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Vol. 2014. Núm. 31.
Páginas 165-183 (enero - abril 2014)
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Vol. 2014. Núm. 31.
Páginas 165-183 (enero - abril 2014)
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El largo camino hacia la autonomía y la institucionalización de la ciencia política, en México y en el mundo*
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Enrique Suárez-Iñiguez**
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Resumen

El autor sostiene que la Ciencia Política es una ciencia distinta, diferenciada y distinguible de las otras Ciencias Sociales; narra cómo nace en el mundo y en México; de qué disciplinas se desprende en diferentes países; cuáles han sido los cinco enfoques principales que ha tenido en el mundo. Asimismo señala qué debe entenderse por ciencia política moderna y por politólogo; afirma que la Administración Pública, las Relaciones Internacionales (políticas) y la Sociología política son sólo ramas o áreas de la Ciencia Política; apunta que una cosa son estudios políticos y otra, Ciencia Política. Describe cómo nace la Asociación Internacional de Ciencia Política y cómo la disciplina logra su autonomía y su institucionalización.

Palabras clave:
Ciencia Política
Ciencias Sociales
Estudios Políticos
conocimiento
ciencia
Abstract

The author asserts that political science is different and distinguishable from other social sciences. He narrates how political science is born in the world and in Mexico; from which disciplines break off in different countries and which were the five main approaches of political science in the world in the decade of 50’s. At the same time, he points out how we must understand modern political science and political scientist (politólogo). He states that public administration, international (political) relations and political sociology are only fields or branches of political science; that one thing is political studies and another, political science. He relates the birth of International Political Science Association; and how political science achieves its autonomy as science and how it becomes institutionalized.

Key words:
Political Science
Social Sciences
Political Studies
knowledge
science
Texto completo
Introducción

Desde hace años me ha llamado la atención que cuando se pretende hacer un análisis del desarrollo de la ciencia política (al menos en nuestro país), lo que se hace es de las ciencias sociales en general, y si bien es cierto que las ciencias sociales comparten varias características, también es cierto que cada una es distinta de las otras y que su historia es diferente. También me ha llamado poderosamente la atención algunas afirmaciones sobre la supuesta mala salud de nuestra disciplina. La ciencia política, en México y en el mundo, goza de buena salud y ha logrado su autonomía e institucionalización como ciencia. En este trabajo trataré de mostrar cómo ha sido.

El punto de partida debiera ser la definición de ciencia política y desde aquí empiezan los problemas. Por supuesto no hay que confundirla con la filosofía política. La filosofía es, en realidad, metafísica, tanto en su concepción tradicional, la que trata de asuntos que están más allá de los hechos naturales, como en la concepción que Kant le dio: un sistema de conocimiento especulativo a priori que usa la pura razón, sin relación con los hechos, y que se expresa a través de conceptos. La filosofía política trata, así, de los principios, propiedades y causas últimas de la política, de la naturaleza y fundamentos de ella. La ciencia, por su parte, trata de explicar hechos y, cuando se puede, vaticinarlos. Tanto las explicaciones como las predicciones implican dependencia de leyes generales; por ello es papel de la ciencia descubrir y formular leyes generales. A partir de ello deberíamos poder definir la ciencia política, pero no ha sido así. No existe una única y aceptada definición de ella a nivel mundial. Para algunos es el estudio del poder, para otros del Estado, para algunos más del sistema político, para David Easton y los que le siguen, de cómo se toman las decisiones “autoritativas” y lo que resulta de ellas. Octavio Rodríguez Araujo contribuye a definirla con mayor precisión al señalar que es “el conocimiento de los asuntos relacionados con el Estado, el gobierno, el poder y la lucha por obtenerlo” y como “el estudio riguroso del gobierno en sí y su relación con los ciudadanos y con otros gobiernos”.1 Yo la definiría como el análisis científico especializado de las instituciones, actores, sucesos y fenómenos políticos: quiénes y cuáles son, cómo se producen, cómo funcionan, qué características tienen y cuáles son sus posibles consecuencias. Sea como sea y aunque hay elementos comunes en las distintas definiciones, no hay una universalmente aceptada.

Para muchos autores, y ciertamente para el que esto escribe, el origen de la ciencia política se dio en la Grecia clásica; ya Aristóteles la llamaba incluso así. Sin embargo, la mayoría de esos trabajos eran de filosofía política, aunque algunos incluían también teorías. Desde el período clásico griego y romano, siguiendo con los pensadores cristianos del medioevo y luego con mucha mayor continuidad a partir del siglo XVI, muchos de los grandes pensadores de la humanidad han reflexionado y escrito sobre la política. Platón, Aristóteles, Cicerón, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Maquiavelo, Bodin, Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Sieyès, Tocqueville o Marx, por citar algunos nombres, son muestras de ello. En la historia de México, varias de las figuras intelectuales y políticas más importantes también han escrito sobre política: Justo Sierra, Andrés Molina Enríquez, Luis Cabrera, Benito Juárez, José Vasconcelos, Lombardo Toledano, o más recientemente, Daniel Cosío Villegas u Octavio Paz, son ejemplos de ello. Pero ninguna de esas obras son lo que hoy se entiende por ciencia política o, si se prefiere, por ciencia política moderna.

