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Vol. 47.
Páginas 217-223 (enero - junio 2014)
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Reseña del libro
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Anna Ribera Carbó
Instituto Nacional de Antropología e Historia, Dirección de Estudios Históricos
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El magonismo, la expresión más acabada del anarquismo de principios de siglo en México, ha sido ampliamente estudiado. La reciente publicación de las obras completas de Ricardo Flores Magón y la edición digital de la colección completa de Regeneración parecerían completar el conocimiento del pensamiento libertario de raíz mexicana al que contribuyó de manera importante el libro La Revolución sin frontera de Javier Torres Parés, publicado en 1990, y que analizó la presencia y acción de los activistas libertarios mexicanos en la amplia zona de colindancia entre México y los Estados Unidos, difundiendo una cultura política antiautoritaria e internacionalista. Hoy tenemos el gusto de contar con otro trabajo de Torres Parés que se aproxima al magonismo y a la Revolución mexicana desde una perspectiva novedosa y original: La Revolución imposible. La difusión anarquista de la Revolución mexicana en el periódico francés Les Temps Nouveaux (1906–1914), publicado por la Universidad Nacional en 2013.

Francia fue sin duda la principal sede de los teóricos del anarquismo internacional y el país del mundo donde se publicaron algunos de los periódicos de referencia del pensamiento radical y libertario de la década de 1910 como Le Journal, L'Humanité, Les Temps Nouveaux, Le Libertaire, La Guerre Sociale, La Bataille Syndicaliste, Ce qu'il faut dire, y La Société Nouvelle. Los grandes debates teóricos tuvieron lugar en ellos, así como la crónica de las luchas sociales sostenidas en todas las geografías. La antología preparada por Javier Torres Parés reúne los documentos que acerca de la revolución y el anarquismo mexicanos se publicaron en uno de ellos, el semanario francés Les Temps Nouveaux, que se publicó de 1895 a 1914 y cuyo director fue el connotado pensador ácrata Jean Grave.

Grave era una de las figuras más destacadas del anarquismo francés de fin de siglo y su nombre es inseparable del de los periódicos que dirigió: Le Révolté, La Révolte y Les Temps Nouveaux. Artesano zapatero, llegó en 1883 a la administración de Le Révolté, en Ginebra, a sugerencia de Élisée Reclus. A partir de entonces la vida de Grave se confundió con la del periódico al que mantuvo a pesar de las represiones y las dificultades financieras. Lisonjeado en su medio, Grave se asumió como guardián de la doctrina pura, lo que le acarreó críticas de algunos correligionarios. Tras un diferendo con Charles Malato, cuando se publicó La philosophie de l'anarchie de este último, Malato le replicó que parecía “el papa de la calle Mouffetard”, calle donde estaba el local del periódico, y que había confundido su blusa negra de tipógrafo con una sotana.

El 24 de junio de 1894 el presidente de la República Francesa, Sadi Carnot, murió en un atentado terrorista cometido por el anarquista italiano Jerónimo Caserio. Este fue el último acto importante de la “propaganda por el hecho” en Francia y el proceso que le siguió constituyó el epílogo de la era terrorista. Se trata del Proceso de los Treinta, de agosto de 1894, en el que treinta escritores y periodistas fueron acusados de formar parte de una “asociación de malhechores”, como la definía una ley de diciembre de 1893 que condenaba la provocación indirecta de los crímenes, es decir, la apología. Desde los primeros días de 1894 se habían emprendido acciones en contra de los medios anarquistas: persecuciones, arrestos y condenas se sucedieron, y la mayoría de los periódicos anarquistas desapareció. Jean Grave estuvo entre los detenidos. Fue arrestado el 6 de enero y el 24 de febrero se le condenó a dos años de prisión y cien francos de multa por la publicación de su libro La société mourante et l'anarchie. Durante su estancia en la cárcel, Grave dedicó el tiempo a escribir un libro para niños, Las aventuras de Nono, y poco después de salir libre, asumió la dirección de Les Temps Nouveaux.

