El artículo analiza, en una primera instancia, los contactos entre México y los Estados Unidos desde la perspectiva discursiva de los conservadores mexicanos que apoyaron al Imperio. En tal sentido, se enfoca en el seguimiento de las discusiones, en la prensa periódica, en torno a la posibilidad pensada a partir de 1863 de una alianza táctica entre el gobierno de Maximiliano y los Estados Confederados de América. En un segundo momento, se analiza el punto de vista, también con base en la prensa, de los propios ex confederados sobre el Imperio mexicano, completando el complejo e inexplorado cuadro de las percepciones a favor del régimen imperial entre mexicanos conservadores y estadunidenses confederados.
This paper analyzes, in the first place, the contacts between Mexico and the United States since the discursive perspective of the Mexican conservatives who supported the Second Empire. As such, it focuses on monitoring the discussions in the newspapers about the possibility, since 1863, to design a tactical alliance between the government of Maximilian and the Confederate States of America. In a second stage, the standpoint of former Confederates on the Mexican Empire is analyzed, completing the complex and unexplored perceptions in favor of the imperial regime between the Mexican conservatives and the Confederate States of America.
Los contactos entre México y los Estados Unidos son abordados en la presente investigación desde la perspectiva discursiva de los conservadores mexicanos que apoyaron al Imperio. En tal sentido, el estudio se enfoca en el seguimiento de las discusiones, en la prensa periódica, en torno a la posibilidad, pensada a partir de 1863, de una alianza táctica entre el gobierno de Maximiliano y los Estados Confederados de América. Adicionalmente, se analiza el punto de vista, también con base en la prensa, de los propios ex confederados sobre el Imperio mexicano, completando el complejo cuadro de las percepciones a favor del régimen imperial entre mexicanos y estadunidenses y entre confederados y conservadores. Por supuesto que otros estudios se han ocupado, de manera satisfactoria, de las relaciones entre los liberales y republicanos mexicanos y el gobierno de la Unión, o sobre aquellos y la Confederación1, pero parece ser que aún falta revisar otras aristas de esta historia: ¿qué pensaron los conservadores mexicanos sobre sus nuevos vecinos de Richmond? ¿Podría el Imperio contar con un aliado para enfrentarse tanto a la Unión como a los liberales? E, incluso, una parte del texto trata de responder a las interrogantes de ¿qué pensaron los confederados sobre los mexicanos, liberales o imperialistas? ¿Cuál era la opinión de estos exiliados sobre el emperador Maximiliano y su proyecto de gobierno?
Es decir, que aquí se tratará de analizar principalmente la visión que algunos mexicanos, conservadores y a favor del gobierno del archiduque, crearon sobre el país que temporalmente existió al norte de México2, y sobre lo que algunos exiliados confederados opinaron acerca del Imperio, ya establecidos en el territorio mexicano. Se verá que resulta ser una construcción elaborada a partir de una serie de circunstancias que son discursivamente aprovechadas de manera que bien pueden sorprender al lector actual, pues muchas de ellas resultaron ser efímeras y, por ende, haber dado pie a ideas exageradas o que posteriormente se mostraron como francamente erróneas. No obstante, tales imágenes discursivas son reveladoras de la manera en que los conservadores mexicanos se veían a sí mismos y a sus contemporáneos —incluidos los estadunidenses, del norte y del sur y, por supuesto, los juaristas—, al tiempo que refuerzan la especificidad de la contingencia por la que atravesaron quienes se involucraron en un contexto bélico de marcado carácter internacional.
La guerra al norte del Imperio y el contexto internacionalDe 1861 a 1865 los estadunidenses se enfrentaron en lo que se conoce como Guerra de Secesión. El primer estado que se separó de la Unión fue Carolina del Sur: el 20 de diciembre de 1860 declaró solemnemente que «la unión hasta ahora subsistente entre Carolina del Sur y los otros estados, bajo el nombre de “Estados Unidos de América”, está desde estos momentos disuelta»3. Para el 11 de enero de 1861 otros tres estados habían votado a favor de separarse de la Unión, a saber: Alabama, Mississippi y Florida4. Poco tiempo después, el primero de febrero, la secesión fue decretada en Texas por una votación mayoritaria5.
Se ha considerado que el conflicto armado comenzó cuando el 12 de abril de 1861 tropas confederadas bombardearon Fort Sumter en Carolina del Sur y después de un bombardeo de 40 horas lograron rendirlo6. El Norte se movilizó, en consecuencia, para la guerra. Al unirse a la Confederación, entre enero y mayo de 1861, los estados de Virginia, Arkansas, Tennessee, Louisiana, Georgia y Carolina del Norte se definieron con nitidez dos bandos opuestos7. Es importante añadir que, en sus comienzos, la contienda se mostró favorable al Sur, pues los confederados peleaban en su propio terreno y sus generales, además, eran militarmente talentosos8. El problema fue que el conflicto se alargó y se convirtió en una guerra de desgaste para el Sur, en la que la Unión tomó ventaja debido a su sistema político más estable, su mayor población y su más desarrollado sistema económico e industrial9.
Para fines de octubre de 1863, El Pájaro Verde se refiere a la «tremenda lucha que sostienen los dos grandes fragmentos» de lo que antaño fueran los Estados Unidos. Así, da cuenta de grandes batallas en las que los combatientes «son diezmados por la metralla y las enfermedades»10. Menciona que dos fortalezas confederadas habían sido tomadas por los soldados de la Unión, «no obstante su resistencia tan heroica como prolongada». Evidente resulta que el tono de estas noticias comienza a ser favorable a los sureños. En tal sentido, el diario califica al general Lee como alguien «familiarizado con la victoria» que, normalmente, lograba ejecutar «una brillante retirada» para reponer sus fuerzas11. Por lo mismo, declara rumor la noticia de la desmoralización de las tropas confederadas apuntando, en cambio, que Lee estaba otra vez a la cabeza de un ejército numeroso, preparándose para «dar un gran golpe»: marchar sobre la capital «del Norte». Es claro que, para El Pájaro Verde, la situación militar de los contendientes no estaba aún decidida y podría conducir a «la ocupación por los vencedores de Richmond o de Washington»12. Al mismo tiempo, sobre los «estados del Norte» afirma que «no puede decirse que sean un modelo de unión»: California había mostrado signos de separatismo y los demócratas pedían la paz con el Sur «a todo trance»13.
Al ocuparse durante el año de 1863 de «las noticias importantes del esterior», La Sociedad comenzó a prestar mayor atención a lo que sucedía al norte de los linderos mexicanos. En tal contexto, el diario conservador publicó inicialmente informes especulativos provenientes de Nueva York, que declaraban que «todos los partidos [republicano y demócrata] están ahora por la represión sangrienta de la rebelión», e incluso llegó a afirmar que los irlandeses, antes afines a la causa sureña, se habían vuelto contrarios a la Confederación, gracias a las promesas secretas del gobierno de Washington que les ofrecía «satisfacer su odio contra la Inglaterra dentro de algún tiempo»14. Noticias de este tipo, que eran insertadas y traducidas en la prensa conservadora mexicana, si bien podían ser solo rumores, cumplían el fin de proporcionar elementos con los cuales los lectores pudieran formarse un juicio sobre las situaciones del exterior que pudieran llegar a afectar la política nacional.
La mirada conservadora en favor de Richmond. ¿Un nuevo aliado para el Imperio?Durante 1863, en parte como respuesta a la aparente consolidación del proyecto imperial en México, las preferencias de los diarios conservadores se fueron afinando, al punto tal de que tomaron partido decididamente por la Confederación. Así, en la sección «Estranjero», La Sociedad publicó una serie de noticias o declaraciones que sirvieron para propagar un punto de vista favorable al gobierno confederado, incluyéndose las proclamas del presidente Jefferson Davis. Sobre esto, considérese el hecho de que no se insertaban, como pudiera haberse hecho con ánimo de imparcialidad, los comunicados del gobierno de Washington. Como ejemplo, se citará una proclama en la que Davis anunciaba a sus conciudadanos que, si bien la lucha continuaría y se necesitaban muchos esfuerzos más, finalmente a los habitantes del Sur se les podía anunciar que «la victoria está a vuestro alcance, no tenéis más que estender la mano para alcanzarla», al mismo tiempo que hacía un llamamiento a las armas para que todos los hombres en reserva o ausentes se presentaran otra vez a sus puestos con el fin de dar una batalla decisiva15.
Al parecer, La Sociedad confiaba en una posible victoria sureña y, acorde con ello eran las noticias breves que publicaba durante el año de 1863, como la siguiente, intitulada «Carros»: «Se asegura que los doce mil [hombres] con que en los Estados-Unidos el general separatista Lee, atravesó el Potomac, iban cargados de víveres recogidos en el Maryland y Virginia»16. En la misma nota se refiere la existencia de agentes de Jefferson Davis «en el Alta California», que buscaban asegurar la declaración de tal estado a favor de la Confederación17. Meses después, se asevera que gracias a las simpatías de Napoleón III por los sureños, «el Norte no podrá dominar aunque tome todavía algunas plazas y gane nuevas batallas»18. Lo más importante de esta nota es que en ella se exponen los rumores de que un ejército «norte-americano», es decir, favorable a la Unión, compuesto de entre treinta y sesenta mil hombres, se estaba alistando para cruzar el río Bravo e incursionar a favor de los juaristas.
Dos cosas hay que señalar con respecto de lo anterior: en primer lugar, que de seguro era la prensa republicana la que se encargaba de esparcir tales noticias desfavorables para la causa imperial; en segundo lugar, que los periodistas conservadores se ocupaban de desmentirlas o minimizarlas. Así, al argumentar a continuación que los franceses simpatizaban con el Sur y que pronto podrían reconocer diplomáticamente al gobierno de Davis19, La Sociedad le quitaba importancia a cualquier información que ligara a los soldados de la Unión con los de la República y trataba de calmar cualquier temor que se hubiera podido generar al respecto entre los lectores.
