Paul Claval, perofesor y emérito de la Universidad de París iv-Sorbona, suma en su extensa y riquísima producción más de cuarenta libros publicados como autor único y centenas de textos académicos entre artículos, capítulos y otras colaboraciones escritas. Es quizá, el geógrafo francés más prolífico que ha existido, pero lo valioso de su obra no radica en su número sino en su calidad y en la diversidad de los ángulos con los que ha enfocado la geografía. Pensar el mundo en tanto geógrafo; sesenta años de reflexión, es el título de su más reciente libro que nos habla precisamente de esa diversidad de enfoques.
La diversidad metodológica y teórica con la que ha estudiado el espacio tiene, sin embargo, una constante: Claval no pierde de vista el objetivo que es la geografía toda entera, es decir, no se ha dejado arrastrar por corrientes y especialidades subdisciplinares que en los sesenta años de su quehacer como geógrafo, han tentado al gremio para estudiar solo una parte del espacio, solo un aspecto, solo un tema. La súper especialización acarrea el peligro de socavar lo más valioso y propio de la geografía: su capacidad de encarar los problemas sin desintegrar lo local y lo global, la sociedad y la naturaleza, el pasado y el presente. Mantenerlo unido, por complejo que parezca, es la única especificidad que hace a la geografía diferente del resto de las ciencias. La obra comprende una introducción en donde Claval da cuenta del desarticulado estado que guardaba la geografía francesa en la década de 1950, ámbito en el que se formó.
El texto está dividido en dos partes. La primera se intitula: «Repensar la geografía para volverla operativa: la experiencia de la Nueva Geografía», de la que se desprendió un pequeño libro (Claval, 1979). El contenido general reflexiona sobre lo que fue la geografía que le tocó vivir, de la que aprendió y a la que criticó durante décadas antes de sentirse él mismo geógrafo capaz de innovar. Está compuesta por cinco capítulos: el capítulo 1 aborda una reflexión sobre la manera en la que la economía marcó a la geografía durante las décadas de 1960 y 1970. El 2 describe lo que se entendía por Geografía Humana en Francia en las mismas dos décadas del capítulo precedente. Un estudio bastante detallado fue publicado con posterioridad sobre esa reflexión (Claval, 1998). El capítulo 3 explica los distintos ingredientes decimonónicos de los cuales hubo de formarse una geografía habilitada para analizar el aspecto político del espacio. De ahí salió Espace et Pouvoir (Claval, 1978) y más adelante Géopolitique et Géostratégie (Claval, 1994). El capítulo 4 nos permite ver cómo el autor encontró, en el estudio de las ciudades, un terreno geográfico privilegiado para entender la vinculación entre la ideología y las formas urbanas. En este punto quisiera detenerme porque es el momento en el que varios de sus alumnos de origen latinoamericano aprendimos a hacer lo mismo con nuestras propias ciudades (Fernández Christlieb, 2002; Abreu, 2008). Lo mismo hizo con las regiones. Tanto en la región como en la ciudad, se podían leer los espacios y descubrir la ideología que subyacía a ellos. De eso trata el capítulo 5.
La segunda parte está consagrada al enfoque cultural, y a diferencia de la primera, está redactada en tiempo presente porque, como Claval mismo explica, es un enfoque del que no ha dejado de servirse. Aquí se revela el periodo de consolidación, no solo del autor como geógrafo, sino de la disciplina como ciencia que fue girando durante el siglo xx, de un sitio a otro para realizar sus observaciones. Al leer esta parte, da la impresión de que la complejidad del mundo es la misma pero que la geografía de fines del siglo xx posee ya otras herramientas para enfrentarla. Los capítulos 6, 7 y 8, hablan, respectivamente, de los estudios culturales que fueron desarrollados en diferentes países y que proveyeron a la geografía de argumentos; de la aplicación de esos argumentos al estudio del espacio; y del enfoque cultural con el que hacemos nuestro trabajo en el siglo xxi. En su momento, diferentes libros emergieron de estas reflexiones (Claval, 2003a y b). El capítulo 9, necesariamente hace referencia a la importancia de la dimensión histórica para el enfoque cultural en el entendido de que no hay la posibilidad de detectar los cambios espaciales si no es en periodos los suficientemente amplios. Por último, en el capítulo 10, Claval también reflexiona sobre la necesidad de preguntarse de dónde viene el conocimiento que nos interesa, cuál es su tradición y cómo podemos actualizarlo en nuestras investigaciones (Claval, 2005).
El libro es un recorrido profesional. Da la impresión que Claval ha volado en planeador durante sesenta años y ha aprovechado los vientos y las corrientes para alcanzar a ver más y mejor. No teme a los huracanes ni a las tormentas porque le han permitido comprender los territorios y los grupos humanos. Es, también, el testimonio de un viaje epistemológico del que Claval ya viene de regreso. El geógrafo lo ha visto todo y nos lo viene a contar.