El Centro de Estudios Políticos (CEP) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales ha sido, desde su fundación en el año 1971, un punto de encuentro para el diálogo y el desarrollo del pensamiento. En más de cuarenta años de historia, el CEP ha sido también un puerto de enlace entre nuestra Máxima Casa de Estudios y una diversidad de instituciones donde se incluyen las universidades públicas y privadas de mayor prestigio en México, centros de excelencia académica de países como Italia, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, además de la diplomacia, los medios de comunicación y la administración pública de nuestro país.
De igual modo, el Centro de Estudios Políticos fue el lugar al que llegaron especialistas en Ciencias Sociales de Chile y Argentina para enriquecer la planta docente de la UNAM, refrescar el intercambio de ideas sobre la realidad y la transformación de Latinoamérica, pero también ha sido la plataforma de salida para numerosos expertos mexicanos que llevaron las aportaciones e investigaciones de México hacia las más prestigiadas universidades de América y Europa.
En este sentido, es simbólico que su primera sede temporal se encontrara en el área que forma a nuestros atletas de alto rendimiento. El sótano de los espacios deportivos que se prestó al Centro de Estudios Políticos en sus inicios, me parece, fue un anticipo de lo que estaba por venir: la formación de académicos y científicos sociales de alto rendimiento para la Universidad Nacional Autónoma de México.
Tal como ocurre con los atletas mexicanos, los éxitos de nuestras Ciencias Sociales, muchas veces se han conseguido con el esfuerzo, perseverancia y terquedad, más que con el respaldo y el reconocimiento oficiales. Pero tal como ocurre con esos héroes deportivos que de pronto parecen surgir de la nada, cuando en realidad tienen detrás años de esfuerzo, entrenamiento y disciplina, el Centro de Estudios Políticos trabaja de manera constante y silenciosa para cosechar triunfos grandes y pequeños en cada publicación, en cada investigación que llega a término, en cada tesis de licenciatura y de posgrado, así como en alguno de sus integrantes que, en cierto momento pide licencia porque, debido a su prestigio académico, es llamado a cumplir una responsabilidad política o diplomática.
La obra Testimonios: Vida y Trayectoria del Centro de Estudios Políticos 1971-2011 nos cuenta algunas de éstas, que más que historias de éxito son historias de esfuerzo, de persistencia y compromiso intelectual.
Veinticinco relatos, incluyendo el que presenta en la introducción su coordinadora, María de los Ángeles Sánchez Noriega, nos aproximan a la experiencia de quienes forman el Centro y nos permiten observar cómo las fronteras entre lo profesional y lo personal se diluyen hasta que la vida académica se transforma, simplemente, en el proyecto de vida.
Estas son las experiencias que comparten con el lector 22 autores invitados a formar parte de este libro, a quienes se agregan las semblanzas de dos profesores eméritos. El resultado es un recorrido más o menos cronológico, por la historia del Centro de Estudios Políticos y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, pero también por cuatro décadas de historia de la Universidad y el país.
Fundado por jóvenes, bajo el auspicio de Víctor Flores Olea como director de la Facultad de Ciencias Políticas, el Centro se nutrió rápidamente de las aportaciones de noveles profesores y estudiantes de posgrado que llegaron de Europa con ideas y aportaciones frescas. A ellos se unieron alumnos y tesistas de licenciatura que tenían fresco el recuerdo de su participación en el movimiento estudiantil de 1968 y conservaban la convicción de que sus esfuerzos teóricos serían decisivos para transformar el país.
En esos años fundacionales, el papel de Don Gastón García Cantú como director del Centro de Estudios Políticos resultó decisivo para establecer el nivel de calidad y constancia requerido. La admiración y el afecto con los que se le recuerda dan cuenta de su calidad como mentor y líder.
Aquellos fueron tiempos marcados por la Guerra Fría y el deseo de los países latinoamericanos de lograr la independencia económica, donde no era común encontrar proyectos académicos abiertos a la diversidad de paradigmas teóricos e ideológicos; sin embargo, Víctor Flores Olea y Gastón García Cantú tuvieron el acierto de seleccionar a jóvenes dispuestos a conocer y confrontar una variedad de fuentes de información, metodologías y marcos de referencia.
Así, mientras las variantes leninista y estalinista del marxismo predominaban en el pensamiento académico de nuestro país, las primeras generaciones del Centro de Estudios Políticos habían comenzado una revisión crítica del marxismo que en algunos reforzaría sus convicciones socialistas, pero los llevaría por caminos de mayor independencia intelectual, mientras otros iniciarían la búsqueda de nuevos paradigmas, referentes, métodos de análisis y herramientas de estudio.
Bajo la rigurosa tutela de los directores y coordinadores del Centro, el compromiso de participar en la transformación de la sociedad a través de las ideas, ayudó a los jóvenes académicos de entonces a mantenerse apartados de debates estériles e interminables y enfocarse en el estudio de la realidad política y social de México.
Así, desde el CEP se dio seguimiento a la transformación de nuestro país, de un régimen de partido hegemónico en un escenario competitivo de partidos e instituciones democráticas. Mientras México y el mundo cambiaban, el Centro de Estudios Políticos fue escenario de sus propias luchas, en las que se combatió el conformismo intelectual, los atavismos y el dogmatismo, en favor de la puesta al día de los planes de estudio.
En este recorrido, también se intentó una más estrecha vinculación de la Facultad con los medios de comunicación y los centros de trabajo, con el propósito de formar estudiantes actualizados y preparados para participar de manera activa en los cambios que experimentaban las instituciones públicas.
