Una parte fundamental del quehacer geográfico subyace y se fundamenta en los conceptos que se utilizan para analizar, describir o comprender la(s) realidad(es). Las autoras del libro aquí examinado, ambas de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, plantean un examen amplio, aunque no exhaustivo, de la diversidad de acepciones y los cambios que han tenido conceptos centrales en la geografía (y otras ciencias sociales) como son el espacio, paisaje, región, territorio y lugar. Pero, al mismo tiempo que el libro se presenta como una revisión de autores, tendencias y transformaciones, las autoras abren la posibilidad de nuevas trayectorias para repensar los conceptos conociendo sus historias, sus genealogías.
La inquietud central de las profesoras es la “falta de rigor en el manejo de los conceptos” (p. 10), la falta de precisión con que, en muchos casos, se hace uso de las palabras como si fueran sinónimos sin considerar el contexto en que se generaron y los supuestos de los que parten. Por ello se vuelve “imprescindible contextualizar históricamente la definición y uso de las categorías con las pretendemos trabajar” (p. 13). Las autoras nos invitan a “reforzar la reflexión sobre el uso de los conceptos para contribuir, desde nuestros espacios, a reflexionar sobre la manera más adecuada, desde el punto de vista ontológico, del uso de categorías para nuestros trabajos” (p. 10). En este sentido, la perspectiva ontológica se presenta como un nivel de reflexión central, si nos preguntamos cómo es que nombramos las realidades y, por tanto, a través de qué conceptos accedemos a estas. Aunque lo ontológico no es referido sistemáticamente en el texto, es evidente que las autoras, a través del examen de las historias de los conceptos, nos acercan a este análisis.
Así, el libro nos aproxima a diversas epistemologías, a la complejidad de las nociones, en fin, a la riqueza teórica y metodológica del pensamiento geográfico. Pero con ello no se busca únicamente mostrar la pluralidad, sino generar también una reflexión epistémica que aclare el uso de los conceptos, sus conceptualizaciones y bagaje intelectual. Paralelamente, el texto nos aproxima a los conflictos y tensiones epistémicas y ontológicas que se han generado en las diferentes formas de concebir las realidades. Este contexto es necesario, según las autoras, para desarrollar instrumentos conceptuales fundamentados en un acercamiento crítico e informado que reconozca las similitudes y traslapes, y evite el uso indiscriminado de los conceptos como sinónimos.
Considerando lo anterior, se hacen evidentes no solo las barreras disciplinarias sino también ontológicas donde el pensamiento geográfico se ve limitado y adherido al proyecto moderno, en su sentido extenso. La resignificación de conceptos queda entonces limitada al conocimiento occidental, pero al mismo tiempo se abre el panorama hacia la posibilidad de otras formas de significarlos, o considerar otras formas de concebir el mundo y las relaciones sociedad-naturaleza. Las trayectorias de estos cinco conceptos en el contexto de lo geográfico y sus transformaciones en el contexto de la configuración de la geografía como ciencia en la modernidad, si bien evidencian su heterogeneidad y complejidad, en términos generales nos remiten al establecimiento de distinciones propias de la modernidad como la separación naturaleza/ humano o real/representación.
Uno de los aspectos relevantes del libro es que en la revisión de los autores y propuestas teóricas se pone énfasis en las tendencias de la geografía latinoamericana. De manera que se tiene un cuadro general de las aproximaciones y enfoques que la geografía ha seguido en esta región y, al mismo tiempo, las influencias que las perspectivas anglosajonas y francesas han tenido en esta. En este devenir de los conceptos se discuten desde las corrientes positivistas a las visiones críticas y marxistas, lo que permite tener diferentes posturas y advertir límites y contradicciones de cada una. De igual manera, se evidencia la dimensión política que explícita o implícitamente son parte inherente de los diferentes acercamientos y conceptualizaciones.
El libro está estructurado en cinco capítulos, correspondientes a cada concepto, y siguen un sentido cronológico y espacial: de lo abstracto a lo concreto, considerando los años en que se han discutido o establecido como corrientes principales. Así, espacio, paisaje, región, territorio y lugar son examinados por separado. Las autoras son conscientes de que este acercamiento genera una parcialización de múltiples vínculos entre los conceptos y tendencias. Deleuze y Guattari (1993: 21,25) afirman que no hay conceptos simples, pues todos los conceptos remiten a otros conceptos, “no solo en su historia, sino en su devenir o en sus conexiones actuales”. Si bien los conceptos forman un todo, porque totalizan sus componentes, son también fragmentarios pues no pueden abarcarlo todo. De manera que, examinar los conceptos por separado tiene el riesgo de omitir los vínculos entre los mismo y generar fronteras. Aun así, Ramírez y López hacen énfasis en las sobreposiciones entre conceptos y apuntan hacia las convergencias y divergencias, más que a la delimitación.
Como ejemplo del acercamiento que plantean las autoras, el espacio es examinado desde las nociones positivistas de la revolución cuantitativa, las visiones marxistas en torno a la producción del espacio, el acercamiento fenomenológico, el espacio de la planificación y los urbanistas, hasta el posmodernismo, el giro cultural y el ciberspacio. Las autoras ponen especial énfasis en las figuras de Milton Santos y Doreen Massey, en quienes se pueden apreciar las trayectorias de la conceptua- lización del espacio así como las contradicciones y divergencias. Pero también critican diferentes posturas, como los espacios de flujo de Manuel Castells, por implementar una explicación de las realidades contemporáneas que asume una serie de supuestos sin generar un acercamiento crítico y auto-crítico que evidencie sus propias limitantes. Y es en estas perspectivas en las que las autoras se detienen para advertir nuevamente al lector sobre el riesgo de asumir posturas sin una reflexión crítica y amplia. De este modo, los capítulos integran tanto una exposición de las diferentes conceptua- lizaciones como reflexiones finales que exponen la visión de las autoras y presentan algunas críticas o posibles derroteros para re-pensar estos conceptos.
