El libro contiene las Memorias del xix Coloquio Internacional de Bibliotecarios, que con el título de “Yo leo, tú lees… leyendo en la biblioteca” se realizó del 26 al 28 de noviembre del 2012, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Esta reseña busca ser objetiva y concentrarse en la publicación; aunque se reconoce de antemano que lo aquí escrito puede estar influido por las imágenes y las emociones vividas en el coloquio que dio origen a estas memorias y al cual se tuvo la oportunidad de asistir. No se pretende hacer una descripción analítica y secuencial del documento, sino principalmente una serie de reflexiones de lo que nos pareció más importante de este libro y por tanto del evento del que surgieron.
El Coloquio Internacional de Bibliotecarios que organiza anualmente la Universidad de Guadalajara es un evento de indiscutible calidad académica. La xix edición fue también un evento muy emotivo, lo que lo hizo memorable. Se presentaron muchos momentos de sacudida, en los que los autores motivaron a la audiencia a reflexionar sobre el fin último del trabajo de los bibliotecarios, como cuando Adelaida Nieto dijo:
La labor del bibliotecario es una posibilidad sin límites porque su verdadero trabajo no es con libros sino con lo que está más allá del texto, su responsabilidad es con lo intangible, con lo esencial, con lo que no tiene fronteras. (p. 177)
Esta emotividad la reconoce Gricelda Morán en la introducción del documento, cuando dice que esta memoria contiene:
[…] la experiencia profesional, las emociones y la pasión de reconocidos profesionales de la información y de otras áreas del conocimiento, quienes generosamente las compartieron con todos los asistentes al Coloquio, y ahora, con los lectores de esta obra. (p. 13)
El libro integra 15 de los trabajos presentados en el coloquio, incluyendo las tres ponencias magistrales, que estuvieron a cargo de María Verónica Abud Cabrera, de Chile (el país invitado de la fil); José Adolfo Rodríguez Gallardo, de México y Adelaida Nieto Olarte, de Costa Rica.
En un total de 216 páginas incluye también una presentación/introducción escrita, como ya dijimos, por Gricelda Morán, en la que se describe con detalle el contenido del documento. También reproduce las palabras que Sergio López Ruelas dirigiera en la apertura de los trabajos del coloquio. Se incluyen igualmente los textos leídos en los reconocimientos a la bibliófila María Isabel Grañén Porrúa y a la bibliotecaria Irma Graciela de León García, así como una precisa relatoría del evento, que estuvo a cargo de José Alfredo Verdugo.
Pareciera innecesario agregar información sobre los talleres que tradicionalmente se ofrecen a bibliotecarios en el marco del coloquio, los que regularmente están relacionados con la temática general elegida para ese año, pero la información que sobre ellos se incluye es útil, ilustrativa y presentada en forma interesante.
Se percibe el cuidado en la edición, lo que seguramente inició desde el momento en que se solicitaron y recibieron los trabajos presentados. Se nota la mano de los compiladores en cuanto al cuidado de los detalles y el respeto que hubo para los diferentes estilos de los autores. La calidad del papel, de la impresión y de la encuadernación de las memorias de este coloquio siempre ha sido muy buena y este caso no es la excepción.
Habría muchos aspectos que se podrían comentar sobre el contenido de estas memorias, pero por razones de espacio nos limitaremos solamente a algunos de ellos. Algo que llama la atención de este coloquio es que se percibe un buen trabajo para identificar los aspectos que es importante abordar sobre la temática elegida y luego se hace una muy acertada selección de los ponentes adecuados para exponerlos.
Desde la primera ponencia, a cargo de María Verónica Abud Cabrera, de la Fundación La Fuente (Chile), empezamos a conocer y a sorprendernos con las variadas posibilidades que existen para promover la lectura y acercar los servicios de las bibliotecas a los diferentes usuarios, independientemente de dónde se encuentren éstas. Esta ponente comparte experiencias de proyectos realizados en Chile que fueron apoyados con recursos de la iniciativa privada, de lo que muy posiblemente no exista un parangón en México. Uno de estos proyectos es el de la Biblioteca Viva, que ha permitido operar bibliotecas en centros comerciales de Santiago y otras ciudades chilenas. La premisa de la que partieron fue romper con tres situaciones:
- 1.
Las bibliotecas como lugares de castigo,
- 2.
La lectura como imposición y
- 3.
La poca variedad de títulos.
