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Vol. 2016. Núm. 89.
Páginas 173-175 (abril 2016)
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Martin Manuel Checa-Artasu
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Doctorado en Estudios Sociales
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La gentrificación es un concepto que es usado en esta monografía, ciertamente novedosa en el ámbito mexicano, como elemento de análisis crítico de las formas neoliberales de actuación en la ciudad. Se sigue con ello, los trabajos de connotados especialistas anglosajones en el tema como Tom Slayer o Loretta Lees y no pocos científicos sociales, algunos de ellos incluídos en esta obra, agrupados en torno al colectivo Contested Cities.

La gentrificación es un concepto que debe ser entendido desde dos perspectivas. Una teórica que presume la inducción forzada, a veces y promovida por distintos agentes, las más de las veces, de una transformación urbana de un área a la que se califica como degradada. Esta calificación supone un recambio poblacional, asociado a un desplazamiento entre personas de distintas clases socioeconómicas. Los de menores recursos económicos asociados a esa degradación, son expulsados y sustituidos por clases de mayores recursos económicos que pagan por vivir en un área degradada que ha sido ampliamente remozada. Ello explica por qué el fenómeno se circunscribe a centros históricos, áreas en desuso, como las industriale, e incluso, antiguas poblaciones integradas en las tramas urbanas actuales.

La segunda perspectiva es la vinculada a la gestión y la movilidad del capital. La gentrifica- ción supone acción y gestión de agentes privados y públicos en connivencia expresa, activados por la movilidad de capital que buscan extraer rendimientos ante esos procesos de regeneración forzados, donde el recambio poblacional entre clases socioeconómicas diferentes sirve, a la vez, de causa y de justificación para mayores rendimientos del capital. De hecho, la gentrificación no deja de ser un proceso urbano más, en esa búsqueda por encontrar brechas para activar rendimientos al capital con mayores márgenes de beneficio. Un beneficio asociado a la variación en la renta posible. Menor si está degradado, mayor si está renovado y a la vez, con cambios de valor de suelo asociados.

De todo ello, se desprende que la gentrifi- cación, concepto surgido en las ciencias de lo urbano en el ámbito anglosajón, no es más que una formula intelectual y un concepto analítico para documentar una realidad habitual en las ciudades contemporáneas, asociadas hoy estrechamente a la generación de rendimientos de capital. Realidad esta que se repite en lo urbano a distintas escalas y también, en distintas latitudes. Es precisamente, en este punto, que el libro es una novedad. Las latitudes analizadas corresponde a las de varias ciudades latinoamericanas: Bogotá, Lima, Cartagena de Indias, Buenos Aires, Santiago de Chile, Iquique, Querétaro y Ciudad de México. En cuanto a las escalas, vemos también en el libro que la gentrificación se da en centros históricos, colonias históricas, en ambientes rurales, en procesos reciclaje de la informalidad urbana, etc.

El proceso gentrificador se repite en estas urbes en mayor o menor medida, siempre atendiendo a las especificidades locales, que son muchas: políticas públicas distintas, agentes urbanos con distintos niveles de agencia e interacción, planificaciones urbanas disimiles, disponibilidades de capital disparejas, estrategias transformadoras a distintas escalas, etc. Se trata, como Héctor Quiroz menciona en el capítulo donde compara la gentrificación de las ciudades alemanas con la que se da en las mexicanas, de un fenómeno global con expresiones locales específicas. De poca magnitud comparado con otros fenómenos que se dan en la ciudades latinoamericanas, como sería la expansión de la vivienda informal, la extensión de la periferia, etc.

Las especificidades locales plantean variantes al proceso gentrificador que incluso pueden llegar a cuestionar el propio proceso. Ello se deja entrever en la serie de capítulos del libro, donde amen de dejar patente la presencia de esas especificidades, se alerta que existen variantes latinoamericanas para entenderlo y que reciben nombres como: gentrificación light, latino gentrificación, gentrificación criolla, gentrificación a la limeña, etc. Esas nominaciones esconden una de las bondades del libro: la necesaria construcción teórica de un concepto de raíces anglosajonas pero desde una perspectiva latinoamericana.

