A principios de los años 1990 dio inicio un esfuerzo gubernamental para convertir a la Ciudad de México en una metrópolis global. Para ello se llevaron a cabo el megaproyecto de Santa Fe (el mayor proyecto de urbanismo transnacional en América Latina), junto con los de Centro Histórico, Alameda, Polanco y Xochimilco, como importantes áreas para la regeneración urbana de la ciudad y para atraer a inversionistas nacionales y extranjeros, en un intento por volver más competitiva a esta urbe. La complejidad que implicó dicha intervención generó nuevas geografías, tema de análisis del libro que nos ocupa, cuyo objetivo es ofrecer, con base en esta experiencia, aportaciones teóricas y empíricas para la arquitectura y el urbanismo dentro del contexto latinoamericano.
En el primer capítulo, “Acercamiento a los megaproyectos y a la ciudad global”, María Moreno introduce al lector en el análisis. Primero, define a la Ciudad de México dentro del ámbito global como una “ciudad relevo”,1 donde la mejora y expansión masiva de áreas específicas, por el incremento de las actividades de negocios y servicios, ha propiciado dicotomías como local/global, moderno/tradicional y desarrollado/subdesarrollado. En segundo lugar, presenta el estado del arte sobre el tema con los actuales debates relacionados a la globalización en el contexto neoliberal y, tercero, identifica las nuevas geografías a través de los patrones de desarrollo urbano de la Ciudad de México a partir de los paradigmas de modernización en la década de los años sesenta hasta el 2000. Todo esto, con la finalidad de contextualizar en el ámbito latinoamericano, desde los marcos teórico e histórico, el origen y evolución de dicho proyecto entre 1980 y 2013.
Dada la complejidad de las dinámicas que convergieron en esta intervención urbana, en los siguientes capítulos las analiza desde una aproximación por “capas” o “niveles” de actores y procesos. Con el objeto de situar este estudio de caso en el ámbito nacional expone, en el segundo capítulo, “Soñando con ser globales”, la “capa” del poder. Demuestra aquí cómo el Gobierno, con una aspiración política de incursionar en el ámbito global, estableció reformas liberales que dispararon la inversión inmobiliaria, valiéndose de estrategias de transformaciones urbanas autoritarias para lograrlo a corto plazo.
Bajo este contexto, desde que se decidió realizar dicho megaproyecto en el área de un tiradero de basura y algunas minas de arena de Santa Fe, hasta su edificación, la una intervención urbana fue impuesta desde “arriba”, ya que la norma, en realidad, era la imposición. La autora sostiene que lo anterior se generó porque, en ese momento, las leyes promulgadas en materia de planeación urbana empoderaron a los tecnócratas locales y favorecieron a la iniciativa privada, ejerciendo total capacidad estatal para controlar a las personas, en lugar de promover una verdadera participación ciudadana, razón por la que los procesos eran expeditos.
Santa Fe fue la mejor opción gracias a dos cualidades. Por un lado, por su ubicación entre dos nodos financieros: el corredor comercial Paseo de la Reforma y el corazón industrial de la ciudad de Toluca y, por el otro, debido a que carecía de una población densa y se conformaba por asentamientos irregulares. Afirma que esto propició la elaboración de una estrategia financiera del gobierno, la cual consistió en permitirle a los mineros explotar los bancos de la carretera Tacubaya-Cuajimalpa para pagar con las ganancias generadas la expropiación del área para la edificación del megaproyecto Santa Fe. Además, dicha expropiación consistió en una contradicción en la obtención del suelo, ya que hasta hoy no hay claridad legal acerca de las negociaciones entre el gobierno y los mineros, los reclamos de varias partes de propiedad de un mismo terreno, así como la complicada historia de la reubicación de los pepenadores. Para concluir el capítulo, contrasta las intenciones originales del gobierno de construir un centro de negocios al estilo estadounidense edge cities,2 con lo que se finalmente se edificó. Para ello identifica las dinámicas que propiciaron la elaboración de diferentes planes maestros: desde situaciones políticas, como la renuncia de Manuel Camacho Solís en 1993 como regente y el impacto de tal decisión, hasta la incongruencia de las propuestas de dichos planes con la infraestructura y la geografía del lugar.