Los esfuerzos del Centro no siempre dieron los frutos esperados. Unas veces tenido en alta estima por las autoridades universitarias y en otras casi olvidado, este grupo de académicos aprendió a sostenerse con los recursos del esfuerzo, la imaginación y el compromiso. Su permanencia y su prestigio ganado sirvió para que nuevas generaciones de egresados se incorporaran y mantuvieran vivo el trabajo iniciado por sus fundadores.
Lo que nos dejan los recuerdos y reflexiones plasmadas en estas páginas son experiencias que reflejan la evolución y los problemas compartidos por los centros académicos de México y otras partes del mundo. La inconstancia de las autoridades al momento de otorgar recursos, la siempre incierta posibilidad de llevar a buen término proyectos de investigación de larga duración, los intentos de grupos políticos por colonizar las instituciones académicas y transformarlas en extensiones de su poder, en bastiones partidistas, en centros de reclutamiento de cuadros o hasta en sucursales partidistas en las cuales distribuir puestos de trabajo a sus militantes.
En varios de los textos que integran este libro, queda claro que a veces la universidad pública puede tener peores enemigos que aquellos que buscan reducirla o desaparecerla. A la vista están aquellos partidos y miembros de la clase política que pretenden defenderla del imperialismo, el capitalismo y el liberalismo, pero no hacen algo por defenderla de ellos mismos.
No tan a la vista están otros enemigos que es más difícil identificar y son capaces de hacer mucho daño. Me refiero al conformismo, al temor a las ideas nuevas, a perder el espíritu innovador, la sed de aprendizaje para instalarse en una conservadora zona de confort. Contra éstos y otros males ha tenido que combatir a lo largo de cuarenta años el Centro de Estudios Políticos.
En estos testimonios también hay valiosas enseñanzas acerca de lo que se hizo cuando se detectaron esos problemas. Qué resistencias hubo que vencer, qué muros burocráticos fue necesario derribar y cuántos sacrificios personales fue necesario realizar para mantener vivo este proyecto académico.
De tal forma, lo que tenemos es un libro que permite diversas lecturas. Una lectura histórica que corresponde a la etapa de consolidación de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y sociales y su transformación en Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
Otra lectura permite conocer, a través de sus protagonistas, una parte fundamental de la historia de las ciencias sociales en México, en su desarrollo y construcción de paradigmas, así como también en los debates y acciones que se tuvieron que emprender para superar atavismos ideológicos y mantener el esfuerzo comprometido con la vanguardia teórica. En este volumen también es posible apreciar cómo las modas ideológicas vienen y van, pero el compromiso académico serio es capaz de reconocer lo valioso en cada corriente de pensamiento, aprovechar sus aportaciones metodológicas y hacerlo propio, sin quedarse anclados en una sola tendencia.
Ahí, encontramos otra posible clave de lectura, la que nos permite adentrarnos en la evolución de la política mexicana y las ideas políticas predominantes en distintos momentos.
La evolución que se percibe a través de esta lectura, es comparable a la de la personalidad humana. Al igual que muchos de nosotros, el Centro, en su etapa formativa estuvo más marcado por el impulso que por el conocimiento, pero con la guía adecuada fue capaz de ordenar sus pensamientos, aprovechar la enseñanza de sus mentores y emprender el doloroso, pero productivo camino de la madurez. La ideología, que parecía responderlo todo, pronto quedó superada por una realidad que se niega a ser reducida. La crisis intelectual que produjo este choque entre los ideales y la realidad, lejos de conducir a un cinismo, mantuvo viva la esperanza de construir un mundo más justo, pero se aprendió la lección fundamental de que solo es posible comprender la realidad cuando se está dispuesto a abrir la mente para comprenderla y conocerla.
Encaminado hacia su madurez, el Centro de Estudios Políticos es muy distinto de aquél formado por un grupo de jóvenes ideológicamente comprometidos. Al crecer junto con sus integrantes, se abrió a nuevas ideas y, sin descartar sus paradigmas originales, entendió que eran insuficientes para explicar la compleja realidad social.
Ahora, quienes pertenecemos al Centro de Estudios Políticos y desde ahí nos dedicamos a las ciencias sociales, comprendemos que nunca dejaremos de aprender. Hace cuatro décadas había una corriente de pensamiento que nos ofrecía todas las respuestas; hoy sabemos que es más importante no dejar de hacernos preguntas, de indagar, de conocer nuevas ideas y métodos de análisis. Las ciencias sociales tienen más futuro que nunca antes.
Las vivencias de José Luis Hoyo, Cristina Puga Espinosa, Enrique Suárez Íñiguez, Javier Rosas Sánchez, Erwin Rodríguez Díaz, Patricio Marcos Giacomán, Juan Felipe Leal y Fernández, María de los Ángeles Sánchez Noriega Armengol, Samuel León González, Guillermina Baena Paz, Víctor Manuel Muñoz Patraca, Luis Alberto de la Garza Becerra, Carmen Roqueñí Ibargüengoitia, Rosa María Lince Campillo, Marcela Bravo Ahuja Ruiz, Alberto Enríquez Perea, Héctor Zamítiz Gamboa, Karla Valverde Viesca, Manuel Villa Aguilera, Lorenzo Arrieta Ceniceros, Hilda Aburto, reflejan los valores que nos mantienen activos y comprometidos, tanto en el aula como en los cubículos.
Las semblanzas de Octavio Rodríguez Araujo y Adolfo Gilly, por su parte, son un reconocimiento a dos vidas de esfuerzo en la formación de nuevas generaciones de mexicanos útiles a su país, ya sea como políticos, analistas, funcionarios públicos, periodistas profesores o investigadores.
Las experiencias de este libro no son de interés únicamente para la comunidad de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Aquí hay reflexiones, acontecimientos y enseñanzas que compartimos los miembros de todas las universidades públicas y privadas.
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Profesora de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.