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Vol. 2014. Núm. 85.
Páginas 134-137 (diciembre 2014)
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Gerónimo Barrera de la Torre
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
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Existe una gran variedad de libros sobre Geografía humana, cada uno con una perspectiva frente a esta “vertiente” de la Geografía, el ejemplar que aquí se reseña tiene la característica de un contenido diverso que al mismo tiempo da pié a reflexiones valiosas. Y me refiero a la diversidad de enfoques por los once capítulos que lo componen que van desde definiciones o tendencias hasta nuevas propuestas para la concepción de la misma disciplina. Desde análisis de modelos clásicos, positivistas, que responden a un perspectiva popperiana hasta acercamientos integradores con propuestas epistemológicas distintas.

La variedad de temas también destaca en la segunda parte del volumen con trabajos sobre geografía de la población, análisis urbano-regionales, geografía rural, geografía económica y ordenamiento territorial. Todos estos hacen un recuento del estado actual, las tendencias y etapas así como el desarrollo dentro de la geografía mexicana. Esta segunda parte es interesante para aquellos que nos estamos formando en la disciplina y puede ser un libro de referencia en algunas de las temáticas referidas.

Existen varias ideas que conectan los capítulos así como una serie de reflexiones que generan nuevos cuestionamientos y consideraciones. Sin entrar en detalle en los contenidos de cada sección del libro, cuya lectura es fluida, asequible y sugestiva, me abocaré a algunos asuntos que me parecieron estimulantes.

Un primer aspecto que se presenta en la mayoría de los textos, sobre todo de la primera y segunda secciones, es el examen de algunas líneas de investigación que en México ha seguido la Geografía humana en algunas de sus vertientes así como presentar algunos de los principales autores, lo que nos da un panorama de los trabajos realizados en el país. Por ejemplo, se analizan las temáticas de los trabajos presentados en el Boletín del Instituto de Geografía de la unam, lo que permite tener una visión durante varias décadas de los trabajos que se publican. Esto, a su vez, en el contexto de las tendencias de la geografía en otros países. Un común denominador a través del volumen es la presencia de tres geógrafos franceses que tuvieron una gran influencia en el desarrollo de la geografía mexicana, me refiero a Pierre George, Claude Bataillon y Paul Claval. Esto seguramente no es nuevo sino para aquellos que nos formamos recientemente y nuestras influencias no necesariamente están en las obras de estos geógrafos. Aun así, la lectura de los diversos apartados ayuda a tener una perspectiva general del papel de las diferentes escuelas en el devenir de la geografía mexicana y su estado actual.

Debate de la esencia de la disciplina

Un debate contemporáneo en torno a la geografía y que se ha ampliado debido a las problemáticas ambientales es el de la “unidad” de esta disciplina, de la geografía sin adjetivos, sin divisiones. En este aspecto, la obra aporta reflexiones interesantes así como contextos históricos que ofrecen un panorama extenso de la geografía. Particularmente, se hará énfasis en la tercera sección del libro que comprende tres capítulos que abordan este problema y en algunas de las reflexiones que suscita.

Un acercamiento interesante dentro de la obra, particularmente en la reflexión de Federico Fernández Christlieb sobre la geografía humana y el enfoque cultural, es la idea de que la disciplina en un contexto general ha tendido hacia diferentes enfoques en distintos momentos, lo que respondería no únicamente a cuestiones internas de la ciencia o de su “evolución”, sino a factores externos que la han influido. Así, se proponen diferentes “giros” desde el físico que atendió a un entorno domina-do por el positivismo, en el que lo mesurable y lo perceptible eran más significativos, hacia uno económico, en que lo social le estaba supeditado; fórmula que propiciaba la reducción de los fenómenos espaciales a un análisis cuantitativo. Por último, una nueva geografía cultural, distinta a la de la primera mitad del siglo xx que tuvo a Carl O. Sauer como uno de sus principales exponentes, se presenta como respuesta a los reduccionismos que las otras vertientes habían hecho de la complejidad de lo espacial.

Esta propuesta parte de una reflexión desde el enfoque cultural que considera un análisis del devenir histórico de la misma ciencia para desentrañar la epistemología de los campos que se han distanciado. Una idea del autor que enriquece la discusión es que

la división de la geografía en física y humana es un hecho difícil de revertir —si acaso fuera la intención— pero a pesar de ese hecho no ha habido explicaciones convincentes de que dicha división tenga fundamento epistemológicos (Fernández, 2013:165).

Así, se plantea una crítica a los paradigmas actuales y se esbozan nuevas posibilidades.