En una dinámica sorprendentemente paralela a la generada por La Sociedad, el 30 de julio de 1863 El Pájaro Verde comenzaba a publicar noticias sobre la que denomina la «Guerra de Norte-América», que son reproducciones de la fuente original, en este caso un diario que identifica como «El Herald». Así, da informes sobre las últimas acciones bélicas, en concreto sobre el «teatro de las operaciones en torno de Vicksburg», en donde se informa de que el combate resultó muy sangriento y «por una y otra parte las pérdidas fueron considerables»20. La inserción de una noticia como la anterior parece situarse en una etapa en la que este diario aún no había tomado partido en favor de la Confederación, pues en ella se presenta el punto de vista de la Unión, toda vez que el narrador se refiere a «nuestras fuerzas» cuando habla de los soldados del Norte. Sin embargo, tal situación cambiaría pronto cuando El Pájaro Verde elimine su lectura neutral de los acontecimientos, al vincular la suerte del Imperio con la de los sureños. Con relación a la nota anterior, recuérdese que Vicksburg era una de las dos fortalezas; la otra era Puerto Hudson, que permitían a los confederados mantener el dominio sobre el Mississippi y, por ende, el contacto entre los diferentes estados que lo bordeaban. Para desgracia de los sureños, la primera ciudad cayó, después de un sitio de cuarenta y cuatro días, el primero de julio de 1863, siendo ese uno de los grandes triunfos del general Ulysses S. Grant21.
Concretamente, fue a fines de 1863 cuando El Pájaro Verde también cambió sus preferencias en favor de la Confederación. Por ende, resulta importante la noticia —mejor dicho el rumor— que El Pájaro Verde recoge del diario Morning Post acerca del posible reconocimiento por parte de los franceses a la «Confederación del Sur». El diario conservador informa que Francia tomaría la iniciativa «y que no tardarían en imitarle los demás gobiernos de Europa»22. Sin duda, el reconocimiento del gobierno de Napoleón III fue visto en su momento como un medio de mover la balanza en favor de la Confederación y, quizá por ello, este diario le da un seguimiento puntual. Es importante señalar que bien puede ser que las noticias favorables hacia alguno de los bandos contendientes no reflejen directamente las filias y fobias políticas de los diarios conservadores que las reproducen. Sin embargo, estas se toman como indicadoras de una cierta tendencia que tales reproducciones e inserciones pueden mostrar, es decir, que debe poder captar la red argumentativa tejida en torno a las numerosas noticias reproducidas aparentemente con el solo fin de brindar información.
En un interesante artículo de principios de octubre de 1863, intitulado «Colonización» y firmado por «un emigrado luisianés», El Pájaro Verde retoma la discusión en torno a las principales causas de la deplorable situación de México. Entre ellas, señala la falta de población, pues esta tiene consecuencias tanto de orden político como industrial que afectaban directamente al desarrollo23. Se menciona que, por ejemplo, la escasez de habitantes del norte del país impedía llevar a cabo proyectos «bajo la bandera común del interés nacional», además de que impide cultivar la tierra y dificulta la extracción de las riquezas naturales24. Al respecto, el diario declara que deposita una «ilimitada» confianza en las «promesas de colonización» que puede traer consigo el establecimiento de un gobierno regido por un «príncipe ilustre», «el primer emigrante de Alemania», es decir, el archiduque Maximiliano. Lo más importante es que se propone procurar la colonización en las fronteras del norte del país con habitantes de la Confederación: «Haga México un llamamiento incitativo a la emigración y presto se poblarán sus costas de millares de plantadores de la Luisiana, Alabama y Tejas, cuya enerjía e intelijencia abrirán a su país adoptivo fuentes de riquezas incalculables, y cuyos implacables resentimientos constituirán su mejor defensa del lado del mar y en sus fronteras del Norte»25. Más adelante, el presente texto mostrará que precisamente eso se intentó, un par de años después, con los exiliados confederados. No obstante, quizá en un momento tardío para la suerte misma del Imperio.
La prensa conservadora crea un sujeto ad hoc para sí cuando a los habitantes del Sur, potenciales «soldados de la vanguardia de la colonización mexicana», los concibe como el tipo ideal de hombres para el venturoso destino del Imperio: descendientes en su mayor parte de franceses y españoles, aclimatados al calor y las tierras bajas e, incluso, humillados por su antiguo país, los Estados Unidos26. De tal forma, los confederados no solo son concebidos como importantes aliados políticos o militares, sino que también podrían convertirse, en caso de ser vencidos o neutralizados, en magníficos generadores de prosperidad y defensores del futuro Imperio mexicano. Si bien los conservadores han sido tradicionalmente recelosos para con los estadounidenses anglosajones, para fines de 1863 eso ha cambiado con respecto de los habitantes de la Confederación, pues más bien son concebidos como descendientes de inmigrantes europeos y católicos, esto es, como menos anglosajones que sus similares del Norte y, por tanto, potencialmente útiles al proyecto imperial-conservador.
Es posible constatar que para fines de 1863, cuando los diarios conservadores insertan noticias de otros periódicos o los textos de algún corresponsal, se advierte un claro patrón que indica que sus editores ven ya con buenos ojos la causa del Sur. Así, por ejemplo, a mediados de noviembre se publica una noticia fechada en «Nueva-York» el 18 de septiembre, en la cual se habla, extendiéndose en detalles, de que «cada día se hace más evidente que la captura de Charleston ofrece mayores dificultades de lo que en un principio se había creído»27. Esto es, que los soldados de la Unión no estaban encontrando la poca resistencia que esperaban, sino que habían sido rechazados con energía, debido a los heroicos esfuerzos de los confederados.
Ahora bien, debe subrayarse el hecho de que tanto La Sociedad como El Pájaro Verde estructuraron una gran parte de su política y su discurso bajo el presupuesto de una victoria confederada o, por lo menos, del mantenimiento de la división de los estadunidenses en dos estados antagónicos. Además, los conservadores esperaban la creación de una alianza tripartita que uniría a México, Francia y la Confederación y que permitiría al Imperio mexicano fortalecerse en el mediano plazo y consolidarse como un país viable a la larga. Sin embargo, la estructura ideal de tal política exterior se revelaría como algo imposible, dadas las múltiples dificultades que se experimentaron para su concreción.
En tal contexto, no habría que perder de vista el hecho de que, militarmente hablando, 1863 fue un momento decisivo en la Guerra de Secesión28. A mediados de ese año, la Unión dio a la contienda un viraje a su favor cuando logró dominar el río Mississippi en toda su extensión. Con ello dividió a los sureños, aislando a Louisiana, Arkansas y Texas del resto de los estados confederados. Además, las fuerzas del Sur fueron derrotadas, en julio, en la importante batalla de Gettysburg29, y debido a este revés quedaron imposibilitadas, en lo futuro, para amenazar verdaderamente el territorio norteño30.
No obstante, por el resto de la contienda, La Sociedad se mantuvo favorable a los Estados Confederados de América. Tanto es así que llegó a suponer que, en caso de una victoria total de la Unión y de que sus tropas invadieran el territorio nacional, «si tiene México previsión, sabrá oponer a esta invasión los refugiados del Sur; y si es generoso, encontrará en los restos del ejército confederado una alianza cuya utilidad sea mayor que el riesgo de la agresion»31. De tal forma que los conservadores imperialistas se pensaban a sí mismos no solo como opuestos a la República, sino también a la Unión, considerando como aliados indispensables tanto a los franceses como a los sureños32.
Por ende, cada vez que los hechos parecían favorecer a estos últimos, o a los franceses, La Sociedad no dejaba pasar la oportunidad de informarlo jubilosamente. Ejemplo de ellos es una carta llegada a Acapulco desde «S. Francisco de California», en la cual se avisaba de la derrota del general unionista William S. Rosencrans33, cerca de Chatanooga, y de la suspensión del sitio de Charleston34. Sin embargo, el diario mexicano no podía saber que, para la mala fortuna de los confederados, estas victorias serían efímeras, pues entre el 23 y el 25 de noviembre, en la batalla de Chatanooga35, el ejército de la Unión hizo retroceder a los confederados hasta Georgia36.
Una cuestión importante para los conservadores era la de saber cuál era la opinión del gobierno de Jefferson Davis sobre el establecimiento de una monarquía al sur de sus fronteras. Pues bien, El Pájaro Verde publicó una significativa nota abordando dicha situación, en la que expresa que Davis declaraba, con fuente en un artículo aparecido originalmente en el diario La Patrie, que aprobaba plenamente la ocupación de México por los ejércitos franceses, en el entendido de que con ella se restablecería el orden y la población podría escoger la forma de gobierno que más le acomodara. Según esto, el presidente de la Confederación llegó a afirmar que «si el pueblo mexicano da preferencia a una monarquía antes que a una república, estamos en nuestro derecho de aceptar tal decisión». Al parecer, Davis se declaraba sincera y cordialmente interesado en la prosperidad de los mexicanos, más allá de la forma de gobierno por la que estos se decidieran. La inserción termina haciendo notar que «la doctrina de Monroe» no sería, en breve más que letra muerta37.
Otro ejemplo de la manera en que los conservadores ligaron su causa a la de los confederados y los europeos se encuentra en una inserción titulada «Los gabinetes europeos y la confederación del Sur». Con ella, El Pájaro Verde da noticia de que tanto Francia como Inglaterra se habían abstenido de reconocer al gobierno de Richmond38. No obstante, en un intento por mejorar el panorama, inmediatamente se agrega en el texto que Francia siempre había tratado a John Slidell39 con todas las muestras de consideración y respeto debidas al gobierno que representaba40. En el mismo sentido, el diario reproduce la información sustraída de La Sociedad, a su vez tomada del diario londinense Daily News, que avisa de un posible compromiso del gobierno de «Estados-Unidos de no inquietar a la nueva monarquía mexicana». En compensación, añade, se cree que «la Francia ha hecho ciertas promesas en cuanto a su actitud hacia los Estados Confederados». Al parecer, el incipiente Imperio lograba, visto desde el imaginario de los conservadores, las mínimas garantías para su seguridad, lo cual debía tranquilizar a los lectores41.
El alter ego de los conservadores: los Estados Confederados de AméricaPara el comienzo del segundo mes del año de 1864, El Pájaro Verde inserta una interesante misiva enviada por Jefferson Davis a «Su Santidad el Pontífice Pío IX». Esta carta era la respuesta a una previa que el Papa envió a los arzobispos de Nueva York y de Nueva Orleáns, en la cual exponía, entre otras cuestiones, el profundo dolor que experimentaba por la carnicería y devastación de la guerra y exhortaba al ejercicio de la caridad y la paz42. Por su parte, a nombre del pueblo de los Estados Confederados, Davis dice sentirse conmovido por el gesto de preocupación del Papa. Agrega que «este pueblo» había sido amenazado hasta en sus hogares por una opresión cruel y había sufrido una terrible matanza. Sin embargo, los sureños no deseaban el mal a sus enemigos, sino que únicamente pretendían que cesara la devastación de su país y se les permitiese «vivir en paz bajo la éjida» de sus instituciones propias y sus leyes, que eran protectoras de todos43.