Dije al principio que me llamaba la atención que cuando en México se intenta analizar la ciencia política, en realidad casi siempre se acaba hablando de las ciencias sociales en general y esto tiene que ver con lo que he señalado antes. Lo que las obras políticas de autores como los mencionados tienen en común es el objeto de estudio, la política, y esto ha llevado a que algunos escritores los consideren trabajos de ciencia política; como si el objeto de estudio determinara que ya se está haciendo ciencia política. De ninguna manera. No hay que confundir el objeto de estudio —que puede ser abordado desde distintas disciplinas, multidisciplinariamente o incluso desde ninguna disciplina en particular— con la ciencia moderna en el análisis de la política. Una cosa son estudios políticos y otra distinta ciencia política. Ni todo trabajo que verse sobre política es de ciencia política, ni los trabajos de otras ciencias sociales que tratan de la política son ciencia política. La ciencia política moderna es una ciencia especializada, distinta, diferenciada y distinguible de las otras ciencias sociales. Tiene teorías, enfoques, bibliografía y lenguaje propios y, según algunos, también métodos propios. El no entender esto ha sido motivo de la elaboración de trabajos que, queriendo hacer el análisis de la ciencia política mexicana y titulando incluso así sus escritos, han acabado relatando todo tipo de trabajos políticos. Por ejemplo, Lorenzo Meyer y Manuel Camacho en “La ciencia política en México. Su desarrollo y estado actual”2 y, más recientemente, Godofredo Vidal de la Rosa, “Las desventajas de la desorganización. La ciencia política mexicana en su encrucijada”.3 El primero de estos tiene el mérito de haber sido pionero en este tipo de trabajos pero cae en el error que señalo. A despecho del título, no trata en realidad de la ciencia política sino de trabajos de análisis político que incluyen no solamente otras ciencias sociales, sino escritos periodísticos, literarios y de opinión. Eso NO es ciencia política. En su análisis, además, pareciera que la “ciencia política” en México, con unas cuantas excepciones, la realizan los politólogos norteamericanos y los profesores de El Colegio de México. Pero no sólo entonces, recientemente Meyer sigue insistiendo en llamar ciencia política a todo estudio que aborde la política.4 El segundo trabajo que comento, al pretender analizar la ciencia política constantemente se refiere a las ciencias sociales y, más específicamente, a la sociología política. Parece no comprender la diferencia entre ellas ni lo que la ciencia política es y llega a hacer afirmaciones que demuestran el desconocimiento que tiene del desarrollo de la ciencia política en México. Por ejemplo, que “lentamente surgen” programas académicos de ciencia política en instituciones como ¡la UNAM!, que desde los años cincuenta los tiene; o que “no existen expertos capaces de examinar procesos electorales como el de 2006”; o que en México “no hay investigación teórica ni metodológica [salvo] la emprendida por profesores estadounidenses asiduos visitantes al CIDE, FLACSO e ITAM”. Una cosa es tener libertad para decir lo que uno cree y otra, muy distinta, hacer aseveraciones falsas.

El objeto de estudio no es propiedad de nadie, lo puede abordar lo mismo un científico, que un político o un literato, pero los trabajos de ciencia política son propios del politólogo, como los de sociología lo son del sociólogo, los económicos del economista, los legales del abogado, los químicos del químico, etcétera.

Ahora bien, como consecuencia de lo aseverado, considero politólogo a la persona formada académicamente en la ciencia política, sea por haber estudiado la licenciatura, la maestría y/o el doctorado en nuestra disciplina. El analista político, en cambio, puede haberse formado en cualquier otra ciencia o en ninguna. Analistas políticos pueden ser economistas, historiadores, sociólogos, etcetera, que estudian la política desde sus disciplinas. Son también analistas políticos, el periodista político, el líder de opinión, el militante que escribe, etcétera. Además del politólogo por formación, hay también politólogos por adopción, es decir, aquellos que habiendo estudiado otra ciencia social acaban adoptando teorías, enfoques, bibliografía, lenguaje de la ciencia política. Así sucedió en México con muchos sociólogos.

Expuestos estos planeamientos veamos cómo nació la ciencia política moderna en el mundo.

El nacimiento de la ciencia política moderna en el mundo, su desarrollo y sus distintos enfoques

La ciencia política, como la entendemos hoy, dice Coakley,5 nace con su institucionalización en las universidades y, más concretamente, con la creación de Departamentos o Facultades dentro de ellas. Es cierto que ya en el siglo XVI se habían enseñado asuntos relativos a la política en universidades de Holanda y Suecia, por ejemplo, pero las primeras Cátedras, Departamentos y Facultades de ciencia política fueron creadas hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aunque algunas de ellas nacieron junto a otras disciplinas, fueron ya más especializadas en lo político. Así, por ejemplo, en Dublin, en 1855 se instauró la Cátedra de Ciencia Social y Política en la Universidad Católica de Irlanda (hoy University College de Dublin); en Estados Unidos surgió el primer professorship de Historia y Ciencia Política en Columbia University en 1857 y algo similar en Cornell University en 1868 y en Johns Hopkins en 1876. En Bélgica se fundaron escuelas de ciencia política en la Universidad Libre de Bruselas y en la Universidad Católica de Lovaina en 1893. Estas Facultades y Departamentos estudiaban la política desde el punto de vista académico, pero también se fundaron instituciones interesadas más en el aspecto práctico de la política, en cómo opera el Estado y sus órganos y, por ende, en la formación y adiestramiento de sus estudiantes. Así se fundó en 1872, en París, la Ecole Libre de Sciences Politiques, que en 1945 fue sustituída por la Fondation Nationale des Sciences Politiques y por el Institut d’Etudes Politiques.6

Otro elemento fundamental a considerar en la evolución de la ciencia política mundial es el del lugar de su nacimiento, quiero decir, dentro de qué Facultad o Departamento empezaron a estudiarse los asuntos políticos. En Alemania y Francia, por ejemplo, se dio dentro de las Facultades de Derecho; en Inglaterra como rama de la filosofía política; en los países socialistas vinculados a la economía. Es por ello que en 1950 se mencionaba la existencia de cinco enfoques de la disciplina.7

  • El enfoque norteamericano, caracterizado por la apertura a otras metodologías de las ciencias sociales, en especial a la psicología (Estados Unidos, Medio Oriente, China).

