De vez en cuando hay una edición sobre Élisée Reclus en las novedades editoriales de México. Esta vez, a cargo de Eulalia Ribera Carbó, una geógrafa del Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”, que ha integrado un riguroso estudio introductorio, acompañado de una selección de los escritos publicados entre 1869 y 1908. Este orden se asemeja a otras ediciones sobre Reclus en Francia (Giblin, 1986)1 y en México (Hiernaux, 1999), mientras que otros trabajos examinaron la actualidad de su figura (Capron, et al., 2011), así como sus viajes americanos (Mathewson, 2016).
Al inicio, Ribera Carbó traza la trayectoria vital de Reclus, los orígenes de su familia y su juventud, con lecturas de los clásicos anarquistas y largas caminatas, como aquella desde Montauban para conocer el mar Mediterráneo. Los años de Berlín, 1850 y 1851, perduraron en él por las enseñanzas y la visión comparativa de la geografía de Karl Ritter. En los Estados Unidos atestiguó el esclavismo y, en 1855, cambió el rumbo de su viaje. En la Nueva Granada, en las faldas de la Sierra Nevada, realizó “el proyecto de la huerta cooperativa que, sin embargo, enseguida fracasó” (Ribera, 2016: 17). En el vaivén de la vida política francesa, Reclus “impartió cursos de geografía francesa” durante los días de La Comuna de París, en 1871 y, tras el fracaso del ensayo libertario, era condenado a un largo exilio en Suiza.
Su vida en el país de los lácteos era un cambio de página para Reclus. Ahí dio inicio al proyecto intelectual más importante de su vida. Al amparo de un contrato con la casa editorial Hachette, escribió una “obra monumental de geografía descriptiva del mundo que resultó en 19 tomos de diecisiete mil páginas en total”, ordenadas con el título Nueva Geografía Universal, editada entre 1876 y 1894 (Ribera, 2016: 22). La Sociedad de Geografía de París condecoraba, en 1892, el estilo de esta “geografía independiente” (Robic, 2006: 20).
En Bélgica, en compañía de su familia, vivió los últimos años de su vida. Ahí era profesor de la Universidad Nueva de Bruselas (Vicente, 1983). Reclus estableció el Instituto de Geografía con “una biblioteca con más de 9 000 volúmenes, 7 000 mapas y 13 000 grabados y dibujos” (Ribera, 2016: 28) e impartió el curso de “geografía comparada, de historia de la geografía [y] de geografía física” (p. 28). Su última obra ElHombrey la Tierra, concluida en la primavera de 1904, constaba de seis tomos, ahí postulaba una geografía social basada en la evolución de las sociedades y el orden de los temas contemporáneos en sucesivas escalas de análisis, como la población de la Tierra, el Nuevo Mundo, el Estado moderno, el cultivo, la propiedad, la industria y el comercio hasta adentrarse en los temas que atañen al individuo: la religión y la ciencia; la educación y el progreso (Giblin, 1986).
La segunda parte del libro da paso a los textos. Ribera Carbó ha querido iniciar con la conferencia de Reclus, de 1894, un documento clave del anarquismo. En “La anarquía”,2 el autor sitúa sus palabras en el escenario desalentador de la sociedad europea. Señalaba el “espíritu nuevo” entre los anarquistas y la “sociedad futura” basada en la educación, la ciencia, la literatura, el arte y la moral. (Ribera, 2016: 43). Un tiempo futuro en el que todas las clases tomarían posesión común de las “minas y tierras, fábricas y palacios, caminos de hierro, navíos y sus cargamentos” (p. 43.). Una transformación social, como pensaba Reclus, para millones de personas que proclamaban justicia, igualdad y libertad.
Siguen dos textos: “El manantial” y “El ciclo del agua”. El manantial representaba la “pureza moral” y sugería que los jóvenes, una vez liberados de la “prisión escolar”, podían divertirse al seguir “el curso de los arroyos”, apartar las hojas, levantar las piedras y alcanzar el mar (p. 57). Para Reclus, las montañas, las nieves, los bosques, el viento o la pradera eran la “gran educadora” de la gente. Los pueblos, como las aguas de los ríos, al mezclarse formarían una sola nación, una corriente humana orientada hacia “un ideal común de justicia y libertad” que, al llegar al mar, renovarían “todas las vidas” (p. 66). En “Alocuciones del padre a sus hijas y a sus yernos”, Reclus señalaba la responsabilidad y la renovación como valores de la vida de las nuevas generaciones, con la práctica de la bondad y la justicia.
La lectura gira hacia su pensamiento geográfico, a través del “Prefacio de El hombre y la Tierra” Reclus exploraba las relaciones del hombre con la superficie de la Tierra, bajo una perspectiva evolutiva que “construye y reconstruye el mundo” (p. 73). Una geografía política, en seguida, analizaba las injerencias de los Estados Unidos y Europa sobre México en una época de expansión imperial. Aunque resaltaba la preferencia de París entre los mexicanos para renovarse en el plano del arte, la ciencia y la moda (p. 77). El libro termina con el texto sobre el poder de los grandes Estados, el capital y los bancos para la repartición de los “tesoros del mundo”. En el “Sindicato de las naciones” apelaba a la defensa del trabajo individual como la base de los resultados graduales y del progreso. Era el tono de una carta, enviada por él a la revista Huelga General, de Barcelona, dirigida a los jóvenes para que se preparen en la práctica de la justicia y la solidaridad.
L’homme et la terre era una síntesis de la tesis de doctorado de tercer ciclo, inédita, presentada por Béatrice Giblin en la Université de Paris VIII-Vincennes, en 1972 y editada en francés por Francois Maspero, París 1982.