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Vol. 2013. Núm. 28.
Páginas 195-200 (enero - abril 2013)
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Reseña del libro
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María de los Ángeles Sánchez-Noriega Armengol*
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Bajo el doble sello editorial de Miguel Ángel Porrúa y la lxi Legislatura del Senado de la República, Patricio Marcos publica el ensayo titulado: La vida política en Occidente: pasado, presente y futuro, obra sustentada en su Diccionario de la Democracia, publicado en el año de 2010, el cual es el resultado de un proceso de investigación largo, acucioso y crítico, pues presenta una interpretación novedosa, sólidamente fundamentada en el análisis que destacados autores a lo largo de la historia del pensamiento político occidental le han atribuido al polisémico vocablo Democracia, por lo que éste se convierte en el eje estructurador del estudio de muchos otros términos empleados a lo largo de la historia con respecto al poder, sus fines, ejercicio y organización; de ahí que en este ensayo se remita con frecuencia y amplitud a los contenidos de esa espléndida obra previa.

La vida política en Occidente: pasado, presente y futuro, contiene 18 capítulos; 15 están dedicados a contrastar con detalle las características de los paradigmas políticos antiguo y moderno; su evolución histórica en función de los intereses privados que emergieron en diversas sociedades de Europa y en Estados Unidos y el papel esencial que tuvieron destacados ideólogos para justificarlos; las transformaciones que sufrieron las teorías clásicas de la representación y su ejemplificación mediante casos concretos; la importancia del Derecho privado moderno que acabó por convertir al ciudadano en un individuo privatus, literalmente el que está privado de derechos políticos, como afirma Sartori, basado en la voz latina, o como significa en la palabra griega original, idion “idiota”, es decir, el que no es socio del gobierno, el que no es ciudadano; las características de las distintas formas de gobierno; la determinación de los criterios para conceder el derecho al voto, institución que, argumenta Patricio Marcos, no es ni republicana ni democrática; entre otros interesantísimos y polémicos temas. Los títulos de cada apartado son: i. La pérdida del saber y el arte político en Occidente;ii. La política y su exilio moderno; iii. Algunas interrogantes; iv. Trazos para una historia de los paradigmas antiguo y moderno; v. Breve noticia sobre el respaldo científico monumental que soporta el paradigma antiguo; vi. Identificación paradójica del paradigma clásico con el imperio del cristianismo tradicional; vii. ¿Del por qué la política no es otra cosa que la vida política? viii. Absolutismo, gozne de la transición hacia los regímenes nuevos; ix. Aspectos clave del paradigma moderno;x. La representación: el Derecho, lo civil y lo político en las sociedades modernas; xi. El gobierno por turnos; xii. Sin voto no hay democracia; xiii. Prodigalidad, liberalidad e iliberalidad.

Los razonamientos elaborados en cada uno de los apartados mencionados soportan la indagación sobre el futuro; de esta manera, en el capítulo xvi se construyen los supuestos del escenario mundial; en él se exhibe una teoría que atañe directamente a la comprensión de las formas de gobierno en México, ya que estudia la coyuntura que permitió, en sólo dos momentos extraordinarios en la larga historia del mundo, el tránsito de un gobierno oligárquico a uno republicano.

Los dos regímenes republicanos que trata son el periodo del legislador Clístenes, vigente desde finales del siglo vi (510) y casi durante todo el siglo v (405) a.n.e., bajo las figuras representativas de Pericles y Aspasia; el otro es la República mexicana en los años de 1920 a 1946.

Ambas repúblicas, afirma Patricio Marcos, surgen de tiranías prolongadas; la primera, de Psisístrato y sus hijos; la segunda, de Porfirio Díaz. Presenta una interpretación acerca de las causas internas que permitieron ese tránsito en nuestro país, sobre todo argumenta sobre la virtud de la legislación emanada del Congreso Constituyente de Querétaro de 1917, que consistió en que supo combinar con sabiduría, es decir, de manera proporcionada, los principios de la revolución oligárquica maderista, con los democráticos del villismo y el zapatismo. “Esta feliz y sabia mixtura es la que factura la República, presidencial y militar desde el inicio […]”; reitera las cualidades que distinguen a la República, una de ellas es que desaparecen de la sociedad “como por arte de magia” los muy ricos y los muy pobres.