Un elemento sin duda necesario en el análisis de temas como éste es el de los datos cuantitativos así como los indicadores para observarlos y dimensionarlos. Adolfo Rodríguez Gallardo hace un minucioso análisis de la situación en México en materia de alfabetización, de escuelas y de bibliotecas, con datos principalmente del Censo de Población del 2010. En lo personal, agradecimos bastante la forma en que este tema, que puede ser muy árido, fue tratado por Rodríguez Gallardo: con mucha claridad e incluso con ciertos atisbos de buen humor.
Nos identificamos con las dudas que el autor plantea sobre la correcta forma de definir los indicadores sobre el tema de la lectura. Pone el ejemplo de si puede equipararse leer un libro como El Llano en Llamas, de Juan Rulfo, que tiene un poco más de cien páginas, con leer La Guerra y la Paz, de Tolstoi, que tiene más de mil.
Para algunos estudiosos de la lectura, probablemente muchos saldríamos bastante mal evaluados como lectores con los indicadores usados actualmente, pues nos apoyamos principalmente en artículos de revistas o capítulos de libros, cuando las estadísticas casi siempre se refieren a libros. Además, solemos dejarnos llevar por la fascinación del hipertexto y saltamos de un documento a otro, muchas veces sin leer completo ninguno. Por otra parte, en muchas ocasiones cuando se habla de lectura se hace referencia exclusivamente a documentos leídos con propósitos de recreación y no por obligación, como con frecuencia es nuestro caso.
Entre los sentimientos que provocan los diversos trabajos, referidos a proyectos o experiencias, debe mencionarse también la envidia, especialmente por lo que compartieron los colegas chilenos. Además del ya mencionado proyecto realizado con participación del sector privado, a través de Daniela Schütte pudimos conocer el proyecto Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional Digital de Chile.
Con un lenguaje más bien técnico, la autora explica que Memoria Chilena es un sitio de contenidos y una biblioteca digital que ofrecía, a la fecha de su presentación, más de 75 000 documentos digitalizados de las colecciones de la Biblioteca Nacional de Chile y cerca de 750 investigaciones sobre los temas clave que conforman la identidad chilena. Este proyecto partió de las premisas “Digitalizar es democratizar” y “Sin comunidad no hay memoria”. En los primeros nueve meses del 2012 esta biblioteca digital había alcanzado ya más de tres millones de consultas y se habían descargado más de 18 millones de documentos.
Dentro de los motivos de envidia es necesario incluir también lo que comparte Maureen Ellen Sullivan, presidenta electa de la American Library Association, en el documento más breve incluido en la obra pero no por eso menos sustancioso. Maureen describe brevemente 11 programas que actualmente tiene la ala y que buscan dar apoyo a esa estrecha relación que existe entre la lectura y las bibliotecas, principalmente entre niños y adolescentes. El nombre de uno de ellos nos encantó, se traduce algo así como: “Nacido para leer, nunca es demasiado pronto para empezar”.
Muy probablemente muchos bibliotecarios ni siquiera intentamos apoyar programas de fomento a la lectura porque consideramos que no tenemos la formación teórica para ello. Sergio Alberto Rodríguez Quezada, también de Chile, se plantea en su participación si “La biblioteca es el espacio social e históricamente aceptado como uno de los más relevantes para el fomento de la lectura”, y se pregunta: “¿los profesionales chilenos están siendo formados a partir de esta visión social de las bibliotecas?” (p. 49).
Lo que el autor encuentra para el caso chileno muy probablemente es aplicable también para México: son escasas las materias consideradas en las mallas curriculares de los diferentes programas de bibliotecología que pudieran relacionarse con capacitar a los bibliotecarios para implementar programas de fomento a la lectura. Además, los pocos profesionales que egresan de las también escasas escuelas de bibliotecología son absorbidos rápidamente por las universidades y grandes corporaciones, en donde esta labor no es de las principales.
Lo anterior nos lleva a otra pregunta: ¿corresponde a las universidades fomentar la lectura? Como sabemos, en México y en otros países los mejores sistemas bibliotecarios están en manos de las instituciones de educación superior. Pero los bibliotecarios académicos muchas veces consideran que las tareas de fomento de lectura deben realizarse desde edades tempranas y que los estudiantes que arriban a la universidad ya deberían tener habilidades y hábitos lectores, y que por tanto, son tareas que no les corresponden.
