La inclusión de temáticas ambientales en la geografía, en general, y en la geografía histórica en particular, otorga un mayor potencial de análisis y un poder explicativo que supera con creces los resultados de la partición del conocimiento. La relación sociedad-medio, que se encuentra en el centro de las investigaciones geográficas (Davis, 2011), parte de la incorporación de conocimiento biofísico y social en uno solo. El mismo título de la obra aquí reseñada sugiere esta integración que en ocasiones ha sido soslayada pero que tiene una tradición larga dentro de la geografía.1 Por citar un ejemplo, Carl O. Sauer (2009 [1941]:21) en su texto Hacia una geografía histórica menciona que “quien ejerce la geografía humana y no puede observar e interpretar los datos físicos en su relación con sus estudios de economías humanas, tiene apenas una competencia limitada”. Su idea de una geografía histórica como un análisis de orígenes y procesos, es respaldada por el planteamiento de que tanto la geografía humana como la historia no son campos muy diferentes sino abordajes distintos de un mismo problema.
En este sentido, como menciona Fernández (2012) en la presentación de la obra aquí revisada, uno de sus principales aportes es presentar la conciliación de diferentes disyuntivas en la geografía a través de varias investigaciones en donde no se perciben las diferencias entre la geografía física y la humana. Mostrando así que sobrepasar las fronteras disciplinarias otorga una mayor capacidad analítica. Para ello se resaltan las habilidades del autor para incorporar estas áreas del conocimiento, que siguiendo la propuesta del antes citado Sauer, integran un trabajo de campo exhaustivo y trabajo de archivo que permite encontrar el paisaje del pasado oculto tras el paisaje del presente (Sauer, 2009 [1941]).
Gustavo G. Garza Merodio ha realizado extensas investigaciones en esta línea como por ejemplo en su tesis doctoral Evolución en el paisaje de la Cuenca de México durante la dominación española y en su estudio sobre climatología histórica, del cual presenta una síntesis en el volumen reseñado. Llevó a cabo su doctorado en la Universitat de Barcelona en Geografía e Historia. Actualmente es investigador en el Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México y es docente en los programas de licenciatura y posgrado de Geografía en asignaturas como Evolución del Paisaje y Patrimonio Cultural e Historia Ambiental en la misma universidad. Sus líneas de investigación son Geografía histórica, Geografía cultural, Estudios paleoambientales y Estudios en climatología histórica.
En cuanto a la estructura del libro, éste se encuentra dividido en una sucinta introducción, un primer capítulo sobre los aspectos generales y sobre todo teóricos de la geografía histórica y el medio; para luego desarrollar tres capítulos con ejemplos de estudios de geografía histórica en México acerca de la interrelación sociedad-medio.
En la breve introducción el autor se enfoca en la importancia de las temáticas ambientales para la geografía y en particular para la geografía histórica. De manera que esta última se puede considerar como un “vehículo teórico en el entendimiento de la relación sociedad-medio” (Garza, 2012a:17); relación cuyo conocimiento permite reconocer “las causas de origen antrópico en las alteraciones que sufre el medio” (Ibid.:18).
En el primer capítulo se presenta un resumen del desarrollo de la geografía histórica así como su importancia “en el entendimiento de las cuestiones ambientales y las limitantes teóricas y metodológicas que han impedido una apreciación de esta disciplina en la solución de problemas ambientales” (Ibid.:27). Y se hace mención de nuevos paradigmas que han llevado a la geografía histórica a integrar nuevos conocimientos y renovar su aproximación, como la consideración de las relaciones sociales, económicas, la ideología y la cultura en el análisis del espacio y como factores que afectan la ausencia o presencia de elementos en el espacio. Otro aspecto general que alude el autor son las escalas espaciales y temporales como elementos de análisis necesarios en un examen temporal de los procesos geográficos.
A partir de lo anterior, el capítulo se divide en cuatro secciones que abordan cuestiones teóricas, metodológicas y contextualizan los tres capítulos que presentan resultados concretos de las investigaciones del autor. En la primera sección titulada “Paisaje, territorio y geografía histórica”, se destaca la concepción planteada por el autor del “paisaje” como una posibilidad metodológica para el análisis del espacio, no como una porción del mismo, y se realiza una breve descripción de las escuelas que han utilizado el paisaje como un concepto rector en sus estudios. Continúa con la definición de territorio y su componente histórico en cuanto a su conformación a través del tiempo que, al igual que el concepto anterior de paisaje, son base para los estudios en geografía histórica. De esta manera, se manifiesta que al ser interdisciplinaria desde su origen, la geografía encuentra en los estudios de paisaje una de sus mejores herramientas analíticas debido al carácter integral de los mismos (Ibid.:38). Para finalizar esta sección, el autor introduce siete planteamientos que resumen la definición de geografía histórica y cultural para el trabajo que permiten, además, diferenciar el quehacer geográfico de otras disciplinas y donde se destaca, por ejemplo, la importancia de la revisión de la cartografía de todas las épocas y el trabajo de campo.