Se advierten, en la respuesta anterior de Davis a Pío IX, los argumentos de que los Confederados, al continuar las hostilidades, simplemente respondían de manera defensiva a las agresiones injustificadas de sus enemigos; de que eran un pueblo con un modus vivendi propio, adecuado a sus necesidades particulares, y que, en última instancia, aspiraban nada más a la paz y el imperio de las leyes. En pocas palabras, los Confederados estaban tratando de demostrar que poseían «los principios ideológicos que les proporcionaban una identidad y una justificación para aspirar a la independencia»44. A pesar de que, para algunos historiadores, la etapa de la guerra más propicia para el Sur culminó a fines de 186245, esto no era tan claro para los contemporáneos y, menos, si nos referimos a los propios confederados. De tal suerte que, en una fecha tan tardía como lo pudiera ser abril de 1864, El Pájaro Verde anunciaba lo siguiente: «Siguen los confederados con fortuna próspera, y en los pocos empeños que ha habido, la peor parte tocó siempre a los del Norte». Continúa refiriendo que los periódicos del Sur expresaban con entusiasmo las esperanzas de triunfo46. En tal sentido, el diario reproduce alguna correspondencia que subraya el hecho de que «los confederados toman la ofensiva», obligando a sus enemigos a acciones desesperadas, como las «celadas alevosas»47.
Toda vez que México estaba constituido como un Imperio, no es raro que se le diera atención a los rumores que hablaban de que los confederados podrían seguir el mismo camino respecto de su forma de gobierno. A comienzos del año 1864, La Sociedad publicó la noticia de la existencia de un supuesto proyecto para establecer un imperio en los territorios de la Confederación, el cual se denominaría «Imperio del Mississippi». Esta información se presentó ligada con el anuncio del nuevo representante sureño ante Napoleón III, «M. Supervieille» [sic], quien tenía la misión de «declarar al gobierno francés el reconocimiento del imperio de México por el Sur»48.
Poco después, en su sección editorial, La Sociedad expresa la esperanza de que los Confederados reunieran sus fuerzas y las lanzaran sobre Texas, sobre todo con el propósito de recuperar Brownsville, ya que si dicha ciudad «vuelve a estar en poder de los confederados nuestro puerto de Matamoros recobrará la importancia que tenía hace pocos meses»49, pudiéndola ocupar las tropas francesas e imperiales «para no dejar al juarismo los recursos de aquella aduana»50.
Lo anterior nos indica, una vez más, que los conservadores proyectaban como algo estratégico para la causa imperial la alianza con la Confederación, pues de existir esta, los liberales republicanos tendrían pocas posibilidades de triunfar en el largo plazo, toda vez que los sureños serían tanto un respaldo económico como militar y político de importancia para el Imperio. Por ello, La Sociedad continúa publicando noticias sobre su aliado en potencia como las siguientes: «Los confederados seguían estrechando el cerco a Knoxwille, y se aguardaba una gran batalla de un día a otro»; y «Galveston, 6 de Junio. Otro vapor burló anoche el bloqueo sin haber sido descubierto por la escuadra bloqueadora»51. Para 1864, es necesario considerar las siguientes cuestiones coyunturales: que el bloqueo naval sobre el Sur, establecido por la Unión, como se ha visto, había dificultado la venta del algodón en el extranjero, pero también había incrementado el comercio con los estados del norte de México, sobre todo los dominados por Santiago Vidaurri52. Por otra parte, lo más perjudicial de la guerra se libraba en el territorio confederado, destruyendo plantaciones, pueblos y ciudades53.
Para estos momentos es evidente el hecho de que tanto El Pájaro Verde como La Sociedad se comportaban como diarios que al mismo tiempo que se esforzaban por apoyar a la causa imperial, hacían lo posible por mantener a sus lectores informados sobre los sucesos de la Guerra de Secesión, en especial si estos sucesos eran favorables a la causa sureña. Por una parte, debe considerarse que, estratégicamente hablando, el futuro Imperio estaba necesitado de aliados extranjeros que pudieran reconocerlo y, sobre todo, proveerlo de ayuda militar, pues si bien contaba con el apoyo de varias naciones europeas, no sucedía lo mismo con referencia a los países del continente americano. De tal forma que la idea de una victoria sureña no podía menos que parecer a El Pájaro Verde algo deseable, máxime, como ya se mencionó, si se esperaba establecer algún tipo de alianza entre los gobiernos de Maximiliano y Jefferson Davis. Se llegó incluso a pensar en alianzas militares entre ambos. En todo caso, la contienda civil al norte del Río Bravo era vista como algo benéfico, aunque fuese indirectamente, para los imperialistas. Además, como se ha visto en el caso de la inmigración, la derrota misma de los confederados podría traducirse en algo provechoso para el país. Sin duda, es por todo esto que cualquier noticia favorable a la causa del Sur, o que pudiera ser interpretada o utilizada como tal, era celebrada y publicada por los periódicos conservadores e imperialistas.
El Pájaro Verde continúa dando informes sobre el importante sitio de Charleston durante varios meses. Así, en febrero de 1864 publica que «los sitiados de Charleston están reparando el fuerte Sumter, y se asegura que ya han acabado de construir cuatro grandes buques blindados»54. Para mediados de ese año, quizá por la falta de noticias favorables al Sur que pudieran ser motivo de extensos artículos o comentarios, El Pájaro Verde se limita a insertar textos escuetos sobre las operaciones militares. Para esos momentos les resultaba preocupante que Richmond se viera cada vez más hostigada por el avance de los «yankees». En una inserción se cita a un diario confederado, el Enquirer, que opina lo siguiente: «la defensa de Richmond debe, si es necesario, igualar a la de Derry y Zaragoza», o lo que es lo mismo, resultar heroica55. Tal información trataba de ser consoladora, ayudando a generar entre los lectores la idea de que la derrota del Sur no se verificaría pronto o, incluso, que podía no tener lugar. Se trataba de un proceso similar al que los mismos diarios conservadores generarían cuando, a partir de 1866, el destino del Imperio mexicano se encontrase ya seriamente en entredicho.
De diarios especializados, como el Shipping and Comercial List de Nueva York, El Pájaro Verde extrae información referente al estado del comercio marítimo que bajo bandera «americana» —es decir, de la Unión— surcaba los mares del mundo. En concreto, el artículo referido se refiere a los ataques que, en los mares de la India, llevaban a cabo algunos buques confederados en contra de las embarcaciones del Norte. Se afirma que las consecuencias de esa persecución «ha sido el desprestijio de la bandera de la Union» y la subida extraordinaria en el costo de los seguros marítimos56. La generación de noticias favorables al Sur, no obstante, pronto acabaría de golpe, cuando la guerra civil llegase a su término. La prensa conservadora tuvo que amoldar su discurso ante tal situación y volvió a preocuparse por la amenaza que representaban unos Estados Unidos de nuevo unificados.
El fin de la «Guerra de Norteamérica»: se insiste en la importancia del apoyo europeo ante la amenaza renovada del nortePara 1865, entre las varias temáticas que trata La Sociedad, el ámbito de las relaciones internacionales continúa siendo importante. Por ello, el diario rastrea los acontecimientos bélicos en los «Estados-Unidos», dando noticia de la situación entre «federales» y «confederados»57. Considérese que, en el ámbito militar, la Confederación veía como sus últimas esperanzas se desvanecían durante los primeros meses de 1865. En concreto, el asedio que los soldados de la Unión impusieron a la capital confederada tuvo éxito en abril, cuando Jefferson Davis, su gabinete y «toda la población blanca que pudo encontrar un medio de transporte» abandonaron la ciudad, junto con las tropas de Lee58. Finalmente, el 9 de abril, Lee se rindió ante el norteño Ulises S. Grant, dando prácticamente por finalizada la Guerra de Secesión59. Esta terminó cuando el general Lee reconoció que sería inútil continuar los combates, acordando reunirse ese día con Grant en el pueblo de Appotamox, Virginia. Allí, rindió lo que le quedaba de sus tropas confederadas. En los días siguientes, otros grupos dispersos fueron entregando las armas60.
Por su parte, desde mayo de 1865, El Pájaro Verde continúa afirmando que se habían reanimado las esperanzas del Sur, asegurando que «Mr. Jefferson Davis» aún no veía su causa como perdida, pues intentaba sostener el estandarte confederado en Texas e, incluso, pensaba establecerse en Georgia y reunir las fuerzas disponibles para una última y victoriosa ofensiva61. De hecho, aunque con meses de atraso, El Pájaro Verde publica una resolución «de los confederados tejanos» sobre sus planes para con el Imperio. Sus conclusiones resultaban benéficas para los imperialistas mexicanos pues, según el texto, los texanos se habían comprometido, desde abril, a renunciar a la doctrina Monroe, no oponerse a la intervención de Francia y Austria en su vecino sureño y respetar la voluntad de los mexicanos al cambiar de república a monarquía62. El optimismo entre los últimos seguidores de Davis no se había extinguido del todo.
Sin embargo, los acontecimientos posteriores a la rendición de Lee y el grueso del ejército confederado no podían pasar inadvertidos para El Pájaro Verde, sobre todo si tenían lugar en la conflictiva frontera común. Así, para fines de junio, el diario daba informes sobre el abandono de Brownsville por los sureños: «Algunas familias inmigraron a nuestro país y otras se retiraron para San Antonio»; «Algunos mexicanos vecinos de Brownsville se habían armado allí para mantener el orden». Finalmente, la calma se instauró cuando la ciudad fue ocupada por una guarnición de 1,300 norteños63.
