“No es porque las cosas son difíciles que no nos atrevemos, es porque no nos atrevemos que las cosas son difíciles” Séneca.
Los que tenemos cierta edad recordamos que en nuestra niñez existía una serie de televisión titulada “Misión: Imposible”, que renació hace unos años en la pantalla grande. Recordamos que al inicio de cada episodio (precedido por el inolvidable tema musical de Lalo Schiffrin), el Sr. Phelps recibía las instrucciones de una misión que a todas luces era imposible (o por lo menos de muy dudoso éxito), antes de que la grabación se “autodestruyera en cinco segundos”. Después de elegir y organizar su equipo de trabajo, este grupo de individuos conseguía invariablemente el éxito de su misión, utilizando las estrategias más inverosímiles y complejas (al estilo de los dispositivos de Rube Goldberg, también de merecida fama en el siglo pasado). Ahora que estamos iniciando el tercer año de publicación de esta revista, es pertinente reflexionar sobre lo difícil y complejo que es el proceso educativo, el gran reto que implica llevarlo a cabo de manera efectiva, profesional, científica y humana, y el aún mayor reto (que a veces se antoja misión imposible) de realizar investigación formal metodológicamente rigurosa sobre el citado proceso. Estos dos años de nacimiento e infancia temprana del proyecto han sido una extraordinaria experiencia, que ha oscilado entre lo gratificante y lo estresante de manera vigorosa; si la Revista fuera una persona, estaría pasando apenas a la edad preescolar y aún le faltarían muchos atributos propios de la madurez (¡perdón por el toque pediátrico, no puedo negar mi origen!).
La responsabilidad compartida del Comité Editorial y la Oficina Editorial implica lo siguiente: recibir los diversos manuscritos, coordinar el proceso de arbitraje, conciliar las opiniones a veces encontradas de los árbitros, proporcionar realimentación constructiva a los autores (aunque el manuscrito no sea aceptado al final del día), supervisar el proceso editorial en su conjunto, interactuar con la compañía Elsevier (a quienes debemos reconocer un extraordinario profesionalismo y un respeto absoluto a nuestra independencia editorial), recibir la revista impresa y los archivos de la versión en línea hasta la etapa final de distribución. Dicha responsabilidad constituye una tremenda carga que es a la vez pesada y ligera (pesada por la cantidad de trabajo que implica, ligera por la satisfacción de contribuir al acervo académico de la comunidad de educadores en ciencias de la salud), y que ha hecho que estos dos últimos años se hayan pasado como el proverbial viento: volando.
Parafraseando a Séneca, tenemos que ser más proactivos y atrevernos. Las cosas que parecían imposibles al principio, una vez que arrancan y se percibe un producto consistente de calidad, se convierten en realidades que producen un inefable placer intelectual, y se traducen en una labor de amor que humildemente aporta información a la comunidad de educadores en ciencias de la salud en México y Latinoamérica. La idea es que esta información se convierta en conocimiento y eventualmente en sabiduría al aplicar nuestras herramientas didácticas y de evaluación en los educandos, con la expectativa de que ellos y la sociedad sean los beneficiarios de este trabajo académico colectivo.
Hemos comenzado los trámites para el proceso de indexación en las diversas bases de datos e índices científicos, por lo pronto hemos obtenido el registro en Latindex (http://tinyurl.com/nxe49uk) y en los siguientes meses esperamos obtener el reconocimiento de los demás índices importantes de revistas científicas en nuestro medio y en el extranjero.
En el primer número del tercer año de la revista tenemos algunas muestras de lo difícil que es lograr el aprendizaje significativo y cómo se puede hacer menos difícil si se realiza con calidad académica, metodología apropiada, pasión y entusiasmo. Son cuatro trabajos de investigación originales, sobre temas varios que ejemplifican la necesidad de atreverse en educación, como son: el uso de casos clínicos en una asignatura de ciencias básicas acostumbrada a utilizar el método tradicional, para promover la integración y la transferencia del conocimiento; un interesante estudio que documenta (una vez más, en esta ocasión en nuestro medio) las limitaciones en la interpretación de un electrocardiograma a diferentes niveles educativos; el desarrollo de un instrumento para intentar evaluar el “pensamiento mágico” en estudiantes de medicina; y la validación con sofisticadas herramientas estadísticas de un cuestionario para evaluar las habilidades en el uso de los equipos de cómputo en estudiantes de medicina, en nuestra institución. Estos trabajos exhiben el uso de diferentes herramientas para obtener datos e información relevantes al proceso educativo en nuestro medio, que generan un panorama amplio de los instrumentos y de los marcos conceptuales accesibles al investigador en educación.
El artículo de revisión trata sobre el tema de la autorregulación del aprendizaje, de primordial importancia en medicina y las ciencias de la salud. ¿Podemos imaginar a un médico, odontólogo, veterinario o enfermera verdaderamente competente y profesional, que carezca de aprendizaje autorregulado? Una de las características de los médicos que reconoce la sociedad, es el hecho de que somos capaces de modificar nuestros esfuerzos educativos de manera intencional, utilizando diversas estrategias para lograr nuestras metas. El artículo es adecuado al momento actual en que estamos inmersos en una compleja discusión sobre la educación basada en competencias, y que a veces parece más una torre de Babel que una discusión académica entre pares, proveyendo una revisión concreta y actualizada del tema. En la sección de Metodología se analiza uno de los temas más fascinantes y complejos de la evaluación en educación, los modelos de teoría de respuesta al ítem, que ofrecen una serie de propiedades matemáticas y conceptuales que a los legos como un servidor, a veces parecen magia pura. Esta familia de modelos presenta un horizonte de oportunidades en la evaluación del aprendizaje en ciencias de la salud, ya que suplen varias de las deficiencias y limitaciones de la tradicional teoría clásica de los test o teoría de medición clásica. Si bien el artículo tiene algunas ecuaciones que podrían asustar al clínico que estudió medicina por huir de las matemáticas, invitamos al lector a que lo analice detenidamente y transite progresivamente por la secuencia argumentativa del autor para que ocurra la epifanía del entendimiento. Como dice la cita con que inicio esta Editorial, ¡atrevámonos a leerlo para que no se nos haga difícil!
Reitero mi más profundo agradecimiento al personal académico y administrativo de la Revista y de la Secretaría de Educación Médica de la Facultad de Medicina, por su trabajo incesante, profesional y efectivo (¡y el permanente y contagioso optimismo!); a los autores que nos han hecho el honor de someter sus manuscritos a consideración para publicación, por el esfuerzo que han hecho al plasmar en escritos sus experiencias y trabajos de investigación en educación; a los académicos que han funcionado como árbitros del proceso de selección y aceptación de manuscritos; a la empresa Elsevier, que ha colaborado con nosotros hombro con hombro en esta compleja pero agradable tarea; a las autoridades de la Facultad de Medicina de la UNAM por el apoyo en todos los ámbitos, para que esta publicación siga viendo la luz del día de manera trimestral; y sobre todo al lector, que nos favorece con el uso de su valioso tiempo para analizar estos trabajos y reflexionar sobre su utilidad práctica y conceptual en el ejercicio de la docencia.