Se trata de un proceso, el gentrificador, ligado a la revalorización del suelo urbano, forzada por agentes públicos y privados concretos que requiere de elementos activadores. Uno es el uso del patrimonio cultural, concepto que bajo una capa de falsa neutralidad sirve de modelador urbano. Otro es el de la inseguridad. Cuestión a la que se la vacía de su trasfondo social para centrarla en la estigmatización forzada de grupos sociales y zonas urbanas, mismas que serán limpiadas a través de distintos mecanismos, casi todos violentos. El libro, sin embargo, nos ilustra como otras coyunturas son aprovechadas por esos agentes para incentivar la revalorización urbana: la presencia de turismo; la celebración de grandes eventos deportivos como en el caso de Rio de Janeiro o los efectos de un sismo, como fue el caso de la Ciudad de México.

El patrimonio cultural es un elemento analizado en distintos capítulos del libro. De su papel en la gentrificación parece desprenderse una posición ambivalente. Es usado como excusa psicológica para activar el recambio y la atracción de segmentos poblacionales concretos, pero por su propia naturaleza que le dota de una importante carga legal proteccionista, actúa con efectos contraproducentes a la propia gentrificación pues inhibe la transformación urbana masiva que supone mayores rendimientos al capital. De todo ello dan fe los capítulos firmados por Castillo Gómez para Lima (Perú); Delgadillo para la Ciudad de México y el Urbina y Lulle para Bogotá. Como ya hemos indicado, la gentrificación lleva aparejado el desplazamiento de poblaciones de clases socieconómicas disímiles entre sí. Ello no deja de ser maniqueo y de escasa profundidad analítica. Como nos señala Jerónimo Díaz en su capítulo, el concepto de clases socioeconómicas es amorfo y esconde relaciones sociales que de forma inevitable se dan entre las personas de distintas formas y desde distintos ángulos. En este sentido, en libro se recogen algunos ejemplos, tanto de la Ciudad de México como de Bogotá, de Lima o de Santiago de Chile, donde el proceso gentrificador no presume expulsión inmediata y sí interacción entre residentes y habitantes de distintos estratos sociales.

Esa supuesta movilidad y recambio entre clases sociales también nos alerta, tal como lo hacen los capítulos de Hernández Cordero y Gómez Maturano, de otro fenómeno muy común en las ciudades latinoamericanas, y me atrevería a decir de todo el planeta desde hace décadas: la segregación espacial por clase social. Es decir, el análisis de casos donde se supone que se ha dado un proceso gentrificador vendría a sumarse a la larga lista de ejemplos de cómo las ciudades contemporáneas son máquinas de segregación social, donde la movilidad y el asentamiento viene marcado por el valor del suelo, mismo que es mediatizado por los rendimientos posibles del capital, movilizado por sus correspondientes agentes. Se trata de una realidad que ha sido largamente tratada por distintos intelectuales de lo urbano y donde este libro aporta su pequeño grano de arena.

Finalmente, desde el punto de vista académico y docente el libro aporta dos aspectos que deben ser señalados. Por una lado, el despliegue de distintos métodos directos e indirectos para el análisis de este fenómeno urbano. Ello es muy interesante dadas la inherentes dificultades que siempre ha habido para analizar este tipo de procesos. Me parece que en este punto, el libro tiene muy notables aportaciones.

Por otro lado, y a tenor de ese despliegue de métodos y de casos analizados, el libro es una invitación a analizar en otras ciudades la existencia o no de esos procesos. Para ello, los autores dan una agenda de temáticas a tratar. Por ejemplo, dado que la gentrificación implica desplazamiento poblacional cabría preguntarse a donde van esos desplazados. Otro aspecto que dentro de los estudios sobre la gentrificación ha sido objeto de debates es la llamada brecha de la renta. Es decir, como se hace para que el bajo valor de un entorno urbano degradado se revalorice y este sea pagado por los nuevos residentes. Ello lleva implícito preguntarse por mecanismos más psicológicos que económicos. Otro aspecto deviene de la mirada al papel del patrimonio. Como las leyes inhiben las transformaciones urbanas o como coadyuvan a la misma. Como el patrimonio se convierte en un concepto utilizado por el capital para su beneficio en vez que para el bien común y la preservación de la memoria.

Estas y algunas más son preguntas que el libro deja abiertas a futuros trabajos sobre la gentrifi- cación en las ciudades latinoamericanas. Asunto que ni mucho menos queda cerrado con este libro, todo lo contrario. Esta monografía es un punto de partida indispensable para esos futuros análisis.

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