El capítulo siguiente, el xvii, explora las posibilidades del tránsito de la forma de gobierno plutocrática que caracteriza a Estados Unidos de Norteamérica hacia la republicana; por último, en el capítulo xviii, se formulan tres hipótesis respecto al futuro del paradigma político clásico en el siglo xxi.

En palabras del propio Marcos, la tesis que atraviesa el ensayo encuentra expresión en dos correlaciones sencillas, cifradas en lo que denomina, no sin concesiones, aclara, paradigmas de la política antigua y el poder moderno, en dónde radica la licencia para designar al poder moderno como paradigma; es, precisamente, el eje que estructura todo su análisis, el cual se asienta en cuatro criterios: 1. El tiempo de duración; 2. El carácter teórico o ideológico de los paradigmas comparados; 3. El rasgo incluyente o excluyente de dichos modelos respecto a las ideas de felicidad humana; 4. El carácter de las guerras, tipificadas como justas o injustas.

Con base en estas pautas, a lo largo de la obra contrasta los únicos dos modelos que pueden identificarse en la historia occidental conocida. Uno de ellos abarca desde la centuria xiii antes de nuestra era hasta el políticamente tenebroso siglo xviii, es decir, hasta el llamado Siglo de las Luces.

El otro modelo, el que está vigente en nuestro siglo, brota parcialmente en los siglos xvi y xvii en el septentrión de Italia, bajo el liderazgo de Venecia (la Reina del Adriático) y Génova; le siguen los países de las Tierras Bajas durante la centuria xvii encabezados por Holanda, el cual cobra fuerza expansiva en el siglo xviii con las revoluciones estadounidense y gala, para hacer de las centurias xix y xx un escenario de guerra y dominio militar y económico. Marcos afirma que “por estas artes malevas” los imperios medievales aristocráticos quedan barridos en Occidente, suplantados por plutocracias modernas; entonces se pierde el carácter político de los Estados, que se convierten en maquinarias de guerra, afirmación de Sombart que él suscribe, Estados cuyo único fin es obtener ganancias materiales en todos los órdenes de la vida, cifrando en ellas la felicidad de la especie humana.

De manera resumida se tiene que el modelo de poder actual se reduce a la pretensión de vender, cual si fuese ciencia, la ideología corruptora de la vida noble, por eso la transición entre el antiguo y el nuevo régimen se caracteriza por la sustitución de las oligarquías del honor por las oligarquías del dinero, de tal manera que el mundo actual vive la hegemonía de los antiguos neoplutoi o nuevos ricos, aquellos seres carentes de nobleza, que desconocen que la verdadera dignidad humana está cifrada en la capacidad y el placer que brinda el hacer el bien.

Respecto al carácter teórico o ideológico de los paradigmas comparados, resalta que el paradigma clásico está fundamentado en extensos estudios empíricos, realizados por sabios tanto de la Academia como del Liceo; mientras que el paradigma moderno es ideológico, acientífico y valo-rativo, pues su objetivo fundamental es justificar la conservación de la vida dormida y pasiva, la vida que Constant llama “de goces”.

Patricio Marcos pone énfasis en que en el mundo moderno el saber político antiguo se designa con el nombre de filosofía política, pretendiendo que es un saber inútil, obsoleto, en clara contradicción con el tipo de conocimientos que los sabios de esa época construyeron y que se indican con los propios títulos de sus obras; ejemplifica diciendo que Platón no llama a sus diálogos “Filosofía de la República”, sino República, ni a otro “Filosofía de las Leyes”, sino, de manera llana, Leyes.

Este esfuerzo por denostar a la ciencia política antigua se manifiesta también en las características que actualmente se le atribuyen a la auténtica ciencia política, la cual es antifilosófica, avalorativa y está sustentada en la cuantificación y el dato duro; esta actitud desconoce que la ciencia política antigua no es “valorativa”, porque está basada en una multiplicidad de investigaciones históricas sobre individuos y pueblos. En tanto que es científica, su interés consiste en dar cuenta cabal de las ideas sobre la felicidad y, fundamentalmente, de la manera en que cobran expresión histórica en la organización política, social, económica y familiar de los pueblos de todos los tiempos.

