Querido alcalde, distinguidas autoridades, señoras y señores:
A la hora de recibir el reconocimiento con el que Bilbao honra y distingue a la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao que hoy presido, hago mías —y de todos cuantos me precedieron en el cargo y han colaborado en la creación y la consolidación de la institución durante su vida— las palabras pronunciadas por el doctor José Carrasco, primer presidente de esta institución fundada el 19 de enero de 1895 en la Casa de Socorro del Ensanche de Bilbao: «Quiero que pertenecer a esta Academia sea testimonio indudable de ser, más que sabios, personas dignas».
Los hombres y las mujeres que han insuflado el aliento a la Academia a lo largo de su dilatada trayectoria de 115 años han vivido realidades felices y gozosas, pero también momentos difíciles, donde las epidemias y otros males se cebaron con nuestro pueblo.
Nada de ello les ha envanecido ni les ha aterrorizado. Los hombres y las mujeres —médicos, farmacéuticos, veterinarios, odontólogos y biólogos— más insignes de la sanidad pública y privada de Bizkaia, así como destacados miembros de la universidad, han dedicado su ciencia y sus esfuerzos a este maravilloso proyecto que tuvo, desde sus orígenes, a Bilbao en el horizonte.
No es éste, sin embargo, un momento para el recuerdo, sino para la celebración y la gratitud. Ambas cosas, festejar la decisión de la ciudad y de la corporación de mirar a la Academia con ojos de hijo ilustre y agradecerle tal distinción, me han traído hasta esta tribuna, en mi nombre y en el de todos los hombres y las mujeres que me antecedieron y vendrán detrás de mí. Mi felicitación a los demás distinguidos con el galardón.
Gracias por su atención y felices fiestas en familia y con salud.