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Vol. 27. Núm. 61.
Páginas 217-225 (septiembre - diciembre 2013)
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Meneses Tello Felipe
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La obra de Hansson comienza con el planteamiento de un marco teórico referente a la identidad institucional de las bibliotecas (Capítulo 1). En virtud de que el concepto “identidad institucional” es utilizado en varias disciplinas académicas y de que la bibliotecología y ciencia de la información le han prestado escasa atención a cuestiones relacionadas con este fenómeno, es pertinente reflexionar, en primer lugar, sobre lo que es una biblioteca. Asimismo, se requiere pensar si estamos hablando de bibliotecas en sentido general o si es necesario reducir la idea a determinados tipos de bibliotecas. Y también es adecuado preguntarse si es factible definir a éstas como instituciones y si es posible entonces responder en qué consiste tal identidad. El problema se complica cuando dos distintos tipos de bibliotecas se funden en la práctica en un uso conjunto, puesto que existe el riesgo de que aforen conflictos respecto a la afinidad de los tipos de diferenciación social entre los bibliotecarios, por ejemplo, entre bibliotecarios académicos y públicos. Si bien es cierto que estos profesionales comparten un conjunto de normas básicas, la historia de la bibliotecología los distingue acorde con las funciones que desempeñan.

De tal modo que el autor, al intentar responder a la pregunta ¿qué es una biblioteca?, asevera que si queremos analizar la identidad y el desarrollo de las bibliotecas no es suficiente hablar de ellas en términos generales. Es decir, es menester advertir en primera instancia las diferencias y semejanzas que presentan los diversos centros bibliotecarios para poder distinguirlos mejor. Es conveniente observar esta distinción pues, afirma Hansson:

El estudio de la identidad de la biblioteca en el siglo xx no sólo nos ofrece la más amplia y la más compleja variedad de tipos de biblioteca que se ha visto a través de la historia de la bibliotecología, sino que también nos proporciona los mejores prerrequisitos para entender el desarrollo actual de la bibliotecología a comienzos del siglo xxi.

Una vertiente que sigue nuestro autor para ahondar sobre el asunto en cuestión es reconocer a las bibliotecas como “instituciones sociales”, por un lado, y como “agentes sociales”, por el otro. El primer paradigma comenzó, según refere Hansson, con las bibliotecas públicas de los Estados Unidos, resultado del movimiento democrático que caracterizó a esa nación durante el siglo xix. Centros bibliotecarios que con el paso del tiempo se convirtieron en un servicio bibliotecario público maduro y líder en el mundo. Modelo en el que se inspiraron los países escandinavos, entre otros, para establecer sus sistemas de bibliotecas públicas. Respecto a que las bibliotecas pueden ser vistas como agentes eso se debe a que éstas potencian la producción y el crecimiento del conocimiento colectivo, el cual se puede ver y medir. En este sentido, afirma el autor: “El valor de las bibliotecas radica en su capacidad para reflejar este crecimiento en el desarrollo de la colección y en su capacidad de presentar este desarrollo para el uso de los servicios”.

Las normas y los valores sociales son también tema de lo que entraña estudiar la identidad institucional de las bibliotecas, pues independiente del tipo de centro bibliotecario del que se trate, estos espacios cu lturales son producto de determinadas normas y valores originados en el seno de la sociedad. Las bibliotecas públicas, por ejemplo, “se encuentran entre las instituciones sociales fundamentales que forman los prerrequisitos para la democracia liberal”, cuyo objetivo ha sido no solamente el aumentar la participación democrática de la gente, sino también el de contar con trabajadores educados y con buenos modales que puedan incrementar la productividad y así sacar al país adelante. De este modo la creación de bibliotecas y el acto de lectura que ellas fomentan a través de los servicios que prestan son elementos importantes del movimiento de la educación popular al alcance de las clases sociales trabajadoras. Esto significa que las bibliotecas han llegado a reflejar, según se indica en la obra, los diferentes tipos de ideales democráticos.

Empero, a juicio del autor, la discusión actual sobre la identidad social de las bibliotecas no está del todo centrada en la formación de los valores democráticos, sino en el mantenimiento y la adaptación a nuevos ambientes políticos; es decir, en las prácticas profesionales referentes a la satisfacción de las necesidades y demandas de la sociedad local, las cuales tienen una alta prioridad. Situación que está abriendo el camino para una variedad de puntos de vista sobre el papel social que deben desempeñar, por ejemplo, las bibliotecas públicas.