En el caso del paisaje es interesante que las autoras se centran al inicio en el vínculo entre la pintura y la geografía, en la forma en que ambas “representan” el paisaje y lo significan de maneras que se entreveran. Llama la atención cómo en el examen de las diferentes conceptualizaciones del paisaje, este aparece como uno de los conceptos centrales que dan identidad a la geografía como ciencia en el contexto de la modernidad al amparar la unión entre los elementos humanos y naturales que se definen como contrarios en la representación dicotómica de la modernidad. Aun así, las autoras finalizan este apartado sugiriendo la limitación del concepto paisaje por su procedencia europea/ moderna y su posible incapacidad para atender realidades latinoamericanas. Así cuestionan “si el concepto de paisaje no es un concepto eurocén- trico, que fue importando a América sin que sea el más adecuado para discutir la realidad latinoamericana en general, y la mexicana en particular” (pp. 96-97). Cuestión que desde mi perspectiva es problemática, pues asume la invariabilidad del concepto, niega su posible reterritorialización (por usar los términos de Deleuze y Guattari), determina lo eurocéntrico como indiferenciado, y no extienden este cuestionamiento a los otros conceptos.
En términos generales, resulta sugestivo que a través de los capítulos se pueden apreciar los valores, las ideologías y la dimensión política inherente a las distintas epistemes. Vemos en la región o el territorio no solo como construcciones teóricas sino como herramientas metodológicas, o técnicas de gubernamentalidad, como herramientas para la administración, la planeación y el ordenamiento territorial. Lo cual permite tener una visión amplia de los conceptos en su devenir, y, también, en su faceta política e ideológica, que remiten a los contextos en que se generaron y cómo se utilizan.
Otro aspecto que resalta es la decisión de las autoras de no adentrarse en las perspectivas ligadas a la psicología y la lingüística. Si bien se comprende que estas abren todo un espectro de posibilidades, la relación del paisaje y el lenguaje podría fácilmente ser parte de los alcances del libro pues está estrechamente vinculado con las formas en que se comprende, desde diferentes lenguas y cosmovisio- nes, aquello que nombramos paisaje (Mark et al., 2011). Sobre todo, considerando que los conceptos son parte fundamental en la construcción del conocimiento geográfico, y tomando en cuenta los acercamientos que otros autores han denominado ontologías del paisaje, etnogeomorfología, etc. El lector encontrará poco acerca de las “otras” geografías y de las propuestas desde los pueblos indígenas en este libro, salvo en el apartado sobre territorio.
Las autoras presentan un análisis amplio y coherente de las “divergencias y convergencias”, los traslapes y las suposiciones que todas las propuestas hacen en su comprensión y aprehensión de las realidades. Lamentablemente, en lo que respecta a las cuestiones de formato el libro destaca por la cantidad de errores que contiene. Así, es evidente el poco cuidado que se tuvo en la revisión editorial del texto, con una cantidad importante de errores de estilo y falta de uniformidad sobre todo en el uso de comillas en las citas; faltas de ortografía, de puntuación y de correspondencia; y dos errores muy evidentes como la repetición de una misma cita y una nota en el título del cuadro 4 que no tiene relación alguna con el contenido del documento. En un texto como este donde la revisión de autores es una parte sustancial del trabajo tal cantidad de omisiones en el uso de las comillas dificulta y rompe el ritmo de la lectura. En términos generales, estos descuidos hacen que ciertos párrafos no sean claros, pero sobre todo resaltan la desatención sistemática en la revisión final del documento. Por lo anterior, el libro pierde parte de su fuerza argumentativa y demerita el trabajo de las autoras. Igualmente, las figuras o cuadros no aportan mucho a la comprensión de las discusiones teóricas pues por su diseño no ayudan al lector a comprender las discusiones sobe los conceptos que, ciertamente, se tornan abstractas.
El libro aquí presentado no es un compendio de definiciones, en él se encuentra más bien el inicio de reflexiones y discusiones, y justamente las autoras finalizan su texto preguntándose: “¿Cómo hacer para que este libro quede abierto?” (p. 184). Si para la geografía el espacio es el concepto central, “el objeto mismo de trabajo de esta ciencia” (p. 186), ello nos da pistas de su propia singularidad, pero también de sus propias limitantes inherentes al proyecto de la modernidad en la cual se estructuró en su forma contemporánea. En ese sentido, el acercamiento epistémico y ontológico permite reflexionar no solo dentro de las fronteras de la ciencia geográfica sino trazar “nuevos caminos”.
Este libro es un esfuerzo por ubicar los conceptos en su contexto, pero sobre todo consolidar una visión crítica que permita un mayor rigor y congruencia en el uso de los mismos. Es ese sentido, es un libro adecuado tanto para estudiantes como una referencia más amplia y abierta, como para académicos tanto de la geografía como de otras disciplinas. Como afirman las autoras, debemos considerar “el conjunto de condiciones teórico- ontológicas fundamentales” en las cuales se sustentan nuestros trabajos considerando también nuestra “ubicación” en la generación del conocimiento, tomando en cuenta que las acepciones que damos a los conceptos encierran una aproximación particular, un diálogo con ciertas líneas de pensamiento y con diferentes realidades.