“Nunca he dejado que la escuela interfiera con mi educación”. Mark Twain
El proceso educativo en el ser humano posee una infinidad de aristas que han sido estudiadas por académicos de diversas disciplinas. Una de ellas es el enorme contraste y complementariedad de la educación tal como ocurre en las aulas de las universidades, con el aprendizaje que acontece durante la “escuela de la vida”, en las experiencias vivenciales de los educandos. ¿Qué es más importante, lo que se aprende “en el aula” o lo que se aprende “en la calle”?, ¿qué tanto influye uno sobre el otro?, ¿qué tanto se oponen entre sí y qué tanto se complementan? De ahí el título de esta editorial, utilizando las palabras “yin” y “yang” que, como conceptos que representan el taoísmo, nos invitan a reflexionar sobre la dualidad de todo lo existente en el universo. Reflexionemos sobre algunos de los supuestos de yin y yang: son opuestos, son interdependientes, desarrollan un equilibro dinámico, pueden transformarse en sus opuestos, cada uno de ellos puede subdividirse a su vez en yin y yang de manera indefinida, y siempre hay algo de cada uno de ellos en el otro. Con riesgo de estirar demasiado la metáfora, podríamos decir lo mismo de la educación formal en la universidad y la educación informal en el entorno vital de cada persona. Ambas son determinantes en el resultado final del desempeño profesional de un ser humano, sin ser una superior a la otra (aunque tendemos a sobreestimar el efecto de la educación formal en la conducta humana, principalmente cuando la educación es controlada en exceso por la institución educativa o de salud, centrada más en el profesor que en el estudiante). La ingeniosa (aunque un tanto cínica) frase de Mark Twain citada arriba, nos debe motivar a pensar sobre la fascinante amalgama vital que se forma con la educación formal y la informal, el aprendizaje tremendamente significativo que nos brindan las experiencias cotidianas, el dinámico actuar de profesores y alumnos durante todas las etapas del proceso educativo y práctica profesional, y la pertinencia de orientar la educación a estar centrada en el estudiante. Debemos propiciar que la escuela “interfiera” en un sentido positivo en nuestra educación, las carreras de profesionales de la salud constituyen un escenario perfecto para esta interacción.
En este número de la revista tenemos ejemplos de múltiples yin y yang en educación médica. El primero es la editorial de Teresa Fortoul y Alejandra Núñez, sobre los mensajes mixtos que enviamos en educación médica con el currículo oculto, la consistente incongruencia entre lo que decimos y lo que hacemos, que tanto repercute en la formación de nuestros educandos. Además hay cinco trabajos de investigación originales, sobre diversos temas que reflejan la conexión e interdependencia que existe en los procesos formativos de los médicos, como son el uso de simuladores para aprender procedimientos psicomotrices, la asesoría a los estudiantes para aprobar evaluaciones sumativas en cursos de pregrado, el uso del portafolio como herramienta de evaluación en la carrera de medicina, las representaciones sociales de alumnos y docentes sobre la práctica clínica y su aprendizaje, y la importancia del docente facilitador para el compromiso social de los estudiantes. Estos trabajos son una constelación interesante de experiencias educativas, contrastando aspectos cuantitativos y cualitativos en la formación de nuestros profesionales de la salud.
En este número el artículo de revisión aborda uno de los temas más complejos de la educación médica, el concepto del médico residente como educador. Los estudiantes de cursos de especialización en todo el mundo, particularmente en países como el nuestro, tienen el privilegio y el desafío de ser al mismo tiempo estudiantes de posgrado y trabajadores de la salud, con todo lo que ello implica. Al mismo tiempo son responsables de gran parte de la enseñanza que ocurre en los hospitales, para otros residentes y para médicos internos, estudiantes, enfermeras y otros integrantes del equipo de salud. Existe gran cantidad de investigación sobre el tema en la literatura anglosajona, y unos cuantos trabajos en países latinoamericanos, entre los que están los de la Facultad de Medicina de la UNAM. Creemos que el reto educativo que tienen los médicos residentes es una oportunidad para mejorar la calidad de la enseñanza de la clínica en los hospitales y unidades de atención médica ambulatoria, y que la comunidad de profesores de pre y posgrado en medicina deben estar conscientes de la importancia de estos conceptos y de las estrategias para promoverlos.
En la sección de Metodología se revisa el tema de la entrevista, ese instrumento flexible y poderoso de metodología cualitativa que se utiliza con frecuencia en educación en ciencias de la salud. En la sección de Pautas se describen algunas recomendaciones para diseñar una práctica de laboratorio que tenga un enfoque educativo por competencias.
Antes de despedirme quisiera aclarar un aspecto administrativo de la revista que pudiera haber causado confusión en algunos lectores, el hecho de que súbitamente nuestra revista pasó del “Volumen 2. Número 1. Enero-Marzo de 2013” al “Año 2. Número 6. Abril-Junio 2013”. Esto no tendría una explicación lógica en el mundo lineal tradicional, pero en el de los sistemas no lineales que están sujetos a los avatares de las ciencias de la complejidad, fue necesario realizar esta modificación. Durante el trámite del ISSN ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor, el área jurídica de nuestra institución nos indicó que esta modificación se trataba de un requisito indispensable, que no tendrá más efecto que poder continuar con el trámite, y una secuencia de numeración que tomará su cauce. Lo importante es que no nos “brincamos” unos números de la revista, como lo revelan las fechas de los meses y la secuencia consecutiva de numeración de las páginas.
Invitamos a todos nuestros lectores a continuar participando con manuscritos para la revista, y a que utilicen los documentos aquí expuestos para informar su práctica educativa.