  • El enfoque británico, tratando de independizarse de la filosofía moral (Gran Bretaña y los países del Commonwealth).

  • El enfoque francés, enraizado en la tradición romana de la ley (Francia, la Europa mediterránea y Latinoamérica).

  • El enfoque alemán, originado en el Derecho Constitucional y en el Administrativo y estudiando fundamentalmente al Estado (Alemania, Austria, Holanda, los países escandinavos, Japón).

  • El enfoque soviético, caracterizado por el modelo de análisis del materialismo histórico, como rama de la sociología y cuya base era la economía política (los países del bloque socialista).

No deja de llamar la atención que estos cinco enfoques tuvieran cierta relación con las etapas por las que transitó la ciencia política norteamericana, según las describió David Easton en 1968, etapas que siguieron también otros países: universalismo, el estudio de la política como parte de la filosofía moral (como el enfoque inglés); legalismo, el estudio del Estado como estructura legal (como el enfoque alemán); realismo, el estudio de la política práctica (como las instituciones francesas de ese tipo) y el conductualismo o conductivismo (behavioralism) típicamente norteamericano.8 Más tarde, en 1985, Easton planteó distintas etapas por las que pasó la ciencia política norteamericana la formal-legal (el estudio de lo que las leyes prescriben y el comportamiento de instituciones y políticos); la etapa tradicional (las prácticas informales en las instituciones y vida política); la conductualista (que de alguna manera significaba adoptar el método de las ciencias naturales, pero con ciertos presupuestos que después fueron negados, tales como que la conducta humana es uniforme o que la investigación debería ser libre de valores); y la postconductualista (que admitía que el hombre está influido por un gran número de variables complejas, que no hay regularidad en su comportamiento, que tiene libre albedrío y que la investigación no puede estar libre de valores).9 Estas dos últimas etapas son las que se han calificado de positivistas y tienen defectos importantes. Por ejemplo, el excesivo medir; la cuantificación sin la suficiente y sólida interpretación de ella, es decir, sin teoría que la explique o con teorías muy pobres; la incapacidad para establecer enunciados con un grado de generalidad significativa y otras más que critico en un libro mío de próxima aparición. Pero el aceptar que la ciencia política adopte el método de investigación de las ciencias naturales no significa admitir ciertos postulados positivistas. Si la ciencia política ha avanzado considerablemente en los últimos años ha sido, a mi juicio, por dos razones fundamentales: la adopción del método científico y la desideologización. Ahora ya no se puede afirmar cualquier cosa, los enunciados deben tener fundamento, las premisas derivarse de ellos y las consecuencias, de las premisas; las hipótesis deben corroborarse, las contradicciones, eliminarse, etcetera. Se necesita evidencia empí-rica o razonamiento lógico para sustentar lo que uno señala. La desideo-logización no quiere decir ausencia de valores o de compromiso; lo que quiere decir es que no se debe sesgar la investigación o la información y datos obtenidos a los intereses ideológicos o de otra naturaleza. Las hipó-tesis ad hoc no son válidas. Lo importante es aplicar el método científico; si al investigador le quitamos su partisanship, dijo Popper, le quitamos también su humanidad.

Respecto a las etapas, el propio Easton señaló que eran las seguidas por Estados Unidos, aunque algunos sostengan que otros países las siguieron también. En lo personal no creo en las etiquetas; la tentativa, muy común, por encasillar escuelas o corrientes sustituye la comprensión de ellas con el nombre que se les da. Sin embargo, los cinco enfoque que he mencionado y el conocer la historia de la disciplina en los diferentes países, nos ayuda a comprender cómo surgió la ciencia política moderna en distintos lugares, de qué disciplinas se separó, en qué Facultades o Departamentos apareció y ello, a su vez, nos permite entender cómo la conciben (la definición que tienen de ella), la elección de temas y problemas, los enfoques con que los abordan etcétera. No es casual, por ejemplo, que en México la ciencia política haya tenido en sus orígenes una fuerte influencia del Derecho, puesto que seguíamos la tradición francesa, o que los principales libros de Teoría del Estado hayan sido escritos en lengua alemana. Pero conocer todo esto también nos ayuda a comprender el nivel distinto de abstracción con que se piensa lo político. Me viene a la mente la agudeza de la observación de Sartori cuando señalaba que los politó-logos y escritores de lengua alemana y francesa se refieren al Estado, en tanto que los de habla inglesa lo hacen al gobierno (o gobiernos), y es verdad.

La creación de la Asociación Internacional de Ciencia Política

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de las naciones democráticas y la Organización de Naciones Unidas (ONU), se propusieron crear una comunidad de naciones que defendiera la paz y evitara una nueva conflagración. En el sentido de lo que había dicho el Presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, de que si se quería que la civilización subsistiera se debía cultivar la ciencia de las relaciones humanas, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), decidió asignar a las ciencias sociales la tarea de promover la amistad entre los pueblos, fomentando el mutuo entendimiento y removiendo obstáculos como el “nacionalismo, los antagonismos de carácter tecnológico, la insuficiencia de la acción gubernamental, los problemas derivados de los movimientos de población o las relaciones de dependencia entre dos pueblos”.10 Dado que la política había sido la principal responsable de la crítica situación que se había vivido, se privilegió a la disciplina que debía encargarse del estudio de la política: la ciencia política. Esta debía proponer reformas a las instituciones defectuosas. Las ideas y prácticas políticas debían ser el objeto desinteresado de estudio de la disciplina. Con ese fin y con el de que académicos de distintos países entraran en contacto, se celebró en París, en 1948, una primera reunión con la participación de ocho distinguidos investigadores encabezados por Raymond Aron. Ahí se postuló la necesidad de crear una asociación internacional de ciencia política y se planteó una meta: facilitar el contacto entre académicos para promover el avance del conocimiento y fomentar en todos los países “el mejoramiento de técnicas de organización política”. Pero también se planteó algo fundamental: la necesidad de que se desarrollaran enfoques, métodos, técnicas y terminología propios de la ciencia política.11 Se acordó, asimismo, celebrar un congreso internacional para el año siguiente que se llevaría a cabo, también, en la capital francesa.