Como podría esperarse, al finalizar la Guerra de Secesión, el Imperio mexicano y el gobierno francés comenzaron a recibir presiones de Washington para el retiro de las tropas extranjeras de México. Por ello, a La Sociedad le pareció necesario asegurar la paz en la frontera norte, que se encontraba constantemente amenazada por tropas estadounidenses, fueran las victoriosas norteñas o restos del ejército sureño derrotado. De hecho, sigue con atención «la cuestión de la inmigración» de los confederados, quienes «desterrados, perseguidos y vilipendiados por el vencedor buscarán aquí refugio, se presentarán a las puertas del Imperio, y la humanidad, la cordura, y el interés bien entendido, aconsejan a México acogerlos como huéspedes, darles aquí una patria, y convertirles en dique contra el torrente que trate de desbordarse contra nosotros en el futuro»64.
Sobre lo anterior hay que decir que tal juicio de La Sociedad no estuvo demasiado alejado de la realidad, pues algunos confederados, obstinados en su lucha y desafecto ante la Unión, incluso llegaron a cruzar la frontera hacia el sur del Bravo para allí asentarse y fortalecerse. Como dice Andrew Rolle, para el general confederado Jo Shelby65, México podría ser la nueva base desde la cual la reconquista de la Confederación podía ser intentada, quizá con la ayuda de Francia o Inglaterra. En todo caso, si fallaba la resistencia ante la Unión, siempre existiría la posibilidad —pensaba Shelby— de la colonización de México66. Esto es precisamente lo que se tratará líneas adelante, cuando se haga referencia al órgano periodístico de los ex confederados exiliados en el Imperio: The Mexican Times.
El enfrentamiento bélico entre el Imperio mexicano y los Estados Unidos «reunificados» apareció ahora como algo posible y preocupante. Esto obligaba a La Sociedad a no cesar en el seguimiento de las noticias sobre su vecino norteño. Entre otros importantes asuntos, denunció la concentración de 10,000 hombres en Texas. Su opinión fue la siguiente: «Difícil es, efectivamente, que no estalle un conflicto en nuestra frontera septentrional»67. Mencionaba, no obstante, que el Imperio no estaba políticamente aislado: «más vale, en nuestro concepto, que el conflicto previsto y temido estalle hoy que estamos con la alianza y la protección de la Francia»68. Así, «en torno de los pabellones nacional y francés unidos, el invasor hallará agrupados a los mexicanos resueltos a conservar su independencia, y a las legiones vencedoras en Europa en cien batallas y venidas aquí con el fin noble de salvarnos»69. En fin, en contra de los Estados Unidos recién unificados, México y Francia, «dos naciones amigas», «sabrán recibir digna y cumplidamente a los invasores»70.
No obstante, la política exterior del Imperio no dará frutos buenos ante los estadunidenses: para desdicha de los conservadores e imperialistas a mediados de julio de 1865, Andrew Johnson, nuevo presidente de los Estados Unidos después del asesinato de Abraham Lincoln, se negó a recibir las cartas del emperador de México, argumentando que Washington no reconocía en este país a otro gobierno que no fuese el de Juárez71. Esto es, se intentaba poner en práctica la llamada Doctrina Monroe, pronunciada desde 1823, la cual se basaba en la idea de que los Estados Unidos considerarían como una agresión en su contra cualquier intervención europea en el continente americano72.
Sin embargo, la prensa conservadora no perdió la oportunidad que le daba la situación internacional para presentar ante sus lectores argumentos en contra de los proyectos de los liberales republicanos. Se afirmaba que los «enemigos de las nuevas instituciones políticas de México […] parecen cifrar sus esperanzas en el auxilio armado de los Estados Unidos»73, revitalizados después de la Guerra Civil. Para el diario, esa opción no era más que un error y, con el fin de demostrarlo, hizo una revisión de la suerte que los mexicanos de California habían corrido posteriormente a la anexión de esa provincia al país del norte. Advirtiendo que sus propiedades nunca fueron respetadas y, por tanto, en una futura incorporación de México a los Estados Unidos tampoco se respetarían nuestros «derechos civiles y políticos». Expresaba sarcásticamente: «Falta ver cómo recibe la patria el presente que los hombres de la virtud, la libertad y el progreso quieren hacerle»74. También se preocupa La Sociedad por los proyectos que los liberales leales a Juárez tienen para poblar el país con estadounidenses. A tales proyectos los calificaba de «filibusterismo»75, en particular porque la «Legación de D. Benito Juárez» en Washington, por medio de su agente Ignacio Mariscal, pretendía reclutar mercenarios. Se manifiesta en contra de que «los partidarios de derrocar al Imperio mexicano» «llamen, pues, filibusteros» y les ofrezcan «un sueldo y un terreno, el cual no se les exige que cultiven», ya que podían venderlo y continuar sus aventuras76. Algo contrario a la legislación imperial que permitiría, para la segunda mitad de 1865, la entrada de extranjeros, siempre y cuando estos se asentasen como granjeros y se nacionalizasen mexicanos77.
Con la finalidad de tratar uno de los momentos más críticos de la suerte experimentada por los conservadores e imperialistas, debe repararse en el hecho de que para finales del año de 1865 La Sociedad, como ya se ha indicado, informa de los rumores en la prensa extranjera sobre el «retiro del ejército expedicionario de ocupación de México», descalificándolos78. Posteriormente, todavía a comienzos de 1866, cuando ya se hacían arreglos para el retiro de las tropas francesas79, La Sociedad continúa comentando sobre la compleja situación diplomática en el norte del país. Al respecto dice: «son favorables las noticias acerca de la conducta del gobierno de Washington y del espíritu de la prensa, casi unánime a aconsejar que se evite un rompimiento», aun cuando de inmediato admite: «son alarmantes las [noticias] que se refieren al estado de la frontera de uno y otro país», donde un rompimiento, «si de hecho no ha tenido ya lugar con los sucesos de Bagdad, puede producirse estrepitosamente el día menos pensado en Matamoros»80. La nada cordial relación con los recién unificados Estados Unidos era, para los conservadores, uno de los principales peligros para la estabilidad del Imperio. Sin embargo, parece ser que Washington trató de minimizar las consecuencias de este incidente, pues hizo esfuerzos para regresar lo robado a sus dueños y por regresar la autoridad del poblado al general imperial Mejía (comandante de Matamoros). Incluso, Seward trató de calmar a las potencias europeas haciendo pública la reposición de sus bienes a los mercaderes prusianos en Bagdad81.
Algunos incidentes le parecieron a La Sociedad especialmente preocupantes, como el ya mencionado ataque al poblado de Bagdad, Tamaulipas, el 5 de enero de 1866, del cual da noticia con inserciones periodísticas: 250 soldados negros con uniforme de los Estados Unidos atacaron el poblado defendido por 200 hombres de la división Mejía; la acción bélica resultó desfavorable para los mexicanos. Dabbs da cuenta de la participación del «vapor francés Antonia» y de «un barco imperial, el Tartare» como elementos que, en el ataque a Bagdad, obligaron a los estadunidenses y a sus aliados juaristas a replegarse y retirarse del territorio mexicano82. El diario opinó que tales sucesos eran preparados en Brownsville desde los últimos días de diciembre de 186583. Poco después se amplía la información sobre el ataque a Bagdad: el comandante imperialista Alphons von Kodolitsch reclamó a un general norteamericano, apellidado Clark, los cañones robados por los invasores. El estadounidense se negó a entregarlos84. Sin duda, los lectores de La Sociedad podrían llevarse la impresión de que el Imperio estaba en peligro, pues el contexto internacional había cambiado.
Sin embargo, evidentemente La Sociedad no fue el único medio que se ocupó del asunto de Bagdad, pero entre los que lo hicieron resulta de suma importancia revisar la cobertura del diario capitalino fundado por ex confederados: The Mexican Times. Este periódico, de habla inglesa, pone atención al suceso, lo condena y pide a sus lectores que no descalifiquen al gobierno estadunidense por un suceso perpetrado por unos cuantos soldados cobardes y villanos, al mando de dos oficiales sin honor y sin carácter: Crawford y Reed. Además, el semanario aboga por la pronta resolución pacífica del asunto, en la cual los Estados Unidos reparen el agravio85.
Finalmente, The Mexican Times, después de hablar de expectativas de paz y de concordia, termina hablando decididamente en favor del gobierno imperial y de las armas francesas que lo sostienen: «Si, como puede ser, nos equivocáramos en nuestra opinión; si los Estados Unidos rechazaran el arreglo del asunto de Bagdad de una manera pacífica y honorable, sabemos que el honor de las armas Imperiales está seguro en manos del Mariscal Bazaine, el primer soldado de este continente»86. Así, se nota que a la par de la prensa conservadora, The Mexican Times también confía, para estas fechas, en la fortaleza del Imperio y del soporte que a este le pueden dar las bayonetas francesas.
En síntesis, para el año de 1866 los conservadores se enfrentaban directamente a la política hostil de Washington hacia el Imperio, como la que se materializó en la protesta, el 6 de mayo, del ministro estadounidense en Viena, al enterarse del alistamiento de voluntarios para México. En efecto, el ministro recibió órdenes de su gobierno de romper «relaciones diplomáticas y retirarse si acaso se insistía en tal propósito»87. Ante este panorama internacional era claro que los seguidores del archiduque tenían cada día menos posibilidades de continuar en el poder88.
The Mexican Times: un periódico «imperialista» de habla inglesaLa prensa conservadora jugó un papel importante como sostenedora del proyecto imperial ante la opinión pública, pues tanto La Sociedad como El Pájaro Verde difundieron y defendieron los distintos aspectos en los que el gobierno del archiduque trataba de transformar y mejorar al país. No obstante, como órganos de difusión masiva no estuvieron solos: además de varios otros periódicos de menor importancia y del oficialista Diario del Imperio, existió un proyecto sui generis en lengua inglesa: The Mexican Times. Este fue un semanario, escrito desde la capital mexicana —se imprimía en la misma oficina que L’Estafette—, que estuvo activo desde septiembre de 1865 hasta junio de 1867. Se fundó como órgano no oficial de los ex confederados exiliados en México.
El primer número de The Mexican Times89 salió el 16 de septiembre de 1865 y en él se indica que su propósito es el de publicar un periódico semanal de habla inglesa en la Ciudad de México, pues no existe alguna publicación con tales características en el Imperio90. El semanario declara que sus temáticas girarán en torno a los siguientes ejes: 1) Inmigración y progreso. 2) Ferrocarriles, manufacturas y mejoras internas de cualquier tipo. 3) Artes y ciencias, literatura y noticias generales91. Sin embargo, a través de sus páginas puede notarse que tales límites son excedidos, pues los asuntos que aborda resultan ser de la más variada gama.