En el tercer capítulo, “De basurero a sede del primer mundo”, analiza el papel que desempeñaron los pepenadores, como una “capa” importante de actores de una geografía social inmersos en este proceso. Para esto se valió de dos acercamientos. El primero sobre cómo el cacicazgo urbano3 y el clientelismo4 operaron en el inicio del proceso de desplazamiento de los pepenadores en 1985, reubicándolos en Tlayapaca. El segundo, sobre cómo se gestó la oposición a dicho desplazamiento por grupos de pepenadores, a pesar de la represión de sus líderes; dicha insurgencia modificó la agenda estatal y, por tanto, el retraso de la ejecución del megaproyecto.
Otra de las “capas” de análisis es la sociedad civil y su importante actuación en la aspiración de una ciudad global, cariz desarrollado en el cuarto capítulo, “Lo cotidiano de lo global”. La autora argumenta que, debido a las carencias de la infraestructura urbana de la zona y de accesibilidad de la misma en relación con el entramado urbano preexistente, se gestaron diversas prácticas espaciales cotidianas (a las que se refiere como circunstancias locales), sobre todo de comercio informal en los espacios públicos del megaproyecto y de reclamo y conflicto por parte de los colonos que condicionan y transforman los resultados planeados. Con esto demuestra la ineficiencia de los planes maestros del megaproyecto, ya que negaron y excluyeron a los pobres urbanos y a los empleados de niveles bajo y medio que trabajan para los edificios corporativos.
La última “capa” que estudia es la de los diseñadores y desarrolladores del megaproyecto, abordada en el quinto capítulo, “(Des)integración urbana: la naturaleza cambiante del espacio físico”. Dado que la globalización es un proceso territorializado que requiere la expansión de nuevas geografías, en este nivel examina la influencia de los arquitectos, diseñadores urbanos e inversionistas en la producción y comercialización de la arquitectura, así como sus efectos en el espacio urbano. Ahí identifica, primero, los vínculos del megaproyecto con las áreas aledañas, donde destaca cómo las nuevas geografías abren innovadoras formas de interacción entre múltiples actores (lo cual refiere como geografías sociales); hecho que se contrapone a los conceptos de ciudad fragmentada y ciudad genérica, ya que dichas prácticas urbanas denotan espacios de relaciones en el tejido urbano. Posteriormente, se enfoca en la arquitectura producida y señala que su estética (en su mayoría) es resultado de una arquitectura neutral y sin identidad, estandarizada por premisas del diseño de corporativos. Por último, señala los nuevos conceptos de vivienda y los imaginarios de Santa Fe creados por las campañas publicitarias, enfatiza que estas crean lugares ficticios asociados con lo “global” y en respuesta a las aspiraciones de las elites mexicanas por pertenecer a un supuesto mundo globalizado.
En el sexto y último capítulo, “En imágenes y algunas palabras”, y en el anexo fotográfico presenta imágenes de diferentes momentos históricos así como los planes maestros y parciales de desarrollo urbano que complementan el análisis escrito.
Además de las aportaciones teóricas y empíricas, resultado del estudio de caso, este trabajo se distingue por analizar dinámicas complejas en un proceso urbano de globalización a gran escala, a través de “capas” de actores y procesos. Lo anterior implicó, a su vez, un abordaje en dos niveles: por un lado, a partir de las macrovisiones económicas, es decir globalización “desde arriba” y, por el otro, un acercamiento desde la conciencia ciudadana, esto es, globalización “desde abajo”. La convergencia de dichas aproximaciones permitieron a la autora entender y explicar un proceso urbano complejo que construyó nuevas geografías.
Es decir, “que organiza la actividad de manera regional y luego se enlaza a las actividades coordinadas en ciudades globales que cubren una mayor escala de producción económica” (p. 17).
Concepto americano de desarrollo urbano que concentra las actividades de negocios, compras y entretenimiento fuera del centro tradicional.
Mediación política por medio del control de un líder sobre su gente, inclusive reprimiendo cualquier acto de subordinación (pp. 120-121).