Entre el 12 y el 16 de septiembre de 1949 se realizó dicho congreso organizado por la UNESCO bajo la dirección de su nuevo Director General, el mexicano Jaime Torres Bodet, y con la participación de representantes de dieciseis países. El congreso tuvo dos objetivos: la promoción de la paz mundial, que buscaba la UNESCO, y el fortalecimiento de la ciencia política a nivel mundial, que pretendían los participantes. Además se impulsaría la expansión geográfica de la disciplina, pues hasta ese momento sólo había seis asociaciones nacionales de ciencia política en el mundo: la de Estados Unidos, fundada tan temprano como en 1903, la de Canadá en 1913, la de Finlandia en 1935, la de India en 1938, la de China en 1942 y la de Japón en 1948.

El logro más importante del congreso de 1949 fue, sin duda, la creación de la International Political Science Association (IPSA). Esta Asociación no ha dejado de crecer y fortalecerse desde entonces. La IPSA tiene su propia revista, un boletín informativo, bancos de datos, sienta las bases para el contacto de politólogos en los distintos continentes, fomenta los Research Committees, realiza un congreso mundial cada dos años y estimula a las asociaciones nacionales.

Nacimiento y desarrollo de la ciencia política mexicana

En el contexto descrito anteriormente nació la ciencia política mexicana. La historia es conocida. La UNAM envió como su representante al congreso de la UNESCO de 1949 a Lucio Mendieta y Núñez, entonces director del Instituto de Investigaciones Sociales. A su regreso propuso al Rector Luis Garrido la formación de una escuela de ciencias sociales basada en la London School of Economics and Political Science, el Institut d’Etudes Politiques de la Universidad de París y la Ecole des Sciences Politiques de la Universidad de Lovaina (sobre todo en ésta) y como resultado nació la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, fundada en 1951.

En un principio, la Escuela tuvo una fuerte influencia jurídica y muchos de sus profesores procedían de la Facultad de Derecho, pues como vimos, se seguía la tradición del enfoque francés (de ahí el nombre de ciencias políticas en plural). El enfoque jurídico empezó a cambiar con la llegada de Pablo González Casanova a la dirección de la Escuela en 1957. Tras concluir una maestría en Ciencias Históricas, don Pablo, como se le dice con respeto, se había doctorado en Sociología en la Universidad de París. Su formación y su interés por la investigación le llevaron a darle una fisonomía distinta a la Escuela. Empezó por tratar de conformar una planta docente propia, pero como no había politólogos ni sociólogos, invitó a historiadores y antropólogos. Se elaboró un nuevo plan de estudios con tronco común, se enseñó estadística y la ciencia política se unificó bajo un mismo título con la administración pública. En 1967 se creó la División de Estudios de Posgrado y con ello nuestra Escuela se transformó en Facultad. Con las administraciones de Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, la ciencia política fue creciendo y desarrollándose, se creó una planta docente propia con egresados de la Facultad y se vinculó ésta con el exterior. Fue entonces cuando se celebraron los famosos cursos de invierno a los que vinieron personalidades académicas como Erick Fromm, André Gorz, Roger Garaudi, Erick Hobsbawm, Irving Horowitz, Michael Löwy, Herbert Marcuse, Ernst Mandel, Susan Sontag.

En 1971 se estableció un nuevo plan de estudios y se fundaron centros de investigación, con lo cual se dio un salto cualitativo. Para la ciencia política, se creó el Centro de Estudios Políticos que ha sido decisivo en el crecimiento y desarrollo de la disciplina en México. En aquel tiempo el Centro estaba formado por jóvenes profesores y recién egresados, algunos de ciencia política, pero otros de sociología, relaciones internacionales, economía, comunicación, pues la carrera de ciencia política era muy pequeña. Con la llegada de Gastón García Cantú a la Coordinación del Centro, éste se convirtió en un verdadero sitio de investigación. Don Gastón fundó la revista Estudios Políticos y nos animó a todos a publicar. Bajo su dirección salieron ocho números que todavía son consultados, y algunos han resistido el paso del tiempo. También publicaron algunos invitados como Pablo González Casanova o los profesores del exilio latinoamericano. La revista, señaló don Gastón en una entrevista, pretendía llenar un vacío en el país: realizar estudios políticos desde una perspectiva académica.12

Por otro lado, también se realizaban análisis en materia política en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y en el Centro de Relaciones Internacionales de El Colegio de México; en el primero por sociólogos y en el segundo por sociólogos, historiadores e internacionalistas. Hay que tomar en cuenta que en aquellos años había muy pocos politólogos egresados de la licenciatura y sólo unos cuantos del posgrado. Para dar una idea de esto baste señalar que los primeros doctores en ciencia política del país obtuvimos el grado en la década de los setenta.13

Hacia la mitad de los años ochenta el crecimiento de la ciencia política en México era ya notable. Se enseñaba en 15 universidades e instituciones de educación superior del país (una con dos sedes)14 y la matrícula había crecido considerablemente. De entonces para acá la ciencia política ha seguido creciendo y progresando. Si en los ochenta se enseñaba en 16 lugares, hoy se enseña en 72, la mayoría, como suele suceder en México, junto con administración pública. Digo lugares porque algunas universidades tienen diversas sedes, por ejemplo, la Universidad Autónoma del Estado de México tiene cuatro, en tanto que la UNAM, la Autónoma Metropolitana, el Tecnológico de Monterrey, la Autónoma de Sinaloa, la del Valle del Grijalba, la José Vasconcelos de Oaxaca y otras, tienen dos cada una. En poco más de 20 años se pasó de 16 a 72 sedes donde se enseña ciencia política, y además se realiza investigación especializada en muchas universidades del país.