Por supuesto que The Mexican Times trata de agradar lo más posible a sus potenciales lectores: personas de habla inglesa, en general; soldados y oficiales ex confederados, en lo particular92. Por ello, en sus páginas, además de lo arriba señalado, habrán también intereses muy específicos, tales como: aspectos militares de la pasada Guerra Civil93; la suerte de los ex confederados en los Estados Unidos y en el extranjero, después de la derrota; el estado de la dominación norteña en el Sur; la cuestión de los negros, ahora emancipados94; las relaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo, etc. Todas ellas son líneas que preocupan especialmente al semanario de los ex confederados; sin embargo, lo que interesa de ellas para la presente investigación es específicamente la manera en la que The Mexican Times se comporta como un periódico con una postura muy favorable al Imperio de Maximiliano.
Primeramente habría que decir que tal situación, en la que estos exiliados deciden apoyar el proyecto monárquico, podría explicarse por la suma de diversos factores: los ex confederados, como grupo, decidieron vincularse estratégicamente con los imperialistas y franceses, antes que con los liberales; Maximiliano invitó oficialmente a los extranjeros para que colonizaran el país; además, algunos ex confederados fueron realmente cercanos al archiduque, obteniendo incluso cargos en el gabinete imperial, y finalmente, The Mexican Times recibía subsidio por parte del Imperio.
Así, toda vez que los confederados fueron llegando al país a cuenta gotas y poco a poco se reunieron en algunas poblaciones y colonias95, eventualmente tuvieron que decidir con qué bando, de los que estaban en pugna, deberían identificarse. La cuestión no fue sencilla, pero a fin de cuentas, al formarse ya algunos asentamientos medianamente numerosos, se decidieron por el Imperio. Evidentemente, en ello tuvo que ver el decreto de Maximiliano que llamó a los extranjeros a colonizar el país. Gracias a él, los confederados pudieron tener una base legal para su exilio y asentarse formalmente con una serie de garantías que, en el papel, les pudieron parecer muy ventajosas.
De hecho, en su primer número, The Mexican Times se da a la tarea de publicar el decreto de inmigración por medio del cual Maximiliano invita a los extranjeros a poblar el Imperio96. Para empezar, tal documento es calificado como seguramente «uno de los más importantes papeles oficiales emitidos por el Supremo Gobierno» del país. En el «Decreto» se indica que México está abierto a la inmigración proveniente de todos los países; que habrá agentes de inmigración, quienes se encargarán de proteger e instalar a los extranjeros recién llegados y que a cada inmigrante se le entregará un título inconmutable de propiedad de su nueva tierra, libre de impuestos durante el primer año. Además, el emperador brinda todo tipo de facilidades a los inmigrantes, tales como: la posibilidad de naturalizarse rápidamente; de traer trabajadores consigo; de no pagar impuestos ni alcabalas por la introducción y traslado de la maquinaría, animales e implementos de trabajo. También se exime a los inmigrantes del servicio militar por un plazo de cinco años y se les asegura una completa libertad para practicar sus propias creencias religiosas97. Es decir, el Imperio mexicano trataba de mostrarse lo más abierto posible para que sus tierras fueran un lugar atractivo para los extranjeros.
En la misma fecha The Mexican Times completa la publicación del «Decreto de Inmigración», con la inclusión en sus páginas de un par de medidas dadas también por el emperador: un «Reglamento» y un pequeño decreto que expropia tierras en el distrito de Córdoba, departamento de Veracruz, en favor de los colonizadores98. Dicho «Reglamento» estipula que, de acuerdo con las leyes imperiales, todos los hombres de color son libres al momento de pisar el territorio mexicano; estos deben celebrar con sus patrones un acuerdo en el que se establezca paga y manutención por su trabajo; los hijos de los «operarios» —antiguos esclavos— serán mantenidos por el patrón y quedarán bajo su cuidado si el padre fallece; los «operarios» deberán estar registrados ante el gobierno, etc. Estas y otras medidas, si bien eliminaban jurídicamente la esclavitud en suelo mexicano, no dejaban a los extranjeros interesados —antiguos propietarios de esclavos, sobre todo ex confederados— sin mano de obra, permitiéndoles llevar a cabo sus empresas tradicionales en su patria adoptiva.
Por su parte, el decreto de expropiación señala 13 haciendas alrededor de Córdoba que serán puestas a disposición, una vez divididas en pequeños lotes, de los colonos extranjeros. Así, el gobierno Imperial parece dar certeza jurídica y todas las facilidades posibles a los extranjeros, prometiéndoles la posibilidad de comenzar una nueva vida en el territorio mexicano. Esto dio pie a que The Mexican Times publicara en repetidas ocasiones el citado decreto de colonización dado por Maximiliano y a que comentara el tema favorablemente de manera continua.
En relación con lo anterior, The Mexican Times publica la lista de los Agentes de Colonización autorizados, hasta la fecha, por el Gobierno Imperial99, a saber, Isham Harris100, Jno. Perkins, W. T. Hardeman y alguien identificado solamente como Roberts. Los cuatro tendrán entre sus labores, se indica, examinar las tierras ofrecidas para los propósitos de la colonización y hacer informes de ello ante las autoridades. Así, el periódico pide paciencia a los nuevos inmigrantes y termina asegurándoles que el Gobierno actuará de la manera más liberal, y en muy corto tiempo habrá resultados, pues «en pocas semanas el informe de los Agentes de Colonización será recibido, y buenas tierras, en distritos saludables serán entregadas a cada uno de aquellos que quieran convertirse en ciudadanos de México»101.
Casi un mes después, en un artículo denominado «Immigration», que responde a una publicación del New York Daily News en la que se opina que los sureños no deberían salir del país exiliados, así sea voluntariamente, The Mexican Times argumenta que el «Gobierno Imperial» promueve la inmigración indistinta de extranjeros al país, pudiendo esta venir de franceses, alemanes, ingleses, estadunidenses, si es que así les conviene. En tal sentido, el semanario incluso argumenta que los sureños —ex confederados— deben trasladarse a México si es que creen que sus fortunas podrían verse beneficiadas con ello102.
The Mexican Times responde al periódico neoyorquino indicando que México es un país que tiene los elementos, gracias en parte a las disposiciones de su Majestad el Emperador, para recibir a cualesquiera extranjeros. No obstante, expone que el Imperio puede traer consigo ventajas adicionales para los sureños: la distancia es corta, hay comunicación por agua con Nueva York y Nueva Orleans, hay tren de Veracruz a «Cordova», etc. Líneas adelante se hace una nueva apología del país, mostrándolo como favorable a la inmigración: Maximiliano es un monarca democrático y liberal que se ocupa de la prosperidad y la felicidad de su gente; el suelo es apropiado para toda clase de agricultura; el clima es saludable, etc. Para el semanario de habla inglesa México es un lugar en el que las fortunas pueden rehacerse con la energía y la determinación que los americanos siempre han demostrado103.
Poco tiempo después, hablando sobre la pertinencia de la inmigración extranjera en México, The Mexican Times expone que esta es necesaria, ya que en el país la clase media es inexistente, pues se calcula que 1,000,000 de sus habitantes pertenece a la clase alta y 7,000,000 a la clase baja. Dicho sea de paso, tal argumento indica que los ex confederados se veían a sí mismos, como grupo, formando parte de la clase media, es decir, como pertenecientes a un estrato social conformado por hombres industriosos y que finalmente terminan siendo productivos para el país. Afortunadamente, dice el semanario de habla inglesa, el archiduque está al mando para tratar de mejorar dicha problemática social: «Su Majestad, el emperador Maximiliano, como sabemos, ha tomado medidas para facilitar la educación de las clases trabajadoras, y para mejorar sus condiciones actuales. Ese es un noble actuar, digno completamente de un sabio hombre de estado y de un Monarca generoso y de pensamiento liberal»104. Además, según el semanario, los mexicanos no se oponen a la entrada de inmigrantes extranjeros: «Mientras tanto, la inmigración continúa. Su marcha es adelante y hacia arriba sin importar los ataques de sus enemigos secretos o los gestos de los enemigos declarados, porque los corazones de la gente mexicana está a su favor»105.
Para el mes de noviembre The Mexican Times continúa refiriéndose a la cuestión de por qué están en México los ex confederados. Sobre el tema publica un editorial en el que explica las razones de la inserción, el mismo día, de un texto del Richmond Times intitulado «Mexico and Confederates». En tal texto del diario de Virginia se desea que los confederados regresen a casa, con sus familias y sus amigos, sabiendo que no serán molestados. Sin embargo, el semanario mexicano de habla inglesa no se engaña, ni trata de hacerlo con sus lectores, pues afirma que, a pesar de las suaves palabras que se pueden decir al respecto, bien saben los ex confederados exiliados en México que han sido declarados por el gobierno estadunidense como prófugos de la ley. Incluso se añade que están enterados de que cualquier confederado importante que ha regresado a los Estados Unidos ha sido arrestado sin miramientos106.
Entonces, The Mexican Times pregunta retóricamente: ¿por qué hay confederados en México? Y responde: «A estos galantes y distinguidos caballeros que ahora están en México, se les ha dicho que se les arrestaría y se les pondría en alguna prisión, en donde lo que les espera son futuros castigos y humillaciones». En cambio, se añade, «su Majestad, el Emperador Maximiliano, a los exiliados Confederados en sus dominios los ha recibido amablemente. Los ha recibido sin hogar, sin casa, sin dinero, y les ha extendido la misma hospitalidad que el gobierno de Estados Unidos le da a los exiliados políticos»107. Los ex confederados ven a su país adoptivo como una tierra segura y con posibilidades para establecerse firmemente en ella. Una y otra vez, a través de sus páginas, lo afirman durante el año de 1865. Otro ejemplo de ello lo dan a principios de diciembre, cuando el semanario hace un nuevo llamado a la inmigración, específicamente en la zona de la Huasteca (San Luis Potosí). Para que no quede duda a los lectores sobre la pertinencia de venir y establecerse en México, se hace una elogiosa descripción del país y se termina el llamado con las siguientes palabras: «Nosotros decimos a los inmigrantes de todo el mundo, vengan a México. Tenemos suficiente tierra para repartir a todos. Buena y barata tierra, y un gobierno firme y estable»108.