En el marco del tema “Las bibliotecas tradicionales y los bibliotecarios tradicionales” (Capítulo 2), Joacim Hansson comenta que desde el comienzo del siglo xx, a las bibliotecas se les ha definido en relación con la evolución social y en relación consigo mismas. En razón de esto, el desenvolvimiento de estas instituciones sociales está estrechamente vinculado con una serie de factores contextuales, tales como su naturaleza democrática, económica, política y cultural, sin perder de vista los factores inherentes al comportamiento del usuario y a la innovación tecnológica. Si bien es cierto que tradicionalmente las bibliotecas (científicas, nacionales, académicas, escolares y públicas) se han diferenciado a través del tiempo con base en sus usuarios, herramientas y prácticas, también existen algunos aspectos que son comunes a todas ellas. Esto se observa mediante los fundamentos de la bibliotecología que han perdurado por largo tiempo. Hecho que, afirma el autor, tendemos a olvidar en los debates contemporáneos de la disciplina del bibliotecólogo.

Para Hansson son tres los problemas esenciales que cualquier tipo de biblioteca debe solucionar satisfactoria y profesionalmente: 1) la organización física e intelectual de las colecciones de documentos, 2) la muestra y distribución de los documentos entre los usuarios y 3) la conservación de los documentos. Problemas que se han convertido en sí mismos en parte de la definición básica de una biblioteca, tanto cuando hablamos del desarrollo de la biblioteca como de su identidad institucional. Así, estos problemas giran alrededor de un eje: “el control bibliográfico”, proceso que apuntahacia la organización, la recuperación y la preservación de las colecciones documentales.

A partir del surgimiento de la documentación (con Paul Otlet y Henri La Fontaine), es decir, del tratamiento sistemático bibliográfico de documentos científicos, ha habido una cierta rivalidad entre el documentalista y el bibliotecólogo, lo que ha provocado una severa crisis tanto de identidad profesional como de identidad institucional. En el transcurso del tiempo las diferencias entre estos dos grupos en ocasiones han desembocado en antagonismos teóricos y prácticos infranqueables. El profesor sueco Joacim Hansson nos ilustra comparando a estos dos profesionales para aclarar que tanto los bibliotecólogos como los documentalistas trabajan en el mismo entorno institucional, es decir, en la biblioteca científica; por lo que los dos contendientes en el debate profesional comparten la misma plataforma y la interacción es con los mismos usuarios. Pese a esto, se reconoce que los documentalistas han sido fuertes en su argumentación y en la construcción de su identidad profesional dentro del sector bibliotecario. Esto ha suscitado una manera de ver la profesión desde otros ángulos.

En efecto, el autor asevera que la batalla discursiva entre los bibliotecólogos y documentalistas se ha llevado a cabo principalmente en el terreno de las bibliotecas científicas, pues las bibliotecas públicas no han estado tan involucradas, ni práctica ni teóricamente, en torno a las diferencias que marcaban a esos dos profesionales. Ante esta situación, los bibliotecólogos públicos construyeron una entidad fuerte al posicionar a las bibliotecas públicas como uno de los servicios más apreciados entre todos los grupos de la sociedad. Para esto el papel de guardián moral heredado del movimiento de las primeras bibliotecas públicas de los ee.uu., donde la clase burguesa asumió el papel de proporcionar a las masas literatura de buen gusto, se convirtió durante muchos años en uno de los pilares en la construcción de una identidad profesional para el bibliotecólogo público. Más tarde, a partir de la década de 1970, se generó también una conciencia política que posicionó a la biblioteca pública como una garantía institucional en contra de la influencia comercial que comenzaba hacer mella entre la juventud. Por esto la división entre las bibliotecas públicas y científicas es esencial también cuando se requiere observar el desarrollo de la identidad institucional bibliotecaria durante el siglo xx. Identidad que fue construyéndose mediante normas y valores, herramientas y prácticas.

A juicio de Hansson son dos los acontecimientos sociales simultáneos más importantes que han causado la creación de nuevas relaciones entre los diversos tipos de bibliotecas tradicionales y su bien establecida identidad. El primero se refere una serie de reformas educativas que han puesto a un gran número de adultos de nuevo en las escuelas y universidades. El otro es el desarrollo tecnológico de la Internet. Pero ante los tiempos inciertos que vivimos vislumbra dos escenarios: 1) nos enfrentamos a un futuro glorioso, donde todo está bien (e igual) y los usuarios de la biblioteca pueden convertirse en usuarios de la información sin necesidad de acudir a la biblioteca, o 2) nos enfrentamos a la muerte de las bibliotecas tal como las conocemos.