Es por esto que resulta muy revelador leer el trabajo “El papel de las bibliotecas en el Programa Universitario de Formación de Lectores de la Universidad Veracruzana”, presentado por Olivia Jarvio. En él describe las grandes transformaciones por las que está pasando la lectura. Describe también el proyecto de formación de lectores de la Universidad Veracruzana, que ya cumplió un sexenio y que está enfocado en el fomento de la lectura por gusto y por placer. Se trata de un proyecto integral y con un gran apoyo institucional, iniciado por el Felipe Garrido y que ha involucrado a otros destacados miembros de esa universidad, como el escritor Sergio Pitol. Jarvio nos comparte que en un primer momento del proyecto se estableció que serían los académicos quienes asumirían un papel protagónico, pero que gradualmente los bibliotecarios se fueron sumando en actividades permanentes y estratégicas. Gracias a este trabajo nos enteramos además de que existe una Red de Universidades Lectoras, originada en España y en la cual participan ya otras tres universidades públicas mexicanas, además de la Veracruzana.
En este mismo tenor, también conocimos la reconfortante experiencia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, presentada por Karina Díaz. La flamante biblioteca central de esta universidad surge con un nuevo modelo, en el que se busca vincular la información con aspectos sociales, tecnológicos y culturales, incorporando áreas lúdicas y poniendo especial énfasis en fomentar hábitos lectores en bebés, niños, adolescentes y jóvenes de toda la población. En esta universidad conocimos por primera vez una “bebeteca” que funciona dentro de una biblioteca académica.
Otro de los textos que abunda sobre la importancia de fortalecer el fomento de la lectura en los niños es el de Mónica Restrepo Nieto, de Colombia, quien nos habló de su experiencia aprendiendo a dirigir lo que ella llama una Biblioteca Viva; una biblioteca escolar en la que tuvo que aprender a utilizar sus conocimientos como profesora y adentrarse en conocimientos y técnicas de la bibliotecología, con el resultado de que ha llegado a ser identificada como “La profesora de libros”. La autora nos habla de cómo estos programas tienen más éxito si involucran a toda la familia, para después abordar otro tema al que se hizo referencia implícita y explícita en otros trabajos: el uso y aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información y comunicación.
Sobre este mismo tema de las tic, David Mouriño presenta un bien documentado trabajo en el que advierte de la llegada de los nativos digitales a la universidad, con sus nuevas formas de aproximarse a la lectura y al aprendizaje. Muestra un creciente número de estudios que se están haciendo internacionalmente para entender cómo piensan y cómo actúan los nativos digitales ante el estudio y la lectura, y describe algunos efectos positivos que las nuevas tecnologías están produciendo en los estudiantes, aunque también menciona otros no deseables. Por otra parte, el autor destaca muestra cómo los desarrolladores de tecnologías relacionadas con las publicaciones en formato digital están tratando de que estas publicaciones se parezcan lo más posible a las impresas.
Algo que es común en el Coloquio Internacional de Bibliotecarios, y que se refleja en la memoria que estamos reseñando, es la presencia y participación de personas, regularmente profesionales, que no son bibliotecarios. Consideramos que la visión que aportan desde sus disciplinas colabora a refrescar y a nutrir el análisis de los temas abordados. Tal vez esto sea más importante en temas como el fomento de la lectura, en el que necesariamente debe converger la participación de profesionales de diferentes disciplinas.
Así, en esta ocasión escuchamos la voz de profesionales del comportamiento como Oscar García Leal y Nora Edith Rangel Bernal en uno de los trabajos más densos y mejor documentados. Es grato escuchar de estos autores que el interés por el estudio de la lectura ha sido una constante en el desarrollo de la psicología así como conocer la imagen que tienen de la labor de los bibliotecarios. Rescato esta frase bastante halagadora:
Una visión muy personal nos lleva a concebir a los bibliotecarios como auténticos educadores que tienen en sus manos la posibilidad de ampliar las experiencias de los lectores, experiencias que se incorporarán a su historia de interacción y, en esta medida, determinarán el modo en el que el lector se comporte mañana en su vida diaria. (p. 162)
Tenemos también la participación de un poeta y novelista, Rodolfo Naró, quien con un estilo literario que hace muy agradable su lectura describe tres momentos de su experiencia como usuario de las bibliotecas: cuando adolescente y tratando de cumplir con una tarea escolar sobre La Celestina conoció y se enamoró de una bibliotecaria tapatía a la que el identificó como su Melibea, a la que por cierto nunca le dirigió la palabra y mucho menos le confesó su amor; en otro relato, nos platica de la aventura que corrió en la Biblioteca Nacional de Uruguay, en dónde rastreó en los diarios locales los últimos días de Amado Nervo; por último, nos describe sus experiencias conociendo bibliotecas personales de personajes como Carlos Monsiváis y Alí Chumacero.