Era difícil esperar otra actitud de quienes habían llegado al país huyendo de la persecución política en su tierra de origen. A fin de cuentas, el Imperio mexicano les daba a los ex confederados la esperanza de un muevo comienzo. Ahora sabemos que estos sueños se frustrarían amargamente, pero tal situación nos permite ver, en retrospectiva, que el juego político, las opciones para los actores del momento, no estaban restringidos a una disyuntiva simple y maniquea de liberales-monarquistas, sino que permitió alianzas ideológicas de muy diversa índole. Como se ha venido analizando en el presente texto, el gobierno de Maximiliano tuvo firmes apoyos discursivos tanto desde la prensa conservadora como desde la escrita por los ex confederados.
México mismo, como país, es descrito de manera que los lectores podrían asemejarlo a una especie de paraíso en la tierra, una visión quizá muy influenciada por los textos de Humboldt y que le permite a The Mexican Times publicar un editorial en el que habla tanto de la organización del imperio mexicano como de los grandes recursos con que este cuenta. Las cifras que el semanario informa son las siguientes: dividido administrativa y políticamente en 50 departamentos, con una extensión de 712,850 millas cuadradas y una población de 8,216,080 habitantes. En ánimo comparativo se dice que eso equivale a un territorio que es tres veces más grande que Francia o cuatro veces el de España. Con base en ello el periódico afirma lo siguiente: «Por su extensión y por sus recursos internos es un Imperio de primera clase». Líneas adelante se explica que el país es autosuficiente en una gran cantidad de productos básicos: café, azúcar, tabaco, cacao, índigo, chocolate, maíz, lana, algodón, etc., y se enumeran las regiones en donde estos se elaboran. Esta parte termina con las siguientes palabras elogiosas: «Los amantes de la historia natural encontrarán en sus bosques los especímenes más nobles de la naturaleza». También se hace referencia a la riqueza minera del país, tanto a la actual como a la habida durante la época colonial. Al respecto se da la cifra de que entre los años 1800 y 1860 se han acuñado 405, 924, 496 pesos en plata y 26, 175, 544 pesos en oro. Tal recuento de los recursos y productos mexicanos lleva al periódico a afirmar de manera optimista lo siguiente: «Este Imperio pronto será una de las más ricas y felices porciones de la tierra verde de Dios. México es más rico hoy de lo que siempre ha sido […]. Todo lo que necesita es energía, energía, energía». Y, por supuesto, The Mexican Times hace, entonces, un llamado a que se abran las puertas a la inmigración extranjera: los buenos ciudadanos de Europa y de los Estados Unidos llegarán y cultivarán las tierras, serán industriosos, crecerá su población y sabrán apreciar sus nuevos hogares, estando listos para defenderlos de todos los atacantes internos y externos109. Para apoyar sus palabras, el periódico publica una tabla en la cual se desglosan las cifras de población y extensión territorial por cada uno de los 50 departamentos y sus respectivas capitales110.
Maximiliano y su esposa, como emperadores, fueron también objeto de enaltecimiento por el semanario de los ex confederados al publicarse un artículo que habla elogiosamente del papel que como gobernantes han cumplido la pareja imperial mexicana. Publicado bajo el título: «The Emperor and Empress of Mexico», salió a la luz el 28 de octubre de 1865. En él, Maximiliano es descrito como alguien completamente comprometido con la prosperidad de su país, que trabaja duro para alcanzar tal finalidad y que «ha dado a su gente una de las mejores y más liberales Constituciones de la época»111. También se publica, el mismo día, un par de apuntes o esquemas biográficos sobre los emperadores, sin citar la fuente respectiva112.
Y, por último, tal vez habría que dedicar unas líneas a la manera en la que The Mexican Times se ocupa del ejército francés113. Ya se dio cuenta de la forma elogiosa en que es descrito el país, su forma de gobierno y sus máximos gobernantes, y puede resultar poco sorprendente, entonces, el hecho de que lo mismo sucede con el principal brazo armado del Imperio: los franceses. No son escasas las ocasiones en las cuales el semanario aprovecha para elogiar a los galos en cuestiones de índole militar. Por ejemplo, en un interesantísimo artículo intitulado «The French Army» The Mexican Times comienza señalando que Francia ha alcanzado hasta el momento el grado más alto de poder y grandeza militar: su organización, disciplina, entrenamiento y administración son de los mejores que se pueden alcanzar. Así, sus 600,000 hombres se mueven en la misma dirección, con disciplina y excelentemente dirigidos114.
En concreto, los ex confederados apuntan cuatro aspectos que hacen del ejército francés una excelente máquina de guerra: 1) La perfecta educación militar de sus oficiales. 2) Su ímpetu en la acción y la preferencia del acero sobre las armas de fuego. 3) La capacidad de llevar a cabo rápidos desplazamientos. 4) Su adaptabilidad a toda clase de países, climas y circunstancias. En síntesis, el semanario no hace otra cosa que mostrar las virtudes marciales de los franceses y tratar de explicarlas. Incluso cuenta una anécdota de cómo, en las cercanías de San Luis Potosí, 50 cazadores franceses vencieron fácilmente a 400 liberales, gracias a su espíritu intrépido y mejor entrenamiento. Al final del artículo se hace un elogio del mariscal Aquiles Bazaine, quien cuenta, se dice, «con la entera confianza de los emperadores de Francia y de México y el amor y respeto de todos los oficiales y soldados que sirven a sus órdenes»115.
Hasta el momento se ha visto que The Mexican Times es un proyecto paralelo a La Sociedad y El Pájaro Verde en el sentido de que es un órgano informativo que tomó partido por el Imperio de Maximiliano. Lo curioso es que tales diarios parecen ignorarse entre sí: no se han encontrado referencias cruzadas entre los periódicos mexicanos y el semanario de habla inglesa. Si acaso, The Mexican Times cita constantemente al Diario del Imperio, pero entre sus páginas brillan por su ausencia las referencias a los diarios conservadores. Se ha demostrado, sin embargo, que el abanico de actores que se comprometieron con la causa imperial puede ser más amplio y diverso de lo que normalmente se ha pensado: los ex confederados son, así, otra de las figuras que deben resaltarse cuando se analice historiográficamente la época del Segundo Imperio.
A manera de conclusión: actores diversos, visiones convergentes en el discurso de los conservadores imperialistas y los confederadosSi bien los Estados Confederados de América fueron derrotados definitivamente en el año 1865, durante los años previos hicieron todo lo posible por llevar a la práctica sus ideales políticos, económicos y sociales paralelamente a la manera en que el Imperio mexicano lo estaba intentando con un príncipe europeo en su trono. No es de extrañar que, entreverados en estos empeños, tuvieran un lugar destacable las que desde el presente pueden parecer efímeras quimeras políticas, que no fueron otra cosa que los sueños legítimos de los conservadores y su contraparte confederada. Lo anterior en el entendido de que para los contemporáneos no estaba tan claro tal carácter quimérico o contingente. Concretamente, se ha podido observar cómo se había pensado de manera seria, desde el punto de vista del conservadurismo mexicano, en lograr la alianza entre el gobierno imperial y el confederado. La intención era establecer una política exterior sólida que permitiera al Imperio oponer una fuerte resistencia ante el poderío emanado de Washington.
Así, el juego político del periodo que se analiza fue, sin duda, complicado: la Unión se opuso a los planes expansionistas de los confederados, pues no le convenía que su enemigo se fortaleciese. Además, la contienda civil obligó al Norte a buscar la alianza con el gobierno de Juárez, en parte por afinidad entre sus respectivas instituciones, pero también para impedir que los sureños se unieran a los liberales mexicanos. A fin de cuentas, el tener de su parte a los juaristas servía para contener al Sur116. Paralelamente, los liberales mexicanos necesitaban hacer frente a los conocidos ánimos expansionistas de la Confederación, pero también a los poderes militares de los conservadores mexicanos y, sobre todo, de los europeos. Por supuesto que, dadas tales circunstancias, su alianza más «natural» parecía ser con el gobierno de Washington117. Además, ya vencidos, los confederados que se exiliaron en México apoyaron decididamente al proyecto imperial, opinando que este era necesario para el país, pues se mostraba como moderno y sólidamente establecido.
Por todo esto es que la cuestión del análisis de la diplomacia internacional debe tratarse con sumo cuidado, pues como se ha visto, al calor de los acontecimientos los actores políticos quizá no se manejaron con la coherencia que posteriormente resulta fácil exigirles. Tal es el caso de los Estados Confederados de América, los cuales buscaron la alianza tanto con los liberales118 como, ya en su ulterior desesperación, con los imperialistas mexicanos. Lo mismo podría decirse de la política exterior del Segundo Imperio, porque si bien la prensa conservadora pugnaba por pactar, en aras de la protección mutua, con los confederados, Maximiliano buscó insistentemente el reconocimiento de Washington.
Por ende, la tarea que correspondía a la prensa conservadora, en estos momentos, era la de informar a sus lectores, así fuera con poco más que unas cuantas noticias al día, sobre la situación política y militar de la Guerra de Secesión, la que en ocasiones llamaba la «Guerra de Independencia Norte-Americana». De allí que, en función de los intereses arriba señalados, tanto La Sociedad como El Pájaro Verde se dieran a la tarea de transmitir noticias normalmente favorables a la Confederación o que, aun sin serlo, pudieran ser interpretadas en tal sentido. Así, el discurso de los conservadores imperialistas estuvo enfocado a subrayar no solo los aciertos del gobierno imperial, sino también del confederado, al mismo tiempo que se esforzaba por resaltar los desaciertos de los liberales republicanos y, en ocasiones, de la Unión. Es evidente que tal discurso se generó en el contexto de una confrontación bélica internacional que opuso a dos facciones políticas y, por tanto, fue dicotómico y radicalizado.
No obstante, si se quisieran medir las posibilidades reales que el Imperio del archiduque tuvo para una alianza estratégica con los confederados se vería que estas fueron casi nulas. Estudios como los de Gurza Lavalle han mostrado que las diversas tentativas diplomáticas de la Confederación dieron resultados «de muy escasa significación». Así, «a pesar de que Richmond ofreció a Francia ventajas tan efectivas como el sacrificio de la doctrina Monroe y una alianza defensiva contra cualquier agresión estadounidense al naciente imperio», la nación gala no se atrevió, astutamente, a involucrarse en un conflicto de consecuencias impredecibles119.
