Actualmente, David Harvey (Kent, 1935) es uno de los geógrafos marxistas más destacados e influyentes de su generación.1 Formado en St. Johns College, Cambridge, Inglaterra, a fines de la década de los años cincuenta y mediados de los setenta del siglo xx, ha contribuido a la crítica del mundo capitalista desde la geografía. En su prolífica carrera intelectual tiene publicados más de 15 libros.2 Este autor ha colocado en el debate de las ciencias sociales la potencia argumentativa y explicativa de la ciencia geográfica en el mundo contemporáneo, la cual, no reside en la acumulación de inventarios de datos, objetos, o en la difusión selectiva del conocimiento a través de los pasillos del poder y los circuitos de la esfera pública, por el contrario, se encuentra en el uso de conceptos y teorías —que no son objetivos y exactos—, que sirvan para el análisis crítico.
En este sentido, Harvey retoma al espacio, el lugar y el paisaje, como categorías analíticas —utilizadas desde larga data en la geografía—, para su explicación del mundo capitalista dominante, las cuales han sido poco exploradas y discutidas en las ciencias sociales (Derek, 2006:1-2). Al mismo tiempo, entrelaza la crítica marxista para explicar lo que él denomina la geografía histórica del capitalismo y las nuevas formas de acumulación de capital a nivel global, en el contexto de un nuevo imperialismo. Su propuesta teórica ha traspado los límites disciplinares de la geografía para explicar las nuevas formas en las cuales el capital produce y reproduce su espacialidad.
El enigma del capital y las crisis del capitalismo publicado originalmente en inglés en 2010, por Oxford University Express, traducido al español por Akal en 2012,3 es una adición bienvenida a la literatura marxista sobre la crisis (Gamble, 2013), donde se desenvuelve un análisis tajante y crítico del mundo capitalista, específicamente cuando las políticas neoliberales invadieron de forma frenética todo el sistema económico, político, cultural mundial, ocasionando innumerables crisis en cada uno de sus rincones. Así, ilustra cómo funcionan los flujos del capital y la proclividad del capitalismo a las crisis.
La obra está dividida en ocho capítulos, además del preámbulo, epílogo, apéndices, fuentes y lecturas recomendadas. En su primer acápite: El terremoto, este afamado geógrafo, deshila el desarrollo de las crisis actuales desde la aparición del neoliberalismo como modelo económico prevalente, hasta nuestros días. El cual se asentó como un proyecto de clase, particularmente durante los colapsos finacieros de los años setenta.
Enmascarado bajo una espesa capa retórica sobre la libertad individual, la responsabilidad personal, las virtudes de la privatización, el libre mercado y el libre comercio, concretizó, en realidad, a lo largo y ancho del planeta políticas públicas que ayudaron a restaurar y consolidar el poder de la clase capitalista.
En este panorama, se afianzó el razonamiento de que el poder estatal debía proteger las instituciones financieras a cualquier precio, contradiciendo la premisa del no intervencionismo de la teoría neoliberal. Evidente, por ejemplo, en las participaciones gubernamentales estadunidenses, para resolver la crisis presupuestaria de la ciudad de Nueva York a mediados de la década de los sesenta, y la crisis de la deuda que sacudió a México hasta sus cimientos en 1982, donde los gobiernos estadounidense y mexicano participaron de manera preponderante en su tratamiento y “solución”: el primero sostuvo el otorgamiento de crédito al sistema financiero mexicano y el segundo adoptó una serie de reformas estructurales, recomendadas por su vecino, en diversos sectores económicos y políticos, direccionadas hacia el neoliberalismo.
Todo esto lleva a Harvey a explicar en la sección Cómo se reúne el capital, por qué bajo la égida del neoliberalismo en el planeta se fueron construyendo en cada país diversos nexos entre Estadofinanzas, otorgando un paisaje diverso de naciones con dispositivos institucionales variados que absorbieron de distintas formas las políticas neoliberales, promulgadas generalmente por tecnócratas o expertos de élite del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, carentes de respaldo popular. En esta dirección, esclarece cómo la espacialidad producida por el capitalismo contemporáneo creó toda una serie de mecanismo más complejos para reproducirse a los de su preludio en el siglo xviii, cuando éste se circunscribía “principalmente en un radio de 50 millas en torno a Manchester y Birmingham en Inglaterra” (Harvey, 2012:30).