Una segunda sección denominada “Evolución del paisaje y el territorio”, es una síntesis de la evolución del paisaje y la organización del territorio en México durante los últimos quinientos años dividido en cuatro etapas muy generales. Inicia con el posclásico tardío, con el altepetl como la estructura político-territorial básica en Mesoamérica; continúa con la dominación española iniciada en el siglo xvi, etapa que se extiende hasta el siglo xix considerando que no fueron trascendentales los cambios en los medios y modos de producción; la siguiente etapa se extiende desde la consolidación de los regímenes liberales (1870) hasta los gobiernos posrevolucionarios (1920), siendo el ferrocarril y otras innovaciones técnicas las que transformaron el paisaje y organizaron el territorio; y por último, la etapa de consolidación de los gobiernos posrevolucionarios (1930-1940) hasta el presente, con el advenimiento del neoliberalismo y el desmantelamiento del Estado.
La siguiente sección, “La escuela de los Annales y el análisis de las duración”, aunque más breve que las anteriores, ahonda en las posibilidades teóricometodológicas de la escuela historiográfica de los Annales, así como en las propuestas de las diferentes duraciones que resultan fundamentales en la construcción y evolución del paisaje y la organización del territorio.
Por último, “Giro cultural y espacialización de la ciencia social: geografía histórica, geografía cultural y medio ambiente” desarrolla la vinculación entre geografía histórica y geografía cultural, así como las formas en que ambas se complementan en el análisis diacrónico de los paisajes y territorios ya que tienen métodos que permiten entreverar los aspectos biofísicos y humanos. Asimismo, muestra como la espacialización de la ciencia social enriqueció la geografía al ponerla en el centro de debates en ciencia social y en contraparte, otras ciencias sociales se han renovado al incluir el espacio como un factor más para el entendimiento de lo social.
A partir del capítulo dos se presentan tres ejemplos de estudios en geografía histórica en México.
Aquí cabe hacer notar que el título del apartado dos (“Tres aproximaciones a la relación sociedad-medio desde la geografía histórica en México”) puede ser confuso ya que más bien remite tanto al capítulo dos como al tres y cuatro que continúan siendo parte de las tres aproximaciones. En realidad, el segundo capítulo es únicamente un ejemplo. De esta forma consideraremos los tres casos en conjunto que, según su temática, son: climatología histórica; el paisaje y el territorio mesoamericano y su transformación durante el siglo xvi; y rupturas y continuidades en el manejo del ambiente en México entre los siglos xvi y xxi.
En cuanto a la climatología histórica, el ejemplo se divide en cuatro partes que muestran el trabajo realizado por al autor y su relación con otras investigaciones efectuadas, sobre todo, en Europa y Norteamérica. Por ejemplo, la primera parte presenta el uso de fuentes documentales (rogativas pro lluvia) para reconstruir el clima durante los últimos cuatrocientos años como una herramienta adicional en estos estudios. Para ello el autor parte de que es la precipitación la variable climática más importante y no la temperatura, como sucede en otras latitudes. Esta pesquisa ha sido realizada en nueve de las antiguas sedes obispales novohispanas (México, Morelia, Guadalajara, Durango, Álamos, Hermosillo, San Cristóbal de las Casas, Mérida, Oaxaca y Puebla). Una segunda parte relaciona una breve reconstrucción del clima en los últimos cuatrocientos años en México con eventos importantes que ya han sido reconocidos por otros autores en la materia en otras latitudes. Un tercer punto examina la relación entre la invasión europea y la Pequeña Edad de Hielo, que condujo a alteraciones importantes en el paisaje derivadas de la consolidación de nuevos medios y modos de producción así como alteraciones atmosféricas significativas. Por último, se analizan los extremos climáticos y su relación con las plagas y las epidemias, por ejemplo la correlación entre periodos de sequías y lluvias torrenciales con plagas como langostas que tuvo efectos importantes en la población.