La manera en que desde una de las capitales del anarquismo y uno de sus periódicos más emblemáticos se interpretó el fenómeno mexicano resulta sumamente interesante: ¿cómo vieron los pomotores de una revolución universal un fenómeno social de marcado carácter nacional? Los documentos reunidos, publicados entre 1906 y 1914, permiten dar seguimiento a los debates y al diálogo sostenido en el periódico que observó y comentó los avatares de las postrimerías del Porfiriato, de las luchas y vicisitudes de los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en el sur de los Estados Unidos, de la revolución maderista y de las luchas agrarias del zapatismo. Por otra parte, la sólida y pertinente introducción que Torres Parés hace a la antología facilita el seguimiento que el lector hace del debate francés aclarando las posiciones diversas que el periódico sostuvo y que posteriormente van apareciendo en los artículos antologados que integran un conjunto sumamente coherente que me inspiró a hacer los siguientes comentarios:

Desde hace ya un tiempo numerosos estudios han abordado la heterogeneidad de la Revolución mexicana en contraposición con la versión unitaria y homogeneizadora construida en la posrevolución. Dichos estudios se han centrado en las variantes estatales, regionales y hasta locales del fenómeno revolucionario; en las diferencias ideológicas y políticas entre las facciones enfrentadas en el transcurso de la lucha armada o en la redacción de biografías de las figuras destacadas de primera o segunda línea. Pocos son los trabajos que han abordado, en cambio, la existencia de una propuesta revolucionaria de carácter internacional en el entramado de una revolución que tenía un marcado acento nacionalista. La publicación de trabajos como éste, que ayudan a esclarecer el impacto del anarquismo en lo que se debatía en la década de 1910, más allá de su carácter reconocidamente “precursor”, contribuye de manera importante a enriquecer la comprensión de la cultura política de quienes participaron en la Revolución de 1910.

Algunos historiadores han sostenido que a diferencia de otras revoluciones, como la francesa o la rusa, que tuvieron la pretensión de “exportarse” e internacionalizarse, la mexicana tuvo un marcado carácter endógeno y nacionalista. Este trabajo demuestra que no fue del todo así. Los periódicos franceses no solamente contribuyeron a dar difusión internacional a lo que en México sucedía, sino que permanentemente hicieron de ello un ejemplo digno de imitarse en el resto del mundo por los militantes del pensamiento anarquista. Como sostiene Aristide Pratelle, autor de gran cantidad de los artículos sobre México en Les Temps Nouveaux, “Los innumerables incidentes de la lucha que podemos entresacar cada día de las páginas mexicanas muestran claramente que el ‘insurrecto’ mexicano es hoy capaz y digno de perfeccionar la educación revolucionaria del proletariado internacional!” (p. 170). Una situación parecida ocurrió en periódicos cubanos, argentinos, españoles y estadounidenses. Si algo tuvo de interna cionalista la Revolución mexicana, se lo debió a las redes del anarquismo.

Esta antología es además una aportación al conocimiento del propio magonismo. La lectura de los artículos publicados en la prensa radical francesa pone de manifiesto la eficacia con la que los redactores de Regeneración se movieron entre los grupos anarquistas y por las redacciones de los periódicos libertarios de Francia y del resto del mundo. Porque si bien en el libro que aquí se comenta se manifiestan los debates que el Partido Liberal Mexicano suscitó entre pensadores anarquistas de gran calibre, queda claro también que el magonismo impuso en muchos de ellos su visión de lo que ocurría en México: la Revolución mexicana como una gran lucha por el establecimiento de una sociedad anarquista. Jean Grave, con el dogmatismo doctrinario que lo caracterizaba, fue uno de los más severos críticos de lo que denominó las “incongruencias teóricas del Partido Liberal Mexicano”. Apoyándose en informaciones del periódico anglo-italiano Cronaca Sovversiva, Les Temps Nouveaux publicó un artículo de Cavalazzi, quien en este sentido sostenía:

La Cronaca no niega, ni jamás negó, como mucha gente ha querido creer, que en México hay, ahora, movimientos insurreccionales; simplemente niega el carácter de revolución social que se ha querido dar, ingenuamente, a esos movimientos, y niega que tengan como objeto el comunismo. Creer que en México se esté hoy en vísperas de la realización de una sociedad comunista y que este movimiento emancipador pueda extenderse poco a poco y en breve plazo a Estados Unidos es dar prueba de una simplicidad verdaderamente lamentable entre los revolucionarios [p. 144].

Además, cuestionó la organización partidaria de los liberales mexicanos :¿cómo era posible que unos anarquistas se organizaran en un partido político, el Partido Liberal Mexicano, si el anarquismo es apolítico?, ¿cómo era posible que fueran anarquistas cuando su documento más conocido era un programa de gobierno, el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906? El artículo iba más allá. No solamente cuestionaba a los magonistas sino a todos aquellos periódicos radicales, franceses y no franceses que basaban sus opiniones acerca de lo que ocurría en México en lo publicado en Regeneración, sin cotejarlo con otras fuentes e informaciones.

Desde hace varios meses que tuve la ocasión de leer un número bastante grande de periódicos, y no he podido leer una noticia que no haya sido publicada primero por Regeneración. Es entonces de una sola y única fuente de donde abreva nuestra prensa. Fuera de eso, no hay más que artículos más o menos ditirámbicos, que a menudo revelan en el autor a un camarada entusiasta, es cierto, pero que no conoce ni una sola palabra de México [p. 147].

