Solamente el 5% de los casos de invaginación intestinal aparece en la población adulta1. En este grupo de edad, las neoplasias son la causa más frecuente de invaginación, ya que se encuentran en más del 60% de los pacientes2. Excepcionalmente se han descrito casos, como el que presentamos, de una invaginación intestinal causada por una enteritis eosinofílica.
Varón de 27 años, sin antecedentes familiares ni personales de interés, que consultó por dolor abdominal difuso, con predominio en fosa ilíaca derecha, junto con náuseas, de 24h de evolución. No refería vómitos, cambios en su ritmo intestinal, fiebre ni síndrome constitucional. En la exploración física sólo destacaba un abdomen doloroso a la palpación profunda, fundamentalmente en la fosa ilíaca derecha, con dudoso signo de Blumberg y disminución del peristaltismo intestinal.
En la analítica destacaba una leucocitosis (13,6×106leucocitos/l [el 83% neutrófilos y el 1,5% eosinófilos]) y un aumento de la velocidad de sedimentación globular (27mm/h) y de la proteína C reactiva (177mg/l). El resto del hemograma y de la bioquímica general y hepática no mostraba alteraciones. Las determinaciones de parásitos en heces fueron negativas. Se efectuó una ecografía abdominal urgente, en la que se observó una imagen indicativa de invaginación en el colon transverso, próxima al ángulo hepático, acompañada de un engrosamiento mural concéntrico del extremo proximal, de aspecto inflamatorio, con mínima cantidad de líquido libre peritoneal, sin que se identificara la causa de la invaginación. En el enema opaco con gastrografín diluido, se apreció una detención de la columna de contraste, con una imagen «en muelle» en las proximidades del ángulo hepático, lo que confirmó una invaginación colocólica (fig. 1). Con esta sospecha, se realizó una colonoscopia, en la que se observó en el ángulo hepático del colon una lesión prominente, depresible, de aspecto seudopolipoideo, de coloración violácea, con extensas áreas ulceradas y que producía una estenosis relativa de la luz (fig. 2). Con una leve presión, se progresó el endoscopio hasta el ciego, donde no se vieron otras alteraciones.
Se decidió efectuar tratamiento quirúrgico sobre la lesión y se realizó una hemicolectomía derecha, no encontrándose en el acto quirúrgico ninguna invaginación. Había un engrosamiento colónico en el ángulo hepático, de aproximadamente 4cm de diámetro. El estudio histológico de la pieza quirúrgica mostró un infiltrado inflamatorio compuesto casi exclusivamente por eosinófilos, que afectaba a la mucosa, la submucosa, muscular y serosa, sin encontrar signos de malignidad ni presencia de parásitos. El postoperatorio cursó sin incidencias.
La enteritis eosinofílica es una enfermedad infrecuente que raramente se inicia como una urgencia quirúrgica. Se caracteriza por la presencia de un infiltrado eosinófilo en la pared intestinal y su espectro sintomático es muy amplio dependiendo de dónde se localice el infiltrado inflamatorio3. Cuando la afectación es transmural, pueden producirse complicaciones; entre éstas se han descrito, de forma excepcional, cuadros de invaginación intestinal, también con gran variedad clínica4,5. Es importante excluir otras causas de infiltración eosinofílica, entre éstas, la infestación parasitaria. Las exploraciones radiográficas, mediante ecografía o tomografía computarizada, y la endoscopia pueden ser útiles para su diagnóstico, aunque esta última técnica se ha utilizado en raras ocasiones. El diagnóstico definitivo de enteritis eosinofílica únicamente se realiza tras el análisis anatomopatológico3. Entre los casos de invaginación secundaria a esta entidad hay algún informe aislado de tratamiento médico con corticoides5. La utilidad de la endoscopia para reducir la invaginación en adultos es escasa y la mayoría de los autores proponen tratamiento quirúrgico, dada la alta prevalencia de neoplasias como causa principal y las dificultades diagnósticas2,4. En nuestro caso, creemos que la colonoscopia realizada pudo reducir la invaginación colónica existente.