En la Digestive Disease Week 2016 se han comunicado algunos datos interesantes, aunque de valor muy relativo, sobre un eventual papel de algunos alimentos en la enfermedad inflamatoria intestinal. También se han presentado otros datos epidemiológicos de interés, varios de ellos sobre su historia natural. Algunos trabajos han abordado un aspecto muy necesario para el clínico práctico, como es encontrar factores predictivos individuales. Desafortunadamente, los avances presentados son relativos, a destacar quizá un estudio que sugiere que un parámetro tan sencillo como es la monocitosis, podría ser un claro factor predictor de mala evolución (resultados muy llamativos, pero con muchas limitaciones). Sí hay datos más relevantes sobre la monitorización y optimización de los tratamientos biológicos, buscando su individualización. Disponemos de nuevos estudios sobre niveles de diferentes anti-TNF, vedolizumab e incluso ustekinumab. También se comunicó un trabajo que pretendía estimar la seguridad de los tratamientos anti-TNF según aspectos genéticos (y clínicos) del paciente. Sobre la monitorización de la enfermedad en sí misma, no hay nuevas evidencias que vayan a cambiar nuestra práctica habitual. En la prevención del cáncer de colon, los datos presentados tampoco modificarán nuestra actuación práctica clínica, pero se comunicó un estudio con una novedosa y prometedora estrategia. Se trata del uso de un nuevo panel de ADN en heces, con resultados muy prometedores en la detección de displasia de alto grado o cáncer colorrectal en estos pacientes.
In Digestive Disease Week 2016, interesting data were presented on the eventual role of certain foods in inflammatory bowel disease, although the value of these data is relative. Also of interest were epidemiological studies, of which several analysed the natural history of the disease. Some presentations dealt with the search for individual predictive factors, a pressing need in clinical practice. Unfortunately, some of the findings presented were of dubious value. A study suggesting that a simple parameter as increased blood monocytes could be a clear predictive factor of poor outcome could perhaps be highlighted (the results were striking but had multiple limitations). In contrast, more interesting data were presented on monitoring and optimising biological therapy in the search for an individually-tailored approach. New studies were presented on the levels of distinct anti-TNF agents, vedolizumab and even ustekinumab. One study aimed to estimate the safety of anti-TNF agents on the basis of the patient's genetic (and clinical) features. There is no new evidence that will change our clinical practice. Equally, the data on colon cancer prevention will not modify our clinical practice, although one study reported a promising new strategy, consisting of the use of a new stool DNA test, with very promising results in the detection of high-grade dysplasia or colorectal cancer in these patients.