Considerando lo anterior es conveniente repensar esta división de la geografía como parte de su institucionalización y de un contexto en que la disciplina debía adaptarse a ciertos cánones para su continuidad. Esta disputa entre geógrafos y con otras disciplinas es singular en la geografía. La distinción entre aquello que es cuantificable y lo que no en un contexto positivista dio preeminencia a la geografía física y conformó una relación de subordinación y supraordinación entre los mismos geógrafos. La legitimidad, entendida como la pretensión de universalidad, fue para la geografía física una forma de subordinar a la humana pero al mismo tiempo fue una forma de lograr autonomía. Trazar los límites dentro y fuera de la misma disciplina tuvo consecuencias, saldos a favor y en contra. Explorar y repensar estos límites interno y externo es una de las cualidades del libro aquí reseñado.

Por otra parte, el último capítulo, escrito por Gerardo Bocco y Pedro Urquijo, se plantea un examen sobre esta fragmentación de la disciplina y de la geografía humana en particular, pero desde la perspectiva de la geografía física sobre todo de la geomorfología. Lo anterior enriquece el contenido del libro con una perspectiva distinta que equilibra el volumen. En este texto se menciona la integración, el redescubrimiento de la disciplina hacia la comunicación entre “sus partes”, en busca de nuevas alternativas epistemológicas. Y, como mencionan los autores, con el rompimiento de la geografía en sus diferentes temas o vertientes está latente el riesgo de desaparecer a la misma disciplina. La división, en distintos niveles, como se mencionó, carece de un fundamento epistemológico claro, al menos en geografía, y tal vez sea más una cuestión práctica o de método. Pero entonces, surgen algunos cuestionamientos: qué tan fiable es el conocimiento generado y si aumentamos los problemas de disputas internas, el arbitraje y la regulación, etc., esta es una discusión que no se abordará pero que consideramos puede aportar a una crítica de la geografía mexicana moderna.

Otro aspecto a destacar es la idea de que la unidad o el enfoque integrado, no significa la desaparición de las distintas especialidades, pero sí una tendencia a aumentar la comunicación entre las partes. Este diálogo, que va más allá, debe considerar también la valoración de los diferentes tipos de conocimiento. En ese sentido, siguiendo a Boaventura de Sousa (2010:44) en su propuesta de la “epistemología del Sur”, nos dice que “aprender ciertas formas de conocimiento puede suponer olvidar otras y en última instancia volverse ignorante de ellas”. Consideramos que dentro del contexto de la geografía esta idea se manifiesta intensamente, y es parte de la hegemonía de una particular forma de ver la ciencia. Una ciencia que en palabras de Milton Santos, en su texto El presente como espacio (2002), parte de una universalidad parcial como sistema de privilegios y privilegiados impuesta a la humanidad y cuya visión del mundo se funda en lo que él denomina una alienación epistemológica. La cuestión en la que aporta este libro es en el diálogo y el debate epistemológico así como la confrontación entre los diferentes conocimientos.

Y cuál sería el beneficio de esta integración, además de hacer más complejo y difícil una investigación, nos inclinamos por el enriquecimiento y la crítica del mismo conocimiento generado que permite igualmente un mayor potencial de análisis y un poder explicativo que supera con creces los resultados de la partición del conocimiento; la realidad que se nos presenta compleja no puede ser analizada desde ese reduccionismo positivista, neopositivista o empirista.

Aquí es clave el interés por esta unidad de la disciplina en relación con las cuestiones ambientales, si bien la geografía “sin adjetivos” es anterior a la idea moderna de ciencia, en los últimos decenios la degradación del medio ha suscitado discusiones externas a la geografía sobre la relación de la sociedad con su entorno. En el desarrollo de la idea de sustentabilidad, por ejemplo, desde los años setenta se incluyó en la definición de lo ambiental la dimensión social. Con esto cabe mencionar que igualmente la preocupación por la integración responde asimismo a factores externos como internos que redefinen este campo científico.

Lo anterior me lleva a considerar que al afirmar el carácter “natural” de lo cultural, esto es, a que lo social no puede ser entendido sin la dimensión física y a la inversa, uno de los enfoques de mayor tradición en la geografía como es la relación sociedad-medio se presenta como el vínculo que propicia la comunicación entre las dos vertientes. Para Diana K. Davis (2011) esta relación mencionada se encuentra en el centro de las investigaciones geográficas y parte de la incorporación de conocimiento biofísico y social en uno solo.

