La alteración de enzimas hepáticas en individuos asintomáticos es un problema tanto más frecuente cuanto más habitual es la realización de paneles de pruebas bioquímicas diversas en la población general. Se estima que la incidencia de alteración de las transaminasas en la población general puede alcanzar el 8,9%1,2. Es, por tanto, un motivo de consulta habitual, tanto para el médico de atención primaria como para el especialista en hepatología. Diversos algoritmos diagnósticos permiten identificar a los pacientes con problemas hepáticos relevantes y diagnosticar con fiabilidad las enfermedades hepáticas crónicas3–5. Una situación especial y poco frecuente es la elevación aislada de una transaminasa, que supone un mayor reto diagnóstico.
Presentamos el caso de un varón de 48 años, que en el estudio de una fascitis plantar se realizó unos análisis en los que se observó alteración de pruebas hepáticas (GOT 75 UI/l; GPT 44 UI/l; GGT 69 UI/l) siendo normales la fosfatasa alcalina, bilirrubina, hemograma y VSG. La fascitis mejoró parcialmente con medidas locales y en 6 meses se repitió los análisis que confirmaron los hallazgos previos (GOT 133 UI/l, GPT 44 UI/l, GGT 66 UI/l), detectándose en esta ocasión una leucopenia de 2.900 leucocitos/mm3. Tras suprimir por completo el consumo de alcohol esporádico que mantenía hasta entonces y con un régimen alimenticio bajo en grasas e hipocalórico perdió 11kg de peso. A los 4 meses, la GGT se había normalizado y desde entonces persiste la elevación aislada de GOT. Entre los análisis adicionales realizados en este tiempo en búsqueda del origen de la alteración analítica cabe destacar la normalidad o negatividad de la TSH, serologías de virus de hepatitis A, B y C, índice de saturación de transferrina y ferritina. El paciente se hallaba en tratamiento con lorazepam y clobazam desde septiembre de 2011 (después de detectada por primer vez la alteración) y tomaba antinflamatorios no esteroideos con frecuencia, pero no productos de parafarmacia. No tenía contacto con animales o ambiente rural, ni exposiciones profesionales, intervenciones quirúrgicas o antecedentes familiares de interés. La exploración física era normal. Se le completó el estudio previo con una nueva determinación de pruebas hepáticas, creatincinasa, aldolasa, lactato deshidrogenasa, proteinograma, hemograma, morfología de sangre periférica y estudio de autoinmunidad (antinucleares, antimitocondriales, antimúsculo liso y anti-LKM1) que reveló únicamente una GOT de 270 UI/l y unos ANA positivos a título 1:160. Una ecografía no detectó alteraciones hepáticas.
Un estudio mediante precipitación en polietilenglicol reveló que el 87% de la actividad GOT desaparecía con este procedimiento, lo que permite el diagnóstico de macro-GOT6,7. Esta enzima es una forma rara pero benigna de elevación de la AST, que puede ser diagnosticada por electroforesis de las proteínas séricas, cromatografía o mediante la precipitación con polietilenglicol, con alta sensibilidad y especificidad. Las macroenzimas de tipo i se caracterizan por la falta de filtración renal secundaria a la asociación de la enzima a inmunoglobulinas de tipo IgG, IgM e IgA8. En cambio, las macroenzimas de tipo 2 están relacionadas con la formación transitoria de polímeros tras infusión intravenosa de algunos compuestos9.
A pesar de lo inusual del fenómeno, la sencillez de su diagnóstico y el ahorro de pruebas y de morbilidad que supone hacen que resulte conveniente su valoración en pacientes con elevación aislada de una de las enzimas hepáticas, una vez descartadas las enfermedades hepáticas crónicas, y una elevación de origen extrahepática, evitando de esta forma la realización de pruebas innecesarias.