El segundo ejemplo, “El paisaje y el territorio mesoamericano y su transformación durante el largo siglo xvi”, se centra en el abandono de los espacios montañosos que eran prioritarios bajo la cosmovisión mesoamericana y cómo se transitó hacia la concentración de la actividad en los aluviones y terrenos llanos que, bajo las perspectivas europeas representaban los espacios más adecuados para la actividad agrícola, ganadera y los asentamientos humanos (a excepción de las áreas serranas en donde se llevaba a cabo alguna actividad minera).2 De forma similar, el apartado se divide en tres secciones, el primero titulado “La montaña: su percepción y manejo en el México prehispánico” donde se resalta la concepción de montaña como “símbolo de civilización y referentes en la construcción del paisaje y base de la organización del territorio” (Ibid. :78) y presenta como ejemplo de estudios de caso el área Meztitlán y el área de Tenango-Atlatlahuaca,3 entre otros. La segunda sección resalta el abandono de los ecotonos, que durante el periodo prehispánico permitieron utilizar la riqueza ambiental de los diferentes pisos ambientales y de las laderas con fines agrícolas. Por lo que la atención de los colonizadores se centró en los aluviones y zonas llanas. Esto último nos lleva a la tercera parte que analiza esta preferencia por los espacios llanos y la gran transformación edáfica (pérdida de suelo y vegetación) que significó el cambio de uso de suelo aunado a condiciones climáticas, que como se mencionó, fueron especialmente adversas.
En el último ejemplo, “Rupturas y continuidades en el manejo del ambiente en México: siglos xvi al xxi”, el autor presenta tres casos que de manera sintética repasan las principales transformaciones de diferentes elementos del paisaje durante los últimos quinientos años. El primero es la contraposición de la política del agua en Mesoamérica frente a la política Europea mediterránea, cambio que se tradujo en una transformación hidráulica trascendental particularmente en los sistemas lacustres del México central. El segundo caso es el manejo del suelo prehispánico, colonial y posterior, en donde se resalta la génesis y desarrollo de nuevas unidades edáficas relacionada a las nuevas prácticas agrícolas, ganaderas, hidráulicas, etc., introducidas por los colonizadores que transformaron radicalmente las características anteriores de los suelos. El último caso presenta dos experiencias sustentables, una colonial y otra decimonónica, que podrían servir para plantear nuevas acciones y reducir los efectos negativos de la actividad humana sobre el ambiente, siendo la primera las galerías de agua y la otra el carácter local de la depuración de residuos de desarrollos residenciales en la Ciudad de México.
Para concluir consideramos que el texto contiene temas sugestivos para futuras investigaciones en las reconstrucciones generales del paisaje y la organización del territorio en México. Plantea etapas y procesos clave que han resultado en cambios importantes del paisaje y que pueden servir como referente para análisis a otras escalas. Asimismo, estudios a nivel local permitirán matizar, enriquecer y contrastar las conclusiones que de este estudio se desprenden y las consideraciones generales que presenta. Finalmente, creemos que el texto otorga un nuevo aliciente a la geografía histórica para renovar su acercamiento interdisciplinario en su análisis de la relación sociedad-medio incorporando el elemento temporal como esencial.
Aquí cabe hacer notar que tanto en el título de esta obra como en algunas secciones se hace uso de los conceptos “medio” y “ambiente” como una sola categoría, pero si consideramos que todo medio es ambiente, se cae en una tautología. Por ejemplo, en el capítulo uno que igualmente se denomina “Geografía histórica y medio ambiente” se encuentran referencias a esta categoría como en la “relación sociedad-medio”, “cuestiones ambientales”, la “relación entre las sociedades y su entorno” o los “pisos ambientales” (pp. 27, 30, 31 y 41). Pero también encontramos alusiones como “influencia del medio ambiente sobre el ser humano” (p. 30) o “vincular medio ambiente y cultura” (p. 59). Por ello consideramos que en algunos casos hay repetición en el uso de los conceptos y no se utiliza rigurosamente a través del texto.
En cuanto a este tema en particular (la intensa ocupación de las zonas llanas por los colonizadores), quisiera comentar que el texto puede llegar a ser reiterativo ya que es mencionado en varios de los apartados. Por ejemplo, se hace referencia a ello en el primer capítulo (p. 45), a través del capítulo tres (pp. 78, 82 y 85-87) y también en el capítulo 4 (p. 93) en el ejemplo sobre el manejo del suelo.