñez brasileña. Echando mano, una vez más, de fuentes escolares, estas autoras continúan con el tenor de la educación, las preocupaciones adultas por civilizar a los niños y la necesidad de los Estados del siglo XX de construir una identidad nacional entre los niños.

Esta vez, toca el turno a los libros de texto del estado brasileño de Santa Catarina en la década de los años veinte. La metodología de este texto es interesante pues combina el análisis de diferentes lecturas infantiles obligatorias, como fueron aquéllas pertenecientes a la Serie Fontes, con el análisis de los recuerdos de algunos adultos que las conocieron durante su infancia.

Los once textos que constituyen Nuevas miradas a la historia de la infancia en América Latina se preguntan por quiénes han sido muchos de los niños que vivieron en esta región del mundo; por cómo se definieron, miraron, representaron, vigilaron, educaron y cuidaron. En este libro, el lector descubrirá que, lejos de lo que Philippe Ariès postuló alguna vez sobre la inexistencia de la infancia antes del siglo XIX, en América Latina, los niños no sólo sí existieron, sino que fueron actores muy importantes en el universo simbólico, económico, político y cultural de estas naciones.

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