Es una delicia también leer trabajos tan profesionales como el de Karla Xiomara Luna Mariscal, joven investigadora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, quien en su trabajo describe las diferentes concepciones que en la Edad Media se tenían sobre el propósito y función de las bibliotecas, de los bibliotecarios e incluso de la lectura. Su presentación está ilustrada con una serie de hermosos cuadros de la época, a través de cuyo análisis la autora obtiene muy interesantes conclusiones. Una reflexión que surge naturalmente en este caso es ¿cuáles de estas funciones que se contemplaban en la Edad Media siguen siendo válidas en las bibliotecas de la actualidad?
Por último, como parte de estas aportaciones de autores que no son bibliotecarios, los muchos amantes del cine también tienen en este libro la oportunidad de leer a Rubén Olachea Pérez, de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, experto en temas de comunicación, quien, con un estilo muy peculiar, comparte su amor por el cine y por los libros de cine. Con citas frecuentes a McLuhan y una serie de descripciones de la realidad que viven actualmente los jóvenes mexicanos, el autor concluye que “El amor, el afecto genuino, tanto a los libros como al cine, es la fuerza más educativa que nutre nuestro territorio y que trasciende al tiempo y sus límites” (p. 155).
Un aspecto que llama la atención (no porque lo deseáramos) es que en el documento se percibe poco la presencia de las instancias de gobierno oficialmente responsables en México de promover la lectura. Tal vez el caso más cercano es el que presentan Martina Flores y otros colegas, quienes comparten una gran diversidad de programas y estrategias desarrolladas en una década por la Coordinación del Programa Nacional de Lectura en el estado de Durango. Esta exposición provocó muchas simpatías en el momento de exponerse, en parte por el cariño y filantropía mostrados al realizar las diferentes actividades, en parte también porque muchas de ellas han estado dirigidas a grupos indígenas de la región. En este documento se menciona una propuesta que le agrega una mayor complejidad al tema y que sería motivo, creemos, para otro coloquio y para otro libro: la necesidad o conveniencia de ligar el tema de la lectura con el de la escritura.
El documento cierra con broche de oro en su apartado de artículos con el texto de la excelente participación de Adelaida Nieto Olarte, representante del Centro Internacional de Formación La Montaña Azul, de Costa Rica, quien reúne una buena cantidad de años de experiencia en el fomento de la lectura y en el impulso de políticas públicas en torno a este tema desde el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe.
Desde el principio de su trabajo, Adelaida Nieto nos invita a que miremos nuevamente a las bibliotecas desde la intuición y desde el corazón. Su texto está lleno de frases motivadoras que les invitamos muy especialmente a no perderse, como la que ya compartimos o como ésta otra: “La lectura es una llave para acceder a la vida y a la libertad interior. Hay que estar dispuestos a leer no sólo cada palabra sino cada instante, escuchándolo con todo nuestro ser, permitiendo que nos transforme para liberarnos…” (p. 170). Otra de sus reflexiones versa sobre la amplitud del significado de la libertad y de cómo la lectura puede colaborar a descubrirla y fortalecerla:
Una persona puede dedicar muchos años de su vida a leer y ser analfabeta. Analfabeta de la vida, porque sólo conoce ideas de segunda mano, pre-conceptos, prejuicios, no sabe escuchar ni ver, no sabe abrirse a lo desconocido, sólo percibe en su lectura lo que quiere ratificar, no conoce el arte de leer, sólo la técnica y por ello, pierde su libertad. (p. 171)
Cerramos nuestros comentarios sobre su participación con esta otra frase de su texto: “El arte de leer es ver más allá de las palabras, escuchar más allá de los contenidos” (p.174).
Es mucho más lo que puede obtenerse de este libro, así que los invitamos a leerlo. Se suele en estos casos invitar a los lectores a que lo adquieran, pero el libro, junto con las memorias de otros coloquios pasados, se encuentra disponible en texto completo a través de Internet, en el sitio web del coloquio. Esta generosa actitud de la Universidad de Guadalajara ha permitido integrar y brindar acceso a una importante colección en desarrollo.
Hemos visto también, con mucho agrado y agradecimiento, que se ha empezado a integrar una videoteca, igualmente compartida vía web, con los materiales audiovisuales generados en el coloquio; consideramos que esto va a permitir una mayor cercanía con los autores y con los contenidos de sus presentaciones.
El análisis del tema del fomento de la lectura da para muchos trabajos y eventos más; prueba de ello es que hace poco se celebró en el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de la unam el Seminario de investigación “Leer en la universidad”, en donde participaron varios de los autores del libro que estamos reseñando.