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Vol. 48.
Páginas 200-206 (julio - diciembre 2014)
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Reseña del libro
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Erika Castillo Parra
Instituto Cultural Helénico, Maestría en Historia de México
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El acercamiento a nuevas fuentes historiográficas que nos entreguen diferentes perspectivas para abordar el estudio de la prensa, posee actualmente una transcendencia significativa. Es relevante comparar las similitudes y los contrastes con otras historiografías que poseen un marcado paralelismo en sus procesos y dimensiones, como es el caso del binomio México-Francia. En este contexto de intercambios de larga duración se enmarca la publicación de este libro.

Es un hecho perceptible que para el México del siglo xix, Francia representó el ideal de sociedad moderna y de progreso. Sin embargo, es importante señalar que los diversos intercambios que se produjeron tuvieron una significancia con matices contrastantes en los diversos ámbitos de la sociedad. Tanto en Francia como en México la expansión y proliferación de la prensa fueron fenómenos fuertemente marcados por sus respectivos contextos, salvedades y diferencias, empero habría que preguntarse: ¿qué tan profundamente trastocó la influencia de la prensa francesa al periodismo mexicano? En ambos países el periódico fue un fenómeno social y literario muy importante, que en distintos momentos estuvo marcado por los procesos de consolidación gubernamentales de las dos naciones. Esto tanto obstaculizó como permitió una mayor libertad de expresión en la prensa. Al mismo tiempo, la literatura en México encontró su foro de discusión precisamente en el periódico, el cual adoptó también la estructura del folletín originada en Francia.

En este sentido, el libro La invención de la cultura mediática. Prensa, literatura y sociedad en Francia en el siglo xix significa un valioso acercamiento a las investigaciones historiográficas realizadas en Francia. A través de los vínculos establecidos por el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora con escritores galos, se han podido conocer otros medios de exploración en torno a la historia del periódico y las diversas implicaciones sociales y culturales que se gestaron en esa sociedad europea. En la misma medida que la prensa se fue apropiando de la vida de los parisinos, en nuestros tiempos se ha creado toda una línea historiográfica sobre historia de la edición, de los impresos y del libro.

La invención… nos permite el acercamiento a fuentes, autores y líneas de investigación que difícilmente se conocen en el mundo hispanoparlante, las cuales enriquecen el acervo e intercambio entre México y Francia. Por otra parte, también ha contribuido significativamente a la difusión de ideas de Marie-Ève Thérenty, una de las investigadoras más reconocidas de la Université Paul Valéry, Montpellier 3.

La presente obra es el resultado del ciclo de conferencias impartidas en el Instituto de Investitgaciones Doctor José María Luis Mora por la investigadora gala en octubre de 2011, titulado “La civilización del periódico. Prensa, literatura y sociedad en Francia en el siglo xix”. Desde el enfoque de la historia cultural, la autora analiza fuentes hemerográficas muy abundantes de los principales diarios franceses en el transcurso de un siglo, como Journal de Paris, La Presse, L’ Époque, Le Petit Journal, Le Matin y Le Temps, entre otros. Thérenty nos presenta un análisis original sobre la historia de la prensa en Francia, el cual divide en tres ejes principales que explican los diferentes momentos y acontecimientos que generaron la cultura mediática, hasta la transformación de la prensa moderna y las implicaciones socioculturales que se produjeron en torno a ella.

Alejada de una visión tradicional, Thérenty incluye y reivindica en su discurso la participación y aportes femeninos en la prensa; asimismo, considera el espacio del periódico un todo integrado y no un espacio fragmentado. En lugar de dividir, el diario representa para la autora el primer espacio democrático de la cultura mediática. A su vez, esto desemboca en un cambio en la percepción del tiempo y sus ritmos.

“El folletín en los periódicos del siglo xix: ¿hecho literario o fenómeno social?” conforma el primer eje de esta obra y el principio de uno de los componentes más entrañables en la configuración física del periódico. El suplemento, ubicado en la parte de abajo, dividido por una línea negra, tiene su origen en Francia en 1800 y surgió como un espacio que debía ser llenado libre de impuestos en el Journal des Débats. Esta condición de extra en su nacimiento, para Thérenty, representa un elemento significativo que se asocia a un espacio libre fuera de los protocolos establecidos de la prensa tradicional y su retórica política. Esta parte puede desempeñar entonces un papel fundamental en la estructura del periódico que le confiere ciertos atributos y características, que a su vez permitieron la expresión de discursos muy variados y la manifestación plural de las ideas. Asociado a su origen, la autora otorga a este espacio una connotación mística y fantasmal que permitió el tránsito y la experimentación de algunas invenciones literarias muy diversas, que lo dotaron de discursos integradores de sectores sociales antes no presentes. En muchas ocasiones el folletín fue señalado como subversivo, tendencioso o como trasgresor sexual y social.