Si la matrícula de estudiantes de nuestra disciplina durante el año escolar 1985-86 era de 4,892, para el ciclo 2007-2008 había llegado a 11,588, es decir, casi 7,000 estudiantes más.15 Respecto al ámbito laboral, cada vez encontramos un mayor número de politólogos en el sector público y en diversas universidades de la República. En algunos sitios hasta se prefiere al politólogo sobre otras carreras.

Todo este progreso de la ciencia política mexicana ha sido paulatino. De una disciplina incipiente, vinculada al derecho y posteriormente a la sociología, se ha ido transitando, lentamente, hacia la obtención de un perfil propio y el logro de su autonomía.

En la conquista de esa autonomía como ciencia ha tenido que irse independizando: a) del derecho; b) De los enfoques de quienes fueron sus primeros profesores: abogados, historiadores, antropólogos, políticos prácticos, para ir formando, poco a poco, una planta docente propia de politó-logos; c) De la administración pública. Esto aún no se logra del todo pero cada vez estamos más separados de ella en nuestra Facultad, aunque la mayoría de licenciaturas ofrecidas en el país son en ciencias políticas y administración pública juntas. Curiosamente, las universidades que otorgan el título solamente de licenciado en ciencia política son, en su inmensa mayoría, privadas: 13 de 17; 16d) Por último, nuestra disciplina se independizó de las ideologías que la dominaron hasta los años setenta para convertirse en una ciencia: para pasar de dar opiniones a generar y transmitir conocimientos. Este largo tránsito no sólo ha sido, como ya lo dije, paulatino, sino también prácticamente inadvertido por nosotros mismos.

El logro de su autonomía significa también la institucionalización de la ciencia política.17 Esto significa no sólo que se crearan Departamentos y Facultades de ciencia política en las universidades, sino que existe un cuerpo de conocimientos común, un conjunto de teorías y métodos, una manera de entender y abordar los problemas, una bibliografía básica, centros de investigación especializados. Autonomía e institucionalización van juntas y le dan su carácter distintivo a la ciencia política.

Los logros de la ciencia política mexicana son muchos y, sin embargo, se ha llegado a afirmar que está en crisis. Es muy socorrido decir que algo está en crisis aunque se carezca de fundamento serio para sostenerlo. La ciencia política no está en crisis, ni en el mundo ni en México. A nivel mundial la importancia de la ciencia política está fuera de toda duda. La creación de la International Political Science Association le dio un impulso y un reconocimiento mundiales. La proliferación de asociaciones nacionales en los más diversos países y su crecimiento muestran la fuerza de la disciplina. La diversidad de universidades que la enseñan e investigan; la enorme cantidad de revistas académicas y de libros publicados; la colaboración de politólogos en distintos gobiernos, instituciones y medios de comunicación masiva, etc; demuestran a todas luces que la ciencia política mundial no sólo no está en crisis sino que tiene cada vez mayor importancia.

En México, la ciencia política ha tenido un considerable desarrollo. Una ciencia que se ha ido fortaleciendo gradualmente: superando obstáculos, independizándose de factores externos, formando una planta docente propia, hasta constituirse en una ciencia autónoma e institucionalizada. Una disciplina con una matrícula creciente en número y que se enseña en universidades de toda la República, con investigadores que han creado su propia obra y la han publicado en libros y revistas, con profesionales en las más variadas ramas del sector público. Así pues, tampoco en México la ciencia política está en crisis.

En todo este desarrollo, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM ha sido pieza fundamental. Un considerable número de los profesionales que laboran en el sector público y de los profesores de distintas universidades, egresaron de nuestra Facultad. La ciencia política mexicana le debe muchísimo a la Facultad y en especial al Centro de Estudios Políticos (CEP). La importancia y trascendencia que en la historia de la disciplina han tenido la Facultad y el Centro, no se le puede atribuir a ninguna otra institución o dependencia del país. Eso no significa hacer de menos a las otras instituciones sino reconocer el papel de la UNAM.

Ahora bien, el que la ciencia política mexicana no esté en crisis no indica que no haya problemas y limitaciones. Algunos de ellos son los siguientes.

Problemas y limitaciones de la ciencia política mexicana

  • Necesitamos independizarnos del todo de la administración pública. Quiero decir, que los títulos de las licenciaturas deben ser sólo en ciencia política. En ningún país del que yo tenga conocimiento se otorga un título de ciencias políticas y administración pública. Las universidades cuyos departamentos se llaman de Gobierno no otorgan títulos de esa naturaleza sino que abordan el objeto de estudio, el gobierno, desde distintos enfoques y disciplinas. La administración pública es sólo una rama o subdisciplina de la ciencia política. Desde su fundación la IPSA acordó que el nombre ciencia política era el término adecuado (en Francia y otros países se utiliza en plural) que englobaría distintas áreas con sus distintos campos de estudio. Esas áreas originales fueron: Teoría Política; Instituciones Políticas; Partidos, Grupos y Opinión Pública; Relaciones Internacionales. Cabe señalarse que dentro del área Instituciones Políticas se encontraba la Administración Pública.18 Pero no sólo entonces, hoy mismo, si revisamos los Códigos de las distintas ciencias según la UNESCO y después de todo es la organización internacional más importante en educación, ciencia y cultura— vemos que tanto la administración pública como las relaciones internacionales (políticas) y la sociología política, son áreas de la ciencia política. Para decirlo con la vieja analogía, el árbol es la ciencia política y esas son algunas de sus ramas.19 Peor aún es otorgar grados de “Doctor en Ciencias Políticas y Sociales (¿todas las sociales?) con especialidad en Administración Pública”, o con especialidad en Sociología. Son doctorados en “todología”. En ningún país civilizado se otorga un grado semejante. Y eso pasa en nuestro posgrado de la UNAM, ¡increíble!

