Los eructos pueden definirse como la expulsión oral de bolos de gas procedentes del tracto gastrointestinal superior de manera audible o silenciosa1–3. En la mayoría de los sujetos es un fenómeno fisiológico, pero en algunas ocasiones pueden generar un problema médico debido a su aparición de manera excesiva o de difícil control.
Fisiológicamente, los eructos permiten aliviar la acumulación de gas a nivel intraestomacal. El aire acumulado en el estómago es expulsado hacia el esófago, debido a una relajación espontánea del esfínter esofágico inferior (EEI), que permite el paso del aire al esófago, donde estimula una relajación secundaria del esfínter esofágico superior (EES), permitiendo el paso del aire a la boca1,3. En el caso de los eructos supragástricos, el aire es deglutido y eructado inmediatamente sin llegar a entrar en el estómago, ni tener su origen en él. Se han descrito 2 mecanismos por los cuales pueden producirse1–3:
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Por «succión de aire». Es el más común. En ella el diafragma genera un aumento de la presión intratorácica negativa, que junto a la existencia de una relajación del EES provoca el paso de aire hacia el esófago que es expulsado inmediatamente generando el eructo.
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Un aumento de la presión en la faringe junto con una presión disminuida a nivel esofágico. Se debe a contracciones de la base de la lengua, que generan una contracción de la faringe sin una contracción simultánea del esófago.
Se ha sugerido que los eructos supragástricos pueden deberse a una respuesta involuntaria a diferentes sensaciones de malestar del paciente (hinchazón/distensión abdominal), que terminan haciéndose incontrolados. Está demostrado que durante el sueño no aparecen y que si el sujeto es distraído su número disminuye, por lo que los eructos supragástricos pueden ser un comportamiento aprendido1,2. Otros estudios han postulado que cierta cantidad de eructos supragástricos pueden ser considerados normales y que su presencia en exceso suele estar asociada a la existencia de reflujo gastroesofágico (RGE), y en algunas ocasiones a una hipomotilidad esofágica4
La existencia de eructos supragástricos se han demostrado en pacientes con RGE, rumiación, y debe ser distinguido de la aerofagia, en la cual el gas es deglutido hacia el estómago1,2. Se pueden acompañar de sensación de reflujo y pirosis, especialmente con los líquidos1.
Presentamos el caso de una paciente que ingresa en nuestro hospital, trasladada desde otro centro hospitalario donde se encontraba ingresada por presentar desde hace 2 meses cuadro de eructos continuos que habían ido en aumento. El cuadro comenzó tras un episodio de vómitos incoercibles de varios días de evolución. Se acompaña ocasionalmente de vómitos tras la ingesta y pirosis. La situación le limita la actividad diaria, a la paciente, ya que no pude controlar los eructos. Tiene realizados tránsito esofagogastroduodenal, endoscopia digestiva alta con biopsias esofágicas, antral y duodenal normales. Control analítico con hemograma, perfil tiroideo, IgA, ATG, IgA total, metabolismo del hierro y perfil tiroideo normal. Ha recibido tratamiento con omeprazol, anti-H2, procinéticos, antiácidos, diazepam, haloperidol, clorazepato dipotásico y anti-flatulentos sin mejoría.
Durante el ingreso se constata que la paciente no presenta eructos mientras duerme, ni durante el habla, disminuyendo así mismo cuando está distraída y aumentando cuando se encuentra estresada. Se completa estudio mediante la realización de una TC craneal, test de hidrógeno espirado a lactosa y fructosa, gammagrafía de vaciamiento gástrico y una impedanciometría. Los resultados de la TC craneal, los test de hidrógeno espirado y la gammagrafía fueron normales, evidenciándose en la impedanciometría la existencia de eructos supragástricos (fig. 1).
Ejemplo de trazado de pH-impedancia mostrando un eructo supragástrico, definido como un rápida subida en la impedanciometría (≥1.000Ω), moviéndose distalmente, seguido de un retorno a la línea basal previa, moviéndose en dirección proximal. Los eructos supragástricos separados menos de 5s, fueron considerados como el mismo episodio.
El diagnóstico de los eructos supragástricos se debe sospechar en pacientes con eructos repetitivos, que ceden durante el habla y disminuyen con la distracción1. Se puede asociar con pirosis, dolor abdominal o torácico, disfagia o sensación de distensión4. La prueba de referencia que permite el diagnóstico es la impedanciometría, donde presenta un patrón típico, en el cual existe un aumento de la impedancia que comienza a nivel de canal proximal y que va progresando hacia el más distal seguido de una vuelta al estado basal desde el canal distal al proximal1,2.
El tratamiento se basa en diferentes pasos: 1) explicar al paciente la naturaleza de sus síntomas; 2) el abordaje del trastorno de comportamiento mediante terapia conductual, y 3) terapia logopedagógica en la cual se aprenden ejercicios para controlar la entrada de aire en el esófago1,3,5. El uso de medicación no está aconsejado, salvo el uso de baclofeno, el cual puede ser útil en casos seleccionados6. En nuestro caso, la paciente fue derivada a la unidad de salud mental infantil y de rehabilitación para el abordaje del trastorno de conducta existente.