Los artículos periodísticos contenidos en el libro de Javier Torres Parés demuestran, en la respuesta a estos cuestionamientos, el poder que, efectivamente, tenían las redes construidas por Regeneración. Gravemismo publicó una réplica de Owen, Ricardo y Enrique Flores Magón a sus acusaciones:

Suponemos también que no es su asunto, ni asunto de Les Temps Nouveaux, juzgar y decidir si los editores de Regeneración son o no buenos anarquistas de acuerdo con la medida de su metro. Su labor es muy distinta, su deber supremo es molestarse en averiguar si hay o no una revolución económica en México, si el pueblo está en rebelión contra el privilegio y la fuerza y si está actualmente en vías de abolirlos. Es lo que usted predica teóricamente. Es por predicar eso que usted gana su salario, y es para predicar eso que su periódico llama a los revolucionarios para pedir su sostenimiento. Cuando la cuestión se realiza, usted, al menos, no debería ignorarla. Menos debería usted despreciarla o denigrarla porque no se toma la molestia de estudiarla. Nosotros, al menos, podemos suscribirnos conscientemente como parte de aquellos que están por la revolución social [p. 159].

Figuras tan influyentes como Tarrida del Mármol y Kropotkin, y periódicos anarquistas como Le Libertaire, entraron en el debate, respaldando a los magonistas como luchadores anarquistas y a la Revolución mexicana como una lucha de tintes libertarios. Debemos reconocer que, si bien Grave se equivocaba en su juicio a Ricardo y compañía, esto último tampoco era muy cercano a la realidad. Si sumamos a la distancia geográfica el coctel ideológico que fue la Revolución mexicana en su conjunto, era muy difícil desde Francia comprender cabalmente la combinación de las luchas del magonismo, el maderismo y el zapatismo entre 1911 y 1912 y todo esto proyectado desde el prisma de Regeneración.

Y esto me lleva a otra faceta de la Revolución mexicana que destaca en este libro, la manera en que una de las capitales del pensamiento libertario como era París (y no sólo ella) interpretó a las luchas agrarias de Morelos y a su dirigente Emiliano Zapata. Si bien algunos autores dudaron de que estuvieran inspirados, unas y otro, en el anarquismo, otros quisieron ver en sus luchas reivindicadoras de la propiedad comunal un anuncio de la construcción del socialismo del futuro, y creyeron que Zapata se inspiraba en la lectura de Bakunin y Kropotkin. Fernando Tarrida del Mármol, en su artículo “La Revolución mexicana” publicado en Les Temps Nouveaux, considera al zapatismo como un movimiento de filiación anarquista e inspirado por Ricardo Flores Magón. Decía: “ese es el caso del movimiento socialista, expropiador, netamente libertario, del cual el ge neral Emiliano Zapata es el brazo; el heroico Praxedis Guerrero fue el poeta y mártir, y el agitador anarquista Ricardo Flores Magón, el inspirador y la cabeza” (p. 149).

Los editores de Regeneración trataron de aclarar que, aunque no se trataba de un movimiento anarquista, el zapatismo contaba con impecables credenciales revolucionarias, y en clara alusión a las críticas de Grave, decían:

no recordamos si alguno de nosotros escribió jamás que Zapata era un “camarada”, pero si eso ha sucedido, no nos avergüenza. Cuando Za pata incita al campesino a desposeer a los monopolistas de la tierra y le ayuda a hacerlo, nosotros lo consideramos un camarada más próximo que a los revolucionarios charlatanes de salón [p. 158].

Las luchas comunalistas por la tierra, de raigambre antigua, se engarzaron con las modernas concepciones colectivistas del optimista y esperanzado pensamiento ácrata de principios de siglo XX.

La prensa francesa, gracias a su reputación internacional, fue importante en la difusión de las noticias acerca de los acontecimientos mexicanos, convirtiéndose en un foco de distribución de la información, ya que artículos publicados en Francia fueron luego reproducidos por periódicos de otras latitudes, práctica habitual en la prensa anarquista. Pero también contribuyó, en cierta medida, a desacreditar a la Revolución mexicana y a quienes la inspiraban desde el ideario anarquista.

A partir de 1914 el interés de estos periódicos se desplazó a la Gran Guerra y al debate que desató entre los militantes de la Idea que salieron sumamente maltrechos del mismo. Por su parte, la Revolución mexicana, cuya vertiente magonista quedó fuera de la contienda, geográfica e ideológicamente, supuso en gran medida la cancelación del debate libertario que hoy, gracias a trabajos de investigación como los de Javier Torres Parés, cobran nueva actualidad.

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