El evidente potencial de la Internet, al ir configurándose como una fuente de información importante para las personas, muestra que la eifcacia de las bibliotecas como instituciones públicas está bajo amenaza, si no por la tecnología misma sí por los valores innovadores que se han estado promoviendo acerca de esta tecnología en el seno de la sociedad. Pero la biblioteconomía tradicional al no construirse bajo nuevos valores, como los de carácter democrático, ha llegado a una crisis de identidad. Así, las bibliotecas han tenido que enfrentar un periodo de cambio que está teniendo lugar a nuestro alrededor a una velocidad cada vez mayor, y para encarar este cambio vertiginoso el autor identifica dos caminos de desarrollo: 1) la disminución de la diferencia entre, por ejemplo, las bibliotecas públicas y científicas, con el fin así de redefinir las misiones de la biblioteca; 2) el surgimiento de las bibliotecas digitales, en términos tanto de colecciones digitalizadas como de nuevos servicios digitales.

Ante la pregunta expresa “¿Nuevas bibliotecas y nuevos bibliotecarios?” (Capítulo 3) Hansson se centra en la bibliotecología contemporánea; es decir, la que comienza en el siglo xxi. A su juicio los tipos separados de biblioteca ya no pueden continuar operando como lo han hecho durante mucho tiempo. Pero el cambio está llegando, aunque reconoce que ninguno de los tipos tradicionales de bibliotecas (bibliotecas nacionales, científicas, escolares y públicas) está destinado a desaparecer en un futuro próximo, sino más bien a unirse generando dos nuevos tipos de recintos. Uno se encamina hacia la biblioteca de uso conjunto (joint-use libraries), esto es, hacia la fusión de la organización entre dos o más tipos de bibliotecas (públicas-escolares-científicas). El otro tipo hacia el desarrollo de colecciones digitales y servicios digitales que han estado configurando la biblioteca digital. Esto gracias a la tecnología electrónica y a la práctica de la digitalización.

En relación con la nueva filosofía pública y el papel de la biblioteca, el autor observa el nexo que existe entre las bibliotecas públicas locales y el sector de la educación formal. En este sentido afirma que estas bibliotecas y las escuelas se han desarrollado de la mano por todas partes. Situación que ha servido para moldear tanto la legitimidad como la identidad institucional de estos centros bibliotecarios, formalmente al servicio de todos. Es decir, la legitimidad de las nuevas bibliotecas públicas en Suecia, como en otros países, se basa en gran parte en su relación con el sistema de las escuelas públicas; y la identidad institucional se percibe cuando el sector bibliotecario público es visto como parte complementaria relevante del sector educativo. Y ambos sectores persiguen lo mismo: un pueblo ilustrado lleno por el espíritu de la democracia. De tal manera que las bibliotecas públicas han logrado más legitimidad al proporcionar servicios de apoyo a la educación formal completa. Por esto, las bibliotecas, especialmente las bibliotecas públicas, se han visto obligadas a adaptarse a los valores apegados al sistema escolar público, común en la biblioteconomía tradicional. ¿Esta situación está conduciendo a la creación de nuevas bibliotecas?

Hansson piensa que los nuevos marcos institucionales que han surgido en algunos países han producido nuevas constelaciones de servicios bibliotecarios. Es decir, a medida que el número de estudiantes en instituciones de educación superior ha aumentado dramáticamente, que el número de cursos a distancia también se ha incrementado y muchos colegios universitarios pequeños no son suficientes en función de los servicios bibliotecarios que prestan, se ha estado allanando el camino para la aparición de las denominadas bibliotecas de uso conjunto, que no es otra cosa más que la composición organizativa y administrativa que le da paso a diferentes tipos de serv icios de biblioteca. La for ma tradicional de una biblioteca de uso compartido es la combinación de una biblioteca escolar y una biblioteca pública, configuración que bien puede servir para volver a evaluar la bibliotecología en relación con la educación.

La definición de las bibliotecas de uso conjunto, dice el autor, ha demostrado ser difícil porque las formas de colaboración y fusión varían. En un sentido general y con base en la bibliografía que cita al respecto, Hansson identifica tres formas: 1) Integración mínima. Esto significa básicamente una colocación sencilla de las dos bibliotecas que preserva las identidades individuales y los servicios. Organizativa y administrativamente las bibliotecas individuales se mantienen separadas. 2) Integración selectiva. Esta es la forma más común y también la más compleja de colaboración, pues esta manera puede tomar muchas formas. 3) La integración plena. Este nivel significa que las bibliotecas que participan en la sociedad mixta de uso, básicamente renuncian a sus identidades anteriores y se unen en torno a una sola misión. El autor presenta dos ejemplos de bibliotecas de uso compartido en Suecia. El primero entre una biblioteca pública y otra biblioteca académica y el segundo entre tres diferentes bibliotecas, dos públicas y una universitaria.