  • La ciencia política mexicana trabaja casi exclusivamente problemas de México. Los asuntos políticos internacionales se los dejamos a las Relaciones Internacionales, pero ya vimos que éstas, en lo relativo a la política, son simplemente una rama o área de la ciencia política. En otras universidades del planeta la ciencia política trata temas y problemas políticos de cualquier región del mundo, de cualquier época histórica y se usa mucho el método de la política comparada.

  • Investigamos un muy reducido espectro de problemas políticos mexicanos: sistema político, democracia, partidos políticos, procesos electorales, poderes Ejecutivo y Legislativo, participación ciudadana y algunos más. La cantidad de temas y problemas políticos que nuestra disciplina no aborda es enorme. Con respecto a estos dos últimos puntos, la ciencia política mexicana es de un gran provincianismo.

  • Existe un reducido número de editoriales y revistas que publican trabajos de ciencia política. Recientemente varias editoriales que solían publicar trabajos de ciencia política y de ciencias sociales en general, han sido compradas por grupos mayores que dejan de publicar este tipo de material. Varias revistas han desaparecido y otras han alargado su periodicidad (solían ser trimestrales y ahora hay varias que son semestrales, lo que significa un problema serio); otras revistas incluyen disciplinas sociales tan diversas como la psicología y la ciencia política.

  • División de la ciencia política mexicana. La ciencia política en México está dividida en función de la institución a la que se pertenece. Los de una institución no reconocen o no le dan el valor debido a lo realizado por otra. Esto, paradójicamente, se ha dado con respecto a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM a la que no se le otorga el reconocimiento debido. Paradójicamente porque la UNAM es la sede y el núcleo de donde ha surgido la ciencia política mexicana (sin necesidad de enfatizar que es la única universidad de México, España, Portugal y el resto de América Latina que se ha encontrado entre las cien mejores universidades del mundo). Digo esto, entre otras cosas, por un reciente artículo titulado “El estado de la ciencia política en México” que apareció en la revista del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE).20 Antes que nada quiero señalar que el título es totalmente incorrecto, de lo que trata el artículo es de algunos trabajos empíricos que han aparecido en sólo tres revistas mexicanas de 1990 a 2007, es decir, dejan fuera los trabajos teóricos y metodológicos de esas mismas revistas, toda la producción en otras revistas, toda la de libros y toda la anterior a 1990. No sólo en el título cometen esa generalización, insostenible metodológicamente e incorrecta desde cualquier otro punto de vista, sino que con mucha frecuencia los autores se refieren a su trabajo como la relación de la ciencia política en México (aunque en un párrafo admitan que no es así).

Ahora bien, los autores sólo toman tres revistas que aparecen en el Indice de CONACyT, pero de eso uno se entera por la cita y luego por unas referencias posteriores. En el texto, cuando al principio se justifica la elección, señalan que el criterio es el de “consolidación” y definen esto como antigüedad e impacto. No considerar a la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales que existe desde 1955 (¿quieren mayor antigüedad?), que está en el Indice de CONACyT y que lo estuvo también en otro tiempo del analizado por ellos, que se llamó alguna vez precisamente Revista Mexicana de Ciencia Política y no considerar a la revista Estudios Políticos que existe desde 1975 y que es una revista primordialmente de ciencia política, es inadmisible. Esto respecto a la antigüedad y a la temática. Respecto al impacto, pocas revistas académicas lo han tenido mayor que la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. En sus páginas han escrito algunas de las figuras intelectuales más importantes del mundo y de México, así como diversos trabajos de ciencia política. Estudios Políticos, por su parte, fue el primer espacio exclusivo de análisis académico de la política, según afirmó Gastón García Cantú y se ha convertido prácticamente en una revista de ciencia política. Dejar fuera estas revistas sólo demuestra prejuicio o ignorancia. Si el criterio decisivo fue el de pertenecer al mencionado Indice durante todos esos años, deberían haberlo dicho así y no inventar el criterio de consolidación (antigüedad e impacto).

Aunque en el artículo que critico se señala que en las revistas que aparecen en el citado Indice “al menos eventualmente” se publican artículos de ciencia política, la realidad es que en su trabajo los autores consideran a las tres revistas elegidas por ellos (Foro Internacional, Revista Mexicana de Sociología y Política y gobierno) como representativas de la ciencia política, como si fueran revistas de ciencia política y eso es falso. Incluir a la Revista Mexicana de Sociología como una de las más importantes de ciencia política sólo muestra la errónea concepción sobre la disciplina que he criticado en este trabajo. La calidad de esa revista está fuera de toda duda pero es básicamente, como su nombre lo indica, de sociología. Hay, sí, en sus páginas, varios trabajos de sociología política que es, como ya vimos, sólo una rama de la ciencia política entre otras. Algo similar podríamos decir de Foro Internacional, publicación de indudable calidad pero donde aparecen trabajos de historia, asuntos internacionales diversos o de otra rama de la ciencia política como la administración pública. De hecho, hay muy pocos politólogos por formación en la plantilla docente de El Colegio de México y su licenciatura en la disciplina tiene pocos años. Los autores del artículo dicen que Política y gobierno es la única revista de ciencia política del país, pero si su concepción de la disciplina es la que he criticado, entonces su revista incluiría artículos que no son propiamente de ciencia política. Así parece ser el caso pues definen a la disciplina como “el estudio del gobierno, sistemas y procesos políticos, comportamiento político y políticas públicas”. Como ya he dicho, esos temas pueden ser abordados desde distintas ciencias, por ejemplo, desde el derecho, la economía o la historia.