Lo que pudiese parecer un límite, una división o un área segregada, para Thérenty, representa un espacio abierto generador de nuevas posibilidades y de diálogos interdiscursivos que se desplazaron de una sección a otra, fusionándose la parte de arriba con la de abajo y viceversa, en movimientos sumamente sutiles pero significativos. Para esto, se emplearon recursos genéricos literarios que oscilaron entre la narración y ficcionización de la novela, con la crónica, el reportaje y más tarde la entrevista. La población se sumergió, según Thérenty, en un imaginario esencialmente ficcionizante, consecuencia de una cultura novelesca dominante en el siglo xix. Al respecto, la autora retoma la teoría que formuló Marc Angenot,1 desarrollada en su libro 1889. Un état du discours social. Este autor analiza el campo literario desde una perspectiva sociodiscursiva, inmersa en una gran diversidad de lenguajes comprendidos en un solo discurso social, el cual hace circular los principales paradigmas de una posición hegemónica Así, este investigador plantea que la narrativa realista fue la que imperó como medio discursivo en el siglo xix. En contraparte, Thérenty enfatiza el carácter novelesco que busca acceder a la subjetividad de un personaje mediante el empleo de un discurso indirecto y libre, fenómeno no sólo literario sino social, que para la autora sólo puede ser entendido gracias a la aceptación de las novelas por entregas. Sin embargo, también enfatiza que el folletín representa un espacio plural compuesto por elementos como la convivencia, la oposición, la serialidad y la experimentación genérica. Encasillar el espacio del folletín a la entrega de novelas representa para la autora un error de percepción.

En su capítulo central, “Mujeres en el siglo xix. Para otra historia de la prensa”, Thérenty historiza la cuestión de género en la prensa del siglo xix, evidenciando la participación y la aportación de las mujeres en el proceso de invención de la cultura mediática. Por supuesto, un fenómeno social de tal envergadura incluyó a las mujeres, a pesar de que la historiografía tradicional “masculina” no las reconozca o las demerite y haga que las mujeres en esta historia siempre pierdan, como enfatiza la autora. Venciendo obstáculos, la participación femenina encontró los espacios y las maneras para expresarse y crear, por medio del uso del lenguaje oblicuo e irónico y la firma seudónima. Tal es el caso de la creadora de la crónica en 1836, Delphine de Girardin, alias el Vizconde de Launay.

Para Thérenty, el espacio del periódico desempeñó una función paradójica, por una parte se encargó de transmitir y reforzar los estereotipos preconcebidos, sus valores y su identidad. Esto lo hizo a través de un discurso fuertemente sexuado, mediante la reproducción de los roles masculinos y femeninos, como contrarios, independiente/dependiente, racional/ emocional, adecuado para las actividades públicas/adecuada para las actividades domésticas. Al hombre le correspondía la parte crítica y seria de la primera plana del periódico, es decir la “planta alta” asociada a los valores del progreso, la trasformación del mundo y la esfera pública en un tiempo lineal. Por otra parte, a las mujeres se les asigna la “planta baja”, donde las cuestiones femeninas expresan un discurso fuertemente estigmatizado por cuestiones de género en un acontecer del tiempo monótono, en el fluir de lo ordinario, el hogar, la familia, la alimentación del hijo, el buen gusto y la moda. Estos temas les eran propios por naturaleza, y fueron principalmente desarrollados en las crónicas, pues su aparente debilidad física la imposibilita para realizar otros géneros periodísticos, como en un primer momento el reportaje y la entrevista, que requerían actividades callejeras en tiempos nocturnos, así como una considerable resistencia física y moral, que el discurso ortodoxo consideraba no dignas de ellas. Sin embargo, el mismo periódico representaba un espacio de libertad donde se manifestaban las genuinas luchas en contra de la segregación femenina y la deconstrucción del discurso machista encontró su punto cúspide en la creación del primer periódico femenino La France, en 1897.

A juicio de la autora, la crónica inicialmente y después el reportaje a finales del siglo xix son dos géneros periodísticos que han sido dominados por mujeres. Sin embargo, su aceptación y reconocimiento ha sido un camino sinuoso. La sociedad francesa del siglo xix no realizó críticas favorables a la aparición de publicaciones periodísticas femeninas ni a su participación como reporteras, recibiendo opiniones negativas y a pesar de tener gran calidad en sus oficios, fueron catalogadas en tono despectivo como “imitadoras del hombre”.