El proceso histórico aquí analizado muestra la manera en que los diarios conservadores trataron de construir un presente y un futuro ad hoc para la causa del Segundo Imperio. Paralelamente se pudo constatar cómo algunos confederados generaron su propia lectura de los acontecimientos que estaban experimentando y trataron de utilizarla a su favor, a pesar de todas las dificultades políticas y sociales a las que se enfrentaron. Esto es, lo importante es subrayar que ambos actores supieron utilizar una coyuntura excepcional, la Guerra de Secesión norteamericana, para el reforzamiento de un discurso favorecedor de sus propios proyectos. Así, las páginas escritas por estos periodistas, políticos y soldados, hombres de letras en su mayor parte, ayudaron para armar, pieza por pieza, su propio rompecabezas de la historia, versión en la cual no podían augurarse derrota alguna.
HemerografíaEl Diario del Imperio, México, 1865.
The Mexican Times. An English News-Paper, México, 1865-1866.
El Pájaro Verde. Relijión, política, literatura, artes, ciencias, industria, comercio, medicina, tribunales, agricultura, minería, teatros, modas, revista jeneral de la prensa europea y del nuevo mundo. México, 1863-1867.
La Sociedad. Periódico político y literario, México, 1863-1867.
Juan Pablo Ortiz Dávila. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (2005). Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (2007). Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (2010). Actualmente se desempeña como profesor investigador TC en la Universidad Pedagógica Nacional, Ajusco. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel C, para el periodo 2016-2108. Última publicación: «El humanismo conservador: Letras clásicas y política a mediados del siglo xix», en Signos Históricos, México, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, vol. XVI, núm. 31, enero-junio 2014, pp. 39-87.
La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Véanse, principalmente, los textos de Gerardo Gurza Lavalle (2000, 2001), Andrew Rolle (1992) y Frank L. Owsley (1993).
Si se quieren revisar antecedentes del tipo de discusión que los conservadores llevaron a cabo a mediados de la década de 1850, revísese la obra de Gómez-Aguado y Gutiérrez Hernández. Dichas autoras ya señalan que es posible hablar, entonces, de «conservadores combativos» que a través de las páginas del periódico trataron de imponer un proyecto de nación que consideraban cada vez más vulnerable por el proyecto político liberal (Gómez-Aguado y Gutiérrez Hernández, 2009, p. 220). Para los momentos posteriores de la polémica discursiva en la cual los conservadores, desde la prensa, se opusieron a los liberales y apoyaron al Segundo Imperio hasta 1867, puede revisarse: Ortiz Dávila (2014). Para el Segundo Imperio están los ya clásicos textos de Erika Pani. Consúltense, por lo menos: Pani (2009, 2001). Además, otras definiciones y discusiones relevantes sobre el conservadurismo mexicano se pueden encontrar en Noriega (1972) y Rodríguez Piña (2007).
«Estranjero: Estados-Unidos», La Sociedad, 15 de septiembre de 1863. Otra de las proclamas de Jefferson Davis fue publicada, en resumen telegráfico proveniente de un diario londinense, el 17 de febrero de 1864. En ella se denuncia la parcialidad inglesa en favor de la Unión.
«Estranjero: La guerra de independencia en los Estados-Unidos», El Pájaro Verde, 16 de noviembre de 1863.
A propósito de El Diario de Santiago de Cuba, La Sociedad extrae el rumor de que Jefferson Davis había propuesto a Francia una alianza ofensiva y defensiva con México, bajo la protección de la nación gala, y los Estados Confederados, La Sociedad, 10 de octubre de 1863.
Rosencrans jugó un papel relevante después de la Guerra Civil en México: en 1868 el presidente Johnson lo escogió para ser ministro plenipotenciario en México. Su principal misión fue la de promover, sin un gran éxito, las inversiones y los negocios de sus conciudadanos en el país, especialmente por medio de los intereses ferrocarrileros. No obstante, Rosencrans logró triunfar en el ramo hasta que, posteriormente, fue director en California, del Central Pacific Railroad (véase Hart, 2002, pp. 31-32).
La complicada cuestión de si la Gran Bretaña intervendría en la Guerra Civil o de si se mantendría al margen, y lo que esto último implicaba internacionalmente, es analizada minuciosamente en Jones (1992).
John Slidell (1793-1871) fue el enviado de la Confederación ante el gobierno de Francia. Jefferson Davis lo nombró «comisionado especial» debido a su prominencia política, experiencia diplomática y conexiones estratégicas (Slidell había sido congresista [1828], senador [1834 y 1836] y enviado a México en 1845). Desafortunadamente para los sureños, Slidell nunca consiguió que Francia reconociera oficialmente a la Confederación y, finalmente, nunca regresó a los Estados Unidos, pues murió exiliado en Inglaterra (Heidler y Heidler, 2000, pp. 1799-1801).
Sobre ello, Jacques Néré opina lo siguiente: «A fines del año 1862, el Sur ya no puede contar ni con la ayuda de las potencias extranjeras, ni con el debilitamiento de la voluntad de triunfar de su enemigo. A partir de ese momento, la derrota del Sur se torna inevitable» (Néré, 1965, p. 59).
«Otro imperio vecino», La Sociedad, 29 de enero de 1864. Es difícil seguir la pista de este agente confederado de nombre Superviéle, pero ha sido mencionado como cercano al grupo de los enviados sureños para establecer relaciones diplomáticas y comerciales con los estados norteños de México. Al parecer, Superviéle actuó bajo las órdenes de Juan A. Quintero —agente diplomático en Monterrey, ante Santiago Vidaurri— y del general Bee —uno de los generales en comando del sub-distrito de Texas. En concreto, Superviéle fue enviado, en la primavera de 1863, por Bee hacia México para reunirse con varios importantes diplomáticos y militares del Imperio. De tal forma que se entrevistó con «el almirante de la flota francesa, el cónsul general de Francia en Cuba, el ex ministro de Saligny, el general Woll, futuro ministro de Guerra del Imperio de Maximiliano, y con el general Almonte, regente y apoderado de Maximiliano» (Owsley, 1931, p. 135).
«Noticias sueltas: Estados Unidos», La Sociedad, 6 de marzo de 1864, y «Estados Unidos: Confederación del Sur», La Sociedad, 14 de julio de 1864, respectivamente.
Ronnie C. Tyler expone sobre esta situación que «con el comercio del algodón, Vidaurri se hizo de suficiente riqueza para financiar su ejército y mantener el control de los estados del Norte. El caudillo había sido capaz de construir la situación política ideal para sí mismo; un vacío político completo en el que podía ser el poder dominante. Mientras las fuerzas opositoras —La Unión y los confederados, Juárez y los franceses— se combatían uno a otro en varios frentes, Vidaurri mantenía el equilibrio en el norte de México oponiendo a uno contra el otro» (Tyler, 2002, pp. 129-130). Esto, por lo menos hasta 1864. También al respecto, puede consultarse Benavides Hinojosa (2012), sobre todo el capítulo 13, intitulado: «Epílogo imperial».
«La Sociedad. Actualidades», La Sociedad, 20 de mayo de 1865. Este tema de las tropas en la frontera es vuelto a tratar, por ejemplo, en los artículos del 28 de agosto y del 22 de octubre del mismo año.
Joseph Orville Shelby (1830-1897) fue un importante oficial de la Confederación, nacido en Lexington, Kentucky. Una de sus más importantes acciones durante la Guerra Civil fue la creación de la Brigada de Caballería de Missouri, conocida coloquialmente como la «Iron Brigade», que consistía de tres regimientos y la cual participó en importantes hechos de armas durante el conflicto (Heidler y Heidler, 2000, pp. 1745-1746). Es memorable su incursión en Missouri, en la cual, con 1,200 jinetes, penetró profundamente en la región e hizo daños por 1,000,000 de dólares y capturó 6,000 caballos y mulas y obtuvo alrededor de 1,200 armas (Davis, 1996, p. 81). Shelby fue uno de los más importantes sureños que, después de la derrota de 1865, vendrá a México como exiliado, tratando de sobrevivir al desastre de la Confederación.
Ibidem. Recuérdese que los conservadores mexicanos, a diferencia de los liberales, tenían un gran temor a su poderoso vecino del norte. Así, como Roa Bárcena invocaba aquí la alianza con los franceses, en contra de los estadounidenses, ya desde el año de 1846, José María Gutiérrez de Estrada, al entrevistarse con el canciller austriaco, el Príncipe de Metternich, había pedido para México un príncipe de la casa de Habsburgo que asegurara «un buen gobierno», impidiendo al mismo tiempo el «agrandamiento de la ambiciosa República Norteamericana». Entonces se buscaba «desplegar en América la bandera de Europa y con ella la bandera de sus salvadores principios», en detrimento de la «América anglosajona» (Corti, 1997, pp. 27-28).
Consúltese: «Se decretan diversas leyes para fomentar la inmigracion. Setiembre 5 de 1865», compilado en Segura (1866, II, pp. 73-74).
Lo mismo hace, por su parte, el semanario de los ex confederados: «When France will evacuate Mexico», The Mexican Times, 24 de febrero de 1866.
A mediados de febrero de 1866 llegó a la capital imperial el barón Saillard, comisionado de Napoleón III para negociar con Maximiliano el retiro de los soldados franceses (Rivera, 1994, p. 226).
«La Sociedad. Actualidades», La Sociedad, 06 de febrero de 1866. Hart describe el incidente así: «En Bagdad […] un contingente de tropas de los E.U. cruzó hacia México y atacó a la guarnición imperial. El secretario de Estado William Henry Seward convenció al presidente que ordenara al general Sheridan despedir al oficial que comandaba las tropas que se habían salido de control» (Hart, 2002, p. 14).
Ibidem. Días después el semanario retoma el asunto y opina que, independientemente de los problemas diplomáticos en la frontera norte, los mexicanos no tienen otra opción viable para formar un gobierno que la monarquía. De hecho, ven a Maximiliano como aquel que solucionará prontamente todos los problemas importantes del país: «México será feliz, próspero y rico bajo el mandato sabio y liberal de su presente gobierno, que ha trabajado duro para el bienestar de su gente». The Mexican Times, «Editorial. Our Neighbors of the North», 10 de febrero de 1866.