En suma, el criterio de pertenecer al Indice de CONACyT está muy bien para muchos aspectos, pero si se quiere analizar lo que ha producido la ciencia política mexicana, en primer lugar es necesario que sólo sean trabajos de ciencia política y no cualquier estudio sobre política. En segundo lugar, se deben incluir las principales revistas que publican trabajos de la disciplina en todo el país e independientemente de si están o no en el mencionado Indice. En tercer lugar, ciertamente se deben incluir los libros, que son trabajos más terminados y más importantes, de otra forma se está dando una visión sesgada de la ciencia política en México. Es hora de acabar con las capillitas y formar un gremio unificado.

  • No existía una asociación mexicana de ciencia política. En un tiempo existió bajo la dirección de Enrique González Pedrero pero prácticamente desapareció y no consta ya en IPSA. Permítaseme una referencia personal. Hará unos doce años que pensé en la necesidad de rescatar aquella asociación o de formar otra. En 2004 se lo propuse a Carlos Sirvent, pero lo dejamos pasar. En 2008, en una comida en La Cava en la que se encontraban el propio Carlos, Karla Valverde, Carmen Roqueñí, Marcela Bravo Ahuja y Luisa Alberto de la Garza, lo platicamos abiertamente. También lo conversé con Carmen Solórzano y con Humberto Muñoz, poseedor de una excelente y amplia visión sobre las ciencias sociales en general. Poco después, en el mismo 2008, el Dr. Mathieu St-Laurent, encargado de la membresía de IPSA en aquel momento, le escribió a la Coordinadora del Centro de Estudios Políticos de la UNAM para invitarla a que formara una asociación que representara a México ante aquella institución, y desde entonces la Dra. Karla Valverde estuvo en contacto con él para informarle de nuestros avances. El año pasado un conjunto de politólogos de diversas universidades y de diferentes generaciones constituimos y formalizamos ante Notario Público, el Consejo Mexicano de Investigación en Ciencia Política, A.C. (COMICIP) con una Mesa Directiva que preside la propia Dra. Valverde. Desde entonces hemos llevado a cabo varios actos académicos, uno de ellos internacional con el 33 Research Committee de IPSA; somos la representación mexicana ante la American Political Science Association y estamos en trámites para serlo ante IPSA.

  • No existe una revista mexicana de ciencia política. En otros países las revistas de ciencia política son de ciencia política y están diferenciadas de las de historia, sociología, economía, derecho, etcétera. Por supuesto puede y debe haber, y cada vez más, análisis multidisciplinario, pero eso no quiere decir que no deba existir una revista propia de la disciplina. Las revistas nacionales de ciencia política en el mundo son la expresión del trabajo que realizan sus politólogos y algunas tienen gran relevancia y considerable alcance internacional. Piénsese, por ejemplo, en la Amerícan Political Science Review, la Revue Française de Sciences Politiques o la Rivista Italiana de Scienza Politica. También en América Latina hay revistas nacionales de ciencia política, como en Venezuela. En aquellas mismas reuniones en que propuse la necesidad de una agrupación propia de los politólogos, propuse también que fundáramos la Revista Mexicana de Ciencia Política que es ahora uno de los primeros objetivos de nuestra organización.

Una breve conclusión

Como he tratado de mostrar en este trabajo, la ciencia política lejos de estar en crisis o padecer mala salud, goza de ella. En México y en el mundo ha conquistado, a través de un largo camino, su autonomía como ciencia y se ha institucionalizado. Eso no significa que carezca de relaciones con otras ciencias, ni que no puedan o deban hacerse estudios multidisciplinarios. Significa que es la ciencia especializada en el estudio de la política y que se le reconoce como tal; significa que tiene teorías, enfoques, bibliografía, lenguaje propios y, como dije antes, algunos incluso sostienen que métodos propios (entre ellos los que fundaron IPSA). La autonomía de la ciencia política quiere decir que es una ciencia distinta, diferenciable y distinguible de otras ciencias sociales.

No debemos desdeñar o minimizar lo que la ciencia política ha logrado en el mundo y en nuestro país. Eso no indica que haya alcanzado el nivel deseable. Aún tiene muchos problemas. No ha logrado establecer leyes o enunciados universales; muchos de sus enunciados con cierto grado de generalidad encuentran significativos y con frecuencia numerosos contraejemplos; no ha conseguido establecer una razonable definición universal de lo que es; no ha unificado conceptos sino que cada quien suele llamar a lo mismo de manera distinta (lo que genera confusión); sus modelos no reflejan bien la realidad y suele, al menos una parte de ella, ser esquemática. Tampoco ha sabido prever acontecimientos fundamentales (como la caída del socialismo real). Es en la solución de estos y otros problemas en lo que debemos trabajar para hacer avanzar nuestra disciplina. En México debemos enfrentar algunos problemas como los que señalé páginas atrás.