Prosigue con la explicación sobre la forma y función de las crisis en el capitalismo, en el apartado El capital busca trabajo, muestra, por ejemplo, cómo éstas se han tornado inevitables y necesarias para restaurar el equilibrio y resolver, al menos temporalmente, las contradicciones internas de la acumulación de capital. El autor sugiere que en contextos como los que se viven actualmente se tiene que pensar en ¿Qué es lo que se está racionalizando aquí y en qué dirección se producen las racionalizaciones, dado que eso será lo que definirá no solo el modo de salir de la crisis sino el carácter futuro del capitalismo?
Un aspecto a destacar es cómo en la crisis actual, si bien, su epicentro se sitúa en las formas tecnológicas, organizativas del sistema crediticio y en el nexo Estado-finanzas, el problema profundo subyace en el excesivo poder capitalista frente al trabajo y la consiguiente reducción de los salarios, que suscita grandes problemas de demanda efectiva, enmascarados por su excesivo consumismo alimentado por el crédito en una parte del mundo y una expansión demasiado rápida de nuevas líneas de producción en otra. Tema en el que profundiza en El capital acude al mercado.
En su intención de detallar cómo los flujos del capital se despliegan, en el capítulo La evolución del capital, construye una explicación a través de siete <
Bajo este derrotero La geografía cambiante del capitalismo exhibe los procesos de acumulación de capital en contextos geográficos muy diversos, donde los capitalistas y sus agentes desempeñan un papel activo y destacado en el cambio de éste, produciendo nuevos espacios y relaciones espaciales. Caracterizadas por la introducción de nuevos medios de transporte, redes de comunicaciones, concentraciones agrícolas en el espacio urbano y/o rural, por citar algunos ejemplos. Es por esto que afirma: [...] Se ha desforestado gran parte del suelo, se han extraído recursos de las entrañas de la tierra, se ha modificado (tanto local como globalmente) el hábitat y las condiciones atmosféricas. Se ha pescado incesantemente en los océanos y se han diseminado por el planeta todo tipo de desperdicios (algunos de ellos altamente tóxicos para cualquier forma de vida). Los cambios medioambientales de largo alcance provocados por las acciones humanas durante toda nuestra historia han sido enormes, y los provocados por el capitalismo durante los últimos siglos más aún. Lo que la naturaleza nos había dado se ha visto desde hace tiempo suplido por lo que los seres humanos hemos construido. La geografía del capitalismo es cada vez más autogenerada (Ibid.:122)
De acuerdo con estos razonamientos, retoma la argumentación de la Destrucción creativa del territorio, en la sección siete, que ya había tratado en su obra The New Imperialism (2003), y que además recuerda la reflexión de Joseph A. Schumpeter en Capitalism, Socialism and Democracy, sobre la destrucción creativa que se desarrolla en el capitalismo con las innovaciones. Este geógrafo inglés describe los últimos tres siglos, durante los cuales se produjo dicha destrucción creativa en el ascenso del capitalismo y aumentó de forma desorbitada; observada en las regiones más remotas del planeta dada la fuerte influencia humana en el cambio del régimen climático, las trazas de los pesticidas y la calidad de la atmósfera y el agua. Así, en la larga historia de la destrucción creativa del territorio se ha producido una “naturaleza” remodelada por la acción humana, es decir, una segunda naturaleza, bajo lo cual subyace la complejidad de las determinaciones geográficas, donde por un lado los capitalistas se enfrentan a todo tipo de barreras geográficas que les resultan intolerables —en particular las espaciales y medioambientales—, por otro, construyen activamente nuevas geografías y barreras geográficas en forma de entornos físicamente construidos que incorporan grandes cantidades de capital fijo e inmóvil cuyo valor debe ser totalmente aprovechado.
Por último en ¿Qué hacer? ¿Y quién lo va hacer?, plantea que las crisis son momentos de paradojas y posibilidades donde puede surgir todo tipo de alternativas al capitalismo, las cuales se han levantado contra la (ir) racionalidad capitalista, en distintas épocas, en la búsqueda de otro tipo de vida —no solamente el socialismo y comunismo—, no obstante, en estos años dichas vías distintas al capitalismo han perdido su fuerza. Actualmente el desarrollo desigual originado por las prácticas capitalistas alrededor del mundo ha propagado, como menciona el autor, “mire como se mire”, movimientos anticapitalistas que se pueden observar en Asia Oriental, en gran parte de Latinoamérica; donde el movimiento bolivariano mantiene una correlación peculiar con los intereses de la clase capitalista, sin presentar una confrontación frontal, en la Unión Europea con los autodenominados indignados en las calles, los zapatistas en Chiapas, México, los Sem Terra y Teto en Brasil, los comunistas de Nepal, los Maoístas de la India rural, etcétera.