Abro un paréntesis sobre esta cuestión, en la que creo también podría ahondarse, ya que la misma naturaleza de investigaciones recientes ponen en el tintero el aspecto de la relación del geógrafo (como sujeto) frente al espacio (como objeto). Considerar el objeto de conocimiento como algo que existe en sí, deja de lado la posibilidad de entenderlos en su relación con el sujeto. Esto plantea una cuestión interesante en la que la misma idea del quehacer científico se pone en duda; esta ambigüedad fue examinada por ejemplo por Feyerabend (1989:51) quien nos mencionaría que

podemos admitir que las sentencias observacionales que produce un observador científico son provocados por sus impresiones. Sin embargo, su contenido estará determinado no por estas impresiones, sino por las entidades supuestamente descritas.

O es por otro lado, como asegura Unwin (1995:291), una cuestión sobre “la interacción del mundo humano de la experiencia con el mundo físico de la existencia”. Creo que la discusión favorece la diversidad de enfoques que responde a la tendencia actual de la no universalidad, ni unificación teórica sino a la idea de construcción de conceptos más cercanos a la realidad. Termino este paréntesis con las ideas de Milton Santos (2002:30) quien refiere que si algo se puede cambiar es el modo de ver el mundo y “esto es importante porque sólo así podremos escapar al dogmatismo epistemológico y marcar un encuentro con el futuro”.

Otra cuestión que permea el volumen y que igualmente se relaciona con lo expuesto anteriormente, es el problema de las fuentes, de su análisis o de su construcción, así como la importancia del trabajo de campo. En suma, cuestiones de método que obviamente son afectadas por las cuestiones discutidas líneas arriba y que también interiorizan la dicotomía de lo cuantitativo y lo cualitativo. Distinción que nuevamente responde a reduccionismos.

Héctor Mendoza en uno de los capítulos del volumen se refiere a la importancia del trabajo de campo en distintas corrientes o la importancia radical que ciertos autores le dieron a su trabajo de campo. Ejemplos claros fueron Carl O. Sauer y William Bunge. El sentido “exploratorio” del trabajo de campo, la experiencia personal de caminar y recorrer los espacios, favoreció nuevas técnicas sobre todo cuantitativas que fueron tomando cada vez mayor relevancia. Al unísono el cambio de escala hacia una dimensión humana del estudio, y la participación social dentro de una geografía activa, transformaron el quehacer geográfico. A través de los diferentes capítulos del volumen lo que se puede apreciar es que tanto estos métodos cualitativos como los cuantitativos, son relevantes para distintos enfoques, pero que su combinación incrementa la capacidad analítica del observador.

En otro capítulo, realizado igualmente por Héctor Mendoza sobre la historia de la cartografía de México, se debate entre otros puntos sobre los nuevos caminos en las reflexiones en torno a los mapas históricos como producto de la comprensión y síntesis del pasado. Éstos, a partir del abandono del empirismo enfocado en el progreso técnico y científico, se entendieron y analizaron de formas alternas en las que se incluyó, por ejemplo, el poder, el contexto político de su formación o el simbolismo cartográfico asociado a un discurso del poder. El texto nos remite tanto a John Brian Harley como a Karl Schlögel como los autores fundamentales que han impulsado este “giro” en la interpretación de los mapas antiguos. Consulta de archivos, trabajo de campo e interpretación de mapas son métodos que en combinación enriquecen el diálogo y la interrogación de los paisajes o territorialidades, pero también dan un mayor fundamento a cualquier propuesta de ordenamiento territorial.

Quisiera terminar reiterando mi invitación a la lectura de este volumen que considero puede ser útil para distintos lectores, por ejemplo, aquéllos que estamos en el proceso de formación, ya que nos presenta aspectos del contexto y la trayectoria de la Geografía humana en México. También debe destacar como una temática recurrente la idea del compromiso social de la geografía; por ejemplo, en el ordenamiento y planificación del territorio en donde es necesario someter a un examen crítico el papel que ejerce el Estado sobre el territorio. Por último, este volumen genera varios cuestionamientos y reflexiones acerca de la epistemología de la geografía, aspecto en el que hacen falta más estudios y una perspectiva crítica.

Referencias
[Davis, 2011]
D.K. Davis.
Reading landscapes and telling stories. Geography, the humanities and environmental geography.
Envisioning landscape, making worlds. Geography and the humanities, pp. 170-176
[Fernández Christlieb, 2013]
F. Fernández Christlieb.
La geografía humana y su enfoque cultural”, en Mendoza Vargas, H..
Estudios de la geografía humana de México,, pp. 159-170
[Feyerabend, 1989]
P. Feyerabend.
Límites de la ciencia,
[Santos, 2010]
B.de S. Santos.
Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur, pp. 35-51
[Santos, 2002]
M. Santos.
El presente como espacio,
[Unwin, 1995]
T. Unwin.
El lugar de la Geografía, pp. 284-291
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