Al confirmar que el objetivo de la ciencia y el arte de la política es la felicidad, el fin que atañe a la realización del hombre como individuo y como especie, se pone de manifiesto que la fortaleza del modelo clásico radica en que se construyó en función de la experiencia, de la práctica en la vida política, porque ésta conforma una manera de pensar, de sentir, de actuar.

La vida política, sostiene Patricio Marcos, es la vida despierta y activa del hombre sabio; de aquel que ha conquistado el poder de ser principio de sí mismo y por ello sus deliberaciones, decisiones y actuaciones antes de proceder de causas externas, resultan de sus propias elecciones, basadas en la prudencia, que no es otra cosa “que el sentido de las proporciones para lo que se piensa y se hace.”

La vida sabia, sinónimo de política, constituye un magisterio, una dignidad que se conquista, una maestría educativa que supone un ejercicio cotidiano, gracias al cual se consigue privilegiar el bien común antes que el propio. Si bien esta condición es la máxima a la que puede aspirar el ser humano, para alcanzarla es menester transitar por alguna de las dos únicas especies o modalidades de vida política que han existido y existirán; en un primer nivel, ubica a la vida republicana o comunitaria, es decir, una vida libre y justa que se obtiene gracias a la valentía ciudadana, que es su virtud cardinal y, en un peldaño superior, a la vida noble, magnánima y bienhechora.

Los tres niveles o grados se refieren, pues, a formas de gobierno, del propio y del que se ejercita en función de los demás; en la práctica resulta imposible separarlos, por ello Patricio Marcos afirma que la autoridad es el objeto primordial de la ciencia y el arte políticos, siempre y cuando se entienda por autoridad la que se efectúa para beneficio de los gobernados y en la que sólo por casualidad se benefician los propios gobernantes.

“No hay política sin político, el zoon politikón o animal político de los antiguos, definido en contraposición al animal de poder quien busca esencialmente su propio beneficio y sólo por accidente el de los gobernados.”

La vida política, vida en el sentido más pleno, contiene tres aspectos más, su carácter verdadero, en flujo constante; los valores que promueve, que hacen del hombre político uno de buena naturaleza y la identificación del gobierno propio con la autoridad.

Al desvanecerse la vida política se esfuman las deliberaciones, elecciones y acciones que la constituyen; de la misma forma, si no hay vida política, no puede existir una ciencia que se ocupe de ella, por eso lo que ahora se reconoce como ciencia política —sostiene de manera contundente— es sólo un cúmulo de prejuicios, cuya función es mantener prohibida la propia actividad política y sustituirla por la ideología de la democracia liberal disfrazada de ciencia, a pesar de que ni ella ni la realidad que pretende explicar es democrática y menos todavía, liberal, asienta.

La consolidación de la ideología de la democracia liberal ha sido resultado de un proceso que comenzó por erosionar, hasta llegar a destruir, los conocimientos y las instituciones que en un tiempo permitieron el vivir político; sin embargo, el paradigma de los antiguos contiene el modelo moderno, en la medida en que éste es uno de los tipos de vida pasiva en el que se pervierte la vida política.

No se puede tener una certeza sobre el futuro de la especie humana, no se sabe si persistirá la vida dormida o si empiece una era de despertar; a la discusión sobre este tema Patricio Marcos dedica, como ya se comentó, los tres últimos apartados de este magnífico ensayo.

No cabe la menor duda de que leer esta obra es como recibir un viento fresco cuando se sufre el sopor de una pesadilla; como encontrar un camino hacia la vida cuando se le había dado la espalda; cuando la experiencia se había convertido en un fardo y de pronto se reconocieran sus potencialidades creativas; porque estamos frente a un texto escrito con elegancia, con desenvoltura; sólidamente sustentado en amplios y profundos conocimientos, que ofrece una concepción alternativa sobre la ciencia política con la que el lector podrá o no estar de acuerdo, pero cuyo enfoque crítico e innovador constituye un significativo aporte.

Escrito con pasión, en el sentido que Platón le da al vocablo: “como un poder que penetra en el corazón”, el ensayo “La vida política en occidente: pasado, presente y futuro”, merece estudiarse de la misma manera.

Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Profesora de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

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