Sin embargo, todos estos movimientos manifiestan su rechazo de forma variada al capitalismo, existe un problema serio, no resuelto en la lucha contra el capitalismo: hoy no hay un movimiento lo bastante unificado globalmente para oponerse exitosamente a la reproducción capitalista y embestir contra los bastiones privilegiados de las élites capitalistas y combatir su aparente indómito poder económico, político y militar. En este sentido, en su Epílogo sugiere que es apremiante que se construyan planteamientos básicos comunes a la diversidad de movimientos que se oponen al capitalismo. Este geógrafo marxista enuncia como propuesta: el respeto por la naturaleza, un igualitarismo radical en las relaciones sociales, dispositivos institucionales basados en una apreciación de los intereses comunes, procedimientos administrativos democráticos, procesos de trabajo organizados por los productores directos, exploración libre de nuevos tipos de relaciones sociales y pactos de coexistencia, conceptos mentales centrados en la autorrealización en el servicio a los demás e innovaciones tecnológicas y organizativas orientadas hacia la consecución del bien común.
Según Harvey, todo esto puede funcionar como fundamentos revolucionarios comunes donde converja la acción social. Así se debe abandonar la idea de construir un absurdo capitalismo ético, que se enseñe en las universidades con los cursos inútiles de economía neoclásica o teoría política de la elección racional como si nada hubiera sucedido, y las muy alabadas escuelas de negocios añadan simplemente un curso o dos sobre ética de los negocios o cómo hacer dinero de las bancarrotas de otros.
Todo esto puede sonar utópico, “pero ¿y qué? No nos podemos permitir serlo”.
Las secciones que cierran el libro: Apéndices y Fuentes y lecturas recomendadas, resumen tanto las principales crisis de deuda y rescata desde 1973 hasta el 2009; las innovaciones financieras y auges de los mercados de derivados en Estados Unidos, en el mismo periodo; además de las lecturas que forman parte de sus guías teóricas y fuentes de información que alimentan los argumentos del autor: Bellamy Foster, J. (2007); Arrighi, G. (1994, 1999), Brenner, R. (2002); Cohan, W. (2007); Dicken, P. (2007); Klien, N. (2007), Smith, N. (2008); Soauza Santos, B. (2006); Walker, R. Y Storper, M. (1989), por citar algunos ejemplos.
El escrito de este geógrafo resulta estimulante en las respuestas que elabora en la producción de las crisis en el capitalismo. Resulta una obra fundamental para entender cómo funciona el capitalismo contemporáneo. Abre la puerta, también, a distintas ideas que pueden ser desarrolladas tanto en la academia como en los movimientos sociales, respecto a la forma que el capitalismo produce su espacio-tiempo, y las múltiples formas que adopta y cómo se filtra y derrama por distintos territorios, a veces en imperceptibles goteos, otras en abrasadores tsunamis, destruyendo espacios para producir el suyo, en su intención perpetua de crecimiento y acumulación infinita; la cual nunca cesara por sí sola, habrá que interrumpirla, arrebatándole, según Harvey, “el poder a la clase capitalista”.
En esa generación se puede citar a geógrafos y geógrafas como: Doreen Massey, Cindi Katz, Niel Smith, Peter Taylor, Milton Santos, Derek Gregory, Edward Soja, solo por mencionar a algunos, que han acompañado y contribuido en la argumentación desde un discurso crítico dentro de la geografía y las ciencias sociales.
Algunas de las obras más representativas del autor son: Explanation in Geography, 1969; The Limits to Capital, 1982; The Condition of Postmodernity, 1989; Justice, Nature andthe Geography of Difference, 1996; Spaces of Capital: Towards a Critical Geography, 2001; The New Imperialism, 2003; Paris, Capital of Modernity, 2003; A Brief History of Neoliberalism, 2005; Spaces of Neoliberalization: Towards a Theory of Uneven Geographical Development, 2004; Cosmopolitanism and the Geographies of Freedom, 2009; A Companion to Marx’s Capital, 2010; Rebel Cities: From of the Right to the City to the Urban Revolution, 2012; A Companion to Marx’s Capital, Yol. 2, 2013.
En su colección Cuestiones de Antagonismo la editorial Akal ha traducido y publicado varias obras de David Harvey, entre las que se encuentran: Espacios de Esperanza (2003); El nuevo imperialismo (2004); Espacios del Capital. Hacia una geografía crítica (2007); Breve historia delneoliberalismo (2007); París, capital de la modernidad (2008) y Ciudades Rebeldes (2013).