Pensar en la relación “bibliotecas y sociedad” hoy en día implica considerar el fenómeno de lo digital (Capítulo 4). Así, este apartado comienza con una breve reflexión histórica sobre los desarrollos tecnológicos que han impactado el entorno de las instituciones bibliotecarias. El objetivo principal, sin embargo, apunta hacia la reflexión de la bibliotecología contemporánea en relación con los debates que se han suscitado sobre conceptos tales como las “bibliotecas híbridas” y la “biblioteca 2.0”. Así, la ligazón entre “tecnología y bibliotecas” es uno de los rubros que trata este capítulo.

Considera el autor, en una primera etapa, que la tecnología es básicamente aquella destinada a los documentos; esto es, a la tecnología de la documentación, a las técnicas para la descripción y a la organización de documentos, tanto la física como la referente a su contenido. Tecnología que medio siglo atrás parecía no tener fin, y la misma que fue abriendo un amplio horizonte de pensamientos y prácticas que facilitaron el registro y la gestión de documentos dentro de las bibliotecas durante décadas. Pero todo era mecánico. La era de la digitalización era todavía desconocida. Una “sociedad de la información” era sólo una quimera.

Así que la tecnología emergente ha sido un factor importante respecto a la identidad profesional de la bibliotecología, aunque esto no ha sucedido en el terreno práctico de todas las bibliotecas pues, explica Hansson, los bibliotecólogos al servicio de las bibliotecas especializadas en ciencias más grandes a menudo han estado más abiertos hacia el cambio tecnológico que aquellos que sirven en la esfera de las bibliotecas públicas. Esto se ha debido a que las bibliotecas científicas están mejor dotadas y orientadas bibliográfcamente que las bibliotecas públicas y, al mismo tiempo, son más grandes y más especializadas tanto en términos de las colecciones como en sus relaciones con los usuarios. La tecnología es vista así, en el trabajo bibliotecario especializado, mucho más relevante como ayuda en la búsqueda y el almacenamiento de la información de lo que se percibe en la biblioteca pública promedio. Además de que las bibliotecas públicas son mucho más complicadas desde un punto de vista de su identidad social.

El autor observa que con los avances de la tecnología respecto de las telecomunicaciones que continúan avan-zando, las bibliotecas están sintiendo más los efectos que tienen que ver con el fenómeno de la digitalización. El primer paso hacia el entorno de la biblioteca actual fue dado a mediados de la década de 1990 con lo que se conoce como la “biblioteca híbrida”, que consiste en ciertas combinaciones de recursos físicos y electrónicos que fueron surgiendo en esa escena. De esta manera con el concepto de biblioteca híbrida se pretende reflejar el estado de transición de la biblioteca de hoy en día, en el sentido de que sus acervos no son plena mente impresos o completamente digitales. Esto a pesar del potencial de la Internet y la capacidad multimedia de la tecnología la cual sigue abriendo caminos en todos los ámbitos de la investigación. En este sentido la profecía de la década de los setenta, concerniente a la sociedad sin papel, no se ha cumplido cabalmente. La tendencia no parece ser, a modo de ver del autor, que nad a desaparez ca, si no que todo lo nuevo simplemente se agregue a lo ya existente.

La identidad profesional en el entorno de la biblioteca digital está en estrecha relación con lo que significa ser un bibliotecólogo que va más allá de sus funciones tradiciona les referentes al almacenamiento y organización de documentos impresos. El trabajo de ese profesional contemporáneo ha adquirido un perfil ético que tiene que ver con determinados valores, tales como la libertad de expresión, la privacidad y el derecho del público a tener acceso sin restricción alguna a los materiales disponibles, impresos y digitales. En este sentido Hansson asevera que para denominar a una biblioteca digital como tal, ésta debe estar afiliada a una institución bibliotecaria, académica o pública.

Además, para que las colecciones digitales sean verdaderamente bibliotecas digitales deberán incorporar un número significativo de servicios bibliotecarios apegados a ese espíritu ético. En esta contextura, la era digital no está al margen de la práctica de ciertos valores éticos de los bibliotecólogos en el momento de planificar, diseñar y poner en marcha una biblioteca digital propiamente dicha, y con el apoyo de todo aquello que trata el tema “Biblioteca 2.0”.