Acerca de este incidente del alistamiento de los voluntarios y sobre la política estadounidense ante la intervención francesa, un contemporáneo, el barón Heinrich Franz Alexander von Eggers, oficial danés del cuerpo austriaco de voluntarios, relata lo siguiente: «En mucho contribuyó a darles mayores ánimos [a los enemigos del Imperio] la expectativa de que Estados Unidos pudiera intervenir en favor de Juárez, lo que comenzó a hacerse realidad cuando Washington nombró un ministro ante el gobierno republicano que se encontraba en el Paso del Norte en la frontera entre México y Tejas, y presionó a Napoleón para que retirara sus tropas y abandonara a Maximiliano a su suerte. […] Los yanquis, sin embargo, no se conformaron con eso, pues también amenazaron al gobierno austriaco con romper relaciones si se enviaba a México un cuerpo adicional de 2,000 voluntarios que ya se habían alistado» (Eggers, 2005).
El fundador y principal editor de este periódico fue Henry Watkins Allen (1820-1866), ex gobernador de Louisiana durante la Guerra Civil y quien se exilió en México después de la victoria del Norte. Allen resulta ser un personaje no poco interesante que, entre otras cosas, tomó clases de Derecho en la Harvard Law School; viajó en 1859 a Italia y trató, sin éxito, de unirse a las topas de Garibaldi. Al comienzo de la Guerra Civil se enlistó con la Confederación y fue escalando posiciones hasta ser gobernador militar de Jackson, Mississippi. En 1864 resultó electo para la gubernatura de Louisiana, cargo que desempeñó decorosamente hasta la derrota de la Confederación. Murió en 1866 en la Ciudad de México (Rolle, 1992, p. 155, y Heidler y Heidler, 2000, pp. 35-36).
Así, este semanario se inscribe en el ámbito de los difusores de los mitos sobre la Confederación, sobre los cuales, historiográficamente hablando, se ha puesto atención recientemente: «la mitología sobre el Sur y sus líderes —y sobre la Guerra Civil como un todo, incidentalmente— comenzó en el momento en el que la guerra terminó, si no es que antes. El crecimiento de esa mitología ha sido nutrido, desde entonces, gracias al interés de los propios participantes, a la postura defensiva de sus descendientes y al ansia de todos nosotros por una buena historia» (Davis, 1996, p. X).
Hay, en las páginas del semanario, una serie intitulada «The Romance of War, or Souvenirs of the Confederate struggle for Independence» que, en distintas entregas, va dando cuenta de algunos episodios interesantes de la Guerra Civil, en los que, por supuesto, son puestos en alto los nombres de muchos oficiales y soldados sureños. Consúltense, por ejemplo, «The Romance of War, or Souvenirs of the Confederate struggle for Independence», de las siguientes fechas: 27 de enero y 3, 10 y 24 de febrero de 1866.
Por ejemplo, esta noticia sobre las supuestas atrocidades de los negros en Jamaica y los Estados Unidos: «Radical doctrines in the West Indies and in the United States. Their consequences», The Mexican Times, 23 de diciembre de 1865.
Para una descripción detallada de los movimientos y de los lugares en los que se asentaron los ex confederados en México, consúltese Rolle (1992). De entre los principales confederados que llegaron al país puede citarse, entre otros, a los siguientes: Joseph Orville Shelby, quien el 4 de julio de 1865, con alrededor de 132 hombres, cruzó la frontera hacia México, llegando, después de seis meses de viaje, hasta la Ciudad de México para establecerse en las colonias de Veracruz (para más datos sobre él, véase la nota 65 del presente texto) (Rolle, 1992, pp. 19-20 y 72-74); Edmund Kirby-Smith, quien comandó, desde marzo de 1863, el Departamento Trans-Mississippi y que el 26 de junio de 1865 cruzó el río Bravo con dirección hacia Monterrey, primeramente, y luego hacia la capital del país (véase Rolle, 1992, pp. 53-56); Matthew Fontaine Maury (1806-1873), un importante científico naval que, en la década de 1850, era considerado el principal oceanógrafo a nivel mundial. Posteriormente sirvió como agente para las fuerzas navales de la Confederación en Londres. Al finalizar la Guerra Civil se exilió en México y llegó a ser nombrado comisionado de inmigración por Maximiliano, con la esperanza de atraer otros confederados hacia el Imperio (véase Heidler y Heidler, 2000, pp. 1266-1267); acerca de Henry Watkins Allen, véase la nota 88 de este texto; John Bankhead Magruder (1807-1871) participó bajo las órdenes de Scott en la campaña de Veracruz a la Ciudad de México durante la guerra de 1846-1848. En la Guerra Civil participó en numerosos hechos de armas desde el bando confederado, primero en Virginia y luego en Texas y en el Departamento Trans-Mississippi. Cuando llegó a México terminó siendo aceptado como oficial en el ejército imperial (Heidler y Heidler, 2000, pp. 1240-1242); Sterling Price (1809-1867) fue un general confederado que sirvió a las órdenes de Kirby Smith; tras la derrota del Sur, vino a México y se instauró como colono en Carlota y luego en Córdova; a fin de cuentas regresó a los Estados Unidos en 1867, después de la caída del Imperio de Maximiliano (Heidler y Heidler, 2000, p. 1562); sobre Isham Green Harris, véase la nota 100.
«Decree of Immigration», The Mexican Times, 16 de septiembre de 1865. Cfr. con el original «Se decretan diversas leyes para fomentar la inmigración. Setiembre 5 de 1865», compilado en Segura (1866, II, pp. 73-74). Este decreto y su reglamento adicional fueron inicialmente publicados en El Diario del Imperio el 9 de septiembre de 1865. No obstante, hay que señalar que este no fue el único intento imperial por traer colonos extranjeros al país. Por ejemplo, ya en enero de 1865 Maximiliano había dado una concesión para establecer a inmigrantes alemanes. Se suponía que llegarían 100 familias cada año, a las cuales se le proveería de un terreno, una casa, semillas, harina, animales de granja y de trabajo. Véase: «Colonias alemanas», en Segura (1865, IV, pp. 11-13).
«Decree of Immigration», The Mexican Times, 16 de septiembre de 1865. Como ya se dijo, la versión original en español se encuentra en «Decretamos», El Diario del Imperio, 9 de septiembre de 1865, t. II, n.o 208, p. 242.
Véase «Regulations» y «Maximilian, Emperor of Mexico», The Mexican Times, 16 de septiembre de 1865. Para las citadas «Regulations», cfr. con el original «Reglamento», compilado en Segura (1866, II, pp. 74-75). El decreto de expropiación se encuentra como «Se decreta la ocupación de las haciendas que se expresan, por causa de utilidad pública», en Segura (1866, II, p. 72). Los originales también pueden encontrarse en El Diario del Imperio, 9 de septiembre de 1865, t. II, n.o 208, p. 242.
Blumberg indica que se nombraron agentes de colonización, para organizar oficinas de inmigración, en Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Texas, Missouri, California, Nueva Orleáns y Mobile (Blumberg, 1971, p. 78).
De los cuatro agentes de colonización mencionados, solo el primero parece haber jugado un papel importante en la Confederación: Isham Green Harris (1818-1897), originario de Tennessee, estudió leyes y, después de haber pasado por el Senado estatal y por la Cámara de Representantes, fue electo gobernador de Tennessee en 1857. Al comenzar la Guerra Civil trató sin éxito de que su estado se uniera a la Confederación, lo cual sucedió posteriormente pero no gracias a él. Sin embargo, actuó en favor de los sureños al declarar la neutralidad del estado y, posteriormente, al reclutar voluntarios para su causa y, finalmente, al servir él mismo como oficial en los ejércitos del Sur. Después de la victoria de la Unión se exilió temporalmente en México y en Londres para regresar a los Estados Unidos en 1876 (Heidler y Heidler, 2000, pp. 935-936).
Otras varias noticias e inserciones dejan ver el interés del semanario por difundir las obras de la pareja imperial. Así, con motivo de la llegada a la capital de la emperatriz, se da cuenta de los «grandes preparativos que para su recepción hicieron las autoridades de la ciudad»: arcos triunfales, fachadas decoradas y un «Dios la bendiga» que está en boca de todos. Véase: «Editorial. Arrival of the Empress Carlota», The Mexican Times, 30 de diciembre de 1865; y el poema titulado «Welcome to the Empress Carlota» The Mexican Times, 30 de diciembre de 1865.
Para la comprensión de lo que fue la actuación del ejército francés de ocupación en México, véase el clásico estudio de Dabbs (2012).
«The French Army», The Mexican Times, 7 de octubre de 1865. También es con inserciones obtenidas de otras publicaciones periódicas que este semanario expone ante sus lectores la legitimidad del gobierno de Maximiliano, como la de un texto titulado «The French Intervention», que cita como fuente al Mazatlan Times, y que habla a favor de la incursión militar en México, y como algo solicitado por los habitantes del país. «The French Intervention», The Mexican Times, 25 de noviembre de 1865.
«The French Army», The Mexican Times, 07 de octubre de 1865. El periódico da varias otras noticias para que sus lectores conozcan mejor a las fuerzas armadas galas. Por ejemplo, un esquema de las fuerzas francesas en el extranjero, tomado de La Patrie, que explica de manera detallada la composición de las tropas apostadas en México, Roma, África y Francia misma. Véase: «The French Army», The Mexican Times, 25 de noviembre de 1865.
Ibidem. Además, el acercamiento entre los liberales y Washington resultó fructífero en el ámbito de los negocios y la obtención de pertrechos bélicos, facilitando la victoria liberal contra los conservadores y Maximiliano. Hablando de los liberales, Hart expone que «ellos consideraron que la victoria de la Unión en la Guerra Civil les ofrecía la posibilidad de procurarse municiones en los Estados Unidos, y comenzaron sus esfuerzos por adquirir equipamiento militar vendiendo bonos mexicanos a los inversionistas estadunidenses. Agentes mexicanos del presidente Juárez estuvieron activos en Boston, Hartford, Philadelphia, New York, San Francisco, Washington D.C. y otras ciudades con la aprobación de altos oficiales del gobierno de los Estados Unidos» (Hart, 2002, p. 10). Un poco más adelante, Hart agrega: «Los estadunidenses transfirieron enormes cantidades de armas y municiones a la administración de Juárez, la cual se había establecido en El Paso del Norte. El personal militar estadunidense en el cercano Fuerte Bliss y los hombres de negocios locales recibieron al presidente mexicano con los brazos abiertos» (Ibidem, p. 14).