Sr. Director: El uso de prótesis metálicas autoexpandibles en el tratamiento de entidades benignas del esófago, como las estenosis o las fístulas, es un tema controvertido y no universalmente aceptado1,2. Las posibilidades de migración, desarrollo de estenosis no neoplásica, reflujo gastroesofágico y perforación han hecho que esta modalidad terapéutica sea por algunos desestimada en el tratamiento paliativo de entidades benignas1,3-6.
Presentamos un caso en el que la colocación de una de estas prótesis facilitó la situación de una fístula esofágica posquirúrgica.
Mujer de 65 años de edad, intervenida de carcinoma pulmonar en estadio T2N0M0 mediante neumectomía derecha, y sometida a radioterapia posterior. La paciente desarrolló empiema posquirúrgico y fue diagnosticada de fístula broncopleural. Se le colocó sonda de gastrostomía endoscópica por vía percutánea (PEG) de 22F, sin conseguirse el cierre espontáneo de la fístula.
Tras cerca de 2 años con alimentación a través de la sonda PEG, al persistir la fístula esofágica, se decide intentar el sellado del orificio fistuloso con prótesis autoexpandible de poliéster (Poliflex®) de 12 cm de longitud y 18 mm de diámetro (fig. 1). Tras la colocación de este tipo de stent comprobamos su correcto posicionamiento, retirándose la sonda PEG, lo que le permitió volver a ingerir alimentos por vía oral. La obstrucción de la prótesis por molde de alimentos pudo ser resuelta con la retirada endoscópica del stent utilizándose pinza de cuerpo extraño.
Fig. 1. Orificio fistuloso ya sellado mediante prótesis de poliéster expandida.
El tratamiento inicial de las fístulas esofágicas se basa en reposo intestinal, nutrición parenteral y uso de somatostatina u octeótrido7, aunque los resultados son controvertidos.
Recientemente Lee et al8 valoran el uso de stents metálicos en dos casos de fístulas benignas, concluyendo que su uso temporal puede ser una opción válida en pacientes que han fracasado con otras formas de tratamiento.
En nuestro caso, el uso de una prótesis de poliéster permitió la reinstauración de la alimentación por vía oral, la retirada de la sonda de gastrostomía y la mejoría en la calidad de vida de la paciente, aunque el sellado completo no se produjo, ya que los líquidos se introducían entre la pared interna del esófago y la externa de la prótesis, sin que ello impidiera a la enferma mantener la alimentación por vía oral. Tras 6 meses de seguimiento no se había producido migración del stent, clínica disfágica por reacción hiperplásica u otro tipo de complicación que no fuera sensación de cuerpo extraño y dolorimiento retrosternal. Hemos de tener en cuenta que el anclaje de estas prótesis se basa exclusivamente en la fuerza radial de las mismas, de ahí la posibilidad de ser retiradas en cualquier momento, lo que quedó de manifiesto con claridad.
La comunicación de un caso no nos permite extraer conclusiones pero podría constituir una opción a tener en cuenta para establecer estudios comparativos que demuestren si la prótesis de poliéster tiene un papel eficaz en casos de patología no neoplásica esofágica.