Carteras, batas, libros... comienza el nuevo curso escolar para los más pequeños y un nuevo «curso profesional» para los farmacéuticos.
Atrás quedaron los días de reflexión y descanso para unos pocos y de vorágine y saturación para los más. El verano es un tiempo que los farmacéuticos, como cualquier empresario con un establecimiento abierto al público, disfrutamos o padecemos de formas muy diferentes, pero la llegada del otoño nos coloca a todos otra vez frente al día a día y frente a los problemas que se dejaron aparcados en la época estival.
A nivel profesional, a la vuelta de las vacaciones está previsto (dicen), que se haga pública la resolución del Dictamen Motivado remitido a España por la Comisión Europea. Aunque nuestros representantes han expresado su confianza en que no prospere, el resultado es todavía incierto y la última iniciativa legal de la Comisión — la propuesta de Directiva de Servicios Sanitarios— no parece alinearse con nuestros intereses, ya que deja fuera de su ámbito de aplicación a la oficina de farmacia y si ésta no es considerada por la Unión Europea como tal servicio, su regulación no se dejará en manos, como hasta ahora, de los Estados miembro, y es más probable que acabe siendo pasto de la liberalización.
Mientras las noticias llegan, yo, personalmente, vuelvo del período de vacaciones con una gran ilusión y una enorme esperanza. Ilusión porque tengo muchos proyectos para mejorar el funcionamiento de mi farmacia y esperanza porque creo firmemente que se trata de proyectos viables. El tiempo dirá si soy capaz de realizarlos.