La incursión de las mujeres en géneros anteriormente desarrollados por hombres encontró su principal defensa en el discurso de algunas instancias internacionales anglosajonas que reconocieron la profesionalización de las mujeres periodistas y sus aportaciones, apelando no a cuestiones feministas sino fisiológicas asociadas a la emoción y las sensibilidades. Estas características podían imprimir al reportaje una nueva práctica y métodos de carácter enfático y vivencial. En este sentido, el punto nodal para Thérenty es la paradoja de la participación y la colaboración del sexo femenino en la creación de los géneros periodísticos predominantemente masculinos, donde lo femenino se encontró fuertemente segmentado y estigmatizado. Pero, a pesar de ello, su participación dio origen a elementos que integran las características de la prensa moderna. Esta historia tiene mucho que contar y podemos ver un camino que abre nuevas posibilidades historiográficas en la historia de la prensa con una perspectiva de género.

Por último, el apartado “Relojes blandos y periódicos locos, ritmos e imaginarios del tiempo cotidiano en el siglo xix” hace alusión a una característica conferida al periódico relativa al tiempo y a un ritmo nuevo que se estableció en la sociedad debido a la gran importancia y aceptación que marcó su aparición masiva. Esto solamente puede compararse con la asociación de los fenómenos religiosos: liturgias, bautizos, entierros, bodas y cuaresma, entre otros. Para Thérenty, el siglo xix impone un nuevo ritmo en la manera de vivir y de marcar el tiempo a partir de la aparición del periódico. Su periodicidad estaba asociada a un nuevo ciclo calculado y ordenado, regido por los patrones impuestos por el mercado y la producción. Esto dio la pauta para un periodo repetitivo, que generó hábitos colectivos y prácticas cotidianas asociados a su lectura, a su espera y su presencia. El periódico se convirtió en un elemento clave principalmente del paisaje urbano al estar presente en el desayuno, a la hora de tomar café o en el transporte de regreso a casa. Además, señala la autora, representó un símbolo de lo repetitivo pero también de la alineación social, al asociarse su ruptura con una actividad libre que marcó el inicio de una acción lúdica, que rompía con las actividades impuestas por un tiempo lineal.

Estas características otorgadas al periódico, nos indica Thérenty, no solamente trastocaron los ritmos de sus lectores, sino también de sus creadores, los escritores, quienes modificaron sus tiempos al someterse igualmente a esa lógica repetitiva de producción, acelerando y forzando su obra a una obligación de escritura cotidiana, impuesta por los ritmos semanales o diarios de las publicaciones, que tiene como consecuencia su conversión en escritores periódicos.

Thérenty en esta obra postula en cada uno de sus capítulos aspectos novedosos que confieren una manera diferente de acercarse a la historia o desvincularse del discurso tradicional de la misma, que permite la exploración de nuevas perspectivas. La línea característica que define al folletín, para la autora, no constituye un espacio de segregación, el discurso de la prensa representa un campo fértil de explotación historiográfica en la construcción de un discurso incluyente, la modificación del tiempo y los ritmos a través de la periodicidad de la prensa acercan las investigaciones al estudio de la cotidianidad y de las mentalidades de la sociedad francesa.

Habría que preguntarse si estas características de reciente exploración historiográfica propuestas por Thérenty pudiesen tener similitudes en la conformación de la cultura mediática en México. El folletín como suplemento extra del periódico también es considerado en la historiografía tradicional mexicana como un espacio diferenciado, sumamente identificado y reservado para la creación literaria de las novelas por entregas. Empero el periodismo mexicano estimado como crítico y de una marcada línea política, posee una fuerte tradición de grandes literatos de ideología liberal que también se desenvolvían en el género novelesco, como Ignacio Altami-rano, Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, los cuales escribían en periódicos muy representativos del siglo xix, como El Demócrata o El Monitor Republicano. Esto nos permitiría llevar la discusión a nuevos cuestionamientos.

Algunas preguntas que nos podríamos plantear son las siguientes: ¿cómo influyeron en la prensa las transferencias culturales de Francia a México?; ¿puede entonces el folletín de los periódicos mexicanos del siglo xix ser un espacio totalizador disidente como lo fue en Francia?; ¿cómo también se vio influenciada por los géneros literarios novelescos la parte de arriba del periódico destinado a la política mexicana?; ¿qué papel desempeñaron las mujeres en el ejercicio periodístico y en la constitución de la opinión pública?; ¿en qué medida las publicaciones destinadas a las mujeres —como el Recreo de las familias, retomada en México en 1833, de Émile de Girardin, y Museé des Familles— reproducían las posturas ideológicas del siglo xix? Éstas son sólo algunas de las problemáticas que este libro nos plantea. Considero esta obra un aporte sustancial debido a las significativas transferencias culturales francesas que recibió el país, siendo la obra de Thérenty un punto de referencia significativo para los futuros estudios sobre la cultura mediática en México, así como para la conformación de nuevas líneas historiográficas mexicanas.

Investigador canadiense de origen belga reconocido como teórico del discurso social, su obra ha sido poco traducida al español. Sin embargo, una aproximación a su trabajo, Inter-discursividades de hegemonías y disidencias, se encuentra publicada por la Universidad Nacional de Córdoba.

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