De la expresión sin cortapisas, más ideológica que otra cosa, en la que se podía afirmar lo que fuera sin tener que demostrarlo, propia de los años sesenta y setenta, se ha pasado —al menos en la ciencia política dominante en el mundo— a un excesivo medir, ayuno de teorías sólidas que expliquen fehacientemente el objeto de estudio. Debemos conjugar explicación y medición y utilizar, cada vez mejor, el método científico. Sólo así haremos avanzar nuestra disciplina.

Agradezco los valiosos comentarios y sugerencias que me hicieron Carmen Roqueñí y Karla Valverde.

Doctor en Ciencia Política por la UNAM. Profesor de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III.

Octavio Rodríguez Araujo, “La ciencia política en (y sobre) México en el siglo XX”, en Ciencia, vol. 52, núm. 3, octubre de 2001, p. 66.

Varios, Ciencias Sociales en México, El Colegio de México, 1979.

Estudios Políticos, núm. 22, enero-abril de 2011.

“Nuestras ciencias sociales en el siglo que concluyó”, en Ciencia, vol. 52, núm. 3, octubre 2001.

John Coakley, “The Organizational Evolution of Political Science: The International Dimension” [en línea], Dirección URL: http:onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/:0020-8701.2004.00482X/full [consulta:18 septiembre 2011].

Loc. cit.

M. Salvadori, “The UNESCO project: methods in political science”, en UNESCO Contemporary Political Science. A Survey of Methods, Research and Teaching, Paris, UNESCO, 1950, pp. 1-20, citado en John Coakley, op. cit.

David Easton, “Political Science”, en International Encyclopaedia of the Social Sciences, vol. 12, London, MacMillan, 1968.

David Easton, “Pasado y presente de la ciencia política en Estados Unidos”, en Estudios Políticos, Tercera Epoca, núm. 11, julio-septiembre 1992, pp. 83-103, publicado originalmente en International Political Science Review, vol. 6, no. 1, 1985 (traducido por César Cansino y María Teresa Hatch, con autorización del autor y revisión final de Karla Valverde Viesca).

UNESCO, General Conference, First Session, Paris, December 1946.

UNESCO, International Conference on Methods in Political Science, Paris, September 16, 1948, citado en International Political Science Association. “History-Prologue: Political Science, a Postwar Product (1947-1949)”. También aparece sin el pretítulo de History-Prologue como autoría de Thibaud Boncourt, Bulletin of the International Political Science Association, vol. 33, num. 1, special issue 60th Anniversary of IPSA, april 2009. http://www.saap.org.ar/esp/docs-ipsa/pdf/participation_2009_33_1.pdf

Cristina Puga y Enrique Suárez-Iñiguez, “Quince años de Estudios Políticos, entrevista con Gastón García Cantú”, en Estudios Políticos, núm. 1, Tercera Epoca, enero-marzo 1999, pp. 130-132.

Arnaldo Córdova en 1974, Carlos Sirvent en 1976, el que esto escribe en 1978 y Octavio Rodríguez Araujo a principios de 1979.

Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán UNAM, Universidad Autónoma de Baja California Norte (Mexicali), Universidad Autónoma de Baja California Sur (La Paz), Universidad Autónoma de Coahuila, Universidad Autónoma del Estado de México, Universidad Autónoma Metropolitana (Iztapalapa), Universidad Autónoma del Noreste, Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidad Autónoma de Sinaloa, Universidad Autónoma de Tlaxcala, Universidad de Colima, Universidad Iberoamericana, Universidad Nacional Autónoma de México (FCPyS), Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Universidad de Saltillo AC y Universidad del Sudeste. De estas, cuatro eran privadas, la del Noreste, la Iberoamericana, la Popular Autónoma de Puebla y la de Saltillo.

Agradezco la gentileza de la Maestra Carmen Roqueñí, candidata a doctor, de proporcionarme los datos de sedes y matrícula de los años dos mil que salen de un banco de datos elaborado por ella para su tesis doctoral “La política de educación superior 2002-2006 y sus repercusiones en las ciencias sociales”. Para los datos de los ochentas, véase mi trabajo “La ciencia política en México” en Varios, Ciencia Política, Democracia y Elecciones, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, 1989.

La Universidad del Sur (de Chiapas), el Claustro Universitario de Chihuahua, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, campus ciudad de México y campus Monterrey, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, la Universidad Autónoma de Durango, el Instituto Tecnológico Latinoamericano (de Hidalgo), la Universidad José Vasconcelos de Oaxaca, en sus campus de Oaxaca de Juárez y de Santo Domingo Tehuantepec, la Fundación Universidad de las Américas-Puebla, el Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla AC, la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla y la Universidad Central de Veracruz. Las cuatro universidades públicas que otorgan el título únicamente de licenciado en ciencia política (o en plural) son: la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, la Universidad Autónoma de Nayarit, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

Debo esta idea a la Dra. Karla Valverde, a quien le agradezco habérmela planteado.

“The UNESCO project: methods in political science”, International Social Science Bulletin, no. 1, Paris, UNESCO, 1949, pp. 28-32.

Las áreas o ramas de la ciencia política según la UNESCO son: Relaciones Internacionales, Políticas Sectoriales, Ideologías Políticas, Instituciones Políticas, Vida Política, Sociología Política, Sistemas Políticos, Teoría Política, Administración Pública, Opinión Pública y otras especialidades. Códigos UNESCO http://www.ucm.es/cont/descargas/documento21414.pdf, revisado 23 de agosto 2011. Agradezco a la Mtra. Carmen Roqueñí el haber llamado mi atención a estos Códigos que amablemente me proporcionó y que refuerzan mi punto de vista.

Mauricio Rivera y Rodrigo Salazar-Elena, “El estado de la ciencia política en México. Un retrato empírico”, Política y gobierno, vol. XVIII, núm. 1, primer semestre 2011, pp. 73-108.

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