En “Bibliotecas, identidad y cambio” (Capítulo 5), Hansson advierte que el cambio social y político no sólo es natural para el desarrollo de las instituciones públicas, sino también se ha concebido como una amenaza a la identidad fundamental de éstas. No obstante, pocas personas cuestionan la experiencia y la legitimidad básica de las bibliotecas al ser observadas simplemente como parte del bien de la sociedad junto con muchas otras instituciones que hacen funcionar una sociedad democrática. Es importante ver que hay una línea divisoria entre el “adentro” y el “afuera” de la práctica de la bibliotecología.

Desde el exterior, las bibliotecas trabajan a un ritmo lento sin considerar cambios en términos de los avances tecnológicos, las nuevas formas de gestión de la estructura organizativa y sus relaciones con los usuarios. Un ejemplo de esto es que los usuarios, afirma el autor, rara vez se preocupan por los problemas de identidad profesional, que son tan visibles en la creación de muchas bibliotecas de uso conjunto. Los usuarios en su mayoría acuden a la biblioteca para hacer lo que siempre han estado haciendo en su biblioteca, o para resolver un problema concreto que se les presenta en relación con sus problemas de estudio. Al hacer eso, realmente no se preocupan por el entorno de la organización o la gestión o las prácticas. Éstas son cosas que les dejan a los bibliotecólogos, siempre y cuando los usuarios obtengan el documento con la información que requieren. Darles a los usuarios lo que demandan no es sólo un mantra de las nuevas fórmulas y de las teorías de gestión, sino que es lo que las bibliotecas han estado haciendo durante miles de años –en su propia manera especial. En el mundo interior de las bibliotecas, sin embargo, se trata de una cuestión completamente diferente. Todos los debates, las nuevas terminologías, las innovaciones organizativas y las discusiones de relaciones de cambio con los usuarios se están llevando a cabo en el ámbito de una discusión profesional rara vez visible para el público en general. Esto no es extraño ya que sucede en todas las profesiones; no obstante hay que tenerlo en cuenta.

En la última parte (Capítulo 6) Hansson escribe una especie de conclusión. Así, asevera que el debate público de hoy sobre las bibliotecas y la bibliotecología a menudo hace hincapié en la necesidad de un desarrollo rápido. A su parecer, es importante que las bibliotecas –principalmente las bibliotecas públicas– sigan las tendencias tecnológicas para redefinir su misión fundamental en la sociedad, con el fin de legitimar el uso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, la crisis económica se ha convertido en un serio problema tanto en la práctica como en la teoría, motivo por el que los bibliotecólogos ahora están obligados a “pensar la economía” en todo lo que hacen. En este sentido se ha producido un cambio de enfoque a partir de lo bibliográfico a lo social, puesto que las bibliotecas hoy se definen con más fuerza como instituciones sociales que se crean y desarrollan para garantizar espacios de encuentro de los ciudadanos en las diferentes etapas de su vida. En efecto, el autor piensa que la identificación de la demanda en el marco de esas diversas fases de vida es un reto para la bibliotecología de hoy en día, pues el fin de asegurar servicios bibliotecarios de calidad a lo largo de toda la vida del ser humano no es cosa sencilla.

Se sabe que las sociedades culturalmente diversas ven una disminución general de confianza que se relaciona directamente con el aumento de la diversidad étnica. Las bibliotecas tienen el potencial para restaurar y construir esa confianza de una manera que no lo hacen otras instituciones públicas. Con el fin de contribuir al establecimiento de la confianza pública social y coadyuvar a crear un mundo más seguro, una sociedad más humana, que las bibliotecas sean sólo un lugar de encuentro no es suficiente. Por esta razón el autor afirma que es necesario que las instituciones bibliotecarias asuman un papel más activo en términos de responsabilidad social, en concordancia con los tiempos que vivimos. Desde este punto de vista los profesionales de la biblioteca deberían estar obligados a pensar en función de una clara identidad institucional apuntalada en el valor de la responsabilidad social. Por tanto es importante que ellos no se dejen seducir por la velocidad del cambio tecnológico, pues si bien es relevante, es de mayor consecuencia reconocer que el mundo no solamente avanza gracias a la tecnología. Los desarrollos sociales, políticos y económicos son cruciales, pues son éstos los que también han llevado el trabajo bibliotecario al terreno en donde hoy se encuentra. Esos desarrollos, concluye Hansson, son mucho más notables para el establecimiento de una identidad pertinente para las bibliotecas y la bibliotecología en el futuro, tanto a nivel mundial como local. Es ineludible, por ende, que los profesionales de esta disciplina tomen el control de la tradición pero sin menoscabo de la innovación.

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